Esteban se
sentó en la fría cama del pequeño hostal, el lugar era sencillo pero no
desagradable. Una cama de dos plazas, con algunas tristes marcas de quemadura
de cigarro de distraídos amantes en el edredón, una austera mesa, dos sillas,
una cómoda de cuatro cajones, una mesa de noche y un pequeño televisor. Se
desató los pasadores, buscó el control del televisor y lo encendió. Pasó
rápidamente por los canales y nada le llamó la atención, lo apagó nuevamente.
Se incorporó y caminó hacia la silla donde había dejado su mochila, extrajo su
computador portátil, lo colocó sobre la mesa y lo encendió, luego extrajo una
botella de agua de dos litros, la abrió y tomó un largo trago directamente de
la botella.
Una vez que
se sentó frente al ordenador, colocó los
dedos sobre el teclado e inició la escritura. Escribió el título que ya había
pensado con anterioridad y en el primer párrafo se describió él mismo sentado
en la fría cama de un pequeño hostal, describió la habitación y la manera cómo
se puso a buscar canales de televisión, sin que ninguno llame su atención.
Luego describió con detalle el momento en que se acercó a su mochila y extrajo
su ordenador, su botella de agua de la que bebió un largo trago y de cómo
empezó a escribir su novela soñada.
La trama de
la novela era sencilla, se trataba de un tipo que cuenta como otro llega a un
hostal, sencillo por cierto pero no desagradable. Se sienta en la fría cama, se
distrae con la televisión, luego la apaga, se incorpora y busca su mochila
donde llevaba su ordenador, y empieza a escribir una novela, con la que sueña
todo escritor, todo ello luego de describir la habitación donde inicia su
aventura y tomar un largo trago de agua de una botella de dos litros que había
llevado consigo.
Decidió que
el personaje de su novela, el escritor, se llamaría Esteban también. Este Esteban
había decidido escribir la novela de su vida, la novela soñada y para ello se
recluiría en un hostal, uno pequeño pero no desagradable, a ese hostal llevaría
su computador portátil y se dedicaría escribir acompañado de una botella de
agua para no deshidratarse. Empezaría la novela describiéndose a sí mismo, la habitación
y cómo se ponía a escribir.
Una vez que
Esteban terminó de darle forma al primer párrafo, tuvo la clara sensación de
que alguien lo observaba, miró hacia atrás y no había nadie, se le ocurrió que
pasaba como en la casa de los espejos, sentirse observado por él mismo a través
de infinitos espejos que multiplicaban al infinito su imagen sin poder
distinguir cual era la verdadera.
Regresó las
manos al computador, las colocó cerca del teclado y no pudo escribir, sus dedos
quedaron tiesos, dolorosamente inmóviles, sintió de pronto una sed sofocante
que lo abrasó, estiró la mano para tomar la botella de agua y no la alcanzó, la
sed se hacía intensa y la botella misteriosamente había desaparecido, trató de
gritar y su garganta no emitía sonido alguno, el aire ya no ingresaba a su
pulmones, se ahogaba en su propia desesperación, exhaló un gemido lastimero,
tenue… De pronto adquirió consciencia, apretó los dientes y exhaló. Estaba
allí, sobre la cama, agitado, saliendo de una pesadilla, su frente empapada de
sudor. La botella de agua estaba sobre la mesa, se acercó. Tomó un trago largo
y presionó una tecla del ordenador. En la pantalla apareció el primer párrafo de
la novela que estaba escribiendo y a pesar de sus esfuerzos no recordó en qué momento
durmió, se sabía despierto y leyó el párrafo del tal Esteban que estaba por
escribir la novela de sus sueños, luego de haber visto un rato la televisión en
un hotel sencillo pero no desagradable, luego de un largo trago de agua. Cuando
terminó se miró y no recordaba haber llegado con esa ropa y observó que los
pasadores de sus zapatillas seguían atados, estiró la mano hacia su mochila y
no pudo alcanzarla, nuevamente la garganta se le cerró, era un nuevo sueño,
estaba soñando dentro de un sueño pero que no era un sueño, era parte de la
novela, el segundo párrafo, en el que Esteban es atrapado en un sueño, pero ya
no sabía qué sueño ni qué Esteban, se había perdido entre uno de los infinitos
espejos que eran sus sueños y sus personajes, trató de despertar con la
incertidumbre de que no sabía si despertaría en otro sueño, si sería otro
Esteban, uno de los que lo espiaba desde atrás cuando escribía la novela, la novela
de sus sueños, de los sueños donde se había quedado atrapado para siempre, sin
saber nunca más cómo volver a la realidad.
Nos tenias abandonados con los cuentos! bien ahi, me gusto, distinto para tu estilo, super fumado!
ResponderEliminarGracias Claudio!! Un enorme abrazo!
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