sábado, 26 de marzo de 2011

CONSEJOS PARA QUIEN ASPIRE A SER EL MEJOR AMIGO DEL PERRO

Hace un par de semanas leí el blog de la amiga de una amiga, la que recientemente se animó a escribir un Blog y su primera nota fue acerca de las mascotas. La nota es muy linda y tierna y hace un símil interesante acerca de las personas y las mascotas. Es cierto que los animales (las mascotas en particular) tienen instintos que casi siempre son más transparentes y honestos que nuestra retorcida forma de comunicarnos a medias con nuestros propios congéneres. Sin embargo hubo una muy inteligente y creativa afirmación en el post que llamó enormemente mi atención: Que la única diferencia entre los perros de raza y los que no lo son, es algo así como que los primeros tienen ropa más cara.

Me temo que en mi condición de amante de los perros y ex socio del Kennel Club del Perú, me veo en la obligación de hacer una precisión al respecto, y no para Mari cuya nota es linda y la recomiendo, si no para todos aquellos que están el proceso de adoptar un cachorro y están sopesando la decisión; o que ya lo hicieron y necesitan ciertas guías para seguir adelante con el proceso.

Las razas, en este caso de los perros, tienen una razón de ser, razón que va mucho más allá de la apariencia del can. La existencia de razas especiales y con características determinadas se debe a su predictibilidad. En un inicio, hace miles de años los perros se criaban de tal manera que ciertas razas sean utilitarias, así el antiguo y ancestral Mastín Napolitano era un perro de guerra, capaz de atacar a un fornido soldado en combate con sus entre noventa y ciento diez kilos de peso; también servía para la caza de leones para el circo romano, ya que con su piel gruesa y arrugada y su increíble tolerancia al dolor, podía resistir las mordeduras y zarpazos del león. Si decide tener uno en casa, tome en cuenta que difícilmente podrá corregirlo con un tirón de la correa o un collar de ahorque, para el Mastín esas son molestias que a lo mucho podrían exasperarlo, pero nunca causarle dolor correctivo.

El Labrador (que tiene recién unos quinientos años) fue diseñado para ser un excelente nadador usando su gruesa cola como timón, y su doble capa de pelos que le permite no padecer de hipotermia cuando se mete al agua casi congelada de los lagos para recuperar los patos cazados por el amo. Sus dientes redondeados o romos evitan que dañe la pieza de caza cuando es recogida. El Labrador es un perro de trabajo perfecto y sumamente inteligente, si usted decide tener uno asegúrese de tener espacio para que descargue su enorme energía o tener tiempo para sacarlo por lo menos dos veces al día, en paseos de una hora de duración cada uno.

De igual manera perros de pelo duro (como los Schnauzers por ejemplo) tienen esta característica que evita que las plantas con púas o espinas los dañen cuando cruzan los prados acompañando a su amos en cacería, los Terriers pequeños fueron diseñados para meterse en las madrigueras de los hurones u otros animales similares, en algunas zonas se aprovechaba esta característica para cazar ratas y conejos que dañaban los sembríos. Así como estos hay muchos ejemplos, luego se puede entender que las características físicas y comportamiento de estos canes, está definida por su código genético, de tal manera que la única forma de garantizar que este código y conducta se transmita a la siguiente generación es mediante la unión con otro ejemplar de la misma raza y que los vástagos tengan para empezar las mismas características exteriores de los padres, luego viene un complejo proceso para determinar el carácter. Un perro de buena línea (lo que llamamos pedigrí) cuya pureza en cuanto a los ancestros está garantizada, asegura también que la mascota tendrá un determinado carácter que se ajusta a nuestro espacio, tiempo y necesidades.

Hoy en día gente snob, se compra perros de raza solo por la apariencia y su fama ("perros de reyes" los llaman a algunos) sin conocer sus características físicas y necesidades y mucho menos su conducta o personalidad.

Las ventajas de tener un perro de raza son:

Es predecible, se puede comprar un cachorro sabiendo cómo será su carácter en el futuro. Por ejemplo si se tienen niños pequeños en casa y no hay problemas de seguridad, usted puede comprar un Labrador o un Golden Retriever, con la certeza de que nunca atacará a los niños y siendo uno de las cinco razas más inteligentes aprenderá cualquier truco rápidamente, pero hay que tener espacio como ya se dijo y se debe tener tiempo también para cepillar el grueso pelaje. Es inhumano meter a un Labrador a un departamento y además no sacarlo a pasear. No se olvide que el Labrador no se inmutará si un ladrón entra a casa, probablemente además le haga caravanas al pillo. Si se es flojo y se requiere un perro pero usted no tiene la menor intención de sacarlo a pasear, sería recomendable un Bulldog Inglés, él te agradecerá que no lo saques, en día de paseo y a la media cuadra de camino estará agitado, con la lengua afuera y ya querrá regresar a casa; curiosamente es un buen guardián afable y cariñoso con la familia. Ojo tiene serios problemas con la reproducción, normalmente se hace mediante inseminación y la hembra pare solo un cachorro, máximo dos. Si usted no es muy cariñoso con los perros pero igual quiere uno, pero no desea que le esté pidiendo apapachos, procure un Chow Chow que son generalmente apáticos. Si no quiere gastar en cerco eléctrico y alarmas (o quiere combinarlas con un perro de guarda) consígase un Rottwailer o un Doberman, tome las previsiones con los niños en casa y los visitantes. Y así hay un perro para cada persona y cada familia (lástima que casi nadie piense en ello cuando hace la selección, como buenos estúpidos los escogemos casi siempre sólo por su apariencia).

Las ventajas de un perro mestizo son:

Es más fuerte, al no tener una genética manipulada, resiste mejor las enfermedades e infecciones, es menos susceptible de tener enfermedades hereditarias que son recurrentes en los perros llamados de raza.

Las desventajas:

Los de raza son enfermizos en algunos casos, dado que han sido apartados de su entorno natural y mimados excesivamente, han perdido inmunidad al medio ambiente; es el caso del Yorkshire Terrier, que en muchos casos muere por un simple resfrío producido por una leve corriente de aire o un poco de lluvia. Algunas razas requieren de asistencia artificial para reproducirse.

En los mestizos la principal desventaja es que son impredecibles, como le puede tocar el perro más lindo del mundo, también puede ser uno medio loco que muerde las cosas y desconoce al dueño. En todos los casos los dos primeros meses de vida del cachorro casi siempre determinan su personalidad a lo largo de su existencia. Tampoco se puede predecir el tamaño del todo, a veces alguien adopta un perrito de la calle y resulta que a los seis meses es un problema de cuarenta kilos, y la persona de buen corazón vive en un departamento.

Un punto importante: Tener una mascota cuesta, sin importar si es de raza o no, exige un presupuesto si se desea darle comodidad. Si usted sólo quiere que le cuiden la casa, cómprese una cámara e instale un cerco eléctrico. Las mascotas necesitan cariño y cuidado, si no está dispuesto a darlos, mejor no asumir la responsabilidad de tener una.

Bueno, como se puede apreciar las razas tienen una razón de ser. Siempre insisto en algo: (por experiencia propia) si se adopta un perro de la calle y no ha sufrido traumas severos, se tendrá un compañero fiel de por vida, de alguna manera el perro sabe que ha sido salvado y quién lo ha salvado y por tanto es capaz de dar su vida por quien lo rescató. A mí me ha pasado.

Si usted conoce a alguien que se va a comprar un cachorro, primero sugiérale que adopte, pero si no cambia de opinión, que primero se informe acerca de las características del perro (en internet hay miles de páginas al respecto) lo que le permitirá criarlo bien, y evitar sobre todo que sufra. Evitemos en lo posible tener perros de raza sólo por su apariencia.

viernes, 25 de marzo de 2011

CAVERMAN

Una muy querida amiga lleva varias semanas preguntándome por qué algunos de mis amigos me dicen Caverman. Pues aquí va:

Puede que haya sido el año 94 ó 95 o tal vez antes, no recuerdo bien. Lo cierto es que trabajaba en el Instituto de Informática de la Universidad, en el departamento de Capacitación. Era instructor de informática como otros estudiantes de la universidad que desarrollábamos esta tarea bajo el elegante nombre de “ayudantes de cátedra”. En apariencia era una vil explotación, pero no. Nos pagaban casi propinas, pero no recuerdo otro periodo en mi vida en el que haya aprendido tantas cosas. La política del Ingeniero Tamayo (¿recuerdan el sobreviviente de la película “Abisa a los compañeros? Sí, ese mismo) que había regresado de la vieja URSS y dirigía el Instituto y luego del Profesor Cayo, era darnos libertad. Libertad para aprender. Pocos recursos y mucha libertad. No hay nada mejor. Todos entrábamos sabiendo un poco de algo y salíamos con muy poco dinero, y una bolsa enorme llena de conocimientos. Yo entré sabiendo un poco de programación estructurada, Clipper, Fox Pro y una reliquia llamada D.O.S. Al cabo de unos meses ya podía instalar cualquier programa en cualquier computador, y no sólo eso, podía instalar cualquier programa en dieciséis computadores casi al mismo tiempo a pesar de que los instaladores venían en diskettes de tres y media pulgadas y poco más de un mega de capacidad cada uno y no existía red. Inventamos redes parchando cables paralelos de impresoras para conectar una computadora con otra. En aquel entonces los discos compactos eran todavía ciencia ficción en el Perú. También podíamos armar y desarmar una computadora en cuestión de minutos, cambiar memorias, mover slots, reparar fuentes de poder, intercambiar buses de datos y hasta limpiar microprocesadores. Casi todos mis colegas de trabajo eran de las áreas de ingeniería, yo era el único de letras, a pesar de ello todos aprendíamos igual. Era un universo paralelo, todos sin excepción leían (una constante interesante a tomar en cuenta), todos sin excepción tenían la mística de no rendirse ante la dificultad. Nunca nadie nos entrenó en ello pero el esfuerzo en equipo era la esencia de nuestro trabajo. Si algo no funcionaba, se preguntaba a otro, luego de media hora se podía ver a ocho o nueve personas pensando alrededor de un computador, haciendo pruebas y aportando ideas hasta que el problema quedaba resuelto, y si no se resolvía ese día, alguien lo resolvía a los pocos días y compartía la respuesta con todos. Éramos pobres, teníamos computadoras antiguas, usábamos programas piratas y éramos felices.

En aquel entonces, teníamos unos seis metros cuadrados en el área de administración a los que llamábamos “casilleros” precisamente porque usábamos un anaquel de casilleros como separador de ambientes. Cada uno tenía un casillero de treinta por treinta centímetros donde guardábamos plumones, mota, diskettes y algunos libros. Allí dejábamos nuestras mochilas mientras dictábamos clase. Cerca estaba el reloj tarjetero marcador de asistencia, nos descontaban el magro sueldo si llegábamos cinco minutos tarde, era una verdadera distracción vernos a todos llegando a toda velocidad y subiendo las escaleras al segundo piso del pabellón de Ingeniería Electrónica donde funcionaba el instituto, llegando sin piernas y con la lengua afuera y además ubicar la tarjeta, el espacio y presionar la palanca para el marcado correspondiente.

En este lugar, al lado de los casilleros, la administración había colocado dos computadoras, una 286 y una 386, para hacer pruebas, una tenía DOS y la otra Windows 3.11, la que tenía Windows servía para hacer pruebas de Corel Draw o Page Maker. Si quienes ahora leen no tienen la más mínima idea de qué eran esas cosas, pues entonces pertenecen a la generación X en adelante, lo siento. En aquél momento era tecnología de punta.

Había días en que efectivamente las máquinas servían para pruebas, pero la mayoría de las veces las utilizábamos para hacer trabajos de la universidad y hasta para jugar. En ese entonces apareció un juego para DOS (no sé cómo, alguien lo trajo en diskette) llamado “Prehistorik 2”, este juego, en la línea de Mario Bross, tenía a un cavernícola como protagonista. Este premunido de un mazo iba avanzando niveles, matando lobos y comiendo postres para ganar puntos. El caso es que en esa temporada yo dictaba un curso a las siete a nueve de la mañana y por distribución de horas el otro lo dictaba de once a una de la tarde. Tenía dos horas libres por lo menos tres días a la semana, los otros dos tenía cursos en la facultad de derecho donde yo estudiaba. En esas dos horas de no hacer nada, tres veces por semana, empecé a jugar el bendito juego, al principio aprendiendo. Ojo, nada de joystik, todo absolutamente con teclado. Luego de un tiempo era un especialista y si bien nunca terminé los nueve niveles, estuve muy cerca muchas veces. Junto a Hugo Boss, Aldo (Aldus Page Maker), Martín (El Oskuro) y el Crucetas (compañero Cruz no me acuerdo tu nombre) jugamos horas y horas. Fue precisamente Hugo quien un día empezó a llamarme “cavernícola” en lugar de Miguel, y como buen alumno del Prescott, angloparlante, un día me dijo “Caverman” sin más ni más, y desde ese día casi todos los instructores dieron por llamarme así.

Una nota aquí: Como habrán notado, Caverman no significa cavernícola. Hasta ahora no sé bien porqué Hugo lo castellanizó de esa manera, dicho sea de paso, suena bien. Lo correcto hubiese sido “caveman” o el hombre de la cueva o de la caverna. Caverman en realidad significa sepulturero (el hombre que cava). Esto lo descubrí años después chateando con un gringo. Pero en fin así quedó y todos asumimos que Caverman significaba cavernícola.

Tiempo después me fui a vivir y trabajar a Iquitos, cuando volví hubo un enorme salto tecnológico en el instituto. Nos cedieron el claustro de lo que alguna vez fue el convento de los padres agustinos en el centro de la ciudad. El rector de la universidad autorizó una remodelación total y puesta en valor del edificio, nos mudamos allí (sin dejar el viejo local de Ingeniería Electrónica) y allí se instalaron 198 computadores en red con internet. La red de internet más grande de Sudamérica en esa época, aunque no por mucho tiempo. Así como cosas nuevas también tuvimos mil problemas, Windows 95 era una cosa desconocida, la red no se basaba en una plataforma estable como Novell, se optó por la red Windows que casi nadie conocía y era un desbarajuste, lo mouses no funcionaban, los monitores se desconfiguraban. Aparecían los virus de nueva generación. Ese año, resolviendo problemas, aprendimos más que en todos los años anteriores. Aprendimos a editar el registro de Windows, a propósito nunca olvido a Alex Ramos, bombero, caballero galán, siempre servicial y además un autodidacta innato. Él era probablemente la persona que más dominaba los secretos de Windows 95 en toda Arequipa en ese entonces. En esa época creé mi primera cuenta de correo y era: caverman@hotmail.com

También aprendimos a chatear, la primera vez con un sistema de chat basado en páginas web, pero muy rápido descubrimos el Microsoft Comic Chat, con personajes, uno de ellos (qué casualidad) un cavernícola, al que rápidamente adopté y mi nickname era obviamente, Caverman. Al principio pensábamos que el chat nos permitía conversar en la red local. Nos tomó un poco de tiempo darnos cuenta que se podía conversar con cualquier persona en el mundo. Bueno, cualquier persona en el mundo era un decir. Había muy pocas personas en el mundo conectadas permanentemente a internet en este entonces, normalmente sólo administradores de redes o investigadores de universidades extranjeros. Las salas o “chat rooms” tenían a lo mucho cinco miembros, gente normalmente brillante, educada, profesionales o estudiantes de primera línea. Como todo en la vida, al poco tiempo se masificó y envileció, el Comic Chat despareció, fue reemplazado por el Mirc (IRC es la sigla del sistema en el que se basa el chat) y empezaron a aparecer escolares pajeros, pirañas y barristas de equipos de futbol. Aparecieron también otros “Caverman” en la red y finalmente decidí abandonar ese nickname y también poco a poco dejé el Mirc.

De esa época vienen nicks memorables, Claudio Barman, Elier Resortes, Hugo Boss, Strike, el Oskuro (¿Dónde andas?), Slayer_X, ¡el Amigo1! (algún día contaré su historia), Latisha, Sajino, Piojo, Jklm y decenas más. Mis amigos más cercanos todavía se acuerdan de mi nickname y me ha sucedido que paseando por la calle alguien me ha saludado, nos hemos abrazado y me han dicho: “¡¿Cómo estás Caverman?! Yo ni me inmuto y contesto como si realmente me llamara Caverman y no Miguel.

Epílogo

El Instituto se jodió el día que vino un tal Ingeniero Cueva como director con la anuencia del nuevo rector de la Universidad. Trajo a una horda de comechados y lamebotas. Empezó a tratarnos mal, nos puso en planilla como trabajadores de la Universidad pero nos prohibió acercarnos a las máquinas, explorar y aprender. Nos fuimos casi todos, sólo se quedaron los que tenían familias que mantener o ya eran muy viejos para abrirse camino en la vida. Cuando me fui dominaba el Excel de tal manera que podía hacer en él mis propias rutinas de Visual Basic. Aprendí por mi cuenta Corel Draw, Visual Basic y Visual Fox. Dicté esos cursos y además diseñé el primer curso de Excel Avanzado que se dictó en Arequipa. Luego al irme, tome la decisión de no volver a enseñar informática ni programar computadoras para terceros. Todo lo que aprendí me sirvió sólo para mí o para mis siguientes trabajos como un plus, pero evitaba decir que fui programador. Pero lo que más me sirvió en la vida es que con esa gente tan valiosa aprendí que lo más importante no es cuánto sabe una persona, si no su capacidad de aprender.

domingo, 20 de marzo de 2011

ARBEIT MACHT FREI (Cuento)

Mijail sintió el frío atravesando sus botas. El polvo del camino pesaba en su espalda y el uniforme de campaña estaba manchado de sangre y fango. Al frente, a unos cercanos mil metros, se podía ver irguiéndose una imponente estructura en medio de la nada, las tejas rojas y la columna central ya eran perfectamente visibles a través de la bruma. Un capitán dio la orden de alto y se formaron. Se les advirtió que habían recibido información que el ejército alemán había abandonado la zona pero que estuviesen alerta a cualquier ataque, podría haber todavía tropas dispersas. Mijail reanudó la marcha y encendió un cigarro. Estos últimos días habían recibido cigarros y agua, pero poca comida, estaba hambriento, acarició por sobre la tela del morral la lata de lentejas que le habían entregado en la mañana, solo quería llegar al lugar, ocuparlo y descansar. A menos de quinientos metros del edificio retiró el seguro de su arma y metió la cabeza entre los hombros tensionando las piernas, miraba a un lado y al otro al igual que sus compañeros. Sintió un olor fétido, el olor de la muerte, pero distinto al que había experimentado en los campos de batalla, este era maligno, demoniaco.

Los días previos a la llegada a Auschwitz Mijail había visto en el camino las ciudades polacas arrasadas, los alemanes derrotados finalmente se retiraban raudos pero dejando una estela de devastación a su paso, incendiando cuarteles, establos y casas, los soldados rasos huían en medio del pillaje. Ahora llegaban a un konzentrationslager y por lo que habían comentado los oficiales la noche anterior alrededor del fuego, era uno de los mayores en toda Europa. Al entrar al enorme complejo el olor mortal se hizo más fuerte. En la entrada principal el camarada Nicolai que marchaba a su lado le tocó el brazo para llamar su atención y señaló la reja superior con un movimiento del fusil, Mijail levantó la vista y leyó las enormes letras metálicas: Arbeit macht frei, “¿Qué mierda significa eso?” pensó y como si Nicolai le hubiese leído la mente dijo en ruso y entre dientes: “El trabajo libera.”

Una vez en el interior del campo Mijail se detuvo a la instrucción de otro capitán, se quedaron parados, mirando, esperando la orden de romper filas. Al parecer los alemanes ya habían abandonado el recinto. Ahora sólo quería recostarse en cualquier lado y descansar. De pronto al igual que sus compañeros se puso lívido al comprender lo que iba pasando alrededor, de distintos lugares empezaban a aparecer sombras con aspecto casi humano, como fantasmas, cubiertos con pedazos de telas que alguna vez fueron ropas o mantas y que alguna vez tuvieron color. Se acercaban con miedo al principio, luego con cierta confianza pero siempre lento, con las manos estiradas perdiéndose en la enormidad de las mangas de lo que tal vez fueron abrigos o sacos, los dedos largos y finos con la piel pegada a los huesos. Los ojos profundos, rodeados de un halo oscuro, la piel de los rostros gris verdosa, mezcla de mugre y enfermedad. Nicolai extrajo de su morral una lata de comida y la extendió a uno de los primeros que se acercó, el hombre miró con una expresión de mortal agradecimiento y retrocedió sin dar la espalda, sin dejar de agradecer con los ojos tristes. Mecánicamente Mijail hizo lo mismo, recordó vagamente que no había comido en dos días más que la mitad de ración y esperaba darse un banquete hoy, pero igual extendió el alimento a otro hombre que se acercó. Sintió la saliva pasando por dificultad en su garganta y se le humedecieron los ojos cuando el sujeto estalló en llanto y empezó decir cosas en alemán mientras agradecía con gestos y se lanzaba a sus pies y le besaba las botas. Mijail se arrodilló y contuvo al hombre, le dijo suavemente en ruso que no, este lloraba murmurando palabras ininteligibles y en su rostro las lágrimas surcaban la suciedad dejando visibles marcas negras. Mijail trató de levantarlo del piso y sus brazos no encontraron resistencia, el hombre pesaba menos de cincuenta kilos. Miró alrededor y vio como los oficiales trataban de ordenar el caos, pidiendo a los prisioneros en un alemán rudimentario que se formen, que se ordenen. Mijail llevó al hombre con cuidado a una de las filas, mientras lo depositaba con cuidado sobre el piso, un sargento llegó corriendo y les avisó que adentro habían encontrado a más personas. Los alemanes habían evacuado pocos días antes y se habían llevado a la mayor parte de los prisioneros, dejando a los más débiles.

Mijail se incorporó y avanzó junto a otros, olvidando el dolor y el cansancio caminaron a paso ligero hasta las barracas del interior, caminaba pensando que a pesar de esta larga guerra nunca había visto personas en el estado de los hombres que había dejado atrás, entristeció y presionó en su pecho la cruz de hierro que su madre le había dado cuando partió de casa. Entró junto con un teniente y siete soldados más a una de las cuadras. Avanzaron despacio en la oscuridad, gritando en alemán “alto”, apuntando al vacio, abriendo los ojos, hasta que descubrieron debajo de los trastes, escondidos en cualquier vericueto pequeños espectros asustados, la barraca estaba llena de niños, todos ellos desnutridos, débiles y famélicos. Mijail contuvo las lágrimas, tomó a uno y lo sacó a la luz en sus brazos. Los demás hicieron lo mismo y de pronto estaban rodeados de una treintena de infantes que los miraban con una extraña mezcla de incertidumbre, desazón y desesperanza. Mijail al igual que sus compañeros les hizo señas de esperar, Ivo, un soldado que hablaba alemán se sentó con ellos y empezó a calmarlos y explicarles que todo iba a estar bien. Mijail y los demás continuaron, otras cuadrillas ya estaban sacando a más gente de las otras barracas, mujeres y hombres cadavéricos, niños hambrientos, ancianos que caían de rodillas y agradecían y oraban a sus dioses. Cuando pensó que había visto lo peor el teniente los condujo detrás de una de las últimas edificaciones y se encontraron con otros soldados que miraban el espectáculo con consternación, algunos de los más rudos habían caído de rodillas, lloraban y maldecían. Mijail no podía contar los cuerpos, cientos, tal vez miles de cuerpos, desnudos algunos y otros con algunos jirones de tela a guisa de ropa, las costillas visibles, las extremidades con los músculos consumidos, los cráneos con las mandíbulas abiertas y las cuencas de los ojos vacías. Mijail apoyó la culata de su arma en el piso de tierra manchado de sangre y agachó la cabeza, abrió su camisa, apretó dentro de su puño la cruz de hierro y oró mientras las lágrimas desbordaban sus ojos y su respiración se hacía difícil y entrecortada, esforzándose por poder introducir aire en sus pulmones, sin poder comprender siquiera por qué tenía ese horrendo espectáculo frente a sus ojos.

Esa noche Mijail no pudo evitar dejar escapar dos lágrimas más cuando escribía en su diario que en un frio veintisiete de enero de mil novecientos cuarenta y cinco, junto a sus camaradas del Ejército Rojo, liberaron cerca de siete mil prisioneros de los campos de concentración alemanes de Auschwitz en Polonia, producto de una guerra estúpida como estúpidas eran todas la guerras.

jueves, 17 de marzo de 2011

ECO Y EL CEMENTERIO DE PRAGA: CUANDO LOS ESCRITORES DE BEST SELLERS AGACHAN LA CABEZA

Conocí a Eco mediante una casualidad, en el año noventa y dos aproximadamente, en un sicalíptico tabuco de la calle San Francisco, ahíto de libros usados y también de los otros: los piratas. Fue allí donde emergió ante mí un título que me llamó la atención “Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura.” A pesar de estar recién en segundo año de universidad, tenía claro que me graduaría mediante una tesis, así que sin fijarme mucho en el autor, lo compré. El texto era sencillamente maravilloso, aprendí conceptos que me sirvieron para cada actividad de la vida académica y también profesional, como la “humildad científica” y el “orgullo científico”. Sólo la lectura del índice nos da una muestra de lo elaborado y serio del trabajo: “Por qué hay que hacer una tesis y en qué consiste.” “¿Qué es la cientificidad?” “Fuentes de primera y segunda mano.” “Cómo usar una biblioteca.” “Cuándo y cómo se cita: diez reglas.” Y así como estos apartados el texto completo es una herramienta de fina orfebrería para quien pretenda hacer una tesis cuando menos aceptable desde el punto de vista del más mínimo rigor científico.

Más adelante en un seminario, un notable jurista limeño de incomprensible afinidad con la dictadura de aquella época, nos recomendó la lectura de un conspicuo intelectual vinculado con las ideas de la postmodernidad: Foucault y “La arqueología del saber”. Unos meses después buscando en la biblioteca, hallé una referencia de Foucault con Umberto Eco. En mi ignorancia pensé que era un texto dedicado al estudio del referido filósofo francés Michel Foucault, cuál sería mi sorpresa al encontrarme con una novela de temas esotéricos, ritos iniciáticos y misterios templarios: “El péndulo de Foucault” que obviamente no tiene nada que ver con el pensador galo. A quien Dan Brown le parezca fantástico, quizás debería leer esta obra. Las tramas de Brown quedan convertidas en fábulas para niños al lado de la sólida construcción de Umberto Eco, y su crítica mordaz a lo esotérico e iniciático es mucho más aguda y fina en todo sentido.

Esta novela, “El péndulo de Foucault” (1988), me llevó a su vez a la lectura de otra, más antigua, cuyo título es “El nombre de la rosa” (1980), que como ya comenté en otro post obtuve mediante un sabio canje de revistas en uno de esos truculentos arsenales de libros corsarios. Curiosamente tuve abandonada en mi biblioteca la novela durante aproximadamente diez años sin leerla. Es posible que al tratarse de un libro notablemente voluminoso, de letra menuda y reglones poco espaciados mi subconsciente esperaba la oportunidad apropiada para emprender la tarea. En algún momento del dos mil seis, encaré la lectura y fue otro periodo en mi vida inolvidable, a pesar de una serie de problemas personales que tuve que afrontar por esos días, la avidez con la que consumí sus páginas me nutrió intelectualmente y me ayudó a sobrellevar el momento, todo ello sumado al inefable placer de recorrer la belleza de sus textos.

“El nombre de la rosa” junto con “El péndulo de Foucault” y las más reciente: “El cementerio de Praga” son novelas de un género llamado “novela culta”, se caracterizan por el evidente y notable trabajo de investigación detrás de las obras, habiendo leído “Cómo se hace una tesis” estoy seguro de que Eco se desplazó (física o intelectualmente) a cada uno de los lugares donde se desarrollan las historias y a cada una de las épocas para confirmar nombres de lugares, bares, lupanares, calles, personas, costumbres y comidas. Adicionalmente y a diferencia de las modernas novelillas de lenguaje fácil y ligero, escritas por escribidores buhoneros para públicos populosos; las novelas de Eco están escritas en un lenguaje elaborado, con un vocabulario abundante y complejo. Una excelente oportunidad para disfrutar de las infinitas variables que ofrecen las lenguas romance.

En “El nombre de la rosa” el lector puede casi sentir el aroma de los libros manuscritos y de la tinta en la abadía benedictina donde se desarrollan los hechos, siguiendo a cada paso al paradigmático Guillermo de Baskerville, quien cual medieval Sherlock Holmes, investiga las misteriosas muertes de los monjes que realizaban trabajos en la biblioteca. No es casualidad que el apellido de Guillermo nos refiera a la novela: “El sabueso de Baskerville” de Conan Doyle.

En “El cementerio de Praga” se hace referencia a un documento que fuera el origen y excusa para el holocausto de los años cuarenta del siglo pasado, llamado “Los Protocolos de los sabios de Sión” supuestamente elaborado en mérito a una reunión de apócrifos líderes judíos en el antiguo y abandonado cementerio de Praga. Eco narra de manera fascinante una serie de hechos históricos reales mezclados con la vida de un personaje imaginario – hilo conductor en toda la novela – que revelan los mecanismos de cómo, entre mentiras y engaños, se construye el indicado documento, involucrando además a masones y jesuitas, arrastrando años después a toda Europa a dos guerras fratricidas, cuyas consecuencias todos conocemos.

El personaje principal, el capitán Simone Simonini, además de ser un experto falsificador, misógino empedernido, antisemita y declarado anticlerical, es también un extraordinario gourmet y sibarita: Entre capítulo y capítulo nos regala maravillosas y exquisitas recetas de cocina. Durante el recorrido fantástico, aparece un segundo personaje: Dalla Piccola, un cura, que al final resulta siendo un alter ego de Simonini, quien al parecer sufre de síndrome de doble personalidad, todo ello genialmente presentado, haciéndonos transitar permanentemente entre la certeza, la duda y la sospecha. Eco brillantemente presenta el texto visualmente comprensible de una manera sutil, los capítulos narrados por Simonini en primera persona se encuentran en letra Times New Roman, los narrados por Dalla Piccola en Arial y los capítulos que se atribuyen a un omnipresente “narrador” con letra Times New Roman en negrita.

Las quinientas ochenta y siete páginas contienen también reproducciones de grabados de la época, que ayudan a introducirnos en el mundo fantástico que Eco ha creado para nosotros. Qué decir acerca de sus construcciones, del manejo del idioma, la pulcra traducción del italiano por parte de Helena Lozano Miralles, un placer indescriptible para quienes todavía disfrutamos de la buena lectura.

“El cementerio de Praga” una novela imperdible, bien escrita, pulcramente presentada y sobre todo, no pensada para el frívolo guión de cine ni para convertirse en el “bestseller” del mes, si no como parece ser una constante en la obra de Eco, para perdurar imperecedera en el tiempo.

viernes, 11 de marzo de 2011

LA TRAICION (Cuento)

Marcelo caminó despacio entre las columnas del lugar, un espacio enorme, un patio que parecía abandonado, con enormes bolsas viejas por doquier y material de construcción disperso. No podía ver a su compañero, giró sobre sí mismo y trató de buscarlo con la vista. Le pareció ver algo moviéndose debajo de una de las bolsas apoyadas en una columna cercana, se fijó y le pareció ver algo como una serpiente, una cobra oscura. “¿Una cobra?” se dijo, y se le erizaron los pelos de la nuca, en ese preciso momento sintió una ligera presión en la pierna y con horror vio como una serpiente se había enroscado en su tobillo, inmovilizado le tomó unos segundos reaccionar y gritar, pero nadie lo escuchó. Respiró y a pesar del miedo y el sudor que empezaba a brotarle por los poros trató de mantener la calma. Levantó las dos manos lentamente evitando cualquier movimiento brusco, no quería asustar a la serpiente, recordó que semanas antes, había oído en un programa de la televisión que su hija estaba viendo mientras él preparaba un informe, mencionar que las serpientes venenosas usualmente tenían la cabeza triangular, trató de mirar con cuidado, estaba tan nervioso que no podía fijarse bien en la cabeza. El desagradable ser se desplazaba lentamente por su pierna, ejerciendo presión… se preguntó qué pasaría si sacudía la pierna para que el animal se cayera, miró con cuidado y se dio cuenta que era imposible, el cuerpo del reptil ya le daba por lo menos dos vueltas a su pantorrilla, aprovechó y pudo ver sus ojos pequeños, brillantes, no tenía el color escandaloso de las especies letales y eso lo alivió un poco, era de un gris verdoso. Pero la cabeza, la cabeza era entre ovalada y triangular, se arrepintió no haber visto ese programa en la televisión junto a su hija, como ella se lo había pedido. Volvió a levantar la vista para ver si alguien se acercaba, “¿las serpientes oyen? se preguntó, estaba dispuesto a gritar de nuevo pidiendo ayuda, cuando percibió el rápido desplazamiento de la culebra hasta su muslo, entonces bajó lentamente la mano derecha, sabía que si lo mordía y era venenosa, no llegaría a tiempo a la salida del lugar para pedir ayuda, pero corrió el riesgo, acercó lentamente la mano por detrás de la cabeza de la serpiente, pero dudó, no se atrevió a cogerla, esta volteó y rápidamente enroscó parte de su largo cuerpo en su antebrazo, Marcelo sintió aflojar su esfínter, el miedo lo invadía, tenía la mano izquierda levantada, las piernas semi dobladas y el brazo derecho pegado a su muslo, lo ridículo de su posición lo hizo sonreír mientras aprovechaba un descuido de su enemiga y la tomaba precisamente del cuello, la apretó sin mirarla ya, fuertemente y con desesperación para evitar que pudiera atacarlo, esperando recibir una dentellada en los dedos o en la mano. Pasaron unos segundos y no sintió nada, se atrevió a mirar y vio la pequeña cabeza dislocada y con las mandíbulas abiertas, con algo de asco se la desenredó de la pierna y la lanzó al piso, “era larga la condenada” pensó. Caminó un poco, buscó los baños, caminó y los halló, pero desde afuera parecían nauseabundos, pensó que fácilmente podía haber más serpientes allí. Desistió, pero al voltear para irse, vio en el suelo mojado algunos billetes, dólares, uno sobre otro, mojados también, los recogió rápidamente, aunque le pareció percatarse que algunos eran más parecidos a los del monopolio que a los billetes reales, luego cogió la serpiente y corrió hacia los ambientes donde se llevaba a cabo la construcción, llegó en mucho menos tiempo del que esperaba y se aproximó a su compañero que estaba sobre una escalera reparando algo:
- Mira esto, ¿es venenosa? – le preguntó mientras le mostraba la serpiente muerta.
- No - le contestó tranquilamente – parece una boa joven.
Marcelo recordó la presión que ejercía la serpiente en su pierna y concordó, era un constrictor, ahora no se sentía bien, se había metido el susto de su vida y además había matado a una especie protegida. De pronto apareció su perro y se llevó a la serpiente, a la que le pareció ver sacudirse un poco, pero eso era normal, había visto serpientes moverse luego de muertas, son reacciones musculares post mortem, espasmos. El perro salió por una puerta extrañamente luminosa llevándose a la boa en su boca.

* * *

Marcelo despertó y vio la luz de la ventana, “mierda, me quedé dormido” pensó, miró su celular y efectivamente estaba apagado, se fue directo a la ducha a darse un baño rápido, mientras se jabonaba le vino a la mente su sueño: “Una serpiente, dinero mojado y mi perro, huevadas.” Terminó de ducharse, se cambió y se fue volando al trabajo sin despedirse de su esposa que seguía durmiendo. Una vez en la oficina se puso a trabajar pero el sueño le daba vueltas, alguna vez una enamorada suya le había dicho “Maldito, no te atrevas a engañarme”, él le preguntó porqué le venía con tan disparatado comentario y la muchacha le había respondido: “Es que anoche me soñé con una serpiente.”

A las nueve de la mañana, se tomó unos minutos, estiró su espalda y se recostó un poco sobre la silla, miró el teléfono sobre la mesa y sonrió. “Qué mierda” pensó y tecleó el número:
- ¿Aló? ¿Aló?
- ¡Aló mamita! Soy yo, Marcelo
- Hola hijito, ¿Cómo estás? ¿Te estás abrigando? Está haciendo frio.
- Si mamá – contestó Marcelo condescendiente – ¿Cómo estás tú más bien?
- Bien hijito, bien.
- Mami, un favor – dijo Marcelo entre amable y cariñoso - ¿Qué significa soñarse con serpientes?
- ¡Ay! ¿Te has soñado tú? ¡Malo malo! ¿Venenosa? ¿Te ha mordido?
- No, mamá, en el sueño se me enrosca pero la mato al final.
- ¡Ah! – Exclamó aliviada la mujer, ¡bueno bueno! Eso es bueno. Si la matas es que tus enemigos te van a querer hacer daño, pero al final los vences. Tienes que tener cuidado.
- Gracias ma, y… ¿Con dinero mojado?
- ¿También eso? ¡Ay hijo! Dinero, dinero. Con dinero problemas vas a tener. Ten cuidado mijito ¿ya?
- Claro mamita, no te preocupes, ahora tengo que trabajar, gracias. Cuídate tú también.
- Dios te bendiga.
- Gracias, chao ma.
- Chao chao...
Marcelo colgó. “Traición, enemigos, ¡huevadas!”

Continuó trabajando, la idea le seguía rondando la cabeza, normalmente se levantaba de la cama sin recordar lo que había soñado o con un vago recuerdo de lo soñado, impreciso, pero esta vez el sueño era tan vívido. Trató de recordar qué cosas había visto en la televisión la semana pasada, si había hablado de serpientes o algo similar con alguien. Estaba convencido que los sueños estaban compuestos de pedazos de experiencias pasadas. Nunca había creído en sueños premonitorios como lo hacía su madre. “Bueno, mamá cree en la Cruz de Caravaca, en San Benito de Palermo, en el poder de los huairuros, en San Cipriano y en la Pacha Mama, y claro también en el significado de los sueños” pensó divertido. Trató de olvidar el tema y se concentró en sus labores.

A la hora del almuerzo salió como siempre rumbo al restaurant de la tía Bertha, inicialmente un huequito hecho en la cochera de una casa colonial donde iban a almorzar él y sus compañeros de trabajo, ahora el restaurant ocupaba toda la casa, la señora tenía una sazón de primera. Prácticamente todos los trabajadores de las empresas y oficinas a tres cuadras a la redonda almorzaban allí. Levantó la vista y unos tres metros adelante estaba Arturo, caminando despreocupado también rumbo al restaurant, iba a acelerar el paso cuando sintió un brazo alrededor de su cuello y una voz aguardentosa ordenándole que se ponga tranquilo, al mismo tiempo otra persona rebuscaba sus bolsillos, gritó débilmente y forcejeó inútilmente, lo estaban cogoteando. De pronto sintió la presión en su cuello aflojarse y la figura de Arturo sobre él, logró colaborar lanzando un par de codazos mientras caía al piso y se incorporó rápidamente, uno de los pillos aun estaba en el piso con el celular de Marcelo en la mano, Arturo le propinó un puntapié en la espalda y Marcelo le arrebató el celular antes de que pudiera escapar a gatas, el otro ya corría raudamente por la calle y volteaba por una esquina. Arturo ayudó a Marcelo a limpiarse el terno y a acomodarse la corbata.
- ¿Estás bien? – le preguntó.
- Sí, sí. - dijo Marcelo todavía acomodándose, agitado.
- ¿Te ha robado algo?
- Creo que no.
Revisó sus bolsillos y su billetera estaba todavía ahí, un bolsillo del pantalón estaba roto, pero las llaves del auto, de la casa, todo estaba completo, y finalmente había recuperado también su celular.
- Está todo – dijo todavía saliendo del shock – Oye, gracias Arturo, la verdad me salvaste hermano.
- Me debes un almuerzo – sonrió Arturo.
Fueron a almorzar, Marcelo estaba callado al principio, luego fue recuperando confianza, relajándose, “¡Qué susto, mierda!” Luego cuando esperaban el postre le dijo a Arturo:
- Esta huevada me la soñé anoche aunque no me creas.
- ¿Un deja vu?
- No, no tanto así – precisó Marcelo – soñé con una serpiente que se me enroscaba y a la que luego lograba matar, también con dinero mojado, llamé a mi viejita y me dijo que la serpiente es un enemigo, los choros, ¿ves? Como yo maté a la serpiente, es triunfo sobre los enemigos, eso explica porque no dejamos que me roben y problemas con el dinero, porque querían llevarse la plata pero al final el triunfo no se los permitió. ¿Todo encaja no?
- Será…
- ¡Claro! Eso era pues Arturín, ese sueño me estaba dando vueltas en la cabeza todo el día. Asunto resuelto.

Marcelo se sintió realmente aliviado, pagó los dos almuerzos y se fueron conversando alegremente al trabajo. Más tarde llamó a su madre para contarle lo del robo, suavizando los hechos para que no se asuste y confirmarle que su interpretación de los sueños estaba resuelta. Su madre le contestó con un “¡Ay, menos mal hijito!” y quedaron para almorzar el fin de semana. Preparó los informes pendientes y al fin del día pensó que todo lo pasado merecía una gratificación. Tomó su celular y llamó:
- ¿Cholita?
- ¡Hola! Ya días sin saber del señor – contestó una voz femenina.
- No te enojes chola linda, mucho trabajo ya sabes.
- ¿No será tu esposa que no te deja salir? – preguntó sarcástica la mujer.
- ¡Ja ja! A ella la tengo controlada, más bien tú me tienes loquito. ¿Te veo más tarde? ¿Qué te parece una reunión de trabajo en el lugar de siempre?
- ¿A qué hora?
- ¿A las ocho está bien? Me doy una ducha en casa y salgo para allá.
- ¿Tu mujer de dará permiso? ¡Ja ja ja!
- ¡Ja ja ja! ¿Te bañas ya? Y te perfumas allá abajo cholita…
- ¡Cerdo! Te veo a las ocho.
- A las ocho
Colgó. Cerró su oficina y se dirigió a la cochera.

Al llegar a casa notó las luces apagadas, entró y Titán no salió a recibirlo batiendo la cola como siempre, “¿Habrían salido a pasear a Titán?” miró el reloj. Eran las seis y quince. Se dirigió despacio al dormitorio, y miró, se quedó pasmado: “¡Mierda, habían asaltado la casa!” los closets estaban abiertos de par en par y visiblemente vacios, encendió la luz para ver mejor, el joyero de su mujer no estaba, las maletas sobre el closet tampoco, “¡Carajo!” se dijo, sacó el celular para llamar a la policía y vio entonces una nota pegada en el espejo del tocador: “Lo siento Marcelo, me voy de la casa, no aguanto más tus infidelidades, me cansé, no hagas escándalos, me llevo a mi hija y a Titán, estaré en la casa de mamá un tiempo. Me estoy llevando todas mis cosas. La próxima semana te haré llegar los papeles del divorcio.” Marcelo iba a empezar a marcar el número de su esposa en el celular cuando pudo ver unos centímetros debajo de la nota y apoyadas en el espejo unas fotos en blanco y negro, de él y la chola en situaciones claramente comprometedoras. Apagó el celular y se dejó caer sentado a los pies de la cama. “¡Mierda!”

domingo, 6 de marzo de 2011

BIODIVERSIDAD: ¿DE DONDE SALEN LAS CRIATURAS DE CIENCIA FICCION?

No es necesario mirar al espacio exterior para tener fuentes de inspiración para imaginar espeluznantes criaturas, basta venir a Madre de Dios, en particular Iñapari y observar lo que la lluvia, el rio, el viento o el calor traen a casa, sin necesidad de internarse en lo profundo de la selva. Aquí les presento una breve colección de seres que tuve la fortuna de fotografiar con regular éxito. No sé el nombre de la mayoría de ellos y en algunos casos no obtuve la calidad deseada. Espero sepan disculpar.

Esta es una mariposa con el ala rota, una vez que se posa en la pared coloca sus alas de forma perpendicular a la superficie, intuyo que como mecanismo de defensa.

Esta es una variedad de saltamontes enorme, logré colocar un billete de veinte soles para que se pueda apreciar su tamaño.

Este es un saltamontes totalmente verde, pequeñito, tendría unos dos centímetros de largo.

Este es de otra variedad, color distinto y más pequeño todavía.

Saltamontes gris.

Este sí es fantástico, observen los colores de las patas. Tal vez sea una mutación creada por los alemanes (digo por los colores…)

Esta es una variedad de tarántula, aquí la conocen con el nombre de caranguijera, ésta en particular se metió a mi casa. El horcón que se puede ver es uno de las principales de la casa que alquilaba en aquél entonces, y que por lo general tienen quince centímetros de ancho, así que pueden calcular el tamaño de la araña. Estas arañas son más peligrosas por los pelos que las recubren que por su picadura. Los pelos son venenosos.

Este bicho presumo es una variedad de escarabajo, nunca más volví a ver uno parecido. Me imagino que aparecen por épocas, esta foto la tomé en agosto del año pasado.

Murciélago confundido un lunes en la mañana en la oficina.

¿¡Ah!? Que tal el camuflaje de este bicho volador, sobre una planta ni lo notas. ¡El camuflaje de hoja a medio marchitar es perfecto!

Este extraño insecto me parece de película de terror. El cuello parece un hueso de pescado o incluso de mamífero. Las arrugas de las alas, las nervaduras. ¡Su cabeza también es fuera de serie!

Otro insecto indescifrable, peludo, con esas antenas que simulan cuernos. Es pequeño, mide un centímetro de largo o tal vez sólo un poco más. ¡Muy interesante!

Este bicho lamentablemente falleció. Pero es alucinante, yo pensé cuando lo encontré que era algún juguete plástico. La foto no le hace mérito a pesar de mis intentos, pero es color verde metálico, como los carritos de juguete y sus alas azules con verde. Obsérvese el detalle de los ojos.

Mariposa de terciopelo, es enorme. Debe tener unos quince a dieciocho centímetros de ancho.

Mariposa amarilla. Debe ser pariente de la Mariposa Monarca, que es anaranjada.

Esta mariposa no tiene camuflaje, más bien aprovecha la forma de ojo en sus alas para ahuyentar a sus depredadores. En esta ocasión más bien se equivocó y confundió el árbol de navidad con uno real.

Bicho multicolor.

Este me parece que es un cardenal. ¿O será arzobispo?

Este monito lo descubrí un día en el árbol frente a mi casa. Se puede ver tratando de comer bayas. Luego de la foto escapó hacia el rio. En esos mismo árboles vi una pareja de tucanes preciosos el año pasado, pero no logré desenfundar la cámara a tiempo.

No sé qué ave es esta, parece un faisán de lejos, pero estoy casi seguro que no lo es. Los colores son llamativos y casi no vuela, pero tiene la virtud de caminar sobre las ramas altas de la maleza.

Este es el Onu, es bastante común por aquí, color negro, andan en grupos de seis o siete y avanzan en formación sobre la vegetación buscando insectos, los de la retaguardia avanzan al frente luego que los anteriores aseguraron la zona y así sucesivamente.

Tortuga perdida. La devolvimos al rio.

Otra mariposa con formas de ojos en las alas.

Una araña pequeña, pero rara. Aun nadie me dice que cosa tiene en su espalda. Presumo que es un camuflaje, aunque también podrían ser sus huevos. Sé de algunas que los llevan a cuestas.

Bueno, espero que les hayan gustado estas imágenes. Espero sus comentarios y si pueden colaborar con los nombres exactos de los especímenes estaré muy agradecido.

sábado, 5 de marzo de 2011

¿QUE TIENEN EN COMUN JUDAS ISCARIOTE, ANTHONY HOPKINS, UMBERTO ECO, NATALIE PORTMAN, EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE ARAÑA Y EL REFRIGERADOR FANTASMA?

Llegando a Lima, después de un increíble viaje como les conté en una nota previa, llegué a la casa de Claudio, mi mejor amigo y primo de cariño. El trayecto del aeropuerto no tuvo mayor relevancia a excepción de que tuve la suerte de que el taxista tomara la ruta de la costanera para llegar a Surco y ver el océano al atardecer es siempre una experiencia que me reconforta gratamente.

Una vez en casa fui recibido cálidamente por la guapa tía Cecilia e inmediatamente después por mi muy querida tía putativa María Eugenia, a quien vi bastante recuperada luego de un feo incidente de salud. La abracé muy fuerte lleno de alegría y presumí que el viaje por la costanera y las visibles mejoras en María Eugenia no eran otra cosa que el preludio de un inolvidable fin de semana.

Luego hablé con Claudio por teléfono y quedamos para encontrarnos en Miraflores a la salida de su trabajo. En el Haití. ¡No! No sean malpensados, Claudio no trabaja en el Haití, trabaja a la vuelta en una importante empresa dedicada a... ahora que lo pienso no tengo claro a qué se dedican principalmente, pero sé que entre otras cosas se dedican a pagarle bien y tratar mejor a Claudio y eso es lo que me importa. ¡Adoro a esa empresa!

Terminando de hablar por teléfono, María Eugenia me dio las instrucciones acerca de la suite de huéspedes y me advirtió que el refrigerador de Piero que también vive en la casa (No es que Piero sea un refrigerador, aunque últimamente parece uno gracias a los kilos ganados, si no el refrigerador de propiedad de Piero que es primo de Claudio y por tanto una especie de primo mío, porque los primos de mi primo... ¡son mis primos!), venía haciendo unos ruidos extraños por la noche. Advertido tomé un baño, me afeité y me alisté para salir.

Una vez en Miraflores, a la altura del Haití, me encontré con Claudio y luego de los abrazos de rigor, nos fuimos caminando a Larcomar, nos pusimos al día y nos dirigimos al teatro de la USIL, allí pudimos disfrutar de “Los últimos días de Judas Iscariote”, Claudio había comprado las entradas unos días antes para garantizar una buena ubicación, obviamente no voy a hacer una ficha técnica porque no es el objetivo de este blog y porque me da flojera y también porque no me da la gana particularmente hoy. Sin embargo pueden abrir una ventanita en el navegador y colocar “google.com” y más abajo buscan “Los últimos días de Judas Iscariote” y les aseguro que obtendrán todos los datos necesarios para regodearse frente a sus amigos de saber que existe una puesta en escena de una obra que se llama “Los últimos días de Judas Iscariote” y si viven en Lima creo que todavía alcanzan a irla a ver. Lo cierto es que me gustó la puesta, un Lucifer (Lou) magistralmente interpretado por Iza. Me gustó mucho Julio César, Pilatos, el Juez… ¡Oh! ¡El Juez!, el fiscal muy bien puesto, judío como tenía que ser y la abogada tibia tibia... Un Judas más o menos convincente y un Jesús que si se hubiese quedado calladito hubiese quedado bien bonito, como los pingüinos de Madagascar. Santa Mónica y la Madre Teresa de Calcuta, interpretadas ambas por la misma actriz, bien caracterizadas. Personajes muy válidos para los fines de la obra. En resumen, bien pagados los treinta y cinco soles de la entrada, que dicho sea de paso, nunca le devolví a Claudio. ¡Bien pagados los setenta soles Claudio! ¡Gracias Totales!

Luego nos fuimos al Café sofá (¿O Sofá café? Nunca puedo acordarme) también en Larcomar y nos metimos una conversa de las cosas de la vida como siempre que nos encontramos. Unas cervezas y a casa, antes de salir de Larcomar nos detuvimos en uno de esos lugares llenos de juegos y cosas raras, así que Claudio (él y sus ideas raras) me invitó a jugar un especie de fulbito de mesa con una pieza circular plana que funge de bola y luego hicimos carreras en una suerte de simulador. ¡Qué difícil es manejar a doscientos cuarenta kilómetros por hora! Felizmente era sólo un simulador, si no estaría escribiendo esta nota desde una camilla de hospital.

Una vez en casa acomodé mi suite, así llamamos a un enorme sofá (muy cómodo por cierto) donde siempre me quedo cuando voy a Lima. Incluso a veces me quedo allí cuando voy por trabajo. Si se están preguntando si no puedo pagar un hotel, pues si puedo, pero hay dos razones principalmente para preferir el sofá: Primero, el calor de hogar: odio levantarme en las mañanas en un sitio tan impersonal como un hotel, así tenga todas las comodidades del mundo y segundo, porque son tan pocas las veces que veo a Claudio, Sergio y Maria Eugenia últimamente, que no quiero perderme ni un minuto de los que podría pasar con ellos.

Apagué la luz (serían las dos de la madrugada) y traté de dormir y fue entonces que advertí el misterioso sonido que venía de la cocina. Efectivamente parecía un fantasma, pero muy similar al sonido o arrullo que hacen las palomas en los tejados y ventanas de las casas: Uhuhuuuu... Uhuhuuuuu... Cerraba los ojos y trataba de dormir y allí estaba el Uhuhuuuu... Uhuhuuuuu... Me levanté y cerré la puerta de la cocina, el sonido disminuyó y pude dormir por fin, creo que en mayor grado por la hora y el efecto de las cervezas que por el hecho de cerrar la puerta de la cocina.

Al día siguiente nos levantamos tarde, como era de esperarse, Claudio se fue a trabajar y yo... yo no pues, ya que estaba de vacaciones y además en Lima. Me levanté con calma y desayuné con María Eugenia, quien fiel a su costumbre hizo cólera con los eventos del día. Como ya les comenté ella tuvo un problema de salud, así lo que menos debe hacer es cólera. Trate de imbuirle de mi espíritu “¡relájate! que no te importe” pero creo que no logré mi objetivo... Conversamos un buen rato, desayunamos y se fue a caminar. Yo me di un baño y luego me fui nuevamente a Miraflores, esta vez sí subí hasta el noveno piso a conocer la oficina del primo Claudio y me gustó. Bonita vista (no podía ser menos a un noveno piso) y ambiente agradable, Claudio sentado por allí en una ubicación preferente y sus secuaces no muy lejos de él. Un ambiente moderno y agradable. Estuvimos allí un rato y luego nos fuimos de compras a San Isidro. No les contaré qué compré en detalle ni cómo. Esto por ninguna razón de privacidad ni nada parecido. Sólo me da flojera, nuevamente. En fin sólo les puedo decir que compré una cámara digital que ya venía necesitando y ropa, uno disfruta más comprando en Lima que en cualquier lugar del país y si es en San Isidro, mejor.

Entre compra y compra se nos fue el día, almorzamos en el patio de comidas de Saga me parece y compramos unas cosas más, luego de regreso a casa. Descansamos un poco y volvimos a Larcomar para ir al cine esta vez. Vimos “El Rito” con Anthony Hopkins, el adelanto de la televisión prometía más. Sin ser una súper película, estuvo bien nomás. Es obvio que una actuación de carácter como la de Anthony Hopkins salva en buena cuenta la película. Hopkins es un actor galés por si acaso, para los que piensen erróneamente que es gringo. Más allá todavía es caballero de la Corte. Sir Philip Anthony Hopkins es de los brillantes actores británicos que con mucho talento son capaces de sacar adelante cualquier personaje, como Sean Connery o Hugh Laurie también.

Luego del cine un café en el Sofá café (¿o Café sofá?) y una larga conversa acerca de metafísica. ¡Qué conversa! Cuántas cosas aprendí esa noche, a través de información directa y a través de feedback, reanalizando mis puntos de vista y replanteándolos. Que nutritivo (intelectualmente hablando) es conversar con alguien como el primo Claudio, que a pesar de ser más o menos diez años menor que yo, tiene un punto de vista de las cosas que no he podido identificar en otras personas que se jactan de sabias y con muchos más años de experiencia.

De regreso a la casa, un poco de navegar la red y a dormir. De pronto de nuevo Uhuhuuuu... Uhuhuuuuu... desde el refrigerador fantasma, nuevamente a cerrar la puerta de la cocina y tratar de dormir. La verdad es que si Maria Eugenia no me hubiese advertido con la debida anticipación, menudo susto que me hubiese llevado la primera noche hasta descubrir que se trataba del bendito aparato.

El sábado nuevamente despertamos tarde, me di una ducha y me puse mi último calzoncillo limpio. Esperé por Claudio y nos fuimos a Polvos Rosados, precisamente para comprar ropa interior, calcetines, música pirata y algunas otras chucherías. Aprovechamos también para ir a Plaza Vea y compramos el tradicional “twelve pack” de Brahma, además de pasta dental, cepillos, máquinas de afeitar, embutidos, queso, aceitunas y etcétera. Al retorno pusimos a helar las correspondientes cervezas y almorzamos un delicioso calentado del día anterior. Por la tarde, luego de descansar un poco, nos fuimos a Crisol, frente al Ovalo Gutiérrez en Miraflores y felizmente ya estaba allí, esperándome como supuse, la más reciente novela de Umberto Eco: “El Cementerio de Praga”, nos pusimos a hojear algunos libros, tristemente no pudimos hojear el de fotografías de Metallica, porque todos los ejemplares estaban embolsados. En eso nos avisan que van a cerrar debido al simulacro nacional de sismo, así que tuve que escoger casi sin pensar algunos títulos más para llevar a casa: El sueño del Celta, Travesuras de la niña mala y El símbolo perdido. Pagamos y nos fuimos a participar del simulacro.

Afortunadamente nadie salió simuladamente herido en el Ovalo Gutiérrez, luego de las sirenas y los “!ohh¡” “¡ahh!” de la gente, entramos al cine para ver esta vez y casi al azar una película ligera, “Amigos con derechos” o sea “trampita nomás” con Ashton Kutcher y Natalie Portman. Película divertida y de formato predecible. Agradable para pasar el rato y para tratar de adivinar las desnudeces de Natalie Portman, que algún maldito editor malditamente cuidadoso tuvo el maldito cuidado de editar cuidadosamente.

Luego del cine nos fuimos al Starbucks Café, frente al cine y a unos pasos. De acuerdo a lo que me cuenta Claudio es el más antiguo de Lima. Allí seguimos conversando un buen rato, de todo un poco y en particular de tecnología. Rato después regresamos a casa, donde aún está despierto el primo Sergio (hermano de Claudio) y nos ponemos a conversar hasta tarde acompañando el verbo con cerveza, aceitunas y cabanossi.

El domingo definitivamente era un día playero, mientras desayunábamos, me quejé con María Eugenia que el refrigerador sonaba más que como un fantasma como una paloma y me dejó confundido la risa de mi tía. La miré y entre carcajadas me dijo:

- Es que Paloma se llama la enamorada de Piero.

Ese Piero, dos palomas por las qué preocuparse. Bueno, lo cierto es que nos alistamos, extendiendo la invitación a Sergio y los tres nos fuimos a la playa El Silencio. Conseguimos un taxista amable que nos llevó por módicos cuarenta soles y no sólo eso, además accedió a quedarse por ahí hasta la tarde para recogernos y llevarnos de vuelta a Surco. En la playa nos asoleamos un poco (no era un día particularmente caluroso) tomamos un par de cervezas y comimos cebiche como debe ser. No nos metimos al mar, porque (recién me enteré) la playa de El Silencio no tiene fondo de mar con declive leve, sino más bien como una especie de pequeño acantilado submarino, motivo por el cual cualquiera que quiera meterse al mar, debe cuando menos saber flotar bien.

Regresando a Lima descansamos un poco y volvimos a Larcomar otra vez, ahora para ver 127 días con James Franco, quien hizo del mejor amigo de Peter Parker en el hombre araña. Yo no tenía muchas expectativas con esta película, pero la verdad es que me atrapó y al final resultó gustándome bastante. Muy buena dirección y se crea convenientemente la ilusión de que el espectador está efectivamente allí sufriendo lo mismo que sufre el protagonista. Noté también que en esta película James Franco se parece mucho a Sam Rockwell cuando interpreta a William "Billy the kid " en Milagros Inesperados o la Milla Verde con Tom Hanks.

Luego fuimos un rato a pasear tiendas en Miraflores, siempre conversando y finalmente a casa. En casa conversamos todavía un poco más. Vimos algo de los Oscars y luego alisté mis cosas para partir. El día lunes temprano Claudio me acompañó a tomar el taxi para el aeropuerto y nos hicimos la promesa de volvernos a ver lo más pronto. No es necesario agregar que fue uno de los mejores fines de semana que he pasado en mucho tiempo. Y ahora ya saben que tienen en común (por lo menos para mí y para Claudio) Judas Iscariote, Anthony Hopkins, Umberto Eco, Natalie Portman, el mejor amigo del Hombre Araña y el refrigerador fantasma con complejo de paloma.

martes, 1 de marzo de 2011

VIAJANDO A LIMA: CRONICA DE UNA PITCHULA VITAMINADA

El día jueves veinticuatro tenía que ir a Lima, pero dos días antes, el martes veintidós me sorprendieron con una mala noticia: Se había decretado un paro minero indefinido en Puerto Maldonado a raíz de la destrucción de las dragas informales que extraen oro del lecho del rio en la localidad de Huepetuhe, en el extremo sur de Madre de Dios. Pensé que si el paro iba a ser como otros anteriores, la cosa iba a estar difícil, recuérdese que el año dos mil ocho el pseudo frente cívico incendió la sede del Gobierno Regional de Madre de Dios casi con los trabajadores adentro.

Este asunto me desanimó terriblemente, así que desde la internet y comunicándome con amigos que trabajan en Puerto Maldonado procuré hacerle un seguimiento al paro para definir si se concretaba mi viaje. Ya había reservado los pasajes en StarPerú, mediante el pago vía internet de quince dólares por cada tramo, con penalidad no show de tal manera que si no me presentaba a lo mucho perdería treinta dólares, por lo que eso era lo que menos me preocupaba. Sí me preocupaba perderme la oportunidad de visitar Lima, de aprovechar para comprar una serie de cosas que necesitaba y sobre todo visitar a mi querido amigo Claudio, quien es, como diría Paris Hilton – una de las mentes más brillantes del milenio – my BFF.

El día miércoles veintitrés, primer día de paro, se me informó que la cosa hasta el medio día había estado tranquila y diseñé mi estrategia: Viajar pasado el medio día para llegar entrada la tarde, hora en la que los huelguistas bajan un poco la guardia, dormir en Puerto Maldonado, e irme al día siguiente temprano al aeropuerto antes de que los revoltosos tomen la vía a dicho terminal.

Tal como le había prometido a Claudio, medio en broma, medio en serio, me fui al supermercado en Brasil para comprar una bebida gaseosa que viene en unas botellitas pequeñas (como nuestra Kola Real) y que tiene el gracioso nombre de Pitchula, y que últimamente viene además enriquecida con vitaminas B, C, Magnesio y Zinc, por lo que además resulta ser una Pitchula Vitaminada. Compré tres botellas, dos de naranja y una limón y como la hora me ganaba, ya no pude conseguir los chocolates que había prometido y me regresé a casa a arreglar mis cosas.

Días antes había comprado algunos discos de música sertaneija y forró para obsequiarle a Claudio. Los acomodé con mi ropa en la mochila y también las tres botellitas de gaseosa que aseguré en una bolsa plástica negra. Luego me entró la duda de que podían destaparse en el viaje y manchar la ropa, así que les puse una segunda bolsa, pero con la duda ya encima, opté por colocarlas en un compartimiento en la parte delantera de la mochila para evitar cualquier desastre. Así entonces me fui al paradero de buses, ya que el único bus decente que va a Puerto Maldonado pasa todos los días (excepto los lunes) entre las dos treinta y tres de la tarde.

El viaje a Puerto Maldonado fue tranquilo, la ciudad estaba calma y pude confirmar en los noticieros nocturnos que el primer día de paro había sido tibio, por calificarlo de alguna manera. Al día siguiente, el veinticuatro, me levanté temprano, me di una ducha y me fui en el correspondiente motocar al aeropuerto. Llegué a las ocho de la mañana aproximadamente, noté una fuerte presencia policial y militar y me felicité por haber tomado la decisión de no correr riesgos. Los counters estaban cerrados y el único establecimiento abierto era la cafetería, en ella cuatro funcionarios del aeropuerto sentados en una mesa tomaban té o mates por lo que pude observar.

Me senté a una mesa y el mozo, un hombre mayor y de cara de pocos amigos que ya había visto en otras ocasiones, me trajo la carta. No se me ocurre que el mozo sea un empleado real, nadie en su sano juicio contrataría a alguien así para atención al público, así que supongo que debe tratarse de una empresa familiar y el mozo es el papá o tío del dueño o algo así. La carta estaba en dos idiomas, en una columna en Español y la otra en English, en la columna en español decía pulcramente Sánguches y en la otra Sandwish. Pero más abajo en español decía hot dog y en inglés hot dog también, me pregunté si no sería más adecuado perro caliente en español, si en inglés hot dog era un sandwish. Habiendo hamburguesas, sánguches de queso y jamón, sánguche de huevo y otros correctamente traducidos al inglés, caprichosamente, pedí un hot dog en español y un café americano.

Entonces el mozo otoñal me dijo:
– No tenemos desayuno todavía.
Pensé: ¡Coño, entonces para qué abren! Miré el reloj de mi celular y vi que eran las siete y treinta de la mañana, levanté la vista y miré elocuentemente a las cuatro personas que bebían té frente a mí. Miré a la caja y vi a una persona que más que cajero parecía el dueño del lugar y me pregunté mentalmente si era tan difícil que alguien me prepare un sánguche o un sandwish y un café.
– Espero – dije, pensando en que igual mi vuelo salía a las once y treinta y el mozo asintió.

Mientras esperaba, noté en la mesa, debajo del vidrio un papel impreso que decía algo más o menos así:

“Las mesas son exclusivamente para el consumo de los productos que expende el restaurant. Está prohibido el uso de computadoras. Agradecemos su comprensión.”

Me quedé pensando en lo anacrónico del asunto, mientras en otros aeropuertos se ofrece el servicio de Wi-fi, en este se prohíbe el uso de computadoras. Podía entender el hecho de que habiendo pocas mesas, la idea sea que los clientes no se queden sentados en las mesas sin consumir en perjuicio de otros clientes era razonable, pero de allí a prohibir el uso de computadores…

Pasados veinte minutos aproximadamente se me acercó el dueño - cajero y me comunicó que ya había llegado la persona a cargo de la cocina, me ofreció disculpas y yo confirmé mi pedido. Instantes después llegó mi castellanizado hot-dog y una taza de agua caliente acompañada de un sobrecito de Nescafé: De alguna manera para ese restaurant eso era un café americano, con Nescafé fabricado por Nestlé del Perú.

Cuando terminé y pesar de que todavía había cuatro mesas libres, el mozo me retiró los platos apenas me vio limpiarme los labios con una servilleta. Prácticamente me obligó a ir a pagar y para colmo ni siquiera me anotó su teléfono o email en la servilleta como la señorita moza de cierto cuento.

Terminé con calma mi desayuno y luego me fui a sentar en una de las tiesas sillas de fibra de vidrio frente a los counters hasta que se inició la atención en StarPerú, tranquilo me acerqué a pagar mi pasaje ya reservado. Una vez en la barra (porque los counters no son ventanillas porque no tienen ventanas ni mostradores porque no muestran nada, entonces deben ser barras, supongo yo) le mostré mi reservación a la señorita de atención al público y me contestó, como es lógico en el Perú, que no podía atenderme ahora y que vuelva en diez minutos. Nunca contradigo esos sólidos argumentos, después de haber tomado vuelos en un promedio de cincuenta por año durante casi seis años y pasearme por casi todos los aeropuertos del país, he aprendido que en los counters operan fuerzas misteriosas más allá del entendimiento humano. Regresé a mi asiento.

Esperé once minutos para no fallar y regresé al counter o barra de atención como ya dije, y le mostré mi reservación a la ilustre señorita y le alcancé mi tarjeta de crédito American Express (Visa y Mastercard son zapatillas a su lado) junto con mi DNI para proceder al pago. La referida dama (a este punto no me consta que sea señorita) me contestó con su sonrisa de catálogo que sólo aceptaba pagos en efectivo. ¡En efectivo! Miré alrededor y no pude ver donde había dejado estacionada mi máquina del tiempo. Luego miré nuevamente alrededor pero levantando la vista para ver si descubría las cámaras escondidas, pero nada. ¡Era verdad! Aunque no lo crean, en pleno siglo XXI, con Wi-fi, televisión en alta definición, telefonía satelital, en un país que dice estar casi a punto de ser un país desarrollado y abandonar el triste tercer mundo… ¡StarPerú no tiene P.O.S. en su counter en el aeropuerto! Ante mi mirada incrédula la mujer de rojo (la señora del counter) resolvió todo el problema diciéndome:
– Pero allí tiene un cajero – y señaló el cajero de Interbank a unos metros.
Le solté el discurso de ¿Y qué pasa si fuese un viaje de emergencia y no tuviera efectivo? Me miró con su expresión vacía y no pudo evitar encoger los hombros, pero siempre muy amablemente. Entonces recordé las fuerzas misteriosas, el triángulo de las Bermudas, la magia negra, el vudú y los counters y me fui derechito a sacar plata del cajero. Una vez de vuelta, pagué. Como era de esperarse no tenía cambio y tuve que rebuscar mis monedas para pagarle la cantidad exacta, me entregó mi tarjeta de embarque y me remitió a la ventanilla (esta vez sí una ventanilla) para pagar la tasa correspondiente. Pagué y me fui a sentar, revisé mi tarjeta de embarque y me percaté de dos cosas que me han pasado esta vez por primera vez en la vida, la primera era que mi tarjeta de embarque estaba a nombre de Vásquez Caimachi, Pánfilo Eleuterio (o algo así) y que no me había dado ningún comprobante por el pago realizado.

Regresé al counter y le expliqué a la empleada mi problema. (Como sospecharán mi ánimo ya no era tan bueno) y nuevamente con sonrisa amable me expidió una nueva tarjeta de embarque, se demoró como diez minutos despegando con cuidado el stiker de la tasa de embarque, y yo pensé que para poderlo pegar en la nueva tarjeta de embarque, casi me caigo cuando al terminar de despegarla, la engrapó a la tarjeta correcta ¿no hubiese sido mejor recortarlo si lo iba a engrapar? En fin, recibí mi tarjeta y me la quedé mirando, me preguntó:
– ¿Lo puedo servir en algo más señor?
– Claro – le dije - ¿Mi comprobante por el pago que hice?
– ¡Ah! ¿Quiere que se lo imprima?
– ¡No! Mándamelo por telepatía so cojuda
Esto último no lo dije, pero les juro que lo pensé.
– Sería bueno – le contesté con una hipócrita sonrisa en los labios. Imitando la de ella.
Me entregó mi comprobante de pago y me fui más tranquilo, ya me imaginaba yo en el Jorge Chávez jurándole a la counter que había pagado en efectivo en Puerto Maldonado y ella sonriéndome con sonrisa de counter y explicándome amablemente que el pago no figuraba en pantalla. Problema resuelto felizmente.

El vuelo estaba programado para las once y treinta, por supuestos problemas de clima, este se retrasó y terminó saliendo rumbo a Lima pasadas las dos de la tarde. A las doce mi ánimo ya estaba sobre cargado, aburrido fui a buscar un libro en un dudoso y poco creíble Zeta Book Store, ¿Por qué no me sorprendió cuando confirmé que probablemente los kioskos de las esquinas de la plaza de armas de Arequipa tienen mejores y más variados libros y revistas? Desilusionado me puse a mirar a la gente.

Finalmente llamaron para embarcar, todo un problema porque mi tasa de embarque no estaba pegada si no engrapada a mi tarjeta de embarque, ¿Es que hay alguna diferencia? El funcionario luego de mi explicación me miró con cara de “No te quieras pasar de vivo manito” perforó la tasa y seguí, mochila en mano.

En la máquina de rayos equis deposité la mochila, mis monedas, celular, llavero y otros. Pasé el umbral mágico sin generar la aterradora bocina y de pronto me sentí mirado por todos. La encargada de los rayos equis me había señalado con su dedo acusador y un gorila de un metro ochenta se abalanzaba sobre mí. Exagero creo, pero esa fue la sensación que tuve, y ahora pienso que ya sé cómo se siente un miembro de Al Qaeda. Bueno, lo cierto es que me quedé helado y al voltear veo en la pantalla del monitor las tres gaseosas brasileñas juntas una al lado de otra, pero que en el monitor parecían granadas o cuando menos bombas Molotov.
– ¿Qué es eso? – me preguntó gorilón mientras me hacía señas con sus torpes manos pre homo sapiens para que abra mi mochila.
– Pitchulas – le contesté inconscientemente, y hasta ahora no entiendo cómo no me dio con su vara en la cabeza. Se me quedó mirando a punto de golpearme y yo estallé en una carcajada
– Gaseosa quiero decir – expliqué.
Luego de sacar cuidadosamente las tres botellitas y mostrarlas, sonrieron conmigo y me dejaron pasar. Ya no les cuento acerca del avión porque si no van a pensar que estoy inventando todo esto. Baste saber que arribé sano y salvo a Lima y que las pitchulas vitaminadas llegaron a su destino.