sábado, 30 de abril de 2011

LA DIVINIDAD DE JESUS Y LOS CONCILIOS ECUMENICOS

El nacimiento de Jesús dio a inicio a nuestra era, de acuerdo al sistema calendario que actualmente usamos en el mundo occidental. Si se revisa cualquier texto serio de historia, se podrá verificar que el indicado año de nacimiento equivalente al año 753 del calendario romano. Jesús murió el año treinta y tres, a la edad, precisamente de treinta y tres años. Pero este Jesús es el Jesús Divino, aquel en el que todo el respetabilísimo mundo cristiano cree, gracias a la libertad de credos y cultos imperante en los pueblos civilizados.

Sin embargo existe también el Jesús histórico, que aunque negado permanentemente por la Iglesia Católica, se abre paso poco a poco sorteando las trampas del tiempo, gracias a la labor de reconocidos historiadores de todo el globo. Este Jesús histórico no nació el año 753 romano como se ha dicho. La Iglesia Católica afortunadamente (pero de manera muy discreta) recientemente ha reconocido un error de cálculo matemático de sus historiadores. Documentos oficiales del Imperio Romano detallan que Herodes, Rey de Judea en la época en que nació Jesús, y que como se sabe, de acuerdo a las fuentes bíblicas, ordenó la muerte de los neonatos de la zona con la intención de asesinar a Jesús recién nacido, murió el año 749. Por tanto es materialmente imposible que el nacimiento se haya producido el año 753, puesto que Herodes habría muerto cuatro años antes. Y en segundo lugar, de acuerdo a los mismos documentos oficiales, aparece que fue el año 746 que el pretor Quirino ordenó un censo, que tenía la particularidad de que el empadronamiento debía ser en el lugar de nacimiento y no en el de residencia; situación que llevó a María y a José a Belén, donde nació Jesús durante la travesía. Por tanto resulta inequívoco que el año de nacimiento fue el mismo del censo: 746, esto es siete años antes de la fecha que se determinó en la Edad Media. Lo que nos indica de manera irrefutable que Jesús murió crucificado en realidad a la edad de cuarenta años en el Gólgota.

Este error en el cálculo en la edad del Jesús histórico es el primer eslabón de una larga cadena de errores e imprecisiones históricas, sin embargo lo que mucha gente no conoce es el tránsito histórico de las convenciones acerca de la divinidad de Jesús y cuya principal evidencia son precisamente los Concilios Ecuménicos celebrados por la Iglesia Católica a lo largo de estos últimos dos mil años.

La Iglesia Católica como sociedad, cuenta, al igual que los estados modernos, con tres poderes dentro de su ámbito religioso: legislativo, judicial y ejecutivo.

Debido a ello y a fin de establecer sus normas internas referidas a la doctrina, a la moral o a la disciplina de la institución, las que deberían ser seguidas por sus fieles, la Iglesia reúne a sus principales miembros a fin de resolver problemas internos o definir posturas frente a otros credos e incluso otros estados. Las indicadas reuniones o asambleas reciben por nombre el de Concilios, estos pueden ser locales o regionales, pero si la asamblea o concilio convoca a toda la Iglesia a nivel mundial recibe el nombre de “ecuménico.” En ese caso lo usual es que el Papa concurra personalmente a fin de presidir la asamblea o en caso de salud o imposibilidad temporal es representado por Legados.

Normalmente los concilios han sido invocados con el fin de que el Papa proclame un dogma, establezca reformas en la estructura burocrática de la Iglesia o para condenar alguna herejía o como en los últimos concilios para crear nuevos pecados o raramente eliminar algunos.

Al inicio de los debates, que pueden durar varias sesiones e incluso años, los intervinientes juran que permanecerán fieles a la Iglesia y al Papa, el juramento como se le conoce hoy fue creado y escrito por el papa Gregorio VII en el año 1709.

El Papa, como líder supremo de la Iglesia, decide cuáles serán los temas que serán discutidos en el Concilio. De la misma manera a su simple arbitrio puede interrumpir las sesiones, postergarlas o diferirlas. Dada la complejidad de algunos temas, al igual que los modernos congresos, el trabajo se divide en comisiones, las que alcanzan conclusiones preliminares que luego son sometidas al voto del pleno. Dichos votos son nominales y por mayoría simple. Sin embargo esto en la práctica resulta siendo un simple simbolismo o formalidad, ya que históricamente siempre ha prevalecido el punto de vista del Papa de turno en cada concilio.

Una vez que el acuerdo es aprobado por el Papa, las conclusiones del Concilio son promulgadas por medio de una Bula.

El primer concilio fue el de Nicea, llamado I de Nicea. Se llevó a cabo el año 325. Recuérdese el contexto: recién el emperador Constantino I se había convertido al cristianismo, las persecuciones a los cristianos habían terminado gracias al Edicto de Milán. Sin embargo el primer problema al que se enfrentó el cristianismo incipiente fue la herejía Arria, propugnada por Arrio, sacerdote alejandrino que negaba abiertamente la divinidad de Jesús y obviamente la concepción de la trinidad. La propuesta de Arrio había captado una gran cantidad de seguidores, lo que significaba un grave problema político para la recién instaurada religión oficial.

Constantino I, entonces, convoca el Concilio. En este y aunque resulte difícil de creer, se sometió a votación la divinidad de Jesús (posición defendida por Atanasio, diácono de Alejandría), obteniendo esta propuesta la mayoría (siendo irrelevante si fue ajustada o abrumadora) y por tanto se procedió a declarar como verdad absoluta la divinidad de Jesús, constituyéndose así en Verbo, verdadero hijo de Dios, de la misma substancia del Padre y por tanto verdadero Dios. De la misma manera en este concilio se fijó recién la fecha de la pascua y se determinó la fecha en que se celebraría el nacimiento de Jesús: El 25 de diciembre.

Así quedó Jesús elevado a la categoría de Divinidad casi 300 años después de su muerte y, tal como señalara alguna vez Nietzsche, probablemente en contra de sus deseos.

En el año 381 se celebró el Concilio I de Constantinopla, ello debido a que un líder de la Iglesia en Constantinopla, de nombre Macedonio, propuso que si efectivamente Jesús, como verbo, era Divino, no lo era el Espíritu Santo; quien en todo caso tendría una posición intermedia, similar a la de los ángeles, cuya misión sería la de suministrar las gracias a los creyentes.

A los seguidores de esta teoría se les llamó macedonianos, se les condenó de herejes y se reafirmó la divinidad del Espíritu Santo, por votación también, como ya se explicó.

El año 431 se celebró el concilio de Éfeso, en este se condenaron las ideas de Nestorio, líder de la Iglesia en Constantinopla también, quien afirmaba que Jesús era puro hombre en cuyo interior habitaba el Hijo de Dios. De la misma manera afirmaba en esa secuencia lógica que si Jesús no era divino, tampoco podría serlo María. El mismo destino siguieron las doctrinas de Pelagio y Celestino, quienes negaban que hayamos heredado el pecado original de Adán y señalaban que el ser humano es básicamente bondadoso en esencia, y es capaz de hacer el bien sin necesidad de la intervención divina.

En el año 451 se llevó a cabo el concilio de Calcedonia. Ante la aparición de los monofisitas se procedió a convocar este Concilio, los monofisitas proponían que las naturalezas divina y humana de Jesús estaban unidas o fusionadas, y en el proceso había sido una especie de absorción de la naturaleza humana por la divina. Esta teoría fue defendida por Dióscoro, patriarca de Alejandría y por el abad Eutiques (su teoría se llamó eutiquianismo).

Por supuesto estas ideas también fueron condenadas de herejes y se afirmó (y aprobó) la doble naturaleza del Cristo, humana y divina, ambas perfectas.

A pesar del concilio de Calcedonia, los monofisitas formaron facciones en el Medio Oriente y norte de África, motivo por el cual en el año 553 se convocó el concilio II de Constantinopla. Curiosamente este concilio no fue liderado por el papa Virgilio, sino más bien por el memorable emperador Justiniano, a quien se recuerda por las Institutas de Justiniano, recopilación de normas del derecho clásico romano que aún se estudian en las facultades de derecho. En este Concilio se condenan los llamados errores derivados del Nestorianismo. Se condenaron a la herejía los escritos de Teodoro de Mopsuestia y de Teodoro de Ciro contra San Cirilo y el Concilio de Efeso. Es en esta época que se puede afirmar que se inició una férrea y feroz persecución y condena a cualquier idea que fuese contraria a los intereses de la Iglesia Católica

Se confirma la condenación de las herejías que ya se habían previsto en los concilios anteriores respecto a la trinidad y la cristología.

Concilio III de Constantinopla. (680-681). En este se condena el monotelismo, idea atribuida a Sergio, patriarca de Constantinopla, la que consistía en afirmar que Cristo tenía dos naturalezas, pero una sola voluntad. Este artificio lógico estaba basado en una buena intención, Sergio quería reincorporar a los monofisitas sin tener que ir en contra del dogma de la Iglesia. Lamentablemente el Concilio no lo vio así y Sergio fue declarado hereje. Se aprobó que en Cristo, a pesar de ser una sola persona, hay dos voluntades, así como hay dos naturalezas.

El concilio II de Nicea en el año 787 se convoca debido al surgimiento de los iconoclastas, quienes negaban la adoración a las imágenes. Cómo se sabe ícono es sinónimo de imagen. El cristianismo primitivo mezclado con otras creencias de esa época contemplaba la adoración o culto a imágenes que representaban a santos, mártires e incluso al mismo Jesús o su madre María, lo que se aprecia claramente de los hallazgos de las catacumbas romanas donde se ocultaban los cristianos perseguidos. Los iconoclastas (que destruyen íconos), debido a una interpretación exegética de la biblia, llegaron a la conclusión de que Dios no permitía el culto de imágenes o íconos, llegando a destruir públicamente muchos de ellos, por ello el apelativo. En algún momento los mismos emperadores de la Roma Oriental promovieron persecuciones a quienes adoraban imágenes, por su parte San Juan Damasceno y San Germán de Constantinopla se inmolaron como mártires de la Iglesia al defender esta forma de culto.

Con este nuevo problema que afectaba la estructura política y unidad de la Iglesia se convoca el concilio. Se resuelve el conflicto estableciendo que la Iglesia Católica acepta el culto a las imágenes, haciendo una curiosa y fina distinción entre lo que es el culto de veneración que es el que se puede rendir a las imágenes y el culto de adoración, que es exclusivamente para Dios.

El Concilio IV de Constantinopla (869-970) se convoca debido al ya evidente conflicto entre el Imperio Romano de Occidente y Oriente, que a su vez provoca también el cisma en la Iglesia. Focio, patriarca de Constantinopla promovió toda serie de acciones a fin de exacerbar la división. Se condena a Focio, se confirma el culto a las imágenes y se concluye en algo sumamente importante desde el punto de vista político: Se afirma el primado o supremacía del papa romano sobre cualquier otro jerarca de la Iglesia.

Ya no se volvería a celebrar una concilio en Oriente, en el siglo XI se produce la separación definitiva de la Iglesia Romana y la de Oriente o de Constantinopla.

Concilio I de Letrán, año 1123. Se resuelve el problema de las investiduras (Concordato de Worms). Se autoriza el inicio de las cruzadas. El problema de las investiduras radicaba en que en muchas provincias y reinos era el poder civil quien nombraba a los cargos eclesiásticos, incluso Obispos, muchos de estos nombramientos se realizaban sólo por parentesco sin evaluar las calidades de la persona o su vocación. El concordato de Worms recién establece que sólo la Iglesia puede investir sacerdotes y sobre todo Obispos. De igual manera se condena la simonía y el concubinato de los eclesiásticos como herejías.

Concilio II de Letrán. Año 1139. Se convoca a fin de establecer reglas acerca de la disciplina y buenas costumbres del clero.

Concilio III de Letrán. Año 1179. Aparecen los cátaros (puros) quienes hacían una interpretación fundamentalista de la Biblia y proponían retornar a las raíces del cristianismo y los votos de pobreza. Negaban la resurrección de las almas y admitían la reencarnación.

Como es obvio todos ellos fueron condenados como herejes y sistemáticamente exterminados.

También en este concilio se estableció como regla de elección de los nuevos papas que el candidato tendría que obtener los dos tercios de los votos de los cardenales del Cónclave. Se establecen nuevas normas contra la simonía.

Concilio IV de Letrán. Año 1215. Aparecen los albigenses y valdenses quienes se conformaron como sectas cristianas rebeldes, también proponían los votos de pobreza y se les acusó de hechiceros. Fueron los primeros en proponer la libre interpretación de la Biblia. Se les condenó de herejía.

Se establecieron normas sobre los impedimentos matrimoniales y se impuso la obligación de la confesión anual y de la comunión pascual. Se sometieron al voto cruciales definiciones sobre la trinidad, la creación, Cristo y los sacramentos.

Concilio I de Lyon. Año 1245. La iglesia de Oriente intenta reanudar relaciones con la Iglesia Romana, se establecen ciertos acuerdos y reglas, sin embargo al retornar los lideres a Oriente son rechazados y tratados de traidores y vendidos. Fracasa la unión, sin embargo surge una facción de la iglesia en Oriente llamada “Uniatas” que todavía hoy en día permanecen fieles a la Iglesia Católica.

Concilio II de Lyon. Año 1274. Se reafirma la doctrina acerca del Espíritu Santo, que procede el Padre y del Hijo como un solo principio. Se somete a voto la doctrina sobre el destino de las almas luego de la muerte.

Concilio de Vienne. Año 1311. Luego de que la orden de los Templarios fuese creada, y se hiciera una fuerte y poderosa organización en Europa, se volvió ciertamente incómoda para la Iglesia. Reyes y señores feudales cultivaron celos y envida contra esta orden y se encargaron de sembrarlos también en el papado. Fueron condenados y el papa Clemente V decidió la supresión de la Orden, siendo luego totalmente extinguida mediante el asesinato de casi todos sus miembros en Europa.

Igualmente fueron condenados por herejes los Begardos y Beguinas, que eran asociaciones de ambos sexos que se dedicaban a la oración y la caridad. Proponían la perfección espiritual y afirmaban que el alma es verdadera y esencialmente forma parte del cuerpo.

Concilio de Constanza. (1414-1418). Se condenaron las ideas de Juan Wickleff (inglés) y Juan Huss (bohemio), así como Jerónimo de Praga, quienes se rebelaron contra el dogma romano, criticándolo y declarando inaceptable la injerencia de Roma sobre el clero de sus respectivos pueblos. Son los primeros movimientos para la creación de Estados Nación en Europa ya que entendían que la independencia política debía estar ligada a la independencia religiosa.

Concilio de Ferrara - Florencia. (1438-1442). Se procura la reconciliación de griegos y latinos. También se trató acerca de la reforma de la Iglesia.

En el concilio V de Letrán. (1512-1517) Se trató básicamente acerca de reglas de disciplina para el clero quienes venían incurriendo en prácticas escandalosas. Igualmente se plantearon definiciones acerca del alma humana, admitiendo (lo que habían negado antes) que forma parte del cuerpo, pero que es inmortal, así como es propia para cada hombre.

Uno de los concilios más importantes es el de Trento. (1545-1563). En este, en el que participaron tres papas: Paulo III, Julio III y Pío IV, se procuró combatir y condenar el protestantismo que recientemente había surgido, provocando una de las mayores crisis de la Iglesia, ya que se terminó con casi milenio y medio de monopolio de la fe.

A raíz de la revolución protestante de Martín Lutero, la iglesia tuvo que replantear su estructura y su doctrina. Se aclararon conceptos de los dogmas, se les dio un mayor rigor filosófico y teológico a fin de impedir que en el futuro nuevas ideas pudieran poner las creencias en tela de juicio. Obviamente se condenó a Lutero como hereje.

El concilio Vaticano I. (1869-1870). Se celebró a fin de condenar el racionalismo y el galicanismo. El galicanismo consistía en reconocer que el papa tenía la facultad de decidir las cuestiones en materia de fe, pero estas se hacían infalibles sólo si las aceptaba la Iglesia mediante el Concilio. En este concilio se decidió que las opiniones del papa son infalibles (nunca se equivoca) cuando este se dirige al pueblo cristiano haciendo uso de su suprema autoridad apostólica "Ex Cathedra" y lo sostenido por él, constituye dogma de fe. A esto se le llama “Infalibilidad Pontificia.”

Los presupuestos copulativos para que se produzca la “Infalibilidad Pontificia” son:
a) Cuando enseña una cosa referente al dogma o moral cristianos;
b) Cuando se dirige a la Iglesia Universal;
c) Cuando habla en su calidad de Maestro supremo de la cristiandad;
Si falta una de estas condiciones, el papa no es infalible.

También se precisó que textualmente que "La Iglesia es, pues, monarquía de derecho divino, y el Papa recibe plena potestad directamente de Dios."

Se define también el dogma de la Inmaculada Concepción.

Concilio Vaticano II. (1962-1965). Iniciado por el Papa Juan XXIII y clausurado por el Papa Pablo VI. Uno de los eventos más grandes de la Iglesia, puesto que fue la ocasión donde concurrieron la mayor cantidad de representantes de todo el mundo. El objetivo fue el "agiornamento" de la Iglesia, una renovación y puesta al día de sus dogmas.

Se procuró la unión de todos los cristianos, católicos o no. Una de las ideas principales fue procurar actualizar la institución sin necesidad de redefinir dogmas. Por primera vez se trató acerca de la libertad religiosa.

Este concilio finalmente produjo dieciséis documentos (que todo católico debería conocer) y que son: Cuatro constituciones, nueve decretos y tres declaraciones.

Las Cuatro Constituciones cuyo valor es teológico y doctrinal son:
1.- La Iglesia, "Luz de las naciones" - "Lumen Gentium". La iglesia es el pueblo de Dios. María es la madre de la Iglesia.
2.- La Sagrada Liturgia. En la liturgia, Jesucristo mismo obra como sacerdote, unido a todos los bautizados.
3.- La Iglesia en el mundo actual. "Schema XIII" - "Gaudium et spes". La Iglesia es solidaria con el género humano en su totalidad. Problemas urgentes: La familia, la cultura, la vida económico – social, la vida política y la vida internacional.
4.- La Revelación Divina. "Dei Verbum" La iglesia propone una interpretación de las escrituras desde un ángulo contextual y no puramente textual.

Los Nueve Decretos que contienen decisiones de alcance práctico normativo o disciplinario.
1.- La actividad misionera de la Iglesia que debe respetar sus condiciones sociales y culturales de las personas.
2.- Vida y ministerio de los sacerdotes, quienes son servidores de Cristo y de sus hermanos los seres humanos.
3.- Renovación de la vida religiosa. Promueve la participación en la vida de la Iglesia por parte de las órdenes religiosas.
4.- La educación cristiana. Todo hombre tiene derecho a la educación. La familia es la primera responsable.
5.- La misión de los obispos. Participan en el cuidado de todas las Iglesias.
6.- Formación de los sacerdotes.
7.- Apostolado de los seglares. "Apostolicam actuositatem" Se les reconoce a los laicos el deber y derecho de ser apóstoles de Cristo.
8.- Las Iglesias Orientales Católicas. La variedad en la Iglesia no daña su unidad, sino que manifiesta su riqueza espiritual.
9.- El ecumenismo. "Unitatis Redintegratio" Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos.

Las Tres Declaraciones, que son la expresión de la etapa de investigación y aclaración.
1.- La libertad religiosa. La verdad no se impone más que por la fuerza de la verdad.
2.- Los medios de comunicación social. Prensa, cine, radio, TV, deben contribuir a la justicia y a la verdad.
3.- Las relaciones de la Iglesia con las religiones no - cristianas. La Iglesia mira con estima las demás religiones, porque contienen una parte de verdad. Rechaza toda discriminación racial o religiosa.

* * *

Como se puede ver, el tránsito azaroso de la Iglesia en la antigüedad y las últimas reformas a fin de adaptarse a la sociedad moderna han dado como resultado la institución que tenemos hoy en día. Si bien ha procurado modernizarse, lamentablemente muchos cambios han sido tardíos y muchas decisiones se han tornando en simplemente declarativas en la medida que los propios miembros de la iglesia no suelen practicar las reglas de tolerancia y justicia que la Iglesia propone. Se vive un cambio generacional que estoy seguro afectará gravemente a la Iglesia católica a nivel mundial. Dentro de treinta años, se tendrán que adoptar serias decisiones en base a profundas reflexiones por parte de los jerarcas de la Iglesia para una eventual reforma conforme a los actuales tiempos. De igual manera creo que el conocimiento del Jesús histórico no resta validez a la existencia del Jesús divino, objeto de fe de miles de personas y en cuya existencia muchos encuentran consuelo y paz. De todas formas espero que este breve resumen sirva para un mejor conocimiento de esta institución histórica por parte de los que no creen para que procuremos ser tolerantes con sus miembros y particularmente de los que sí creen para que procuren ser tolerantes con los que no practican su fe.

viernes, 29 de abril de 2011

LA ATMOSFERA Y LA CONCIENCIA ACERCA DEL MEDIO AMBIENTE

El diámetro de la tierra en su línea ecuatorial es de doce mil setecientos cincuenta y seis kilómetros y la altura de la atmósfera terrestre es de aproximadamente mil kilómetros.

Sin embargo esos mil kilómetros están divididos en tres partes: La Tropósfera que es la zona donde hay oxígeno respirable y donde la vida es posible, que mide tan solo diez kilómetros de altura, la Estratósfera, donde no puede haber vida, pero cumple la función de filtrar la luz, radiación y ondas nocivas del exterior, allí se encuentra la capa de ozono, su altura es desde los diez hasta los ochenta kilómetros de altura y finalmente la Ionosfera, que va desde los ochenta kilómetros hasta los mil y es allí donde se desintegran lo meteoritos que permanentemente llegan a la tierra.

Una pelota de futbol mide veintidós centímetros de diámetro.

Si la tierra fuera una pelota de fútbol (use su imaginación) la altura de la atmósfera sería equivalente a un centímetro con siete milímetros.

Si la tierra fuera una pelota de fútbol, la altura de la atmosfera respirable (Tropósfera) tendría menos de dos milímetros.

La atmósfera es una débil y muy fina capa sobre el planeta, la mayoría de las personas piensan que es enorme. No, no lo es. Una tormenta solar de mediana intensidad combinándose con una debilitación del campo magnético de la tierra (como por ejemplo ahora que está en proceso de inversión) podría dejarnos sin atmósfera en cualquier momento arrancándola como cuando alguien sopla una superficie para quitar el polvo.

Los aviones comerciales vuelan (cuando están a velocidad de crucero) aproximadamente entre diez mil a doce mil metros de altura. Exactamente en el límite entre la Tropósfera y la Estratósfera.

La torre Eiffel mide trescientos metros, trescientos veinticinco contando la antena. La Tropósfera (atmósfera respirable) es equivalente a casi treinta y un veces la torre Eiffel.

El Cristo Redentor sobre el Corcovado en Brasil, mide treinta y ocho metros, pero sumado a la altura del Corcovado, su frente se ubica a setecientos diez metros sobre el nivel del mar. La Tropósfera es equivalente a catorce veces la altura del Cristo Redentor en su punto más alto.

La ciudad de Arequipa se encuentra a aproximadamente dos mil trescientos cincuenta metros sobre el nivel del mar. Es decir, la Tropósfera es poco más que cuatro veces la altura de Arequipa.

El Chachani, en Arequipa se eleva a seis mil setenta y cinco metros sobre el nivel del mar. No entrarían dos Chachanis uno sobre otro en la Tropósfera.

El Everest tiene una altura de ocho mil ochocientos cuarenta y ocho metros con trece centímetros sobre el nivel del mar. Si se añade poco más de un kilómetro, habremos llegado a la Estratósfera.

No es cosa de juego. A veces contemplamos la inmensidad del universo y nos maravillamos. También debemos recordar lo pequeños que somos y lo frágil de nuestro entorno. Cuidémoslo, cada uno desde su espacio puede contribuir un poco con el cuidado medio ambiente y por ende de la atmósfera.

jueves, 28 de abril de 2011

¿Y PARA QUE SIRVEN LA ARITMETICA, LA GEOMETRIA, LA FISICA Y LA QUIMICA?

Recuerdo haber tenido muchos compañeros de estudio en la universidad que afirmaban haber escogido estudiar derecho porque les iba mal en matemáticas en la escuela. El mismo argumento escuché de mis alumnos cuando fui profesor universitario.

En mi caso nunca tuve serios problemas con las matemáticas, incluso recuerdo haber obtenido algún par de veintes en la libreta de notas. Donde sí tuve grandes dificultades fue en química y física, en ambos cursos (¡oh! ¡Qué casualidad!) tuve a la misma profesora. La profesora Granda era muy buena persona, amable, educada, cariñosa y condescendiente. Seguramente además una excelente ama de casa y mejor madre, ya que siempre nos hablaba con mucho cariño de su hijo. Pero como profesora de química y física definitivamente no hizo su tarea. No sé si ella misma dominaba las materias, pero lo que sí es cierto es que por lo menos en mi caso y el de varios compañeros de promoción, hizo que tuviéramos una fuerte animadversión a estos cursos.

Una frase común en la escuela era “¿Para qué voy a estudiar esto si yo pienso ser tal o cual profesional? Es decir, varios de nosotros coincidíamos nuevamente en no encontrarle utilidad práctica a muchas cosas que nos enseñaban en la escuela, particularmente en las materias de las que trata esta nota.

Y sí pues, ¿para qué sirve la geometría? ¿Y la física? ¿Qué utilidad puede tener la química para un abogado? Bueno, creo que para la mayoría de los cultos lectores no será necesario explicar que estas materias sirven prácticamente para todo. El mundo que nos rodea es aritmética, geometría, física y química. Cualquier ser humano que quiera ser un profesional decente en cualquier área debería tener por lo menos conocimientos básicos de las materias que vengo mencionando. En mi vida profesional tuve que hacer liquidaciones de saldo deudor, cálculo de intereses, además tuve que aprender a leer balances financieros para que no me cuenten cuentos los contadores, como abogado se requiere en muchos casos saber de física para poder explicar porqué el cuerpo de una víctima cayó en determinado sitio, porqué la bala terminó el tal posición o porqué el auto frenó a determinada distancia. Algunos colegas suelen decir que eso es trabajo del perito: Sí, pero el perito no defiende a la víctima o al imputado; o en el caso del Juez, este tiene que determinar si la opinión del perito es fiable, más allá de toda duda razonable. La física, la química y la aritmética son necesarias para el médico, para el abogado, para el cocinero, el arquitecto, el ingeniero, para el físico culturista, para el pintor, para el músico y para el panadero. La diferencia es qué clase de compromiso hay en cada oficio, profesión o hobby. El ser humano poco comprometido necesitará menos de estas herramientas, el que está comprometido con lo que hace, las requerirá más.

El problema en realidad no es determinar si se necesitan o no, la dificultad es cómo hacer que los profesores de la secundaria lleguen a los alumnos haciéndoles entender lo que nosotros hemos entendido recién en nuestra vida profesional.

Tengo el hobby de la carpintería, a menudo hago cosas simples con mis propias manos. Una vez estaba haciendo un escritorio para el computador y en uno de los extremos del tablero, este terminaba en una media circunferencia. Hasta allí no había problema, el tablero tenía cincuenta centímetros de ancho y la circunferencia, obviamente cincuenta centímetros de diámetro o si se quiere veinticinco de radio. El problema era que necesitaba calcular cuanta cinta de acabado debía comprar para recubrir el perímetro del tablero, sin que sobre ni falte un centímetro, ya que no disponía de la herramienta para cortarla. El asunto es fácil si se está con el tablero a medio construir, pues se toma la cinta métrica y se mide el perímetro. ¿Pero cómo hacerlo al nivel de diseño, cuando el tablero todavía no existe y es solo un plano en el papel? Recordé a “pi” y sin preocuparme más, entré a internet y busqué las fórmulas para hallar el perímetro de un círculo y resolví rápidamente el problema y además, aprendí en diez minutos lo que nunca aprendí en mis años de secundaria.

Luego de resolver el problema me quedé meditando en lo fácil que había sido entender el funcionamiento de “pi” ante su aplicación en el caso concreto. ¿Qué fácil hubiese sido si en la secundaria me hubiesen enseñado geometría mediante la construcción de un mueble? Desde esa noche me ronda la idea de que la forma de enseñar estas materias tiene que cambiar en las escuelas. La geometría tendría que aprenderse en talleres de carpintería, costura o semejantes.

El tema con la química es más complejo al igual que la física, pero tengo claro que debería abandonarse la pizarra y el aula como lugar primordial para aprender esas materias y trasladarse a espacios más dinámicos. Nada mejor para aprender algo de física que intentar construir una catapulta en escala. El modelo que el coyote usa con el correcaminos no es funcional, si uno lo hace a escala con simples trozos de madera y un poco de pabilo, descubrirá por qué el pobre coyote siempre termina estrellado en el suelo. Un buen profesor podría aprovechar esto para deslizar conocimientos de física y construir una catapulta (como las romanas) que funcione.

Se me ocurre que se podría enseñar mucho de química en un taller de cocina. ¿Por qué no? Quien haya experimentado un poco con la cocina sabe mucho de oxidación. ¿Por qué la manzana y el plátano se ponen negros cuando están pelados? ¿Por qué el zumo limón impide o retarda ese proceso? Porqué se “sella” la carne en determinados platos y cómo se consigue, por el contrario, la consistencia jugosa de un sudado o un estofado. ¿Por qué no se debe abrir la tapa de olla a presión si aun no ha expulsado todo el vapor? En este caso física y química juntas.

¿Qué muchachito no desea tener un mejor físico en la adolescencia? Me parece un momento extraordinario para enseñar algo de anatomía en las mismas clases de educación física. Explicar cuál es el proceso químico del crecimiento de células y músculos. Explicar por qué existe dolor luego de ejercicio intenso, ¿Quién podría olvidar esa clase si es dictada justo el día que uno no puede caminar como consecuencia de haber hecho treinta sentadillas el día anterior? Deja de convertirse en una cosa teórica inútil y se vuelve un conocimiento práctico. Ahora ya sabe qué es y qué hace la lactosa.

Así como estos, se pueden producir cientos de ejemplos. Es urgente reformar el sistema educativo y la formas de enseñar, más aun cuando hoy en día el Nintendo y los juegos en línea contribuyen a la idiotización de los jóvenes. Es urgente que los paradigmas educativos cambien, no sólo es un tema de presupuesto, también debe cambiar la forma como educamos a nuestros profesores (menudo problema). Últimamente he llegado a una triste conclusión: Gran parte de la educación de nuestros hijos está directamente en nuestras manos. Tengo una absoluta desconfianza hacia los profesores de las escuelas secundarias peruanas. Me preocupa la generación de los que ahora tienen cinco años. De aquí a veinte o veinticinco años la brecha entre los que saben y los que no, se hará mucho mayor. Tal vez el “mundo feliz” de Aldous Huxley esté a la vuelta de la esquina.

miércoles, 27 de abril de 2011

LAS TRAMPAS DEL SISTEMA EDUCATIVO

Si usted recuerda sus días de escuela, instituto superior o universidad, tal vez recuerde a varios profesores (si no todos) que tenían la pérfida costumbre de iniciar los exámenes separando las filas de carpetas, exigiendo que los alumnos guarden todas sus cosas o dividiendo la clase en grupos. También había quienes antes de empezar cambiaban de asiento a “ciertos” alumnos o sentaban cerca del escritorio del profesor a los potenciales plagiadores o a los más estudiosos. No faltaba el que traía al examen a un asistente (o a todo un pelotón de asistentes como mi profesor derecho penal militar de la universidad) a fin de imponer una férrea supervisión al examen.

En la escuela acepté estos hechos como un paradigma válido. Se me ocurría que era normal. Es decir todos éramos pillos y debían tratarnos como en un centro penitenciario o una correccional. En los primeros años de universidad sucedió lo mismo. Fue a partir de media carrera y luego en los estudios de postgrado con más firmeza que empecé a darme cuenta de lo erróneo del paradigma, al parecer se juntaron dos cosas: en primer lugar mi toma de conciencia de que habían cosas totalmente inútiles que muchos maestros se empeñaban en que memoricemos y en segundo lugar que por ese entonces yo mismo empecé a enseñar con más frecuencia. Yo empecé a enseñar a los diecinueve años, mis alumnos eran mucho mayores que yo, a los veintidós ya había entendido como funcionaba la enseñanza desde el otro lado.

El problema como decía, es que lo profesores parten de una premisa que afecta gravemente la dignidad de cualquier ser humano: La presunción de culpabilidad. Pero no sólo presumen que el estudiante es culpable de un hecho, más grave todavía presumen que será culpable, por ello toman todas las previsiones posibles para evitar que “los engañen”.

Mi rebelde y subversiva posición frente a estos paradigmas empezó en realidad cuando tenía once años. El profesor de la primaria iba a tomar examen bimestral de ciencias naturales, gran parte del examen era la clasificación de los mamíferos, que como se sabe es extensa. Recuerdo haberme puesto a estudiar el día anterior y tengo la imagen nítidamente grabada en mi mente de haber reflexionado acerca de la utilidad práctica de aprenderme de memoria tamaña clasificación. Decidí que aunque fuese a ser biólogo, la tarea de memorizar esos datos era un desperdicio de tiempo. Tomé la hoja central de mi block Loro y escribí con muy buena letra la clasificación completa. Doblé la hoja en cuatro y la guardé. Luego con toda la felicidad del mundo me puse a leer un libro.

Al día siguiente antes de empezar el examen metí el enorme papel en el bolsillo de mi mandil gris y empecé de desarrollar la prueba. Cuando llegó la ya advertida pregunta, saqué de la forma más discreta posible mi enorme hoja de papel bulky cuadriculada y copié la dichosa clasificación. Cuando ya casi había terminado el profesor Esquivel se me acercó y me quitó la hoja pues ya se había dado cuenta de mi estrategia. Al día siguiente envió el examen a mi madre con el enorme plagio engrapado y mi primer cero ocho en toda mi breve vida escolar.

No abundaré en las reprimendas y decepciones que causé. Me concentré en pensar en cual había sido mi error y me di cuenta de lo obvio: falta de planificación. Empecé a observar y aprender, descubrí la técnica del acordeón de mis hermanas y primos. Escribían con letra menuda en tiras de papel de unos tres centímetros de ancho. Luego lo plegaban y lo guardaban en algún bolsillo. La técnica era pésima, no era funcional e importaba a la hora del examen casi el mismo riesgo que el pliego de papel doblado en cuatro. Por aquél entonces aprendí que los peores estudiantes eran también los que tenían los peores sistemas: Tratar de copiar directamente del libro o del cuaderno durante el examen. Funciona pocas veces y sólo con los peores o más descuidados profesores.

Para cuarto de secundaria había perfeccionado mi técnica: Usando tiras de papel iguales a las del acordeón, escribía en letra sumamente menuda por ambos lados y luego lo enrollaba, me pasaba la tarde leyendo literatura mientras mis dedos casi inconscientemente recorrían la tira de un lado al otro. En algún punto quedaban con tanta presión los rollitos que ya no se desenrollaban solos y entonces los ponía en orden en mi cintura, entre mi pantalón y la correa y los sacaba cuando era necesario. Mi regla de oro: Sólo los usaba para numeraciones y listas. Los conceptos siempre los aprendía. Más que aprenderlos, los comprendía.

Precisamente en cuarto de secundaria pasó un hecho curioso, entraba a mi clase y en lo que me sentaba para poder acomodarlos en mi cintura, se me cayeron los rollitos y esto lo vio un auxiliar. Se me acercó y me los quitó. En mi desesperación corté nuevas tiras de papel y rápidamente volví a hacer las listas. Cuando empezó el examen ya no necesité sacar los rollitos, recordaba casi todas las listas que preguntaron (que no eran muy largas). Descubrí dos cosas nuevas: Que si uno escribe las listas se van quedando en la memoria y que me había vuelto sumamente veloz en el proceso de hacer los rollitos.

En quinto de secundaría ya no hacia los rollitos para mi, los hacía para venderlos. Como hacía por lo menos dos, el tercero en realidad no lo necesitaba. En la universidad nunca tuve que hacer uso de los rollos porque aprendía las listas escribiéndolas o usaba técnicas de memorización que felizmente practico hasta hoy en día. Cuando me gradué de abogado me fui a la biblioteca del colegio de abogados con un cuaderno en blanco. Transcribí el desarrollo de los balotarios dos veces en ese cuaderno y listo.

Cuando empecé a enseñar en la universidad en la facultad de derecho, la primera pregunta que me hice era si era justo exigir a mis alumnos las mismas cosas que yo había detestado: Memorizar listas inútiles, contestar preguntas capciosas o preguntas con trucos de mala fe. En mi experiencia anterior de profesor en el instituto de informática era distinto porque los exámenes eran prácticos y en el computador. Yo dejaba a propósito que mis alumnos copien del alumno del costado. Es lógico, la idea era que hagan el ejercicio. Si un alumno no había prestado atención en la semana, el día del examen aprendía algo copiando al de su costado. ¿Ese es el fin de la educación no?

Me tomó cerca de un año diseñar un sistema para evaluar en la facultad de derecho. Me di cuenta que los exámenes de opción simple solo favorecen a los suertudos. Empecé con exámenes de opción compleja. Ya se sabe: tres o cuatro premisas y luego recién las respuestas donde se plantea si las premisas a, b o c son ciertas, etc. Nunca usé preguntas desleales, rebuscadas o llamadas “de pié de página”. Las cosas claras. Conceptos generales y básicos, se sabe o no se sabe.

Al segundo año empecé con los casos. Siempre recordando que los alumnos no pueden ni deben ser tratados como presidiarios. Mis exámenes eran básicamente casos con aplicación de lo tratado en clase. Las reglas eran: Pueden usar cuadernos, libros, materiales, etc. Si trajeron su lap top con internet también pueden usarla. Lo único prohibido es conversar o caminar por la clase, más que por una cuestión de copia o trampa, por respeto a los que están concentrados resolviendo su trabajo. Se podían sentar en cualquier sitio mirando a cualquier dirección. Las primeras veces mis alumnos se quedaba sorprendidos, no podían creer que estuviese hablando en serio. También sucedió que muchos se confiaban y no estudiaban. Ellos fracasaban, hasta que entendían que est nueva modalidad de examen requería precisamente leer y comprender, no memorizar. Trataré de explicar mi estrategia:

Lo importante creo yo, en la educación escolar y universitaria es enseñar a la gente a formar conceptos. Las enumeraciones, fechas, números de artículos y de leyes son sólo un ejercicio de memoria, no contribuyen a la formación de ideas. Estoy convencido que la responsabilidad es preparar a las personas a afrontar el mundo real mediante un entrenamiento que les permita desarrollar habilidades, entre ellas sobre todo, como dije la de formular conceptos a partir el análisis de otros conceptos previos.

Entonces, preparaba mis exámenes en ese sentido. Caso prácticos donde el estudiante que había estudiado las ideas o conceptos adquiridos a través de la lectura de los autores tratados podían resolver, ayudándose con una lectura final al momento mismo del examen. Calculaba el tiempo para resolver el factor “flojo” es decir, no dejar que el flojo se aproveche y se ponga a leer recién ese rato. El tiempo era suficiente para que el que había estudiado en sentido estricto, dé un buen resultado, también daba tiempo para aquél que había leído un poco pueda resolver el examen razonablemente, pues me interesa que en el propio examen consolide las lecturas y sus conocimientos. El flojo también llegaba a leer algo, estoy seguro que algo aprendía en ese momento, pero normalmente no llegaba a un quince, por ejemplo; esa era la idea. Tampoco se debe premiar la falta de interés.

El problema de este sistema es que demanda más tiempo del profesor. Hay que leer las respuestas de los exámenes. Se debe tratar que sean respuestas cortas y concisas. Mientras menos trabajo se quiera tener en la etapa de calificación, más se debe trabajar en la etapa de elaboración y viceversa. Los exámenes que exigen poco trabajo en la elaboración y la calificación, no contribuyen en nada en la educación del alumno. Son una farsa, ejemplo de ello: Las preguntas con verdadero o falso, rellenar frases y las enumeraciones y clasificaciones.

Otra tara del sistema son las llamadas “exposiciones” que siempre acusé de promotoras de la ociosidad. Los profesores suelen dejar “trabajos” que nunca leen y que además mediante un llamado “rol de exposiciones” que tampoco escuchan, se liberan de la tarea por la que se les paga, es decir: preparar clases y entrenar a los alumnos. Muchos profesores se pasan la mitad del semestre sentados en el fondo del salón escuchando a las mal llamadas exposiciones, que por lo demás suelen ser pésimas y solo generan un innecesario gasto de dinero a los alumnos.

Para empezar nunca he visto un alumno que haga buen uso del PowerPoint, la mayoría escribe toda la exposición en las diapositivas (como si fueran tarjetas de ayuda) y luego las lee de la pantalla. Peor todavía los que usan papelógrafos. El alumno expone y los demás casi nunca hacen preguntas porque están preocupados en sus propias exposiciones o en las tareas de otros cursos. Se exige que los alumnos vayan a exponer con terno o vestido, a veces obligándolos implícitamente a tener que comprar ropa para la exposición. Los trabajos son otro tema: empastados, anillados, espiralados, con tapas y contratapas, carátulas grandilocuentes, cien páginas sin utilidad bajadas de wikipedia, rincón del vago o monografías punto com.

Mis reglas: Nunca exposiciones. Si alguna vez se producían porque así lo exigía el síllabus, breves y con la ropa usual de clases. Lo importante el contenido. Los trabajos: Lo mejor es el ensayo. Nada de abundantes citas bibliográficas, máximo diez citas, número de páginas máximo tres. Sin carátula con escudos ni tapas. Presentación: Título del ensayo, luego nombre y sección del alumno en la esquina superior derecha de la primera página. No introducción ni dedicatorias. Sin folder ni fástener, sólo una grapa. Esto permite leer los trabajos por completo, entender cuál es el punto de vista del alumno y saber si maneja la bibliografía citada. Luego en mi caso tomaba una frase al azar (sobre todo si la redacción me parecía elaborada o encontraba regionalismos no propios del Perú) la metía al google y en muchas ocasiones encontraba el artículo original en la red. En ese caso devolvía el trabajo con un cero como calificación y al lado transcribía la dirección en internet donde había ubicado el ensayo original.

Hacer todo esto demanda tiempo y esfuerzo, además de la propia lectura y preparación para el curso. Algunos de mis ex alumnos leerán esto y podrán confirmar que efectivamente este era el método usado (que espero que les haya servido). Pienso que el cambio del sistema educativo pasa por entender el fenómeno que he tratado de explicar en estas páginas. En caso contrario siempre tendremos el circulo viciosos de profesores tratando de que no les hagan trampa y alumnos forzados a hacer trampa en un sistema que no les aporta nada nuevo y que, tristemente, les otorga conocimientos abstractos de listas, números y clasificaciones, que no podrán usar en su vida profesional; donde lo importante es la capacidad de entender y elaborar conceptos. En otras palabras, los alumnos más que ninguna otra cosa, deben aprender a pensar por sí mismos.

jueves, 21 de abril de 2011

COR DE ROSA (Cuento)

Desde la ventana del avión, Mariana miró con curiosidad el modesto y pequeño aeropuerto de Puerto Maldonado. Era un día cálido de julio y el sol radiante iluminaba el horizonte dándole un singular tono a las verdes copas de los árboles que se alzaban ante un impresionante cielo azul decorado de brillantes mechones de nubes blancas.

Ansiosa se levantó de su asiento apenas se apagó la señal de cinturones de seguridad, tomó su mochila y se dispuso a bajar. Mientras caminaba por el pasillo del avión iba sintiendo aumentar notablemente la temperatura, pero lo que no se esperaba fue el bochorno intenso que prácticamente la sofocó cuando se paró en el primer peldaño de la escalinata de descenso al salir del avión. Casi de inmediato sintió un calor húmedo y pegajoso apoderándose de ella. La ropa sobre su piel era insoportable y le costaba esfuerzo avanzar, lo que sumado al casi derretido asfalto y el brillo de las veredas de cemento pulido, hizo de su trayecto a la sombra una verdadera agonía.

Una vez en la zona de equipajes se fue directamente al baño, se quitó la blusa y se dejó la camiseta ligera que llevaba debajo. Se refrescó un poco frente al espejo y buscó sus lentes oscuros en la mochila. Acomodó sus cabellos castaños y salió a esperar sus maletas.

En el estacionamiento la esperaba su tío Ismael, la saludó con un fuerte abrazo, y la ayudó a subir a la camioneta. Ismael era el hermano menor de su padre y se veían a menudo en Lima. Ahora había ido a recogerla al aeropuerto y la llevaría directamente a Iñapari, en la frontera con el Brasil donde había nacido hacía poco más de veinte años. Mariana luego de intercambiar los saludos de rigor con el tío Ismael, se concentró en el paisaje. La carretera estaba terminada. Ya no recordaba bien la última vez que vino a la selva, revolvió sus memorias y se vio a los seis o siete años, viajando sobre una gran carreta de madera tirada por enormes bueyes que se desplazaban con lentitud en una trocha de barro rojo mojado. ¡Cómo había cambiado el paisaje! La negra cinta de asfalto penetraba interminable por el verde agreste. ¡Quién diría! Más de trece años sin venir y el progreso había llegado al fin a la tierra que la vio nacer. Rió de la tontería que acababa de pensar. Una frase tan trillada solo podía ser producto de su cansancio y la nociva influencia de la carrera de derecho que había decidido estudiar. Sonrió y decidió descansar un poco antes de llegar a la casa de su madre.

Como a las cuatro de la tarde, en un atardecer glorioso de tonos amarillos y rosa, llegó a Iñapari. Se bajó de la camioneta y su madre, doña Rosineide da Souza, la estaba esperando en la puerta de la amplia casa de madera. Se dieron un fuerte abrazo y ambas se llenaron de besos. No veía a su madre desde la última vez que vino a Iñapari. Entraron de la mano, conversando y riendo mientras que el tío Ismael bajaba las maletas. Una vez en la casa cuando se disponía a sentarse escuchó una voz aguda y musical gritando:
– ¡Eh menina! Tira esos zapatos cuando entra a casa.
Volteó y allí estaba sentada con su vestido floreado ligero, el cabello blanquísimo y una enorme sonrisa en una perfecta dentadura oscurecida por el tabaco la abuela Adailta.
– ¡Abuelita! – gritó Mariana mientras se quitaba las sandalias.
– ¡Meu Deus! – exclamó la abuela extendiendo los brazos - ¡Cuánto es que creció esa menina!
– ¡Abuelita linda! – repetía Mariana mientras se lanzaba sobre la abuela y la llenaba de besos y caricias.
– Me cuenta – ordenó la abuela – cómo la está tratando esa cidade tan grande. Ya su mãe me contó que está estudiando, sacando notas todas buenas. Orgullo de sua mãe.

Mariana se acomodó y contó de Lima y lo moderna que estaba, de la casa de papá, de la escuela que había terminado hacía tres años, de su viaje de promoción al Cusco, de su ingreso a la Facultad de Derecho, de sus buenas notas y de lo feliz que estaba de visitarlas ahora. Inteligentemente obvió mencionar a la actual mujer de su padre. Pasaron horas conversando, doña Rosineide preparó café negro, espeso y dulce como se acostumbraba en la casa y doña Adailta fumó un cigarro rubio en su mecedora de madera mientras ambas escuchaban con regocijo las mil historias de la nieta. En una pausa doña Rosineide aprovechó para preguntarle seriamente a Mariana cómo estaba su padre, Mariana contestó con sinceridad que estaba bien. Le iba bien con el negocio de maquinaria pesada desde que había dejado la explotación de madera. Doña Rosineide se quedó en silencio por algunos segundos y la abuela Adailta rompió el hielo:
– Ese hombre era bueno, mas nunca gustó del monte. Nunca llegué a saber con certeza porqué vino a parar en este lugar olvidado de Deus.
– ¡Ay mamá! – contestó con tristeza Rosineide – no diga esas cosas.
Eu falo la verdad filha – contestó la abuela – no gusto de cosa enrolada, no, lo único enrolado que soporto es este meu cabello.
Mariana y su madre echaron a reír y cambiaron rápidamente de tema, doña Rosineide y doña Adailta eran brasileñas. Moisés, el padre de Mariana había conocido a Rosineide cuando esta tenía tan solo dieciséis años y se la había llevado a vivir con él. Cuando renunció a seguir trabajando en la selva a pesar de irle bien con la madera, harto de los mosquitos, las inundaciones, el calor sofocante y los animales extraños, Rosineide no quiso acompañarlo a vivir en Lima. Moisés le rogó quedarse con él. Rosineide lo intentó y fue a Lima pero sólo resistió seis meses, no pudo más y volvió. El estruendo de los autos, el tráfico, el desorden, los edificios enormes, el bullicio, la gente tan bien vestida y educada que era la familia de su marido la hacían sentirse más campesina que nunca. Además la torturaba el triste cielo nublado de la capital y el frio húmedo que calaba sus huesos. Extrañaba el calor de la selva. Lo único que le gustó en esos seis meses eran las discotecas, sus enormes pistas de baile y las impresionantes luces de colores. Ese era el único recuerdo grato que tenía de Lima. Ese y los piropos algunas veces descarados que le lanzaban los limeños poco acostumbrados a unas caderas cimbreantes y musicales como las suyas y a esa gracia tan propia de la mujer brasileña.

Ahora vivía junto a su madre en una espaciosa casa al costado de la que fue alguna vez la casa de su marido. En ella vivía Ismael, que había heredado el negocio maderero y dos sobrinos pequeños también peruano brasileños como Mariana, hijos de Ismael y una guapa mulata compatriota suya de nombre indescifrable: Astrogilda Bonfim.

Al día siguiente, temprano en la mañana entró Astrogilda a la casa como un torbellino tropical, con su tersa piel de ébano y blanquísima dentadura, sonrisa inacabable y una sensualidad etérea que se impregnaba en cada una de las tablas de las paredes, pisos y techo de la casa. Apareció con un apretado short de tela brillante y escarchada que empezaba varios centímetros debajo de ombligo y terminaba a unos escasos milímetros por debajo de su ingle. En el torso sólo un brasier negro adornado con cuentas de vidrio cubriendo esforzadamente su senos abundantes.
– ¡Onde está esa filha de Moisés mulheres! – gritó apenas entró.
– Hola – contestó suavemente Mariana, intimidada por la fuerza volcánica de la personalidad de la mujer. Era la primera vez que veía a la tía Astrogilda. Por alguna razón Ismael siempre se había negado a llevarla a Lima.
– ¡Beleza de mulher! ¡Qué grandona, bonitinha! ¿Me entiende verdad? – dijo hablando a toda velocidad. Sin dejar que Mariana conteste la abrazó y le hizo dar una vuelta sobre sí misma para verla completa.
- ¡Qué chick! ¡Beleza brasileira y modales de princesa!
Mariana se sonrojó y agachó la cabeza
– ¡No agacha cabeza, no, mulher! Nunca debe tener vergonha de sua beleza – agregó la tía.
– Ya déjala en paz Astrogilda – dijo doña Rosineide que estaba preparando el café.
– ¡Ah! – espetó la mujer con desdén, luego se dirigió a Mariana – ¡Eh! eu vou para el festival en el rio. ¿Me acompaña?
– ¿Festival? – preguntó Mariana.
– El festival de playa – comentó la madre – Y no Astrogilda, Mariana se va a quedar con nosotras. Además el festival dura tres días. Mañana podemos ir todos.
– ¡Mamá! – dijo con tono lastimero Mariana.
– ¡Mamá! – imitó Astrogilda intentando hablar sin su acento brasileño y estallando en una carcajada burlona.
Deija a menina salir – dijo impaciente, desde su mecedora, doña Adailta – ¿O acaso você olvidó cuando tenía esa edade?
Doña Rosineide asintió con la cabeza y le regaló una sonrisa cómplice a su hija. Astrogilda pidió licencia para ir a cambiarse mientras la muchacha hacía lo mismo. Mariana aprovechó para ponerse esas tangas que casi nunca se ponía en Lima y que estaba segura que ahora lucirían conservadoras al lado de los hilos dentales que las brasileñas usaban en las fotos que su papá le había mostrado tantas veces. Se colocó encima un holgado short de algodón crema y una blusa de lino blanco. Colocó en su cartera el bloqueador solar, unas cremas, lápiz labial, repelente y, ¿por qué no?, un preservativo.

Se despidió de su madre y la abuela y salió fuera de la casa. Ya la estaba esperando la tía Astrogilda quien no había hecho otra cosa que colocarse un top casi del mismo tamaño del brasier, encima de este y varios litros de perfume.
– ¿No llevas ropa de baño? – preguntó Mariana.
Sim, esta es – dijo Astrogilda al mismo tiempo que desplazaba el short unos centímetros hacia abajo y mostraba una diminuta tira de tela negra, a la vez que sonreía coquetísima con todos sus hermosos dientes blancos.

Una vez en el rio, pasearon por horas, bebieron cervezas heladas y compraron unos curiosos suvenires consistentes en una especie de jarros de aluminio, con el logotipo del festival y con un forro interior de espuma plástica donde se depositaban las latas de cerveza y se mantenían frías ante el implacable calor de la selva. Bailaron con la música que brotaba de los enormes parlantes en el estrado ubicado muy cerca al rio, que por la época tenía muy poco caudal. Astrogilda le presentó varios muchachos peruanos y brasileños, sin embargo Mariana no le prestó especial atención a ninguno, se sentía bien en medio de tanto calor, de tanta gente diferente y simpática, muchachos negros o mulatos con chicas rubias y viceversa. En la universidad donde estudiaba eso no sería posible. Pensaba en cuánto le faltaba al Perú y a Lima para superar las barreras del color de piel. Ella misma se había sentido superior muchas veces frente a otros, olvidando el color canela de su propia madre y la sangre mulata oscura de la abuela Adailta. Había tenido suerte al heredar la piel blanca y los cabellos castaños claros de su padre. Ahora se mezclaba entre estos muchachos atractivos de piernas fuertes, morenas, de cabellos ondulados y ojos negros rodeados de cautivadoras cejas pobladas. También llamaban su atención los muchachitos rubios, de ojos azules o verdes cristalinos y piel blanca perfectamente bronceada, que a diferencia de la capital, se codeaban con naturalidad con peruanos y bolivianos de todos los colores. Estaba feliz. Bailó forró durante horas y bebió cerveza hasta que atardeció y en el estrado se instaló el grupo musical de moda de la región. Astrogilda era una bailarina incansable y ella no quería quedarse atrás. Disfrutaba la fiesta y la atención de todos los muchachos que la invitaban a bailar e intentaban enamorarla. Hasta que de pronto, frente a ella apareció una silueta que la dejó sin aliento: Un muchacho guapo, claro, alto, de espalda y hombros fuertes, brazos gruesos y piernas firmes la miraba directamente a los ojos. Estaba impecablemente vestido de blanco. En su cabeza, a pesar de ser de noche, tenía un formidable sombrero de cuero y colgando del cinto una especie de funda de cuero también, como si portara una espada. Mariana bajó la vista nerviosa y le dijo a Astrogilda que volvería pronto, pues precisaba ir al baño.

Luego de hace la larga cola para el uso del baño portátil, y de regreso a la zona de baile, escuchó una voz susurrante y estremecedora que la llamó por su nombre. Volteó y se encontró cara a cara con el muchacho de blanco que había visto antes y que ahora la saludaba con una sonrisa, él tomó su mano delicadamente y la besó mientras le decía en portugués algo ininteligible. Mariana en su nerviosismo solo atinó a decir que no entendía.
– ¿No habla portugués la señorita? – dijo el joven en un español cantado pero comprensible.
– No – contestó Mariana – entiendo un poco pero si habla despacio.
– Yo hablo español señorita – contestó él y continuó – estoy encantado de poder saludarla y presentarme, yo me llamo Marcio.
Mariana soltó una carcajada cuando Marcio luego de su presentación hizo una teatral venia colocando un pie detrás del otro al mismo tiempo que inclinaba la cabeza y ponía una mano a la altura del estómago.
– ¿Y cómo sabe mi nombre señor Marcio? – preguntó más calmada Mariana.
– Su tía me dijo – contestó señalando el lugar donde eufórica bailaba Astrogilda.
– Entiendo.
– ¿Danzaría usted con este servidor? – preguntó Marcio.
– Claro – dijo Mariana – pero tienes que actualizar tu español. Es muy antiguo.
Ambos rieron mientras iban a bailar.

* * *

Ya cerca de la media noche, Mariana luego de bailar todos los ritmos posibles con Marcio y compartir con él un número no preciso de cervezas, le dijo que ya debía retirarse. Marcio sonrió y le pidió que lo acompañe un rato más para conversar unos minutos antes de irse. Mariana asintió y dejaron atrás el baile y caminaron tomados de la mano por la arena de la orilla del rio Acre. La noche estaba estrellada, preciosa. La superficie apacible del rio reflejaba una romántica luna menguante. Marcio se dejó caer sentado sobre la arena e invitó a Mariana a sentarse. Ella aceptó, él empezó a hablar en su español arcaico de las estrellas, de los nombres con la que los indígenas las conocían, le contó historias del rio y del bosque. Le habló de épocas inmemoriales cuando el hombre occidental no había llegado a estas tierras, de animales de formas difusas y nombres impronunciables. Mariana escuchaba estática, hipnotizada, encantada con ese mozo tan interesante, amable y educado pero a la vez sencillo y humilde. Mientras hablaba no dejaba de mirar sus labios carnosos, su nariz afilada, su piel húmeda y cálida. De pronto Marcio volteó y la besó. Ella le correspondió. Sintió sus manos atrevidas buscando bajo su ropa e intentó detenerlo, pero él le susurró al oído las cosas más bellas del mundo. Se perdió en su aliento, en sus palabras que ya no eran en español y que le decía en portugués lo bonita que era, que describían en poesía lo suave de su piel, lo brillante de su cabello, lo profundo de sus ojos, lo sereno de su sonrisa. Lo abrazó con fuerza y sintió bajo su vientre un sólido hierro candente que acabó con sus últimas evasivas y sólo atinó a estirar la mano en busca de su cartera, tratando de encontrar el preservativo, pero ya era tarde, un torbellino de placer y deseo la envolvió dejándola rápidamente sin control ni conciencia.

Cerca de las cuatro de la mañana y luego de haber hecho el amor bajo las estrellas por horas, Mariana abrazó a Marcio y se mordió los labios viendo su propio cuerpo desnudo al lado de este incansable hombre rebosante de fuego y pasión. Recorrió con los ojos sus muslos, su sexo en reposo, su vientre plano, su pecho formidable, su rostro hermoso y dejó escapar una risita al ver que Marcio seguía con el sombrero puesto.
– Quítate eso – le dijo.
– Marcio sonrió y sin hacerle caso se levantó. Caminó desnudo hacia el agua que le llegaba a las rodillas, se sumergió lentamente y se incorporó dejando ver su cuerpo brillante. Mariana no pudo evitar sentir una nueva oleada de deseo al ver las gotas de agua corriendo por el cuerpo de ese magnífico espécimen.
– Debo irme ya señorita, va a amanecer – dijo Marcio al volver a su lado, mientras recogía su ropa.
– Deja ya de llamarme de usted – reclamó Mariana mientras Marcio sonreía como siempre – ¿Me das tu número? – preguntó impulsivamente, arrepintiéndose de inmediato y trató de aclarar:
– Para llamarte y, si se puede, salir estos días, me quedo una semana en Iñapari.
– Yo la buscaré señorita – contestó Marcio. Se acercó y le dio un beso apasionado. Mariana le correspondió y luego se quedó mirando como el hombre se alejaba caminando lentamente por el medio del rio, con sus ropas en las manos, desnudo, con un sombrero de cuero por toda prenda y se perdía en la oscuridad de la noche rio arriba.

* * *

Mariana se vistió rápidamente. Caminó por la arena sonriendo y mordiéndose los labios por causa de la travesura que acababa de hacer. “Razón tenía papá” se decía recordando todas las veces que su padre le había dicho que tarde o temprano le saldría lo brasileña.

Llegó cerca al estrado y la fiesta estaba en sus últimos estertores, buscó a su tía y no la encontró por ningún lado. Alrededor hombres y mujeres caminaban y bailaban cayéndose de la borrachera, algunos yacían dormidos en la arena. Miró alrededor, y cuando estaba a punto de irse sola, se le ocurrió ir a mirar detrás del escenario. Allí descubrió a Astrogilda desnuda de la cintura hacia abajo y con el brasier por el cuello montada y ensartada sobre un moreno bajo y musculoso que, de pie apoyado en la estructura del estrado, la sostenía de las nalgas con sus poderosos brazos, ambos perdidos en sordos e intensos jadeos y gemidos.
– ¡Tía! – gritó Mariana
Astrogilda volteó y le hizo una seña de molestia para que se retire, sin dejar de menear las caderas sobre el moreno. Mariana aturdida regreso a la zona de baile y esperó. Minutos después vino su tía acomodándose la ropa y le sonrió con una naturalidad que la dejó indignada. Mariana molesta empezó a caminar rápida rumbo a casa y Astrogilda la siguió. Cuando la alcanzó la tomó por el hombro y le dijo:
– ¡Hey menina! Você vai ficar bien callada ¿verdad?
– ¡Tía!
– ¡Me ayuda! Por favor sobrinha linda. No es maldad con seu tío, no. Es sólo transar, sólo sexo como vocês falan.
– ¡Pero tía! ¿Te das cuenta lo que me pides?
– ¡Por favor! – volvió a decir y juntó sus manos con una expresión de mística santa medieval que arrancó una carcajada en medio de la cólera de Mariana.
– ¡Eres una puta tía! Por eso el tío Ismael no te lleva a Lima – replicó con tono cómplice.
– Soy una puta gostosa. Y así es como gusta tu tío – contestó con su enorme sonrisa la tía Astrogilda.

* * *

Al día siguiente Mariana volvió al festival con Astrogilda, doña Rosineide y doña Adailta. Caminaron por los puestos de comida, bebieron un poco y bailaron también, pero ya no como el día anterior. Doña Rosineide se había puesto un bonito bikini y orgullosa notaba que todavía atraía miradas, pues con sus treinta y ocho años conservaba bien las formas. Quien no las conociera pensaría que madre e hija eran tan sólo amigas. Mariana, sin embargo, durante todo el día buscó a su joven amante entre la gente y no lo encontró. Entrada la noche se acercó a su tía y le preguntó acerca de Marcio.
– ¿Marcio? No sé de quien me fala sobrinha.
– El muchacho con el que estuve bailando anoche tía.
– No vi, no.
– ¿No conoces ningún Marcio?
– Sí, mas como ese que você fala… no. Pero ahora você va a contar tudo para mí…

Luego de contarle lo sucedido a su tía, Mariana quedó triste y desilusionada. Astrogilda haciendo gala de discreción no hizo comentario alguno. El domingo tampoco lo vio. Nunca más volvió a saber de Marcio y no le quedó ánimo para salir con ninguno de los otros muchachos que la invitaban. Pasó el resto de la semana casi todo el tiempo en casa; con la esperanza de encontrarlo, paseó algunas veces con la abuela por la pequeña ciudad y sus calles de barro sin éxito y finalmente, terminadas las breves vacaciones, se despidió de todos y regresó a Lima.

* * *

En una calurosa y sofocante tarde de setiembre, mientras doña Adailta se abanicaba sentada en la mecedora, el rugido de una camioneta estremeció la casa. La abuela y doña Rosineide salieron de prisa de la cocina y ambas quedaron pasmadas viendo una camioneta cubierta de barro que frenaba prácticamente sobre la entrada y de ella descendió raudo Moisés Cáceres con una expresión furiosa en el rostro, azotando la puerta del vehículo al tiempo que de la otra puerta y con la cabeza baja aparecía Mariana, demacrada y pálida.

Moisés entró hasta la cocina sin saludar y sin quitarse las botas. Detrás de él Mariana, doña Rosineide y doña Adailta. Moisés señaló una silla con un gesto firme y Mariana sin decir palabra se sentó allí. Luego con las manos en la cintura encaró a doña Rosineide y le soltó la noticia en la cara:
– ¿Para eso te la mando? ¡Está embarazada carajo! Dos meses. Quiero que me lleves de inmediato a la casa de ese tal Marcio. ¡En este momento!
– ¿Qué Marcio Moisés? Yo no sé nada de ningún Marcio.
– ¿Cómo no vas a saber? ¿Así cuidas a tu hija?
– ¡Nuestra hija Moisés!
En ese momento entró a la cocina Ismael arrastrando del brazo a Astrogilda que se resistía a caminar.
– ¡Habla mujer! – exigió Ismael - ¡Di todo lo que sabes!
Aterrada Astrogilda se quedó callada mirando al suelo. Luego empezó muy despacio a decir:
Foi o boto cor de rosa.
– ¿Qué? – reaccionó sorprendido Moisés – ¿de qué mierda está hablando tu mujer? – preguntó dirigiéndose a Ismael
– Es un mito regional – contestó Ismael – el boto es un animal parecido al bufeo colorado de nuestra amazonía, una especie de delfín de rio.
– No es mito – aclaró con voz firme doña Adailta
– ¡No me vengan con huevadas! – gritó exasperado Moisés – por última vez, ¿Dónde encuentro al tal Marcio?
Se hizo un silencio denso en la habitación. Moisés escupió al piso y salió del lugar con prisa rumbo a la camioneta y las mujeres se miraron entre sí con preocupación. Pocos segundos después volvió a entrar a la cocina con una escopeta entre las manos. Se dirigió a Astrogilda y le espetó:
– ¡Habla carajo o aquí va a suceder una desgracia!
Não sei señor – contestó aterrada la mujer.
– Me escucha Moisés – dijo doña Adailta – el boto existe. Me deja falar con su filha.
Doña Adailta se dirigió a su nieta:
Fala para mí menina. Este hombre que te engravidó ¿era alto, claro, bonito, vestido de branco?
– Sí abuela.
– ¿Y usaba sombrero de cuero?
– Sí.
– ¿Se quitó el sombrero?
– No abuela.
– Fue el boto cor de rosa señor Moisés – dijo con pesadumbre la abuela dirigiéndose al enfurecido padre.
– ¿De qué está usted hablando? – interrogó Moisés desconcertado
– Usa el sombrero para tapar el hueco en su cabeza, el orificio por el que respiran – dijo con calma doña Rosineide mientras caminaba a atender a su madre que había palidecido y le costaba trabajo sentarse en la mecedora.
– ¡Qué demonios! ¡Ustedes se están burlando de mí! – dijo aprensivo y nervioso Moisés – ¡no me vengan con cuentos de indios ignorantes! ¡Ustedes quieren proteger al tipo que embarazó a esta!
– No son cuentos, não – dijo doña Adailta con dificultad y con lágrimas en los ojos.

Moisés no quiso escuchar más. Tomó del brazo a Mariana y la subió a la camioneta a empellones. Encendió el vehículo y partió. Se pasó cuatro días completos buscando casa por casa a Marcio. Nadie daba cuenta de él. Ninguna persona parecía conocer a alguien de esas características, ni en Iñapari, ni en el lado brasileño y menos en el triste pueblito de la frontera boliviana. Habló con la Policía Federal del Brasil, prometieron ayudar pero no garantizaban nada. Mariana era una adulta y no podían intervenir directamente en el caso. Al quinto día, Moisés se encerró en la cocina de la casa con Mariana, luego de varias horas el sordo estruendo de la escopeta Winchester de dos cañones de Moisés Caceres remeció los horcones de la casa. Doña Rosineide fue la primera en llegar corriendo y trató de entrar sin conseguirlo, Ismael apareció segundos después y derribó la puerta. En el suelo estaba el cuerpo inerte de Moisés ensangrentado y Mariana de rodillas lo abrazaba y llorando le pedía perdón.

viernes, 8 de abril de 2011

TRAFICO (Cuento)

Alicia nerviosa tocó la puerta de la habitación treinta y siete del hostal. A los pocos segundos abrió un hombre joven, delgado, mestizo, moreno, de cabello negro grasiento y sin afeitar.
– ¿Señora Alicia? – preguntó el hombre.
– Sí – contestó ella abriéndose paso primero tímidamente a través de la entrada, luego prácticamente empujando al sujeto que se hizo a un lado para dejarla pasar. Miró alrededor, una cama pequeña, un ventilador en la pared y una puerta de madera con claras señales de podredumbre que seguramente daba al baño. Fijó la vista particularmente en la maleta azul que estaba apoyada en la pared, enorme, nueva, reluciente y exactamente igual a la suya, con la única diferencia de que la propia era verde.
– Estoy esperando desde temprano – señaló el tipo con voz cansada – mi nombre es Abraham, Oscar me dijo…
– Ya sé lo que dijo – interrumpió la mujer – Oscar es mi marido, ¿sabes no?
– No, no sabía.
– Pues ahora lo sabes Abraham. Mira esto es trabajo y quiero que termine rápido. Cierra bien la puerta y vamos a comprar los pasajes.

Salieron del sucio hostal, Alicia le dio indicaciones para que la siga de lejos, sin conversar ni nada parecido, se acercaría sólo si se lo indicaba. Caminaron bajo el implacable sol de la selva, atravesando el mercado de frutas. El bullicio y la música estridente de los puestos parecían incrementar el calor. Llegaron a las oficinas de la empresa del transporte, Alicia hizo una seña para que su acompañante espere en la puerta del establecimiento, se acercó y compró dos pasajes para Rio Branco, uno para ella y otro para Abraham, escogió los asientos siete y veintidós. Al salir se los mostró discretamente a Abraham y le susurró:
– Ve al hotel, tienes que estar aquí a las doce en punto, con tus cosas y la maleta, toma cincuenta soles para que pagues el hotel y comas algo.

Alicia, hizo un gesto de despedirse y fingió irse del lugar, pero se detuvo un poco más allá y regresó para observar a Abraham, lo siguió de lejos mientras éste entraba al mercado, vio como se compró un sándwich y un jugo de frutas. Luego lo siguió mientras se paseaba por los puestos preguntando precios de cosas distraídamente y luego hasta que se aseguró de que entrara al hostal. Sacó su celular y marcó el número, timbraba pero no contestaba nadie. Se puso nerviosa. Insistió, esta vez tampoco obtuvo respuesta. Colgó. Pensó que tal vez Oscar estaba ya en la carretera. Guardó el celular en su cartera y se dirigió al hostal donde se había hospedado, cerca al de Abraham, para darse un baño y recoger su maleta también.

Alicia en la habitación se desnudó, a sus veintisiete años se sentía infinitamente vieja, se miró en el espejo, su vientre flácido, recorrió con sus dedos las cicatrices y marcas de sus tres partos, miró con vergüenza las estrías en su piel y la celulitis en sus muslos; su senos habían perdido el vigor de la juventud, ahora parecían trozos de carne colgados a su pecho y todo su cuerpo había ganado peso. Su memoria retrocedió sólo cinco años atrás, y se vio joven y esbelta, cuando era la estudiante más deseada del instituto de contabilidad allá en La Merced, usaba minifaldas, mostraba pícaramente sus torneadas piernas y no tenía ningún recato en ponerse esas diminutas blusitas escotadas. En esos tiempos fue que conoció a Oscar. Pensó en sus tres hijos pequeños, sobre todo en el menor de tan sólo diez meses. A los tres los había dejado al cuidado de su hermana mientras se embarcaba en esta temeraria aventura. Tomó aire, se cubrió con la toalla e insistió una vez más con el celular. Nuevamente no obtuvo respuesta. “Debe estar en la carretera” pensó y se fue a duchar.

Cuando terminó de secarse el cabello Alicia se sentó en la cama, miró fijamente la enorme maleta verde. Le parecía escandalosamente nueva. En el viaje anterior habían pasado con mochilas usadas, ¿por qué a Oscar se le había ocurrido usar estas maletas esta vez? La levantó con un poco de esfuerzo y la colocó encima de la cama. Sintió en su nariz el acre olor de la sustancia y la abrió. En su interior Oscar había acomodado un par de charangos, algunas quenas, varias artesanías de cuero y madera, aretes de semillas y plumas. Palpó la parte interna de la tapa y la sintió húmeda y melosa al tacto. Era una mala señal. Ya en Lima había notado que la tapa tenía una abertura en una unión de la costura, en aquel momento ya Oscar había salido rumbo a Cusco y tuvo que salir sola a toda prisa a comprar pegamento en un mercado cercano; para su sorpresa era un mercado mayorista, nadie quiso venderle lo que necesitaba por unidad, en su desesperación compró un paquete de seis tubos pequeños de pegamento instantáneo y seis ambientadores en aerosol. En aquel entonces roció la maleta abundantemente, por dentro y por fuera, y trató de pegar la abertura de la mejor manera posible. Ahora hizo lo mismo, abrió un tubo de pegamento instantáneo y trató de sellar con cuidado la tela que se había vuelto a despegar en el viaje hasta Puerto Maldonado. Miró el reloj y se dio cuenta que faltaba poco para las doce, metió los aerosoles y pegamentos en la maleta a toda prisa. Se visitó y salió de la habitación llevando su cartera, una pequeña bolsa de mano con algunas prendas y ropa interior y arrastrando la enorme valija.

Al llegar al terminal no vio a Abraham, se preocupó un poco pero sospechó que ya había subido al bus, sin embargo se percató que no podía ser, ya que ella tenía ambos boletos. Se sentó en una banca de madera y esperó. Había sido una tonta, ahora toda la gente la vería entregándole el boleto y además ambos tenían maletas idénticas. Luego de unos minutos lo vio llegar. Arriesgándose se levantó dejando la maleta en el piso. Caminó hacia él y le entregó rápido el boleto y le ordenó que suba de inmediato. Al intentar subir el controlador obligó a Abraham a dejar la maleta en la bodega, el bus estaba provisto de compartimientos superiores demasiado pequeños como para una maleta de esas dimensiones. Lo mismo sucedió con Alicia minutos después a pesar de sus reclamos. “Definitivamente la cosa no andaba bien” pensó.

Ya en el bus escuchó el pitido de su celular. Lo revisó y tenía un mensaje de texto de Oscar: “Pasamos la frontera y el control con éxito, estamos en Brasil rumbo a Rio Branco. Suerte.” Respiró aliviada. Reclinó el espaldar de su asiento y se acomodó. Cerró los ojos. Mientras el bus se ponía en movimiento recordó la primera vez que pasaron la mercadería al Brasil, hacía ya poco más de dos meses. En esa oportunidad fueron los dos solos. Llevaron un par de mochilas medianas también rellenas de artesanías. No pasó nada, Oscar supo cuidarla y no dejar que se ponga nerviosa, la tranquilizaba siempre y le cambiaba de tema y la hacía reír. Llegaron a Rio Branco y un traficante de allá recogió ambas mochilas y les entregó mil quinientos dólares y pasajes para volver a Puerto Maldonado. Ese dinero había servido para pagar muchas deudas de la casa. Ahora iban a recibir más del doble, pero el riesgo era mayor y además tenían que compartirlo con Abraham, al que Oscar había reclutado en Lima y María, una Tingalesa que Oscar también había conocido hace poco en La Merced y a la que había convencido para hacer el trabajo. Se habían repartido las labores. Oscar pasaría primero vigilando a María y ella vigilaría a Abraham hasta Rio Branco.

Oscar le había entregado antes de salir un chip de telefonía celular brasileño para comunicarse con él cuando cruzara la frontera. Lo sacó de su envoltorio y a modo de distracción lo colocó cuidadosamente en su celular, mientras lo hacía pensaba en esas dos maletas tan llamativas en la bodega del bus. Pensó que si Oscar y María habían pasado sin problemas con unas maletas similares, ellos tampoco tendrían dificultades. Además la última vez se percató que los policías del punto de control fronterizo peruano, agobiados por el calor tropical, solían escoger una maleta al azar, la palpaban de mala gana y autorizaban al bus a seguir su camino. Su mayor temor era la Policía Federal de Brasil, había escuchado que eran más acuciosos, aunque cuando ella pasó con Oscar el trámite fue muy rápido y no recordaba mayor demora o revisión.

Forzando su postura, Alicia volteó medio cuerpo, vio a Abraham en su asiento, pensativo, mirando el paisaje a través de la ventana del bus. ¿Estaría consciente de lo que llevaba en la maleta? No parecía preocupado. Pensó en María, era muy joven, tal vez veintidós años, parecida a ella misma cuando tenía esa edad. Como todas las chicas de Tingo María tenía una belleza felina perturbadora, era blanca, pecosa, el cabello castaño largo y los ojos verdes intensos. Oscar le había comentado que ella no tenía intención de regresar al Perú. Luego de la entrega había planeado quedarse en Brasil y buscar hacer una vida nueva allí. El dinero del trabajo le serviría para empezar. Nuevamente recordó a sus hijos y los extrañó profundamente; recordó sus risas, sus travesuras y sus malcriadeces, sonrió mientras se adormitaba con el sordo ruido del motor del bus y el sueño finalmente la venció.

Cuando llegaron al puesto de control, la despertó el empujón producido por la frenada del enorme bus. Se limpió el rostro con un paño de mano y se alistó para bajar, había pocos pasajeros peruanos y varios brasileños. Esperó pacientemente que caminaran los que ya estaban en el pasillo y luego se acomodó entre la fila, avanzó lentamente y bajó. De reojo trataba de no perder de vista a Abraham. Un policía amable les indicó la oficina de migraciones para que registren su salida del Perú. Se apresuraron a formar una fila mientras algunos cruzaban la pista para comprar refrescos o alguna vitualla en los pequeños kioscos de madera. Otros aprovechaban para cambiar soles por reales. Alicia en la fila pensó en Oscar. A estas horas ya debería estar en Rio Branco. Pasando el control de Assis Brasil lo llamaría.

Al terminar el trámite en migraciones, caminó hacia el vehículo. Su corazón empezó a latir rápidamente cuando vio al controlador del bus con cuatro policías parados frente a éste y a su costado un hombre de corbata, chaleco azul y con una cinta alrededor del cuello. Era un fiscal. El controlador le preguntó si la maleta verde era suya. Ella movió la cabeza afirmativamente, sin decir palabra. El que parecía tener mayor rango de los policías le preguntó educadamente si podían revisar la maleta y que por favor se acercara mientras el controlador la retiraba de la bodega. Alicia sentía sus piernas temblar. El policía palpó la superficie y acercó el rostro, su expresión cambió, miró al fiscal y a Alicia e hizo un gesto afirmativo. El fiscal se acercó a Alicia y le pidió también de forma educada que la acompañe a las oficinas del puesto de control de la policía. En el interior le pidieron que ella misma abriera la maleta. Al hacerlo aparecieron ante ella los ambientadores y el pegamento, recordó que en uno de los bolsillos internos también estaban las boletas de venta a su nombre y que había olvidado destruir en el hotel. El policía que asistía al fiscal se colocó unos guantes de goma y con un hisopo recogió muestras de la superficie interna de la tapa de la maleta. Lo introdujo en una pequeñísima botella de vidrio y esta inmediatamente se coloreó de azul. El fiscal volteó y le pidió que guarde la calma, la invitó a sentarse en una silla de madera y le explicó con detalle que el procedimiento químico que acababa de ver significaba que la maleta estaba impregnada de clorhidrato de cocaína. Luego le indicó que iba a proceder a leerle sus derechos y que llamarían al defensor de oficio. Alicia no pudo escuchar la última parte, se desvaneció en el preciso momento que Abraham también entraba a la oficina cargando su maleta y escoltado por dos policías.

Horas más tarde, luego de haber firmado innumerables actas y formatos, de haber negado saber que las maletas contenían droga, le informaron que sería trasladada junto con Abraham a la sede de la Policía Especializada Antidrogas, luego de que le colocaran las esposas la abogada defensora del Estado se acercó y le preguntó discretamente:
– ¿Tiene usted algún enemigo en esta zona señora?
– ¡No! – contestó inmediatamente.
– Qué raro – replicó la abogada – el Capitán me acaba de decir que esta intervención es producto de un “soplo.”

Alicia no pudo contestar, un policía la tomó del brazo y la condujo hasta la camioneta de la fiscalía. “Un soplo”, pensó. ¿Pero quién? El único que sabía era Oscar. Una vez que se sentó en la camioneta le vino a la mente que en Lima, cuando recibieron las cuatro maletas, notó que las que llevó Oscar no tenían olor. En ese momento no le dio importancia pero ahora… recordó otros detalles, la discusión que tuvieron por la excesiva confianza entre Oscar y María durante el poco tiempo que estuvieron reunidos los tres y que le molestó terriblemente, él no le dio importancia y hasta se burló de ella. Las constantes quejas de Oscar por los hijos, por la situación, por las deudas. Fue atando cabos. Ya oscurecía y las siluetas de los árboles de la selva se confundían con el horizonte, los ojos se le humedecieron, se imaginó a Oscar y María desnudos en una cama de hotel en Rio Branco, riéndose de ella, a sus hijos abandonados a su suerte y sin querer le dijo al policía que estaba a su lado:
– Me han tendido una trampa.
El policía se limitó a encogerse de hombros mientras la camioneta se ponía en movimiento.

jueves, 7 de abril de 2011

EL SUEÑO DEL CELTA Y LA PESADILLA DEL CAUCHO

Recién terminé de leer “El sueño del celta” de Mario Vargas Llosa, una notable novela donde se cuentan las experiencias de Roger Casement, un irlandés que a fines del siglo XIX y principios del XX, adelantándose a su época, hizo una férrea defensa de los derechos humanos de los indígenas del Congo y de la Amazonía. Adicionalmente fue uno de los precursores de la independencia de Irlanda. Evidentemente no voy a hacer una extensa reseña o resumen del libro, el que desde ya recomiendo totalmente, con la simple atingencia que aparece un poco pesado en sus primeras treinta o cuarenta páginas (por lo menos eso me pasó a mi) pero luego se torna muy ágil y entretenido, atrapando magistralmente al lector con el desarrollo de los hechos, lo que es un sello inconfundible de nuestro notable escritor arequipeño.

Gran parte de la novela relata el paso de Casement por la Amazonía peruana, en particular la ciudad de Iquitos y los campamentos caucheros del Putumayo. Lugares donde aparentemente se exterminó inmisericordemente a gran parte de la población nativa, que según los datos que se brindan habría sido reducida a de aproximadamente cien mil habitantes a menos de diez mil, todo ello llevando a cabo prácticas abusivas, vejatorias y humillantes, además de políticas esclavistas y desde todo punto de vista inhumanas.

Todo ello me llevó a pensar en Madre de Dios, donde actualmente vivo. Este olvidado departamento tiene una historia similar a la del Putumayo. Mucho se ha hablado por ejemplo del aventurero peruano Carlos Fermín Fitzcarrald, quien es reconocido como un pionero explorador de la selva de esta zona. Incluso una provincia (en la que nació) lleva su nombre. De igual manera llevan su nombre calles, avenidas y plazas en todo Madre de Dios. Triste es averiguar que no sólo fue un pionero, sino que además se enriqueció notablemente y de manera muy rápida mediante la explotación del caucho. Esto no tendría nada de negativo si no fuera porque los procedimientos de la época implicaban el exterminio de las tribus nativas de la selva peruana. Se utilizaba entonces la común práctica de intervenir con patrullas de civiles caucheros armados las tribus de nativos, tomando como prisioneros a los hombres y llevándose a mujeres y niños a los campamentos como rehenes. Se obligaba a los nativos a salir al monte a recolectar el caucho y entregarlo a los capataces, caso contrario no podrían ver a sus mujeres e hijos. No se pagaba remuneración alguna, no se les proveía de alimentos y se azotaba, castigaba o simplemente asesinaba a quienes no cumplían con la cuota de caucho establecida por los patrones.

Por si esto fuera poco, las prácticas de los caucheros (o shiringueros como se les llama en esta zona) se asemejaban mucho a las de los campos de concentración nazis. Hace un par de años conocí a personas que me contaron cómo sus padres y abuelos, colonos en la zona, habían sido testigos de cómo los principales shiringueros de la zona de Iberia, se divertían haciendo tiro al blanco en el cuerpo de los nativos que cruzaban los fundos o escapaban hacia el monte. Lo más triste es que quienes me contaban estos hechos, lo hacían con una sonrisa en la cara como si se tratase de un evento divertido.

Se le reconoce a Fiztcarrald haber descubierto rutas fluviales en la Amazonía, pero resulta evidente que esto y su, a todas luces, ilícito enriquecimiento, estuvieron sustentados en el exterminio y abuso de los miembros de las tribus de la zona. Fue dinero sangriento el que conformó el notable patrimonio de Fitzcarrald, y al que, conforme nuestra cuestionable idiosincrasia, todavía homenajeamos con nombres de escuelas, calles y plazas.

A veces para un citadino es difícil imaginar cómo es en realidad la vida en la selva y cómo conviven con ella las tribus indígenas. Las imágenes que se pueden ver en la televisión eventualmente no hacen justicia a la realidad que se vive en estos parajes. Es doloroso imaginar a seres humanos acostumbrados a la recolección de frutos, a la caza para la subsistencia y el cultivo de la yuca, ser un día atrapados como animales por hombres blancos o mestizos, ver destruidos sus hogares, violadas sus mujeres e hijas, asesinados sus ancianos y niños pequeños, ser obligados a recolectar caucho e impedidos de seguir desarrollando sus actividades, los caciques embrutecidos por el aguardiente proveído por sus propios explotadores, sus tierras canjeadas por cuentas de vidrios y ropas occidentales. Sin servicios médicos o educativos; todos ellos sometidos por el miedo. Resulta fácil afirmar que los años de la fiebre del caucho en la selva tuvieron en ellos un efecto mucho más pernicioso en poco tiempo que los quinientos de dominación española en los indígenas del altiplano.

Actualmente vivo en la provincia del Tahuamanu, en el distrito de Iñapari, a sesenta kilómetros del distrito de Iberia. Iberia recibe ese nombre debido a que en un inicio la zona era explotada por caucheros bolivianos, quienes habían traspasado la frontera en vista de que la zona tenía una muy importante concentración de árboles de shiringa o caucho. Estos caucheros bolivianos liderados por unos hermanos de apellido Suarez expulsaron de la zona a la tribu de los Tahuamanu que vivían al margen del rio del mismo nombre y al que debe su designación la provincia. A principios del siglo XX dos hermanos españoles Baldomero y Máximo Rodríguez (sí ese mismo Máximo Rodríguez que deben estar pensando los arequipeños que leen esto) explotaban caucho en las riberas del rio Madre de Dios, en lo que hoy es Puerto Maldonado, pero al haberse agotado la producción deciden avanzar al norte, encontrando a los bolivianos en el fundo Adriozola en el margen sur del rio Tahuamanu, en el margen norte había un campamento de shiringueros brasileños. Premunidos todos ellos con armamento, se produjo un enfrentamiento casi militar, siendo expulsados tanto bolivianos como brasileños y estableciéndose en la zona los hermanos Rodríguez, quienes a su vez cambiaron el nombre del fundo y le pusieron el de Fundo Iberia, en remembranza de su tierra de origen.

Como los Tahuamanu habían sido expulsados, no se les ocurrió mejor forma de encontrar mano de obra gratis, que trayendo indígenas desde lo que hoy es Ucayali. Cientos de Shipibos fueron esclavizados de esta manera, más adelante se abrió la ruta de trocha hacia Iñapari (sesenta kilómetros al norte) donde también se procedió al sistemático exterminio de la tribu Iñapari, de la cual el último sobreviviente murió solo y abandonado, sin homenaje alguno, hace poco más de tres años, meses antes de que yo arribara a estas tierras.

No sé si las personas que leen esta nota tienen una clara idea de lo que es una hectárea. Imagínense un cuadrado de cien metros por lado, esa es una hectárea, diez mil metros cuadrados. Pero es mejor una imagen: Un campo de fútbol tiene normalmente hasta ciento veinte metros por noventa de ancho, es decir más o menos diez mil metros cuadrados. Entonces una hectárea es equivalente aproximadamente a un campo de fútbol. Ahora que el lector tiene la imagen en la mente, piense que Máximo Rodríguez llegó a ser dueño de entre trescientas y seiscientas mil hectáreas de terreno en la zona de Iberia y aledaños. Es decir el equivalente a seiscientos mil campos de fútbol. Tierra que en realidad fue, y creo yo sigue siendo, propiedad de los Tahuamanu, Iñaparis, Marinahuas y todas las etnias de esta zona del país.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, en la década de los cincuentas del siglo pasado, seguramente como consecuencia de los juicios de Núremberg, y sabiendo el Estado Peruano que era un cómplice de los abusos de los caucheros, este intervino por fin en la zona, colocando las primeras oficinas públicas y devolviendo a los pocos Shipibos que quedaron a su lugar de origen en Ucayali. Adicionalmente para esta época ya el latex de caucho asiático y sus equivalentes sintéticos habían desplazado, felizmente, por completo el caucho peruano.

Se ha dicho que la época del caucho fue una oportunidad de oro desperdiciada para que el Perú saliera del subdesarrollo. Los políticos que afirman esto ignoran, o prefieren ignorar, el enorme costo social de esa aparente bonanza económica: La aniquilación de incontables etnias originarias de la selva, mediante los mecanismos más perversos posibles, así como la pérdida definitiva de sus artes y costumbres.

Hoy en día en toda la zona del Tahuamanu no se sabe con exactitud cuántos indígenas fueron exterminados en la época de la fiebre del caucho, sobreviven tribus de Manchineris, Marinahuas y Jaminawas, un poco más lejos Asashaninkas y ojala muchos desconocidos “no contactados”. El Perú lamentablemente no ha hecho nada al respecto, en términos de política de estado. El Brasil por su parte ha asumido su responsabilidad por el exterminio de indígenas, que también se produjo en la zona del Acre, por parte de los shiringueros brasileños. Los nativos son protegidos por la República Federativa del Brasil, su educación y vivienda es gratuita, donde quieran vivir, en ciudades o en el campo. Está prohibido con pena de cárcel, venderles alcohol o permitir que lo beban, reciben una pensión decorosa por parte del erario público sin necesidad de hacer nada. Muchos recién enterados se indignan por el hecho de que los indígenas nativos reciban una pensión y vivienda sin ofrecer una contra parte, dicen que incentiva la ociosidad. Yo pienso que todavía nos falta mucho por devolver a los herederos de quienes murieron sin mayor causa, en beneficio de intereses económicos de terceros. A aquellos a quienes usurpamos sus tierras y les dimos a cambio cuentas de vidrio o ropas occidentales que no necesitaban. A aquellos que cuidaban la naturaleza y la asumían como parte de su vida mientras que nosotros acabamos cada día con las especies con las que ellos convivieron durante cientos de años en armonía. A aquellos a quienes miramos con asco cuando se acercan por nuestro lado cuando ellos son los que deberían mirarnos con asco a nosotros por haber contaminado su medio ambiente con perversas costumbres occidentales y justicieros dioses blancos. Nota: Las tres fotos que aparecen en este post muestran a Roger Casement en diferentes etapas de su vida.