Como todos
saben no soy religioso. Creo en una divinidad, un ser superior, pero no confío
en las instituciones religiosas. Tengo fe en que un día el Perú sea un estado
laico y que el credo de cada uno sea un tema del ámbito de la intimidad personal.
Es decir realmente libre, tan libre que nadie sea discriminado por tener un
culto distinto y tan libre que nadie se vea en la posición de tener que ser
catequizado o convertido contra su voluntad.
Pese a que
la Iglesia Católica ya no es el credo mayoritario que muchos creen, para mejor
información, esta afirma que de los siete mil millones de habitantes que tiene
el mundo, mil millones son católicos, sumados a ellos los evangélicos,
protestantes y otros, los cristianos llegarían a los dos mil millones (según
los reportes de estos credos).
El Islam en
todas sus variantes afirma llegar a los mil setecientos millones. Las personas
sin religión llegarían al impresionante número de mil cien millones y el hinduismo
a los mil millones. No son despreciables tampoco novecientos millones que
tendrían las religiones tradicionales chinas.
En otras
palabras, cerca del veintiocho por ciento de la población mundial sería
cristiana y solo el catorce por ciento católica. Los musulmanes tendrían un
importante veinticuatro por ciento, las personas sin credo un quince por
ciento, los hindúes otro catorce por ciento y trece por ciento las religiones
tradicionales chinas.
El agudo
lector a este punto ya debe haberse dado cuenta que los porcentajes ya superan
el noventa y cuatro por ciento de la población mundial. Faltan todavía
contabilizar las etnias africanas, asiáticas y americanas, el budismo, el resto
de credos minoritarios y se apreciará que se supera fácilmente el cien por
ciento que deberían sumar todos los credos. Es decir que hay más creyentes que pobladores
del planeta.
Bueno, esto tiene una explicación lógica: Como los números son
aportados por cada credo, estos tienden a inflar sus números. Adicionalmente
una segunda variable es el hecho de que una misma persona puede reportar varios
credos a la vez, en primer lugar porque en realidad es politeísta y en un
segundo, pero no menos importante término, porque muchas personas se reportan
como creyentes o no dependiendo de requerimientos que hacen las instituciones
públicas o privadas en función a los beneficios que puedan recibir de estas o
los requisitos que imponen para proveer de determinados servicios. Ejemplo de
ello, muchos colegios que exigen que los padres sean católicos por citar uno.
El saber
estos datos estadísticos ayuda mucho para entender las falacias de los
fundamentalistas. No existe una religión universal. Nadie se va a condenar por
no conocer una determinada religión. Sin importar el credo, lo importante es sencillamente
vivir con rectitud.
Regresando
al tema de fondo, el Papa resulta ser el líder de un importante catorce por
ciento de la población e influye de manera indirecta en otro catorce por
ciento. Es por ello que el actual Papa tomando en cuenta este liderazgo,
decide, inteligentemente creo yo, renunciar.
Me explico:
La regla establece que el cargo es vitalicio. Esta es la regla general. Esto es
importante desde el punto de vista de unidad. No es apropiado para un credo
tener pugnas por el poder y si las hay, estas deben estar ocultas y estar
distanciadas cuanto más se pueda en el tiempo. Por ello también existe la regla
del cónclave cerrado. Los espectadores de afuera percibimos una elección en
ambiente de santidad. No siempre ha sido así y nada nos garantiza que ahora sea
distinto.
El Papa es
consciente de que la realidad no es la misma que en la Edad Media, en esa época
en el mejor de los casos el Papa agonizante era recluido y cuidado en sus
aposentos hasta su deceso. Era fácil pasar desapercibido. En la actualidad el
puesto de Papa está mediatizado, la experiencia de los últimos meses de Juan
Pablo II mostraron lo difícil que es permanecer en el cargo cuando el cuerpo no
da para más. Por cierto Juan Pablo II tenía un prestigio y un aura que le permitió
obtener el respeto del mundo pese a su lamentable estado. Ratzinger no es Juan
Pablo II y él lo sabe.
Siendo así,
el cálculo es brillante. Un Papa debilitado no le hace ningún bien a la Iglesia
Católica y ahora menos que nunca. Ratzinger sabe esto y sabe también que los
problemas que afronta su rebaño requieren con urgencia de un prelado con la
disposición de ánimo y fortaleza física suficientes como para reconducir sus
principales políticas.
Dicho esto,
mi posición personal es que es demasiado tarde como para que la Iglesia
Católica pueda retomar el rol protagónico que tuvo en su momento. La
globalización no lo permitirá pese a sus bien intencionados intentos, como por
ejemplo la cuestionable cuenta de Twitter. Me parece que se requieren serias
reformas, nuevos principios, lamentablemente la iglesia no tiene los mecanismos
necesarios para modificar el dogma sin perder más credibilidad. Pese a ello mi
pensamiento está con los católicos creyentes de corazón, quienes depositan
buena parte de su fe en el Papa como vocero de Dios en la tierra, conforme sus
preceptos.
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