Un
analfabeto es una persona que no sabe leer y por tanto tampoco escribir. No
comprende el significado de los signos que componen el abecedario, no es capaz
de reconocerlos e identificarlos con los sonidos que seguramente sí puede
emitir al expresarse.
Si un
analfabeto se sienta en una mesa y colocamos frente a él la palabra “oso” en un papel, no podrá conectar por ejemplo el símbolo de línea ondulada “s” con el
sonido seseante que le corresponde, pero incluso si pudiera lograr esa
identificación no podría ligar entre sí las tres letras para emitir el sonido “oso”
y luego asignarle un significado, es decir la imagen mental de un oso pardo,
negro, de anteojos o cualquier otro.
En cambio
un analfabeto funcional sí sabe leer y escribir, puede asignarle sonidos a los
símbolos del abecedario y componer palabras. Puede incluso asignarle un
significado a cada palabra y ligar estas con una imagen mental.
El
analfabetismo funcional puede tener diversos grados. De alguna manera todos
pasamos por momentos de analfabetismo funcional, el problema es la gravedad e
intensidad de este analfabetismo y hasta qué punto nos limita en la vida diaria
y la interacción con la sociedad a niveles eficientes.
Un caso de analfabetismo funcional complejo es el siguiente: Todos sabemos
construir un cubo a partir de un plano. Se dibujan seis cuadrados en un papel,
más o menos en forma de cruz, se recortan y se construye el cubo. Eso en arquitectura
se llama geometría descriptiva, el arquitecto se entrena durante años para
poder ver dibujos planos y construir mentalmente el sólido que se produciría a
partir de ese determinado dibujo. Es decir, el arquitecto es capaz de interpretar
el plano y asignarle mentalmente la imagen de un sólido. Nosotros, los que no
somos arquitectos somos analfabetos funcionales en geometría descriptiva,
nuestra capacidad se agota en un cubo, un cono, una pirámide y allí se termina normalmente.
Un músico es
capaz de leer los símbolos dibujados en un pentagrama e imaginar los sonidos que
se producirían a partir de ellos. Los que no somos músicos estamos
incapacitados para esta labor, no hemos entrenado para leer pentagramas y nuestro cerebro
no se ajusta para imaginar sonidos complejos a partir de la lectura de claves, negras, blancas, corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas, luego somos analfabetos
funcionales en música.
Lo mismo
pasa respecto al programador de ordenadores, al ingeniero, al contador, al
dentista, el médico, etc.
Pero ese
nivel de analfabetismo funcional está socialmente aceptado porque tiene que ver
con la especialización, si he invocado estos ejemplos es sencillamente para que
se entienda mi punto de vista, punto que paso a describir:
La gravedad
del analfabetismo funcional genérico es que impide algo tan sencillo como la
comprensión de lectura. El analfabeto funcional comprende las palabras y
significados, por ejemplo si la frase es “El oso come miel” el analfabeto
funcional puede imaginar un oso y la miel y eventualmente visualizar al oso
comiéndola.
El problema
va en procesos lingüísticos más complejos. En una composición con multiplicidad
de ideas, con problemas lógicos más elaborados, el analfabeto funcional se
rinde, por tanto se frustra y termina cerrándose, lo que genera como
consecuencia un círculo vicioso, pues abandona la lectura. Este abandono no
hace otra cosa que recrudecer su estado de analfabeto funcional.
El
analfabeto funcional al frustrarse se justifica, al no poder leer bien, tampoco
escribe bien ni siquiera oraciones sencillas. Su ortografía es pobre, y si uno
osa corregirlos, muchas veces salen con frases tan estúpidas como “El que tiene plata
escribe como quiere”; pues no, no es cierto. Estadísticamente los analfabetos
funcionales están ligados a altos índices de pobreza y criminalidad.
Seguramente
se preguntarán el porqué escribo acerca de los analfabetos funcionales. Pues
bien, es porque estoy sumamente preocupado. Gran parte de las personas que
conozco directa o indirectamente, no leen, y cuando lo intentan no son capaces de comprender conceptos
complejos. Lo que revela que el promedio anda muy mal. Me pregunto si esto no
tiene que ver con la automatización de los medios. Obsérvese el facebook por
ejemplo: Si se analiza, hace tan solo tres años, la mayoría de posts eran básicamente texto, las personas se veían obligadas a leer y usar su imaginación. Ahora son
solo imágenes con algún texto pobre. Las personas no leen textos largos, si
usted postea un texto de más de cinco líneas, reduce automáticamente el número
de lectores. Me parece que pronto la gente empezará a comunicarse como Tarzán.
Geometría descriptiva,
programación de computadoras, planes contables, física, etc., solo se aprenden mediante estudios especializados. Comprender lo que se lee solo se aprende
leyendo, no hay otra forma. Resulta curioso que en el mercado existan manuales
de comprensión de lectura para postulantes a universidades y otros. ¿Es posible
“enseñar” a comprender lecturas con un manual? Evidentemente los compradores de
estos textos han sido vilmente engañados, eso no es posible. Solo se aprende a
leer leyendo.
Marco Aurelio
Denegri afirma, y yo le creo, que cuando se entabla un diálogo entre dos
personas, la conversación se mantiene en el nivel más bajo, nunca en el más
alto. El interlocutor mejor preparado se verá obligado a descender al nivel del
otro para poder mantener el diálogo. Es
por ello que las conversaciones en el facebook son usualmente tan pobres.
A eso se
suma que así como somos lo que comemos, somos también lo que leemos, lo que
vemos. Consumir tanto amarillismo, tantos comentarios muchas veces soeces y
pobres, nos arrastra al embrutecimiento. Solución: Dejar de consumir esa
información. Es por ello que en los últimos días decidí reducir sustancialmente
mi número de contactos. No estoy dispuesto a convertirme en cómplice de mi
propia estupidización.
Yo sinceramente no le veo la solución al
problema, el Estado no está dispuesto a invertir en educación, solo nos queda
educar a nuestro entorno, a nuestros hijos, a nuestros familiares, tratar de no
reducir el nivel de las conversaciones y más bien aumentarlo. No olvide, mire a
su alrededor, vea a sus cinco amigos más cercanos, con los que comparte más.
Obsérvelos bien y sabrá quién es usted. Es innegable que somos el promedio de
las cinco personas más cercanas a nosotros. Piénselo.
Muy cierto todo lo que dice porque día a día pasa esto..
ResponderEliminar