jueves, 8 de septiembre de 2011

COMO UN CUENTO DE HADAS (Cuento)

En lo oscuro del bosque, a varios kilómetros del antiguo camino de herradura, en la vieja casa de Sebastián, los rebeldes comentan discretamente la muerte de la Reina. Habían sido días duros, la concentración de guardias armados en el palacio había impedido la actividad de la resistencia, no habían podido pegar los pasquines en las murallas de la ciudad ni convocar a la revolución. Los nobles habían tomado su silencio por una derrota y celebraban alegremente cuando llegó, como un baldazo de agua fría, la noticia de que la Reina había fallecido luego de dar a luz a su primogénita. Ahora en la casa, junto a Sebastián que era un pequeño burgués acomodado, estaban Jairo, un tipo inteligente y educado, nacido noble y ahora revolucionario, era el ideólogo; Arturo a quien llamaban el Cazador, un ex militar, antiguo miembro de la armada real que había caído en desgracia a los ojos del Rey por sus ideas libertarias; estaba Samuel, cuyo sobre nombre era el Espejo debido a la brillante armadura que usaba siempre en el campo de batalla, compañero de Arturo el Cazador en la armada real y que había desertado cuando este fue expulsado, Samuel había sido entrenado en Austria en el manejo de herramientas de inteligencia y espionaje, era el más recalcitrante del grupo, creía en la República como fin supremo y en el exterminio de la nobleza sin excepciones para llegar a ese objetivo. Finalmente completaba el grupo Selene, una bella muchacha, hija de Sebastián, educada, inteligente y serena, que había crecido escuchando a su padre y amigos acerca de la libertad, la democracia y la república. Había visto las injusticias del Rey, de los príncipes, duques y marqueses, que se daban la gran vida sin trabajar y exigían cada vez más impuestos para mantener sus lujos a costa del sudor de los más pobres.
– Este es el momento de atacar – dijo con absoluta seguridad Samuel
– No sé – replicó Sebastián – los guardias estarán atentos custodiando las exequias reales, además buena parte del pueblo se adhiere al dolor de la pérdida de la reina, que así no nos guste, era la única persona con sensibilidad en el palacio. Podríamos perder adeptos para la causa. No creo que sea una buena estrategia.
– Concuerdo con mi padre – dijo Selene – este no es el momento.
– De acuerdo – señaló Jairo – haremos lo siguiente: Selene aprovechando su amistad con la fallecida Reina irá a los funerales, desde allí nos mantendrá informados de la situación, nosotros prepararemos a los adeptos del pueblo con el entrenamiento con armas y la recolección de fondos mientras tanto, Samuel será el contacto con Selena y nos traerá la información. Tenemos que ganarnos en primer lugar al pueblo si queremos sacar adelante esta revolución.

Todos concordaron. Selena retornó a su casa en la villa y se arregló para ir a los funerales. Una vez en el palacio saludó cortésmente al Rey, el que se hallaba compungido, a su lado una doncella cargaba a la recién nacida que ignoraba todo lo que sucedía alrededor. Selene la acariñó y la niña de rostro pálido sonrió.
– ¿Cómo se llama? – preguntó Selene.
– Hace tiempo, su difunta madre – contestó el rey con voz amarga – un día de invierno, paseando por los jardines del palacio, se pinchó un dedo al tomar una de las rosas, unas gotas de su sangre cayeron sobre la nieve blanquísima y me dijo que si algún día tuviese una hija, le gustaría que fuese blanca como la nieve y con los labios rojos como la sangre. Por eso, en su honor, le puse Blanca de las Nieves
– Lindo nombre – señaló Selene.
– La niña le sonríe – agregó el Rey esbozando una mueca de satisfacción – le agradeceré se quede después de las exequias con nosotros por favor. Es mi invitada.
– Con gusto – dijo Selene e hizo una venia mientras acariciaba el rostro de la pequeña princesa.

* * *

Poco tiempo después de los funerales, el Rey Teodorico III, sin el freno que en vida le imponía la prudente Reina ya fallecida, recrudeció sus prácticas autoritarias. Con el pretexto de combatir a los rebeldes republicanos incrementó los impuestos a fin de implementar un nuevo regimiento de caballería. En pocos meses, en complicidad con el arzobispo Mulet, hizo excomulgar a los principales burgueses de la ciudad, simpatizantes con la república y confiscó sus bienes a favor de la corona, sus hijos menores fueron hechos esclavos y puestos a disposición de palacio para quehaceres domésticos. Entre tanto, Selene se había logrado infiltrar tanto en la vida social de palacio que ya casi no dormía en la casa de su padre. Se había hecho cargo de la crianza de Blanca de las Nieves y la niña había simpatizado con ella. Sin embargo, un día soleado el Espejo se acercó a ella sigilosamente en el mercado de la villa con un encargo:
– Dice Jairo que seduzcas a Teodorico. Es sumamente importante para la causa de la revolución que logres que te pida en matrimonio.
– Eso es imposible – contestó susurrando Selene mientras fingía admirar unas telas – yo no soy noble.
– No te preocupes – replicó el Espejo – corre el rumor que el Rey está complacido contigo y los cuidados que le das a la niña. Aprovecha eso. Suerte.

Solo tres meses después, se anunciaba en la corte el real compromiso entre el Rey Teodorico III y la joven Selene a quien previamente y por cédula real se le había concedido el título de duquesa.

* * *

Al día siguiente del matrimonio real, el barullo proveniente de extramuros despertó a la joven Selene. Se vistió rápidamente y salió. Una doncella lloraba en una de las terrazas. El Rey, aprovechando que los revolucionarios habían bajado la guardia por las fiestas, había ordenado una brutal matanza, los pocos burgueses que quedaron a salvo luego de la intervención del arzobispo Mulet habían sido asesinados, habían incendiado el escondite de Samuel el Espejo y Arturo el Cazador, algunos decían que habían muerto carbonizados dentro de la casa. Jairo había logrado escapar. Selena pensó en su padre. Corrió en busca del Rey, este estaba despachando con la armadura de guerra puesta. Hizo una seña a los guardias y estos salieron. Selene lo miró sin saber que decir, empezó a llorar y cayó de rodillas en el piso de mármol. Teodorico habló calmado:
– Tu padre está vivo, si eso es lo que quieres saber.
– ¿Pero por qué? – preguntó entre sollozos la muchacha.
– Tú lo sabes bien, pero en consideración a ti, pasará el resto de sus días en el calabozo de la torre. Su vida está en tus manos. Si haces cualquier cosa, la menor cosa, que me haga arrepentirme, los envío a los dos a la horca. Dos guardias te vigilarán las veinticuatro horas hasta que me demuestres que puedo confiar en ti. Por ahora no es conveniente hacer más, lamentablemente mi hija te quiere y el pueblo también. Y olvídate ya de esas tontas ideas revolucionarias. Ahora eres una Reina ¡compórtate como tal!

Selene salió sin contestar. Habían descubierto que el Espejo y el Cazador estaban escondidos en la casa de su padre, y ahora ambos estaban muertos. Por ahora no haría nada más. Por lo menos su padre estaría con vida, preso, pero con vida. Se fue a llorar en silencio a su recámara.

* * *

Durante catorce años el sangriento régimen dictatorial de Teodorico III causó estragos en el pueblo, la situación era insoportable, mientras los habitantes de palacio disfrutaban de las mejores comodidades, el pueblo sucumbía al hambre y las enfermedades. Los antiguos señores feudales que antes apoyaban a Teodorico ya no estaban tan contentos con el régimen, la hambruna había diezmado a los campesinos, haciéndoles perder valiosa mano de obra. Los burgueses actuaban con cuidado, sus márgenes de utilidad eran mínimos y muchos habían preferido irse a otros reinos. Mientras tanto Blanca de las Nieves había crecido y era una atractiva muchacha, sin embargo desde muy niña había sido muy apegada a su padre. Desde los ocho años había aprendido a despachar junto al rey, tomar decisiones y escuchar a nobles, cortesanos y villanos; tenía la misma personalidad fuerte del padre y se corría el rumor de que, de llegar a ser reina algún día, sería mucho más dura y sanguinaria.

Un día estando en el mercado comprando telas, Selene escuchó una voz conocida que le hizo temblar las rodillas, sus ojos se humedecieron e iba a voltear, pero la voz le dijo que se quede quieta.
– ¡Samuel, estás vivo! – susurró.
– Shhh… – dijo la voz, no uses mi nombre. El Cazador también sobrevivió, estamos con Jairo y queremos salvar a tu padre, pero primero hay que destruir a Teodorico.
– ¿Cómo puedo ayudar? – preguntó tapándose el rostro con la capucha de su capa de seda.
– Te avisaremos, yo seré tu contacto. ¡Ah! Tu nombre clave será “la Madrastra” – Dijo el Espejo y desapareció.

Algunos meses después Selene, la Madrastra, recibió diversas instrucciones para averiguar número de soldados, armas, cantidad de pertrechos y, de ser posible, fondos en las arcas del palacio. Averiguó lo que pudo, discretamente, recordó a su pobre padre que viejo y enfermo todavía resistía en el calabozo de la torre, gracias a los cuidados que ella se encargaba de hacerle llegar.
Un día el Espejo le dio un encargo especial, debía convencer a la princesa Blanca de las Nieves para asistir a los juegos florales en la villa. La Madrastra preguntó:
– ¿Para qué?
– Eso no te incumbe – dijo el Espejo.
– ¿No pensarán hacerle algo no?
– El régimen debe caer por completo Madrastra, nuestra misión es acabar con las raíces del mal. Golpearemos al dictador donde más le duele. No te ablandes. Confiamos en ti.

A las dos semanas Blanca de las Nieves emocionada, a instancias de la Madrastra, se preparó para ir a la feria. En el trayecto el convoy fue atacado por un grupo de republicanos subversivos, mataron a los soldados y secuestraron a la princesa. El grupo era liderado por Arturo, el Cazador. Una vez internados en el bosque, los hombres empezaron a murmurar y mirar con lujuria a la joven princesa, que si bien se encontraba asustada, se mantenía firme y altanera.
– Cazador – dijo lascivo el Jabalí, un mercenario gordo y de dientes torcidos – si la vamos a matar, primero podemos divertirnos un poco. Dicen que la muchacha es virgen, mire esa piel blanca y suave.
– ¡No! – exclamó el Cazador – no estamos aquí para satisfacer nuestros instintos. Esto es por la revolución. Quédense aquí todos, es una orden. Yo me hago cargo.

El Cazador se llevó a la muchacha hacia la espesura, desenvainó la espada y le ordenó que se arrodille, ella lo hizo con calma y sin llorar a pesar de que estaba aterrada. Miro desafiante a los ojos del Cazador, este recordó sus días en la armada, la lealtad que juró al Rey, siempre había estado en abierto desacuerdo con las ideas radicales del Espejo. Levantó la pesada espada sobre su cabeza y la muchacha resignada, con las manos atadas en la espalda, se inclinó hacia adelante a la espera del certero golpe en su cuello.

* * *

En el palacio la noticia de que la princesa estaba muerta enturbió el ambiente. Teodorico al conocer la noticia se encerró en su despacho con Iván, su general de confianza. En la villa se corría el rumor que los rebeles habían hecho llegar a palacio el corazón de la princesa en una canasta. Todos estaban aterrados, nadie sabía cómo reaccionaría el Rey. Selene, la Madrastra lloró en medio de la confusión, pensó que solo la iban a secuestrar, nunca imaginó que la matarían de una manera tan cruel. Por su parte el Espejo se reunía con Jairo en una cueva de oso abandonada en la montaña.
– ¿Qué sabemos del Cazador? – preguntó Jairo mientras agregaba algunos leños a la pequeña fogata.
– No se ha reportado – dijo el Espejo – debe estar escondido. El Rey ha ordenado una búsqueda total en la villa y alrededores, tiene soldados apostados en casi todo el bosque, quiere hallar a los responsables, con esa excusa ha vuelto a aumentar los impuestos y ha encarcelado en la torre a los principales burgueses, arrebatándoles sus bienes, igual que quince años atrás.
– En fin, sabíamos que eso podía pasar. ¿Qué sabes de la Madrastra?
– Está en el palacio. Al parecer a salvo.
– ¿Has confirmado el apoyo de los terratenientes?
– Sí, la mayoría de ellos están de acuerdo con el derrocamiento del régimen e instaurar la república. ¿Cuál es el siguiente paso Jairo?
– Matar al rey – sentenció Jairo mirando el fuego.

* * *

Cuando la muchacha abrió los ojos, se encontró recostada en una modesta cama, las sábanas no eran de seda, más bien era un tosco lino. Sobre la mesa de madera cruda una vela de cebo alumbraba la habitación. Por la ventana se podían ver los árboles frondosos cuyas hojas eran iluminadas por la luna llena.

Se puso de pie, despacio, caminó hacia la puerta y antes de que pudiera llegar a ella, esta se abrió, e ingresó un corpulento tipo que fácilmente superaba los dos metros, solamente su espada era más alta que ella.
– Tranquila princesa – dijo el hombre.
– ¿Qué ha pasado?
– La estamos custodiando por orden de su padre, ha sufrido usted un atentado. En el reino piensan que usted está muerta.
– ¿Pero qué sucedió, todavía no entiendo? Solo recuerdo que …
– El Cazador, el tipo que iba a matarla – interrumpió el hombre – lo abatimos con una flecha. Usted se desmayó. Estuvimos siguiendo el convoy desde que salió de palacio. Su padre nos envió. También matamos al Jabalí y los otros rebeldes. Enviamos un corazón de venado en una canasta, eso fue idea de su padre. El rey ha dispuesto, por su seguridad, que es mejor que los rebeldes crean que está muerta. Tenemos orden de custodiarla aquí hasta que se ubiquen a los responsables.
– ¿Tenemos? – preguntó Blanca de las Nieves
– La guardia de honor de su padre – su majestad – contestó el hombre cuadrándose.

La princesa lo recordó, eran siete sujetos enormes, formidables, feroces y entrenados para matar, la guardia personal y de absoluta confianza de su padre; en el palacio y el pueblo los llamaban burlonamente “los siete enanos.”

* * *

Luego de seis meses de sanguinaria persecución, el rey se había hecho del patrimonio de los principales terratenientes y burgueses del reino. La mayoría de ellos estaban muertos o prisioneros y los menos, los que tenían alguna influencia clerical o de otros reyes vecinos, habían logrado escapar. Fue en esos días que el Espejo se comunicó con la Madrastra, corría el rumor que Blanca de las Nieves estaba viva bajo la custodia de los siete enanos, en un campamento abandonado cerca de una antigua mina de carbón. Le confirmó también que el Cazador estaba muerto.

La Madrastra se las arregló para averiguar el paradero de la princesa, una mañana entró a la habitación de Iván, este recién despertando, ella se desnudó y se metió despacio en su cama, el hombre reaccionó mal pero ella lo calmó, lo convenció de que siempre se había sentido atraída por él, por su cuerpo fuerte y varonil, mientras lo acariciaba con fuerza y lo sometía a sus caprichos. Selene pensaba en lo fáciles que son de seducir los hombres, mientras se movía sobre él cabalgándolo, cerró los ojos y pensó en Arturo, deseó con toda su alma que se hombre desnudo que yacía bajo ella fuese el Cazador y no éste aburrido general. Mantuvo la relación clandestina durante algunas semanas, hasta que se ganó su confianza. Un día le preguntó acerca de los rumores que corrían sobre Blanca de las Nieves. El general le confirmó los rumores sin sospechar que era víctima de una trampa. A los dos días el general Iván Zarcovic era encontrado muerto en su lecho, al parecer había sufrido un ataque al corazón durante la noche, solo la Madrastra sabía que un poderoso veneno era la causa de su muerte.

* * *

El Espejo, cuando recibió la noticia de que la Madrastra conocía el paradero de la princesa, le envió una nueva tarea. Debía eliminar a Blanca de las Nieves, ella era la única que podría llegar hasta ella sin despertar sospechas. A Selene se le partió el corazón, sin embargo recordó que debido a la muchacha, Arturo estaba muerto. Con pesar salió al bosque a recoger bayas de belladona, prepararía un fuerte narcótico de tal manera que la muchacha muriera en medio de un sueño profundo, sin sufrir. Una vez que preparó la letal mezcla, remojó en ella toda la noche la mitad de una manzana. Al día siguiente pidió una escolta y se dirigió a la mina de carbón. Los siete enanos al reconocerla la dejaron pasar, imaginaron que el Rey había compartido el secreto con la Reina, una vez en el interior de la cabaña, abrazó efusivamente a la princesa y hablaron largo rato, ella le preguntó por su padre, si estaba bien, conversaron mucho y al final la Madrastra le entregó la canasta con las frutas olorosas cortadas a la mitad, ella cogió la mitad de una manzana y le ofreció la otra a la princesa, ella aceptó y ambas comieron entre sonrisas.

Selene se despidió, tenía que actuar rápido, Teodorico no tardaría en enterarse de su ingreso al escondite de los enanos, sobre el caballo al galope y seguida de cerca por su escolta, llegó a palacio. Subió a las habitaciones del Rey y lo halló todavía en su litera de descanso, roció el resto de la poción de belladona en el vino y sirvió una copa. Lo despertó y se la alcanzó, este todavía somnoliento bebió. Una hora más tarde fallecía en su bañera.

Las horas siguientes serían determinantes, tendría que convencer al arzobispo Mulet y al Primer Ministro que la muerte de Teodorico fue natural, de la princesa no tendría que preocuparse, oficialmente estaba muerta. En unas horas más el Espejo y los suyos atacarían la cabaña para acabar con los siete enanos que eran los únicos testigos de ese hecho. Se preparó para llorar a su difunto esposo, en unas horas más sería la única soberana y podría al fin liberar a su padre, luego siendo de origen plebeyo, no tendría mayor reparo en abolir la monarquía y declarar la tan ansiada república.

* * *

Mientras tanto, en la cabaña uno de los enanos se percató de que la princesa no despertaba de su siesta de la tarde, ingresó a la habitación y comprobó que no tenía pulso. Enviaron a uno de ellos a avisar al Rey mientras, con sentida tristeza, los otros siguieron el protocolo de seguridad: en una especie de camilla hecha con las tablas de la cama, aseguraron el cuerpo inerte de Blanca de las Nieves y lo depositaron en una cámara secreta en el sótano de la cabaña, un lugar que los antiguos mineros había usado para esconderse de los bandidos y asesinos. Luego se prepararon para abandonar el lugar. De pronto los enanos escucharon el relincho dolido de un caballo ensangrentado y sin jinete que regresaba del bosque, no se habían dado cuenta todavía de lo que pasaba cuando la emboscada de doscientos revolucionarios cayó sobre ellos con lanzas y flechas hasta exterminarlos.

* * *

Con un dolor de cabeza insoportable, Blanca de las Nieves despertó en medio de la oscuridad, la belladona no había sido suficiente para matarla, pero le había causado un estado de rigidez parecido a la muerte. Se desató y pacientemente buscó la salida en medio de la oscuridad. Al lograr salir se encontró con los cuerpos ya pestilentes de los siete enanos, totalmente desfigurados por las fechas y las lanzas. Todos ellos horriblemente decapitados. Salió con cuidado y caminó durante horas hasta encontrar un campesino en el camino. Fingió ser una muchacha perdida y le pidió ayuda para llegar al reino vecino, al palacio del príncipe Asencio, su primo.

* * *

Tres meses después, llegaba la noticia que el príncipe Asencio se casaría con una joven muchacha de noble cuna. La noticia no despertó mayor emoción en lo que fuera el reino del gran Teodorico III convertido en una incipiente república, Jairo presidía el senado y Samuel el Espejo fue nombrado el Primer Cónsul de la República, Selene había disentido ocupar cargo público pero se le había dado un nombramiento simbólico por los servicios prestados a la instauración del nuevo régimen. Se estaban preparando la redistribución de las tierras entre los campesinos y la restitución de bienes a los pequeños burgueses, los títulos nobiliarios fueron abolidos y los nobles expulsados, excepto aquellos que el Espejo ejecutó directamente los primeros días cuando el desorden y desconcierto imperaban junto con todos los miembros del clero, entre ellos el arzobispo Mulet. El padre de Selene había recuperado la libertad y esperaba recomponer su salud para servir de consejero consular.

Aproximadamente una semana después de la noticia del matrimonio de Asencio llegaron dos noticias aterradoras al senado presidido por el Espejo. La primera, que el príncipe Asencio había fallecido misteriosamente a los dos días de su matrimonio. La otra que la nueva princesa, que no superaba los dieciséis años, había reivindicado su título de reina y se dirigía hacia la nueva república con un grueso ejército. El pánico cundió, el nuevo estado tenía un ejército pobre y débil. Los senadores que tenían como conseguir un caballo huyeron de inmediato, al igual que la mayoría de los burgueses, los antiguos terratenientes se declararon a favor de la monarquía preparando la bienvenida a los invasores. El Espejo y Jairo se quedaron en lo que fuera el antiguo palacio a fin de negociar un armisticio con la joven reina. Selene insistió en acompañarlos junto a su padre. Los ejércitos invasores ingresaron sin mayor esfuerzo, la resistencia fue mínima. En la fuente frente a palacio custodiada por una férrea escolta, la princesa envuelta en una dorada armadura descendió de su caballo, cuando se quitó el yelmo Selene se desmayó de la impresión. Era Blanca de las Nieves, con una mirada de odio y determinación que podría haber incinerado a quien se pusiera en su trayecto. Hizo una seña y los guardias prendieron al cónsul y al presidente del senado. Lo mismo hizo con la Madrastra y Sebastián, su padre.

En los meses siguiente se restauró la Monarquía, como se predijo, Blanca de las Nieves fue una soberana mucho más cruel y despiadada que su padre. Anexó a su reino el de su difunto marido Asencio y aumentó los impuestos, decretó la esclavitud como medida sanción a quienes no los paguen y nombró a sus allegados como miembros del nuevo clero sin intervención del Papa. A Sebastián, el Espejo y Jairo los hizo decapitar luego de interminables torturas, sus cabezas fueron colocadas en lanzas a la entrada del palacio, los cuerpos despedazados sirvieron de alimento a los gavilanes.

Selene fue torturada durante meses en la torre, por orden de la Reina, se le confeccionaron unos zapatos de hierro, los que eran ajustados a sus pies y luego calentados hasta el rojo vivo. Pocos días antes de que muriera por la infección generalizada, fue visitada por Blanca de las Nieves, quien subió a ver a la que alguna vez fue su madrastra. Las mujeres no se hablaron durante unos minutos, Selene mostraba un estado lamentable, agónico. En un último esfuerzo dijo:
– ¿Por qué me haces esto?
– Tú mataste a mi padre – señaló la Reina – y quisiste matarme a mí.
– Era por una buena causa, por la república.
– Eso ya no importa. Mi causa también es buena, es por mí y por el recuerdo de mi padre.
– Tarde o temprano se sabrá lo que estás haciendo – increpó Selene – la historia te va a juzgar.
– ¿Cual historia? – preguntó – ¿la tuya o la mía? ¿Acaso no sabes que la historia oficial es la que contamos los que estamos en el poder?
– La verdad siempre sale a luz.
– ¿Eso crees? Te equivocas madrastra, yo me encargaré que con el tiempo el mundo recuerde esto como un cuento de hadas.

Y se retiró la Reina, bella, magnífica y soberbia a través de las pétreas escaleras de caracol que conducían a las mazmorras del palacio.

8 comentarios:

  1. Excelente cuento Miguel. Me parece genial la manera cómo mezclas los personajes de la conocida historia con esta otra no tan de hadas. Felicitaciones. Un abrazo

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  2. Alucinante!!!! realmente me atrapó... ésta historia puede ser el guión de una película maestro... realmente bueno...

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  3. Gracias Gretha!! Me alegra que te haya gustado, muchas gracias por tu permanente apoyo como siempre. Un besote.!

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  4. Gracias Edwar!!! Tienes razón, podría ser cinematográfico.!! Gracias de nuevo por el comentario, por tu valiosa apreciación de la historia que no hace otra cosa que darme animos para seguir escribiendo y por seguir y leer el blog. Un fuerte abrazoo!!

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  5. WOW... Miguel te luciste con los personajes y la trama. Me recontra encantó.

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  6. Gracias Arely!! Un abrazote y gracias como siempre por seguir el blog...

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  7. muy ingenioso =D me gustó mucho, me atrapó.

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