sábado, 17 de septiembre de 2011

¿QUIEN TIENE LA CULPA?

He pasado más de dos semanas pensando en cómo abordar este tema. Hoy minutos antes de sentarme escribir, decidí tomar un café. Me levanté, quise poner a hervir agua, ninguno de los dos hervidores estaba limpio, el café se había terminado, solo encontré un sobrecito de Nescafé a la mitad con el contenido solidificado y el azúcar se había terminado. Si esto me hubiese pasado cinco años atrás hubiese terminado recriminando a la primera persona que se me apareciese delante por no darse cuenta que el azúcar estaba por terminarse y por no comprar café o dejar que el sobrecito se eche a perder, hubiese terminado enojado, además de frustrado y no estaría escribiendo esta nota. Sin embargo me pasó hoy, puse el café sólido en una taza, busqué una antigua cafetera de metal y le saqué la parte superior e hice hervir agua en ella, del refrigerador rescaté una caja de leche condensada con algún resto aún y lo mezcle todo, el agua caliente disolvió el café y la leche condensada y estoy tomando un delicioso café con leche. No he culpado a nadie y estoy aquí contándoles esta historia con una sonrisa en los labios.

Después de muchos años de pensar en estas cosas y sufrir inútilmente, creo que he empezado a descubrir ciertas claves. Buena parte de nuestra vida se basa en un sistema de culpas y paradigmas errados. Veamos algunos ejemplos: Si usted fuma y desea dejar de hacerlo, pero a pesar de sus esfuerzos no lo consigue, lo más probable es que esté culpando a los amigos que lo iniciaron en el hábito, a la sociedad, a sus padres o su infancia. Tal vez esté culpando al cigarrillo. Reflexione, ¿se da cuenta de lo espantosamente cómico del asunto? Está culpando al cigarrillo, a una cosa, como la causa de su problema. Solemos hacer esto mucho más a menudo de lo que parece.

Si usted es padre o madre, y tuvo a su hijo a una edad muy temprana, y como consecuencia de ello no pudo acabar su carrera, o no tiene el empleo que quiso, solo el que pudo, quizás culpe nuevamente a sus amigos de la adolescencia, a sus padres, a la escuela, al enamorado o enamorada con la que concibió al bebé o peor aún, a su propio hijo.

Si usted hoy no tiene el trabajo que soñó, tal vez esté pensando que es culpa de la economía, de la baja calidad del sistema educativo peruano, a la falta de recursos, otra vez a sus padres, a sus amigos de la adolescencia, a la falta de oportunidades o al destino.

Si usted se encuentra en cualquiera de los ejemplos previos o alguno parecido, puede hacer un diagnóstico: En algún momento usted tuvo la oportunidad de decidir en cualquiera de los casos. En algún momento pudo decir no al cigarro, a la relación sexual sin protección o a la elección de su carrera o trabajo, así como la exigencia académica que pudo y debió haber desplegado y que no desarrolló.

Si tiene la tentación de contestarse (porque no me está contestando a mí, si no a usted mismo) que yo no sé nada de su vida ni de sus “verdaderas” motivaciones y “problemas”, serénese. Lo que sucede es que su cerebro está procesando la información para justificar sus errores. Es un mecanismo de supervivencia tan antiguo como la raza humana. Usted inconscientemente justifica sus malas decisiones del pasado como mecanismo de defensa. La justificación que diseña y argumenta su cerebro, es para usted mismo, no para mí.

Este mecanismo tiene una razón de ser, si no fuésemos capaces de dejar atrás los errores, la vida sería intolerable, tanto desde un punto de vista sicológico y moral, como desde un punto de vista práctico, el cazador que fue atacado por el venado, y sobrevivió, no podría volver a cazar nunca más si no supera el evento traumático, y moriría de inanición.

La culpa debe superarse, no cabe duda. Nadie puede transitar la vida sin tomar malas decisiones o cometer errores, pero el reto es definitivamente superar la culpa. Al parecer la fórmula correcta es la del cazador, es decir, asumir rápidamente la responsabilidad del error, recapitular los hechos, tomar conciencia de la conducta errónea para corregirla en el futuro ante circunstancias semejantes, y luego seguir adelante.

La forma incorrecta, o por lo menos una de las formas incorrectas, es la de desplazar la culpa a otro. Eso sucede como consecuencia de un paradigma: Queremos ser socialmente aceptados, y los que comenten errores no son socialmente aceptados. Entonces no queremos reconocer nuestros errores como propios y los desplazamos hacia alguien más. ¿De dónde surge el paradigma? Haga memoria: Usted camina por la calle, una mujer va con su hijo de dos o tres años. El niño se tropieza, cae y se ensucia la ropa. La madre, incluso la más educada, lo riñe como mínimo, y muchos hemos visto a madres (sobre todo las menos educadas) golpeando al infante. Paradigma grabado en el cerebro de ese niño: Si yerras, incluso involuntariamente, te castigan.

Puedo mencionar cien ejemplos como el anterior y todos tienen la misma estructura, no hay correspondencia ni proporcionalidad entre la conducta y el castigo. ¿Por qué tendría que ser el niño responsable de ensuciar su ropa como consecuencia de una caída involuntaria si lleva recién dos años realizando una actividad tan compleja como caminar? ¿Qué hacemos si un adulto se cae en la calle? ¿Lo lapidamos? Después de todo el lleva más de veinte años o treinta años caminando y aun no logra hacerlo a la perfección.

Más adelante, el niño debe cuidar sus juguetes, si rompe alguno, es castigado, si rompe su ropa jugando, es castigado, en el colmo de la irracionalidad he visto madres castigar a sus hijos ¡por enfermarse! Como se puede apreciar fácilmente, se forja un paradigma consistente durante nuestra niñez y adolescencia: El error es una conducta que no es socialmente aceptada.

Al no ser una conducta socialmente aceptada, resulta más beneficioso desplazar la culpa como señalé líneas arriba. Como el cerebro es un órgano complejo, a medida que avanzamos en nuestra vida, este construye justificaciones mucho más elaboradas. A los cinco años nuestra única respuesta puede ser “yo no fui” pero en la adultez buscamos el antecedente: “hay algo en nuestro pasado que nos ha llevado a este punto.”

Probablemente uno de los eventos más perniciosos para la sociedad en los últimos decenios haya sido la mala interpretación que se ha hecho del psicoanálisis. La gran mayoría de las personas recurren al psicoanálisis para hallar al “responsable” de sus problemas actuales. Entonces ahora no solo se tiene un argumento racional, sino que además este está respaldado por la firma de un médico. Resulta entonces que nuestros problemas son siempre culpa de alguien más, desde nuestros padres, vecinos y maestros hasta la bacinica y la presión de nuestro ano sobre las heces.

Este reforzamiento ahora científico de la abyecta costumbre de culpar a alguien más, ha convertido a la sociedad actual en una sociedad de quejosos, en la que nadie asume su responsabilidad.

Incluso en los casos en que nuestra condición actual podría ser consecuencia de un evento que estuvo realmente fuera de nuestro alcance, como un accidente automovilístico, el abuso sufrido en manos de un adulto durante la temprana niñez, una enfermedad congénita, etc. Siempre existe la posibilidad de tomar la decisión de asumir el reto de salir del marasmo de la autocompasión, que es otra forma de culpa y más perversa todavía, porque es una culpa inventada.

Hoy veía en la red social, el post de una muchacha, que por la edad seguramente está en la universidad, este decía algo así más o menos: “Google + Wikipedia + Word + Copiar + Pegar = tarea perfecta” Es decir la apología a la mediocridad. Es muy probable que esta misma persona de aquí a unos pocos años, diez digamos, cuando se encuentre en una situación laboral no deseada consecuencia de sus pobres conocimientos y la alta competitividad, y quiera proyectar su frustración ¿A quién echara la culpa? ¿A sus padres? ¿A sus amigos? ¿Al sistema educativo?

Si usted está pasando un buen momento se dará cuenta que lo disfruta como consecuencia de las buenas decisiones que tomó. Pero no solo las decisiones por sí mismas, si no debido a las acciones realizadas concordantes con lo decidido. ¿Si esto es claro para quien tomó buenas decisiones y actuó en ese sentido? ¿Por qué cuesta tanto trabajo convencer a quienes lo pasan mal que ese estado es también consecuencias de malas decisiones, o de acciones no concordantes con las decisiones tomadas?

Si usted tiene el valor suficiente de mirar a su pasado, podrá verificar que cualquier situación desagradable que esté pasando ahora es consecuencia de sus propias decisiones. Y peor aún: Usted siempre tuvo el control acerca de esas decisiones. Cualquier cosa que pueda argumentar en contra de esta afirmación es solo una justificación.

¿Cómo se resuelve el problema?

El problema se resuelve mediante la toma de conciencia, como ya se señaló líneas arriba. La teoría del cazador. Se comete el error, se reflexiona sobre él, se corrige la conducta y se intenta de nuevo dejando el sentimiento de culpa atrás. Esto es fácil. El problema es romper los paradigmas que acompañan a la culpa.

Digamos que usted hoy programa levantarse temprano el día de mañana, el reloj despertador suena a las cinco y treinta, usted lo apaga, se cobija en su frazada y dice “cinco minutos más” cierra los ojos y despierta a las ocho. Se levanta apurado y de mal ánimo, ha dejado de hacer una serie de cosas que tenía planeadas, además culpa a su esposa por no despertarlo temprano (cuando usted mismo la semana pasada le gritó “¡déjame dormir!” cuando intentó despertarlo) o culpa a su estresante trabajo, al cansancio, a la película que vio anoche o al hecho de que… amaneció nublado. Finalmente usted empieza el día enojado y frustrado. Que diferente al día de aquél que incluso habiéndose acostado tarde, se incorpora de un golpe de la cama apenas suena el despertador y va a la cocina a prepararse un café. Él tal vez pase el día más cansado que usted, pero es innegable que será mucho más feliz.

Solemos pensar además que solo nosotros sufrimos y los demás no. Una persona el otro día se quejaba conmigo de que alguien se había burlado de ella y exclamaba “¡Claro, como nadie se ha burlado nunca de ti!” lo primero que pensé es que esta persona no tenía la información suficiente como para poder hacer esa afirmación. ¿Cómo podía estar tan segura que nunca nadie alguien se había burlado de mi? En segundo lugar pensé que inevitablemente todos hemos recibido en algún momento burlas en mayor o menor grado, salvo que hayamos sido santos o hayamos crecido aislados. Y tercero me dio muchas pistas de la historia de esta persona, probablemente en su niñez había recibido muchas burlas, más allá delo normal, y su cerebro había procesado el evento traumático aislándolo como una ocurrencia personalísima, que solo le había sucedido a ella.

Este proceso también es natural y responde a la misión del cerebro de priorizar la supervivencia del sujeto. Todo proceso de supervivencia es egoísta, por eso nos causan admiración los héroes, aquellos que se sacrifican por sus semejantes, porque realizan actos extraordinarios. Lo ordinario es que pensemos en nosotros mismos en primer lugar y eso lo hace el cerebro asignándole un mayor valor a la desgracia propia que a la desgracia ajena, aunque cualitativa y cuantitativamente ambas sean idénticas para un tercero.

En el proceso de la culpa tomamos decisiones equivocadas, que generan una espiral de culpa que es luego mucho más difícil de manejar. En mi experiencia personal, me he dado cuenta que es más fácil manejar todo al principio, al primer error. Si mis paradigmas me llevan a gritar a alguien o enojarme, de inmediato me disculpo. Suele dar buenos resultados, sobre todo si la disculpa es sincera. Lamentablemente solo puedo hacerme responsable de mis errores.

Hay un tipo especial de personalidad a la que yo llamo la personalidad del “pero”. En este grupo hay dos variedades, los justificadores de hechos ocurridos y los que justifican hechos futuros, en ambos casos siempre hay un pero para cualquier cosa, pero en el segundo caso ese pero es un canal directo a la justificación para algo peor que la culpa pasada: La culpa futura.

Si ya es suficientemente malo no asimilar las culpas del pasado, imagínese usted sufrir y dejar proyectos por la culpa que vendrá.

En el primer caso es frecuente en trabajadores, alumnos, familiares o amigos que a cualquier respuesta le agregan un pero. ¿Por qué no hizo la tarea? La iba a hacer pero… ¿Por qué no terminó usted su proyecto? Lo iba a terminar pero… ¿Por qué no me llamaste para ir a la fiesta? Te iba a llamar pero….

Si usted está meneando la cabeza mientras lee y piensa que cómo es posible que existan personas así, reflexione. ¿Usted nunca ha hecho eso? Se sorprenderá.

En el segundo caso están aquellos que se oponen a cualquier mandato o instrucción. ¿Qué te parece si vamos a tal sitio? Sí, ¿pero crees que …? ¿Qué te parece si hacemos este negocio? Mmm puede ser pero…. ¿Qué tal si eres feliz? Sí, pero no es tan fácil, yo he sufrido tanto en la vida...

Como dice un viejo adagio, cuando alguien quiere hacer algo, siempre encuentra la manera, cuando no, siempre se encuentra la excusa.

¿Por qué esa persistencia en negar las posibilidades del futuro? Respecto al pasado existe una lógica, son hechos del pasado y no se pueden cambiar, el cerebro los disfraza y justifica. ¿Qué nos lleva a justificar la negativa para hechos del futuro? Es el miedo al error y por tanto generador de una posible culpa. Este es un miedo poderoso, pero hay otro miedo peor todavía, el miedo a lograrlo, tener éxito y no saber qué hacer con ello, pero ese es otro tema.

Entonces no basta con comprender que la culpa es un lastre, la mayor lucha es modificar nuestros paradigmas a veces ancestrales. Si su hijo juega, que se caiga. Si se ensucia, no le pegue, enséñele a limpiarse y que siga jugando. Si su hijo se tropieza y se golpea, ¡por favor! ¡No lo golpee además usted! Ayúdelo a levantarse sin aspavientos y aliéntelo a seguir jugando. Si su hijo comete un error, ¡no le pegue!, explíquele en qué consiste el error. Tal vez en el camino de explicar, se dé cuenta que el error que usted pensaba que era, no lo era tanto. Haga la tarea con sus hijos, enséñeles a ser responsables de sus actos.

¡Usted mismo! ¡Equivóquese más a menudo! Ríase con sus subalternos, con su familia, con sus amigos. Sea disciplinado pero no sufra con los errores. Por alguna misteriosa razón yo tuve una rara costumbre desde muy chico. Nunca me gustaba contar mis problemas hasta que los tenía resueltos. Eso marcó mi vida. No me quejo. Critico, cuestiono, racionalizo, pero como ejercicio para encontrar una solución a los problemas que la vida laboral o familiar me plantean. Siento mucha satisfacción cuando resuelvo un problema. Antes sufría mucho con mi innato perfeccionismo, porque esperaba de los demás lo que espero de mí mismo. Felizmente he aprendido a ser mucho más elástico y sufro mucho menos. Todavía sigo siendo sumamente severo conmigo mismo, pero es un lujo que creo que puedo permitirme.

Yo no sé si esta nota en realidad pueda servir, se requiere una conciencia muy amplia para romper nuestros propios paradigmas, sospecho que la mayoría de los lectores pensarán que esta nota no es para ellos, es decir pensarán “La nota está bonita e interesante, pero es para otros, ese no es mi caso” ¿se dieron cuenta del “pero”?

Felicidades a todos.

8 comentarios:

  1. Miguel, muy buena nota, súper bien estructurada y sobre todo cimentada. Aunque yo no creo sufrir de culpa ni presente ni pasada, porque he decidido no hacerlo precisamente por la conciencia que toda decisión o acto tiene una consecuencia positiva o negativa, sin embargo el hecho de el "pero" si me dio en el clavo porque como los ejemplos de el primer caso he puesto pero muchos en la universidad sobre todo, cuando reflexiono sobre eso pienso que mi carrera podría haberse demorado considerablemente menos si no hubiera tenido tantos "pero" y auto-justificaciones en el camino. Como siempre gracias por escribir en este contexto reflexivo y también en el de ficción. Besotes :)

    ResponderEliminar
  2. Excelente Nota mi querido Miguel, me gusto mucho, es un tema súper complejo y quien diga que esta libre de culpa esta en lo incorrecto, todos de alguna u otra forma tenemos culpa de algo (por mas pequeño que sea) aunque Miguel también hay una culpa que no se traslada a terceros, que es la que lelva uno mismo que esa es peor, deberías hablar un poco de ella pues cuando uno asume que ya los terceros no tienen la culpa y solo ellos y entran en ese espiral de auto compasión y se van a vivir a “victimilandia” lo convierten en un “modus vivendis” ¡¿y como haces para convencerlo de que ya deje ese culpa y continue?! Es terrible y lejano, lo he visto en gente que quiero mucho mucho o incluso lo he vivido yo con 2 o 3 tonteriítas que hasta que uno no las suelta, ese costal de piedras (no de regalos, si te imaginas a papanoel) se va haciendo mas y mas grande sin que te des cuenta… la culpa es pues como el primo de juegos del ego.

    ResponderEliminar
  3. Sabias palabras mi querido primo Claudio !!! Y muchas gracias por el comment. Es verdad que es complejo, respecto a la autoculpa o autocompasión, viste que le dediqué un solo párrafo, en realidad esa es más perniciosa que la que desplazas a terceros y creo que se merece una nota aparte. Anotada tu sugerencia. Es un proceso tanto o más complicado que el del desplazamiento por la misma razón, tienes que romper paradigmas y además tienes que dejar de autocastigarte. Es decir uno se culpa, luego se victimiza y finalmente se castiga. Como ves son temas interesantes, lo importante es seguir aprendiendo. Ojala podamos todos seguir avanzando en este camino, Un fraternal abrazo.!

    ResponderEliminar
  4. Gracias Arely por comentar el blog. La idea es hacer eso precisamente, al principio se toman decisiones pensadas y planteadas racionalmente para evitar la culpa y consecuentemente el sufrimiento, luego se hace un hábito. Exitos preciosa y muchas gracias de nuevo!!!

    ResponderEliminar
  5. Buenos días Doctor Miguel, muy interesante este artículo; verdad pues quién tiene la culpa? es mas fácil sindicar de algo al tercero, al otro, al que se encuentra al costado de nosotros, esto como algo tautológico pero ahí viene el pero pensamos como que algo inconsciente que alguien tiene la culpa, cuando en realidad tenemos que tomar conciencia respecto de nuestros errores como ha mencionado en tantos ejemplos...Y es cierto, al leer este artículo lo que he ganado es no una sino varias sonrisas, que es lo mejor que debo de hacer jejeje. Saludos Doctor.
    Atte. Miguel Andrés Cano Paxi

    ResponderEliminar
  6. Andrés! Que gusto de saludarte. Gracias por seguir el blog y por comentar la nota. Sí pues, llega a ser inconsciente y es fácil vernos identificados en los ejemplos. La idea es practicar diariamente la responsabilidad propia hasta que se vuelva un hábito. Un fuerte saludo y muchos éxitos.!

    ResponderEliminar
  7. realmente interesante tus opiniones acerca de la culpa... la verdad es que me he identificado mucho, sobre todo en mi época escolar y universitaria... creo que las experiencias y errores en tu vida te hacen aprender mucho... te hacen madurar... para sentir la libertad que te da el errar y todo lo que te puede enseñar. Felicitaciones Miguel Angel...

    ResponderEliminar
  8. Gracia por el comentario Edwar. Efectivamente maduramos casi siempre a fuerza de golpes, errores, redefiniciones y nuevos intentos. Lo importante es aprender, rápido, levantarse y seguir adelante. Un abrazo!

    ResponderEliminar