domingo, 17 de julio de 2011

EVA (Cuento)

Silvia se sirvió un café, cuando volvió a la sala vio sobre la mesita de centro el celular de Carlos. “Ojala no lo necesite” pensó. Se sentó en el sofá y abrió el libro para seguir leyendo, vio las letras e identificó las palabras pero su mente estaba en otro lado. Dos minutos después había avanzado varias líneas pero no había entendido nada, sus pensamientos estaban enfocados en el celular. Levantó la vista y lo vio allí, los bordes negros, la pantalla brillante. Suspiró. “Déjalo allí” se dijo a sí misma. Abrió el libro pero no lo miró, luego lo cerró inconscientemente, se puso de pie y Perla, su preciosa Cocker Spaniel color caramelo abrió los ojos desde su camita y la siguió con la vista, Silvia caminó unos pasos, se inclinó y dejó la taza sobre la pequeña mesa y levantó el celular. Las manos le temblaron, tal vez fuera mejor no meterse con sus cosas. Carlos le había dicho que iba al club, a practicar para el campeonato de bowling. Ella sospechaba, no quería confirmarlo, no. Sintió un impulso y antes de darse cuenta estaba abriendo la casilla de mensajes recibidos. Allí estaba el mensaje: “A las ocho, en la cochera del bowling.” El número le pertenecía a una tal Eva. Se mordió las uñas mientras un desagradable frio le subía por la espalda, sintió que el estómago se le revolvía. Se sentó en el borde del sillón y Perla se acercó instintivamente, sin pensarlo le acarició la cabeza y el hocico mientras trataba de ordenar sus ideas. Todavía tenía el celular en la mano, pensó en marcar el número y pedirle explicaciones a la mujer. ¿Y si era un mal entendido? ¿Y si era una compañera del trabajo? Haría el ridículo. Mejor le preguntaría a Carlos al volver. No, no era buena idea, él negaría todo. Diría que Eva era una compañera del equipo, o la esposa de algún amigo. Mejor llamaría. Respiró, tenía que actuar con calma. Presionó la tecla de llamar y esperó. La fría voz de la operadora le informó que el número que había marcado estaba apagado. Miró al piso, “¿quién apaga su celular en el bowling?” pensó. ¿Y si esta mujer a estas horas ya estaba con su esposo? Volvió a timbrar. Nada. Trató de recordar, de organizar los hechos. Carlos había empezado a comer sano recién hace poco más de un mes, con el pretexto de que un tío suyo estaba con diabetes y había tomado conciencia de los riesgos del sobrepeso. Luego había venido con la locura de participar en el campeonato de bowling en el club, él que nunca practicó ningún deporte. Se había cortado el cabello, la semana pasada había comprado camisas nuevas, un par de corbatas. Cuando le preguntó, él le contestó que con la actividad física y la comida sana había bajado de peso, ahora tenía una talla menos, las corbatas eran para hacer juego con las camisas nuevas. Silvia en ese momento se había sentido feliz y orgullosa de apoyar a su marido, pero ahora ya no. ¿Sería que tenía un romance? ¿Esta tal Eva sería su amante? Sintió miedo, miedo de perder a su marido, lo amaba mucho más que el día que se casaron, no podría afrontar una situación así, moriría, se aterró con la idea de que sus pensamientos se podrían hacer realidad. No podría vivir con estas dudas. Tal vez sería mejor esperar, preguntarle a Carlos directamente, mostrarle el mensaje en el celular, pedirle explicaciones. ¿Y si le mentía? ¿Cómo comprobar sus mentiras? El sábado iban a cumplir tres años de casados, tan solo tres años y su matrimonio se caía en pedazos. No pudo evitar que sus ojos se humedezcan y lloró con profunda tristeza mientras Perla se acercó a consolarla lamiéndole las manos, trató de controlar durante varios su respiración agitada y poco a poco se fue calmando. Se levantó y miró por la ventana de la casa. Miró su reloj, eran las ocho y cuarenta y cinco. Si salía ahora podía encontrarlos en el bowling. ¿Y si la cochera del bowling era solo un punto de encuentro? Igual podría desenmascararlo, seguramente él no estaba en el club en ese caso y ninguno de sus amigos para cubrirlo. Tenía que ir rápido. Tenía puesto un jean y una sudadera vieja, fue rápidamente al dormitorio, se puso una sudadera limpia y una casaca deportiva, se hizo una cola en el cabello y corrió hacia la puerta, al abrir se dio cuenta que no estaba llevando el celular de Carlos, dio media vuelta para volver y Perla se escurrió entre sus piernas, maldijo y gritó:
– ¡Perla!
Perla cruzó la calzada velozmente y corrió hacia el parque, Silvia fue detrás de ella y lo último que sintió fue el bocinazo agudo, y el impacto seco en su muslo derecho mientras una serie de luces brillantes daban vueltas alrededor suyo hasta apagarse en un silencio total.

* * *

Dos horas después Carlos manejaba a toda velocidad rumbo al hospital. En el asiento de atrás del auto, en un primoroso cofre de cedro envuelto en papel regalo descansaba el presente de aniversario que había encargado a una de las más prestigiosas joyerías de la ciudad: Eva.

2 comentarios:

  1. pasa mas seguido de lo que parece, pero a veces puedes encontrar cosas mas complicadas que ese mensaje. la traición o el engaño es lo peor que puede pasarle a una relacion (de cualquier tipo) no lo crees??

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  2. Claro primo!! Hoy en día este tema cotidiano. Creo que nos ha pasado a todos de alguna manera y en diferentes niveles. La traición y el engaño son cosas que quiebran la relación y normalmente para siempre. El dolor que eso causa ayuda a madurar, pero a mi entender la relación termina por romperse. Como decía el actor de la película de Kusturica: "Desde que aprendí a mentir, ya no le creo a nadie."

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