viernes, 18 de febrero de 2011

GRACIAS POR AVISAR (Cuento)

Mauricio se sentó frente al escritorio y colocó la taza de café caliente sobre un trozo de papel doblado en dos para no estropear la superficie de madera. Encendió el computador y abrió el procesador de textos. Al igual que toda la semana anterior se quedó mirando la pantalla mientras bebía lentamente el café. Hacían ya siete días que entre sueños le vino a la mente la historia que necesitaba para su nueva novela, pero al despertarse no podía recordarla. Había estado tratando de concentrarse durante toda la semana y hasta ahora no había logrado recordar absolutamente nada. Se apoyó en el respaldo de la silla y miró por la ventana; en el horizonte, sobre el mar, una gaviota volaba apacible. Pensó en escribir la historia de una gaviota… no, eso ya lo había escrito alguien, sobre los delfines también. ¿Es que acaso había algo sobre lo que no se hubiese escrito? Se levantó del asiento y siempre con la taza de café en mano caminó hasta la terraza, bebió otro sorbo y pensó que podría escribir acerca de un escritor que no encuentra sobre qué escribir, sonrió.

De nuevo en el escritorio empezó a jugar con el puntero del ratón, se sintió abrumado por el tedio, con ambas manos se tomó el mentón, luego las sienes y finalmente su cráneo y alisó su cabello hacia atrás, se sentó derecho sobre la silla, colocó sus dedos sobre el teclado y se dispuso a escribir. Tal vez si empezaba con un título las ideas podrían surgir, trató de idear algo, pero no lo consiguió, la página en blanco seguía allí. Abrió el navegador de internet, pero lo cerró de inmediato, no quería distraerse. Se puso de pie y caminó hasta su biblioteca, tal vez si leía algo podrían surgir ideas nuevas. Pasó su vista por los lomos de los libros y no se animó a tomar ninguno. ¡Diablos! Dijo para sí mismo, se lanzó pesadamente sobre el sofá y tomó el control remoto de la televisión y la encendió. Luego de cuarenta minutos se aburrió, cada programa era peor que el anterior, podría haber sido fotógrafo de National Geographic, si no fuera alérgico a las picaduras de los mosquitos ese hubiese sido su trabajo perfecto, horas y horas sentado, leyendo un libro esperando que aparezca un león en la sabana africana o atento al fantástico topo ciego de nariz con dedos. Se le ocurrió que podría escribir la historia de unos animales que pensaran como humanos. Desistió, había leído como diez novelas con ese mismo tema. Lo importante no son los sujetos, pensó, lo importante es la historia, la trama. ¿Qué trama podría ser efectiva? No importa si los protagonistas son patos, campesinos, príncipes o extraterrestres, lo que necesitaba era una buena trama. Apagó el televisor. Salió y se sentó en la hamaca de la terraza y pensó con toda la capacidad de concentración que le era posible. Quería, tenía que escribir algo bueno, no historias obvias con fines previsibles. Sustancia, romance, nudo, intriga, suspenso. Sonó el celular, se levantó rápido y corrió hacia el escritorio. Atendió:

- ¿Aló?
- ¿Mauricio? – dijo una voz sollozante al otro lado de la línea.
- Sí.
- Es tu tía Sara, te llamo para decirte que tu papá falleció en la madrugada. Lo siento hijo.
- Gracias por avisar – dijo Mauricio tristemente y colgó.

Mauricio encendió un cigarrillo y lo fumó lentamente mirando al horizonte, recordó con cariño a su padre a pesar de que su relación no fue nunca cercana y tampoco afectuosa. Aprendió algunas cosas de él y deseó haber aprendido más, pero su padre siempre tenía proyectos, planes e ideas que no lo incluían. Se dio cuenta que el viejo casi nunca habló con él de sí mismo, lo conocía por referencia, por personas que al identificarlo como su hijo le recordaban lo honesto, disciplinado, fuerte, inteligente y emprendedor que era su padre. Apagó el cigarrillo y volvió al escritorio, se sentó frente al computador y empezó a escribir: “El día que murió su padre, Mauricio se sentó frente al escritorio y colocó la taza de café caliente sobre un trozo de papel doblado en dos para no estropear la superficie de madera…”

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