sábado, 17 de diciembre de 2011

¿ES EL INTERIOR DE LAS PERSONAS LO QUE VALE?

Premisa 1: Todos somos iguales.
Premisa 2: Lo valioso es el interior de las personas.

Veamos:

Sobre la premisa número uno hay una enorme serie de consideraciones posibles, haré las que me parecen más relevantes. En primer lugar no es cierto que todos seamos exactamente iguales. Si nos fijamos atentamente, las normas y conceptos que regulan la llamada igualdad no dicen exactamente eso. Incluso los preceptos religiosos. Lo que dice nuestra Constitución, por ejemplo, en su artículo segundo es lo siguiente: “Toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley.” Es decir que desde un punto de vista institucional o legal, no es cierto afirmar que somos simplemente iguales, somos iguales ante la ley, en la medida que no podemos ser discriminados por motivo de nuestro origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.

La mayoría de religiones reconocen la igualdad del ser humano en cuanto a humanidad precisamente, pero reconociendo la individualidad. En conclusión, la mayoría de las religiones asume que la llamada igualdad es una cuestión ideal, pero que en la realidad no existe.

Lo indicado tiene razón de ser, no se puede pretender igualdad absoluta del género y luego querer defender la individualidad del sujeto.

La igualdad legal protege al ser humano frente a la discriminación, no olvidemos que la cuestión inherente a los derechos fundamentales es la dignidad y sobre ello gira el principio de la no discriminación. La discriminación ha sido dividida en dos clases, la discriminación negativa y la positiva, la que está prohibida es solamente aquella negativa. La positiva está permitida. ¿Cuál es la discriminación positiva? Veamos ejemplos: Las cuotas de género en el congreso y listas para consejeros regionales y elecciones municipales. Las cuotas étnicas y de edad en los mismos casos, en el Perú se exige que cada lista tenga un determinado número de jóvenes, mujeres y nativos (de ser el caso) para ser admitida en un proceso eleccionario.

En diversos países existen universidades que plantean la cuota de etnia, minorías le llaman. Ahora vamos más allá: La vida es un proceso de permanente discriminación: ¿cuántos niños pueden ingresar al selecto jardín de infancia donde piensa poner a su hijo el próximo año? A esta fecha seguramente usted ya tiene asegurada su vacante desde setiembre, y si no, tendrá que buscar pronto otro colegio, si no para febrero quedarán solo los “peores.” El ingreso a la universidad es otro buen ejemplo. ¿No son acaso los exámenes de ingreso a la UNI, San Marcos, UNSA en Arequipa, claros casos de selectividad? Solo ingresan los más capaces de acuerdo a un cuestionable o no sistema de preguntas. Discriminación positiva. Los procesos de selección para empleos, los concursos públicos de ingreso y ascenso, etc. Como se puede ver claramente estamos rodeados de procesos y procedimientos que discriminan constantemente, incluso por cuestiones tan triviales como quién se levanta más temprano o se amanece más días para ver el concierto del cantante de moda, donde no podrá ingresar quien no esté dentro de los veinte mil elegidos que pudieron comprar entrada. Y el que no quiere amanecerse, paga el doble al revendedor y asunto resuelto. Selectividad por capacidad adquisitiva.

Como ya podrá notar a este punto el avispado lector, no somos tan iguales como parecía al principio.

Ahora veamos la segunda premisa: Lo valioso es el interior de las personas. ¡Vamos! – Dirá alguien por ahí – ¿quién va a negar que esa sí es una premisa válida? Concuerdo. Efectivamente a la larga, lo más valioso es el interior. El problema es el camino para llegar a ese interior. ¿Cómo llegamos a conocer el interior de las personas? ¿Se le ocurre? ¿Ya se dio cuenta de la paradoja? ¡Sí! Exacto. A través del exterior.

Sigamos con el asunto de los ejemplos. Usted entra al ascensor y a su costado está una muchacha bajita, ciertamente gordita, con lentes, cabello ensortijado, desordenado. Y digamos que usted es – o cree que es – un galán de novela. ¿Conversa con la muchacha que acabo de describir? ¿Y si ella le pregunta algo a usted? ¿Le responde con una frase amable, pero cortante o de verdad se interesa en tratar de conocer el posiblemente valioso interior de la muchacha? ¿Y qué sucede si la muchacha es una dama de silueta estilizada, alta, bien vestida, perfumada? ¿Reacciona igual? Pregúntese ahora: ¿Somos todos iguales? ¿Lo que interesa es el interior?

No estoy diciendo que el interior de la muchacha bajita sea mejor que el de la otra o viceversa. Eso es irrelevante a este punto. Lo que trato de decir es que el aspecto externo tiene mucho que ver en la vida real con la decisión que tomamos de querer conocer el interior de alguien.

Invierta el ejemplo, si usted es una guapa dama – o cree serlo – y va a la discoteca. Se acerca para invitarla a bailar un muchacho de lentes con monturas fuera de moda, con chompa de lana, con algo de pelusa en el rostro (no la sexy barba de cuatro días de Indiana Jones), algo torpe y despeinado. Tal vez acepte bailar con él y conteste sus reiteradas preguntas con evasivas y una sonrisa disforzada o, lo que es más común, lo rechace de plano. ¿Y si el interior de este muchacho es un interior que vale la pena conocer?, probablemente usted habrá perdido la oportunidad de conocer a una joven promesa de la ingeniería que en cinco años le pagará la casa y la camioneta de sus sueños, que la querrá como ninguno, que le será fiel hasta la muerte y que será un ejemplar padre de familia. Es posible. Pero sin lugar a dudas usted escogerá bailar con el tipo de piel bronceada, con aspecto de chico malo y peligroso que la hará sufrir mucho los próximos meses y tal vez durante la mayor parte de su atormentado matrimonio.

Sigo jugando con los estereotipos, pero es con el afán de que quede claro mi punto de vista. Mis hipótesis previas son en realidad bastante posibles.

¿Entonces con quién se casan la muchacha bajita y rellenita y el imberbe estudiante de ingeniería? Allí viene la variable del entorno. Es un dato estadístico irrefutable que la mayor parte de las relaciones – las legales y también las prohibidas – se generan entre los integrantes del mismo círculo social o laboral.

Usted ahora es el empleado de una empresa, trabaja mucho y no le queda tiempo para la actividad social. En su trabajo una de las pocas solteras, es… la muchacha del ejemplo. Un día se queda conversando con ella después del trabajo, otro día se encuentran en el comedor. Charlan por pasar la hora. Más adelante se vuelven a ver en un aburrido cumpleaños de algún compañero y charlan de nuevo. Es ahí cuando la interacción casi obligatoria, permite pasar la barrera de la carcasa externa. Es solo en esas oportunidades cuando uno termina conociendo mejor a la persona, ingresa a ese interior del que hablábamos y descubre que es valioso. Luego cuando ella se aleja caminando, usted la mira y piensa “mmm y había tenido buenas piernas…”

El problema de esta variable, es que uno queda pensando en las oportunidades que dejó “allá afuera”, finalmente se involucró con alguien de su entorno porque prácticamente no le quedaba otra opción. ¿Y si allá afuera hay alguien con las mismas virtudes internas, pero digamos con un exterior más a mi gusto? Si usted no está dispuesto a liberarse de ese pensamiento, le adelanto que tendrá muchos problemas en esa relación.

Regresando a nuestras premisas iniciales. No es cierto que seamos iguales, somos selectivos en la medida que precisamente no somos iguales. La igualdad es una conceptualización que sirve para resolver un problema legal, en la vida real y fuera del marco normativo, no somos iguales.

Si bien puede ser cierto que nuestro interior es mucho más valioso que nuestro exterior, no podemos perder de vista que es el exterior lo que abre el camino para que alguien se interese por ese interior valioso. Y lo triste es que en ese exterior es donde más similares somos y dónde más diferencias falsas podemos introducir. Como decía un viejo amigo: De noche todos los gatos son pardos.

4 comentarios:

  1. Miguel que buena nota, me hizo acordar de alguna época en la que era como la chica que despreciaba a los poco atractivos y aceptaba las invitaciones de toxicas aventuras, y aunque acepto que mis estándares de belleza física masculina han bajado, hay otras características que adquirieron mucha más relevancia. Como tu lo dices en la nota, la igualdad es un tema más legal que natural, el hecho que no seamos iguales es lo que le pone sabor a la vida, que aburrido sería que existieran miles como yo en el mundo, dejaría de ser la mujer peculiar, que goza con la atención de muchos por ser como soy. Con el otro punto de la belleza interior, se muy bien lo que es el más bello interior en un envase no muy atractivo, y aunque me di la oportunidad de conocerlo mejor que nadie, también debo decir que por vanidad en su momento lo aleje de mi, no creo que sea una historia única deben existir miles como esas porque somos seres con ego y de alguna forma se cumple lo que también expresabas en otra nota 5 van 5 y 8 van 8. Muy buena nota como siempre, besos.

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  2. No se porque me dio la impresión de haberla leído antes!!! tal vez porque fue motivo de discusión alguna vez???? en fin... concuerdo contigo Miguel... somos muy diferentes... pero iguales ante la LEY!!!

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  3. Gracias Arely! Bueno, casi todos tenemos esas épocas, sobre todo en la adolescencia, no te olvides que en ese momento el ser humano es mas instintivo y menos racional que en la madurez, entonces el aspecto visual te arrastra por encima de otras consideraciones, precisamente porque prima la "supervivencia" de la especie en las categorías del cromagnón. Creo que señalas muy bien que esta nota se vincula perfectamente con la nota sobre mi teoría del matrimonio por interés. Un gran beso.!!!

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  4. Gracias por el comentario Edwar. Efectivamente alguna vez tratamos el tema en el facebook. Un fuerte abrazo y gracias por seguir el blog.

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