sábado, 8 de octubre de 2011

UNA NOCHE EN EL INFIERNO (Cuento)

El Picuro corría a toda velocidad entre los árboles, a pocos metros Xico le seguía los pasos jadeando, con el rostro moreno cubierto de sudor y con los ojos desorbitados. A la distancia se escucharon unos disparos. El Picuro se detuvo, Xico le gritó sin detenerse:
¡Porra, não pare cara, corra!
El Picuro con el aire quemándole los pulmones siguió a través de la espesa selva, las ramas y lianas le azotaban la cara, los pies se le hundían el barro mojado, adivinaba los árboles a medida que la noche se hacía más oscura. En algún punto ya no escuchó tiros y se detuvo. Agazapado al costado de un tronco esperó en silencio. Un dolor intenso, quemante y eléctrico le subió por el brazo izquierdo desde la mano “¡Puta mare!” exclamó entre dientes, había puesto la manos sobre un nido de hormigas de fuego, eran diminutas y rojas pero su mordedura podía paralizar a un niño. Aguantando el dolor susurró:
– Xico… – aguantó la respiración y trató de escuchar algo, nada, solo las cigarras y sus chirridos ensordecedores, los sapos croando, los sonidos de las aves nocturnas, los animales del monte – Xico… – susurró de nuevo, y esperó rezando mientras sostenía con su mano derecha el rosario de plástico fosforescente que su madre le había regalado y siempre que colgaba al cuello cada vez que salía a hacer un trabajo – Santa María madre de Dios, ruega por nosotros pecadores … – repetía el Picuro una y otra vez esperando que la noche pase, de pronto empezó a llover, primero el lejano arrulllo, luego el sonido breve de las gotas sobre el follaje alto y los hilos de agua que se iban formando entre las hojas, finalmente las corrientes profusas bajos los pies arrastrando hojas y barro – Dios te salve María, llena eres de gracia… – y un estruendo sordo de un trueno lo hizo temblar, abrió los ojos y a lo lejos entre las ramas podía ver fragmentos de relámpagos cruzando las nubes – Bendita eres entre todas las mujeres… y de pronto sintió en la espalda la presión de un objeto puntiagudo, y de reojo un relámpago le devolvió el reflejo de una hoja de metal.
– Tranquilo Picuro – dijo Xico bajando el machete – vamos embora.
El Picuro se puso de pie y empezó a andar detrás del brasileño.
– ¿Dónde vamos? – preguntó.
Não sei.
– ¿Dónde estamos?
– ¡Não sei cara! – contestó molesto Xico.
– Ya, no te molestes tampoco ¿no? ¿Ya no nos siguen verdad?
– Ya no – contestó tajante el brasileño.
– Qué bueno – dijo para sí mismo el Picuro y le dio un beso a su rosario antes de guardárselo debajo del polo.

Caminaron cerca de dos horas en medio del monte buscando un sendero, Xico iba abriendo camino con el machete, lo que no evitaba que cada cierto tiempo resbalen como consecuencia del barro o las ramas invisibles a la altura de los tobillos. La lluvia no cesaba de caer. Cuando ya desfallecían se abrió un claro. Era una trocha que cortaba la selva.
– Nos salvamos – dijo el Picuro.
– ¿Você conhece aquí? – preguntó Xico mezclando el portugués con el castellano.
– Creo que sí – replicó el Picuro mientras miraba alrededor y trataba de ubicarse – este lugar se llama Infierno, no sé cómo se fala en portugués.
Inferno mesmo – dijo Xico mirando alrededor – Inferno, ¡que coisa!
– Sí – afirmó riendo por fin el Picuro – así le pusieron los antiguos caucheros a este sitio, por el calor, lo difícil del sitio y las fieras. Parecía un infierno. Y ahora hay un pueblito de indios que se llama así también. Ya estamos cerca, caminando dos horas más llegamos, al lado del pueblo está el rio Tambopata, allí podemos conseguir un bote y llegar mañana a Puerto Maldonado.
Não, não – negó enfáticamente Xico - não temos que ir por la estrada, nos vamos por el mato.
– ¡Ah, entiendo! – exclamó el Picuro moviendo la cabeza de arriba a abajo – sí, Xico, vamos por el monte, la policía podría estar patrullando la carretera.

Se pusieron a andar tratando de no perder de vista la trocha, procurando avanzar en paralelo y cuidando de no ser vistos. El cielo estaba escampando, algunas estrellas tímidas aparecían en lo alto pero no había luna. Relámpagos lejanos alumbraban de tanto en tanto el sendero. El Picuro siempre detrás de Xico, pensando en qué habría sido de la carga. Habían tenido que abandonar la lancha apenas se dieron cuenta que la policía estaba detrás de ellos. Casi se orina cuando sintió los balazos zumbando bajo el agua cuando trataba de llegar a nado a la orilla. Ese Xico, era un demonio. Había nadado más rápido que él y todavía había tenido tiempo de agarrar un machete antes de lanzarse al agua. Ya le habían dicho que era buen compañero, aunque algo hosco y de mal humor para ser brasileño.

Ya habían caminado más de una hora y estaban cansados, el Picuro había notado que Xico caminaba un poco lento, miró a la izquierda y vio las luces del pueblo. “ya estamos cerca…” pensó, y al volver la vista lo aterró la imagen de una sombra oscura cayendo sobre Xico y el sonido característico de los felinos salvajes. Picuro quedó estático mientras Xico gritaba “¡terçado, porra, terçado!” el Picuro estaba petrificado, retrocedió unos pasos y le tomó algunos segundos identificar la palabra. El machete, el machete se le había caído al brasileño. Era inútil, empezó a correr hacia la ciudad, sin mirar atrás, escuchando los gritos mortales del brasileño y los rugidos atroces del animal, corrió con todas sus fuerzas y en el esfuerzo se resbaló en el barro cayendo de bruces, se levantó como pudo y un rayo sobre el cielo iluminó todo como la luz del día y en ese instante lo vio, a sus pies y en medio del barro su rosario. Se agachó de nuevo tratando de buscar, metió las manos en el barro mientras se palpaba el pecho por encima del polo para confirmar, sí se había caído, allí estaba, lo sintió, lo tomó con su mano derecha en el preciso instante que el poderoso zarpazo abría su costado y los enormes dientes se enterraban en su garganta.

* * *

Al día siguiente la policía reportaba el extraño caso de dos prófugos narcotraficantes que habían sido atacados por un felino de gran tamaño en las inmediaciones de la comunidad de Infierno, a orillas del caudaloso rio Tambopata.

2 comentarios:

  1. Uhhhh como uno de esos mitos de los lugares olvidados de Dios y otras tantas que se cuentan y perduran en el tiempo.

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  2. Así es Arely! Muchas gracias por seguir el blog! Un beso grandote!!

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