lunes, 31 de octubre de 2011

EL BLOG (Cuento)

En medio del lujoso departamento con vista al mar, sobre una mesa de vidrio con patas de reluciente aluminio, estaba el computador personal. Mientras tanto Sandra se servía un té en la cocina antes de revisar sus correos como todas las noches. Minutos después, mientras contestaba un mensaje banal, se abrió una ventana del navegador donde aparecía un recuadro con la siguiente pregunta. “¿Quieres tener un blog?”

Si bien seguía de cerca el blog de un periodista reconocido, el de un cocinero famoso, el de una joven escritora limeña y el de un fanático de las conspiraciones mundiales para lograr el nuevo orden mundial, no se le había cruzado por la mente tener uno propio; además tampoco tenía idea de qué tema plantear, no era un personaje público, tenía un empleo bien remunerado pero normal como diagramadora de una revista de modas, pero más allá de eso no tenía nada que decir. Sin embargo por curiosidad hizo click en la palabra “Sí” y empezó a llenar los formularios.

Al momento de colocar la foto del perfil no se atrevió a poner la suya, tomó la cámara digital y le sacó una foto a un antiguo medallón de la familia que siempre le había gustado y que le había regalado su abuela Rosaura. Luego se preparó para escribir su primera nota.

Miró durante muchos minutos la pantalla en blanco. Luego se puso a escribir acerca de la importancia de tener propósitos en la vida, de la necesidad de decretar los deseos y formuló las cosas que le gustaría tener, hizo una larga lista pero una vez que la tuvo escrita, borró algunas que le parecieron muy frívolas y dejó solo tres: “1. Me gustaría tener mejoras en mi empleo. 2. Quisiera conocer a alguien lindo, guapo e inteligente. 3. Me gustaría ver pronto a mamá.” Luego grabó el blog y esperó que alguien lo comente.

Dos días después Sandra, de vuelta del aeropuerto, caminaba nerviosa por su sala. El día anterior, viernes, su jefe la había llamado para darle la noticia que el directorio de la revista había aprobado su aumento de sueldo y algunos beneficios adicionales, una hora después durante el almuerzo había tenido que compartir la mesa del restaurant con un desconocido, al final terminaron charlando entretenidamente, el sujeto era atractivo y tenía una conversación interesante, al momento de pagar la cuenta él invitó y le pidió su número, ella no se pudo negar.

Lo más extraño fue que durante la mañana su madre la había llamado por teléfono: Su vuelo de Quito a Santiago había tenido que hacer una parada técnica y se iba a quedar en el aeropuerto de Lima durante un par de horas, quería aprovechar para ponerse al día con ella. Sandra había ido y habían conversado largo y amenamente, pero al regreso en el taxi se había dado cuenta recién de las coincidencias con los deseos del blog.

Finalmente concluyó que podrían tratarse de casualidades, pero en todo caso si es que era el resultado de su fe e intenciones, agradeció. Pasó el día tranquila leyendo un poco, por la tarde fue de compras y comió algo ligero, cuando ya oscurecía la llamó Adrián, el hombre que había conocido el día anterior. La invitó a tomar un café. Se encontraron y pasaron un buen momento, Sandra pensó que después de muchos meses tal vez podría darse un tiempo para el romance, Adrián era un buen prospecto.

En la noche y de vuelta al departamento, encendió su portátil, revisó su correo y le dio una mirada al blog. Casi no registraba visitas y tenía cero comentarios. No se incomodó, finalmente podía usarlo como catarsis personal. Escribió unas pocas líneas acerca de la sensación de bienestar que provoca tomar un café en buena compañía y por jugar colocó al final tres nuevos propósitos: “1. Tener un televisor nuevo. 2. No tener que soportar al odioso vecino del segundo piso. 3. Que mañana domingo esté soleado para poder ir a la playa.” De lo último se rió mucho porque era octubre.

Al día siguiente, en un domingo de sol radiante Sandra salió a la terraza con la boca abierta. Sin darle muchas vueltas a las cosas se rió de la casualidad y fue corriendo a ponerse su traje de baño.

Cerca de las cinco de la tarde, cansada por el esplendido día regresó a casa, llena de arena y feliz entró a su departamento. Estaba por desvestirse para tomar un baño cuando sonó el teléfono.
– ¿Aló, Sandrita? – se escuchó al otro lado de la línea.
– ¡Nadia! ¿Cómo estás? – contestó Sandra
– Flaquis, preocupada por ti, no fuiste a la fiesta familiar de la escuela de los hijos de Chanita.
– ¡Me olvidé! – replicó sinceramente avergonzada Sandra.
– ¿Pero estás bien? – preguntó la amiga.
– Sí, claro que sí, el día estaba tan lindo que me fui a la playa.
– Ah, provecho, bueno solo quería saber si estabas bien y avisarte que te ganaste un premio en la rifa.
– ¿El televisor de plasma? – inquirió Sandra aguantando la respiración.
– Ya quisieras – contestó Nadia – ¡te tocó la waflera suertuda! Felicidades, bueno nos vemos en la oficina mañana. ¡Chao chao…!
– Gracias… – dijo Sandra visiblemente confundida antes de colgar.

Sandra se fue a la ducha, mientras el agua tibia caía en su cuerpo desnudo pensaba que si bien no se había cumplido el deseo, entre la waflera y un televisor no había mucha diferencia, los dos eran electrodomésticos, pensó luego en el deseo que faltaba. Lo había puesto por jugar, no quería desearle mal a nadie. Se arrepentía un poco de haber puesto ese deseo, no quería ni averiguar.

Media hora después se sentaba en la mesa de la sala para ver su correo, cuando sonó el timbre del intercomunicador. Contestó, era Giuseppe, el insoportable vecino del segundo piso. Sintió un escalofrío en la espalda. Fue a abrir la puerta y allí estaba el hombre con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¡Vecinita! – dijo con ese tono insoportable de quien se relame antes de comer un helado.
– Giuseppe, buenas noches.
– Le cuento vecina… mmm que rico huele, ¿recién se bañó? Quien fuera su toalla…, su jaboncillo…, ah, no me mire así. Mire que me está debiendo una cita, pero en fin, eso será dentro de algunos años, le vengo a contar que mi representante me llamó esta mañana y me voy por un contrato de dos años como modelo a Milán. ¡Estoy feliz! Bueno, lo único malo es que usted ya no podrá verme, pero así es la vida. Mañana mismo viajo.
– Felicitaciones Giuseppe – sonrió Sandra – no sabe cuánto me alegro, en verdad, y le agradezco mucho que haya venido a despedirse.
– Sí – replicó el hombre – a despedirme y pedirle un favor. Este asunto salió tan rápido que estoy repartiendo mis pertenencias a mis amigos y mi familia, pero tengo aquí en la puerta un televisor de plasma que recién compré esta semana y mire, aquí está la factura. He pagado la inicial pero faltan doce cuotas. No quiero irme dejando deudas, así que pensé que tal vez usted podría quedarse con él y hacerse cargo de las cuotas. Mire vecina, fue una ganga, estaba en oferta y es de buena marca. Hágame ese favor, se lo pido a usted porque es la persona más responsable de este edificio y no quiero tener la sorpresa de volver de aquí en unos años y estar registrado como deudor moroso.
Sandra se quedó muda por algunos minutos, luego sonrió y asintió. Giuseppe agradeció con repetidas venias y cargó el televisor hasta la sala, lo montó y lo colocó en el lugar del antiguo que era bastante más pequeño. Lo probó y entregó los documentos a Sandra. Luego se despidió y se fue rápidamente a terminar de hacer las maletas. Sandra estaba ahora realmente sorprendida. El blog… pero, allí estaban los tres deseos…

Al día siguiente Sandra fue a la oficina de Daniel, el gerente de ventas. Daniel era un experto en motivación y trabajo en equipo, también se corría la voz de que andaba metido en cosas extrañas de metafísica y decían que era masón o rosacruz. Una vez en la oficina, Sandra le preguntó qué pensaba de la fuerza de los decretos.
– Es una fuerza poderosa Sandra. Si concentras la energía correcta en la dirección correcta, todo es posible.
– ¿Y todo se puede hacer realidad? ¿Lo que yo quiera?
– En teoría sí.
– ¿Y de inmediato?
– No necesariamente, pero dependiendo de la fe y la fuerza vibratoria del deseo, podría ser. Acuérdate de Jesús y las bodas de Canaán.
– ¿Y si pido algo malo?
– También, pero requiere otro tipo de vibración. La cantidad de energía que necesitas para algo bueno es menor a la que necesitas para algo malo. En otras palabras, un pensamiento bueno o positivo es mucho más poderoso que uno malo o negativo.
– ¿Y si pido algo y se me da, pero luego debo pagarlo?
– No te entiendo Sandrita, pero todo tiene un costo en la vida, nada es absolutamente gratis, digamos que si decretas tener un auto nuevo, este no va a caer el cielo, pero el universo va a encaminar las cosas para que lo obtengas. Tal vez un mejor empleo que te permita pagarlo, o una oferta en el mercado sin la cual antes no hubieses podido acceder a comprarlo. ¿Te pasa algo malo Sandra?
– No, nada, solo quería saber.
– En todo caso, en mis cursos y talleres siempre doy un consejo: Hay que saber pedir, el universo no distingue para qué quieres las cosas, no distingue los fines.
– Entiendo Daniel. Gracias por tu ayuda.
“Hay que saber pedir” repetía mientras bajaba las escaleras.

Esa noche en el departamento, Sandra reflexionaba frente al ordenador. Hasta ahora el único deseo extraño era el del televisor. Se había cumplido pero tenía que pagarlo, así que tal vez Daniel tenía razón, había pedido un televisor nuevo, pero no había dicho que sea gratis. Había pedido mal.

Escribió su nota para el blog, acerca de saber pedir bien y al final puso los siguientes tres deseos: “1. Tener a mi cargo la edición general de la revista Believe. 2. Dormir ocho horas seguidas. 3. Volver a salir con Adrián.”

Hacía tiempo que había solicitado que le encargaran por lo menos una edición de la revista más importante de la empresa para demostrar su talento y hasta ahora no le habían asignado esa tarea. Esperaba haber pedido bien esta vez. Los últimos días no dormía bien, despertaba en la madrugada y necesitaba descansar, respecto a Adrián, sonrió con pícara malicia.

Al día siguiente, en el transcurso de la mañana en el trabajo, la gerencia convocó una reunión de emergencia. El gerente general compungido les comunicó que el editor en jefe, Enrique, había sufrido un terrible accidente en la vía expresa un poco más temprano. Sin embargo la empresa no podía parar, enviarían a la asistente social al hospital para ver el estado de Enrique quien por ahora estaba en cuidados intensivos, solicitaba la solidaridad de los trabajadores para lo que se pudiera presentar y en tanto se resolviera ese asunto Sandra quedaría a cargo de la edición de Believe.

Sandra salió de la reunión pensativa. Su celular timbró y vio el nombre de Adrián en la pantalla, contestó tratando de mostrarse serena. Adrián la invitó a almorzar, ella contestó que tal vez no era el momento, él insistió y ella aceptó tomar un café luego del trabajo.

Luego de una buena conversación Adrián se ofreció a llevarla, Sandra lo invitó a pasar y charlaron un poco pero Sandra empezó a recordar el accidente de Enrique y entristeció. Ya era tarde y se disculpó con Adrián. Se despidieron y ella se fue a dormir, antes de apagar la luz miró el reloj de la mesa de noche. Las doce en punto.

Al día siguiente Sandra se despertó sobresaltada, miró el reloj, las ocho en punto. Era tardísimo. Ya tendría que haber estado en la oficina, se duchó y vistió como pudo. En el taxi se puso a pensar que esto ya era demasiado raro, si es que era verdad que sus deseos se cumplían, era en sentido demasiado literal. ¿O seguirían siendo casualidades? Tal vez eran casualidades y ella misma completaba el resto, al televisor de Giuseppe pudo haber dicho que no, rechazado la oferta y el deseo no se habría cumplido. Se quedó dormida hoy porque su subconsciente se programó para ello. El resto eran casualidades. Esta noche lo demostraría.

Esa noche escribió una nota corta acerca de la casualidad y pensó en tres deseos descabellados. Cosas imposibles. Pidió: “1. Tener un departamento nuevo, gratis. 2. Que Adrián me pida matrimonio. 3. Cien mil dólares en mi cuenta bancaria.”

* * *

En la madrugada el olor del humo la despertó. Las alarmas se encendieron y salió corriendo junto con los demás vecinos a ponerse a buen recaudo. Los bomberos demoraron cerca de tres horas en apagar el fuego. El departamento debajo del suyo había sufrido un extraño incendio. A las seis de la mañana se presentaron los representantes del seguro. Las estructuras del edificio probablemente habían quedado debilitadas y el sistema contra incendios del edificio no había funcionado, por ello en tanto duren las investigaciones le asignarían un departamento en un edificio gemelo que quedaba en mismo complejo, la vista era similar a la de su departamento y el seguro se haría total cargo de la mudanza y reponer los bienes que se hubiesen dañado. En cualquier caso, si confirmaban los daños en la estructura, le entregarían un departamento nuevo o podría elegir con quedarse con el que le iban a asignar.

Sandra estaba devastada, no podía ser tanta casualidad. Pidió permiso en el trabajo y estuvo todo el día supervisando la mudanza y controlando el inventario de bienes dañados que afortunadamente no eran muchos. Por la tarde Adrián vino a visitarla y a ayudar. La invitó a mudarse a su casa si lo necesitaba, tenía un cuarto de huéspedes. Ella le agradeció y le explicó que el seguro se haría cargo de todo. Adrián se quedó callado y le tomó la mano.
– Cásate conmigo – le dijo.
– ¿Qué? ¡Estás loco Adrián! Recién nos conocemos.
– Lo sé – contestó él – pero siento que te conociera de toda la vida
– Adrián, no lo sé, además no te imaginas lo ridículo de la situación y tú diciéndome esa frase sacada de las novelas rosa
– Es que es verdad… – replicó.
– Mira, hoy ha sido un día complicado. Dejemos esta conversación para otro día por favor.
– Está bien – asintió Adrián compungido.

Luego de despedirse, Sandra se sentó en el piso. Miró alrededor, no recordaba en qué caja estaba su portátil. Esto era demasiado, no podía ser. Estaba meditando en el asunto cuando sonó su celular. Una voz temblorosa le habló, le costó reconocerla, era su tía Susan. Sandra no podía creerlo, su mamá había sufrido un ataque cardiaco en Santiago. Había fallecido media hora antes.

Sandra lloró durante largo rato a solas, su vida se había vuelto un desastre en menos de una semana, no sabía qué hacer. Su departamento que tanto le gustaba, ahora la pérdida de mamá. Además el loco de Adrián. Pensaba en todo esto y de pronto el celular volvió a sonar. Contestó. Era un funcionario de la compañía de seguros. Sandra le explicó que ya habían resuelto el asunto del departamento y le agradeció. El funcionario confundido le explicó que no sabía nada de un departamento, la razón de la llamada era otra. Habían recibido la comunicación de la muerte de su madre y tenían que coordinar los trámites de la entrega de un fideicomiso que ella había establecido a su favor.
– ¿Fideicomiso?
– Sí señorita. Un fideicomiso por cien mil dólares… ¿Aló? ¿Aló?
Sandra se había desmayado.

* * *

Unos minutos después Sandra recobraba el conocimiento, el celular sonaba insistentemente, contestó, era el funcionario, le pidió conversar al día siguiente y colgó. Frustrada y enojada se levantó, buscó la portátil entre las cajas y la halló. La encendió, ingresó al blog, escribió una nota breve acerca de su madre y escribió con furia un único deseo: “Quiero que todo esté como antes de escribir este maldito blog.” Y se fue a dormir.

Al día siguiente fue a trabajar. Apenas llegó le avisaron que Enrique había salido de riesgo y había insistido en hacerse cargo de la edición de Believe, pero había una noticia adicional, debido a esa contingencia y al hecho de Sandra había sufrido el incendio de su departamento, la gerencia había tenido que tomar algunas decisiones para cubrir los riesgos del posible retraso de la edición de este mes y la responsabilidad con los clientes de publicidad, por lo tanto los aumentos de salario que se había anunciado la semana pasada, quedaban en suspenso hasta nuevo aviso. Sandra respiró aliviada. Más tarde recibió la llamada de otro funcionario del seguro, este le explicó amablemente que el fideicomiso efectivamente era por cien mil dólares, pero su madre lo había colocado en el rubro de inversiones de máxima utilidad que también eran las de mayor riesgo, con la crisis financiera mundial, se habían producido pérdidas, el importe a depositar no superaba los tres mil dólares. Sandra agradeció y pensó que las cosas se estaban recomponiendo de alguna manera, regresando a la normalidad. Por la tarde cuando bajó del taxi se encontró cara a cara con un deprimido y cabizbajo Giuseppe.
– ¿Giuseppe? ¿qué pasó? ¿No estabas en Italia?
– Sí, contestó triste. Es raro, hoy tenía que firmar el contrato, pero ayer me llamaron al hotel, me dijeron que no iban a contar conmigo, no se responsabilizaban por mí. Me dijeron que había un vuelo por salir, si lo tomaba podían hacerse cargo del pasaje de retorno, si lo rechazaba me quedaba en Italia bajo mi cuenta y riesgo. No lo pensé vecinita, me regresé. Aquí estoy de nuevo, fracasado y con el Jet Lag encima.
– Si necesitas ayuda en algo avísame – dijo Sandra.
– Lo haré – contestó Giuseppe mientras se alejaba.

¿Sería el blog? Pensó Sandra. Ya no lo importaba, en realidad quería regresar a su vida normal y despreocupada. Subió a su departamento. Apenas entró recibió una llamada de la aseguradora, le informaban que su departamento no había sufrido daños estructurales. Ya habían iniciado los trabajos de repintado, cambio de vidrios y alfombras. Para el fin de semana podría reinstalarse. Sandra agradeció y recapituló: ahora tendría que devolverle el televisor a Giuseppe, lo que no era nada complicado, y Adrián, solo faltaba que Adrián desaparezca de su vida. Luego pensó en su madre. No podía volver al pasado, pero si pudiera revivir su mamá…

Decidió no abrir las cajas del departamento, este fin de semana estarían en su lugar de nuevo, buscó algunos utensilios de cocina y se preparó un té y un sándwich. Estaba terminando su refrigerio cuando sonó el intercomunicador. Era Adrián. Lo hizo pasar. Se saludaron y casi de inmediato él preguntó acerca de su propuesta.
– Es una locura Adrián – dijo Sandra – por favor olvida ese asunto.
– No es ninguna locura, somos el uno para el otro. Lo descubrí desde el primer día.
– Adrián, ¿te das cuenta de lo que estás diciendo? no nos conocemos, yo no conozco a tu familia, no te conozco bien a ti. Mira ahora tengo muchos problemas, mi madre recién falleció, tengo este problema con mi departamento, todas mis cosas están prácticamente metidas en cajas, tengo problemas en el trabajo.
– Pero cuentas conmigo para todo eso – replicó Adrián.
– No insistas por favor.
– Escúchame Sandra – dijo Adrián con un tono que nunca antes le había escuchado – A mí nadie me rechaza, y tú no vas a ser la primera.
– ¿Pero de qué hablas?
– De que vas a ser mía quieras o no – dijo Adrián mientras se le acercaba peligrosamente. Sandra corrió hacia la terraza y él la siguió, ella se demoró abriendo la puerta y el la tomó por la cintura. Ella forcejeó y logró escapar. El seguía tras ella, en toda la sala no había nada con qué defenderse, excepto la computadora portátil, corrió hacia ella, se agachó y cuando la tomaba Adrián ya la había alcanzado por la espalda, Sandra giró sosteniendo la lap top con todas su fuerzas y golpeó a Adrián en la cabeza, el perdió el equilibrio y cayó al piso golpeando fuertemente la cabeza con el muro lateral de la sala.

Sandra se acercó despacio, las vértebras del cuello parecían fuera de lugar. Se acercó un poco más y le tomó el pulso. Estaba muerto. Recogió la computadora, estaba manchada con sangre. Recordó sus palabras: “que Adrián desaparezca de su vida” los ojos se le humedecieron, no quería eso. Levantó la tapa del ordenador y lo encendió, todavía funcionaba. Tenía que hacer algo. De pronto sonó el celular. Miró la pantalla y aparecía “llamada privada”, nunca contestaba llamadas privadas, pero esta vez lo hizo.
– ¿Aló?
– ¿Sandra? ¿Sandrita?
– Ma… ¿má? – dijo la mujer asustada.
– Ayúdame hija, está oscuro aquí, está frio.
– ¿Dónde estás mamá? – preguntó Sandra sollozando.
– No sé hija. Es horrible. ¡Ayúdame!
– ¿Cómo te puedo ayudar mamá?
– No siento mis manos. Me siento flotar hija. Siento que no tengo cuerpo. Me siento sola.
– ¡Mamá!
– ¡Ayúdame!
– ¡Mamá... mamita!
Sandra entró al blog. Escribió una única frase y la grabó. De pronto sintió una especie de paz, su mente se nubló, le faltó el aire, sus músculos se agarrotaron y no podía respirar. Trató de escribir en la computadora, sus dedos ya no respondían, se arrastró y su organismo todo colapsó. Se sintió flotar, vio su cuerpo desde arriba, las manos como garras tratando de alcanzar la lap top, más allá el cuerpo inerte de Adrián, las cajas, la terraza, la playa, la ciudad, las luces, los autos, todo desplazándose a gran velocidad y de pronto el silencio absoluto, la levedad incorpórea, la sensación de ser un punto, un pixel apagado perdido en el ciberespacio y luego la nada.

* * *

Varias horas después los agentes ingresaban al departamento rompiendo la cerradura de la puerta. El espectáculo era terrible. En el piso el computador estaba abierto y ensangrentado. El agente se acercó y presionó la tecla de encender, se había agotado la batería, bastante cerca estaba el cable, con cuidado la enchufó y la encendió, escogió la opción restablecer y apareció la página de un blog con la siguiente frase: “Quiero que todo esto se acabe…”
– Mira – dijo llamando al otro detective.
– Este va a ser un caso difícil primo – dijo el agente Vásquez mientras leía la pantalla.
– Tienes razón – contestó Morgan mientras encendía un cigarrillo – un caso difícil.

4 comentarios:

  1. WOW Miguel que cuento de horror, sin duda "Tienes que saber pedir" muajajajaj que meyo.

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  2. Sin duda alguna!! Pide con cuidadooo!!! Boooo!! (Gracias por leer el blog!) Besos sangrientos!!

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  3. jejejeje buena!! no me esperaba esa entrega fuera de los agentes!! te quedo muy bueno Miguel, el final no me lo esperaba la verdad, bien explotado, cuidao con lo que pides!!!

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  4. Gracias Claudio! Si pues, hay que tener cuidaditooo!! Tomé muchas ideas de nuestras conversas de los últimos meses y días. Me alegra haberte sorprendido y que te guste, gracias por el comment y por seguir el blog como siempre. Un abrazote!!!

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