sábado, 8 de octubre de 2011

EN BUSCA DE DIOS

Todo empezó con la prematura conversión al credo mormón por parte de mi hermano mayor, Jorge Luis, al que llamamos Tony. No tengo muy claro por qué él en particular se convirtió. Yo tengo una serie de posibles hipótesis, pero ninguna comprobable, así que no abundaré más en el tema.

En aquél entonces yo debo haber tenido unos siete años tal vez. El tiempo es un poco borroso pero si puedo recordar claramente los hechos. Como recordarán los que leyeron mi nota llamada “¡Por Dios, yo no soy ateo!” publicada el mes de enero del dos mil once en este mismo blog, durante mi temprana infancia recorrí prácticamente todas las iglesias del centro de la ciudad de Arequipa acompañando a mi acongojada madre en sus oraciones. Entiendo que por una cuestión generacional mi madre suponía que lo más natural era que todos sus hijos resultásemos católicos como ella, pero en los años setenta el mundo cambiaba.

Una cosa que yo agradezco mucho fue el que gracias a Tony nos hubiésemos topado con la religión mormona, sus altos valores morales (a pesar de que muchos de sus detractores digan lo contrario) ayudaron mucho que nuestra familia se mantuviese fuera de la delincuencia o las drogas que eran muy comunes en el barrio que nos tocó vivir por esos años.

Como toda religión, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (¡vaya nombre!) se preocupaba mucho de que sus fieles hicieran tarea de evangelización en sus propias familias primero. Así fue que por iniciativa y a veces intensa insistencia de Tony fuimos recibiendo a los primeros misioneros o élderes mormones. El elder Taylor es el que más recuerdo. Un gringo amable que le tomó mucho cariño a la familia y asumió el reto de bautizarnos a todos. Era interesante para nosotros que a duras penas contábamos un televisor en blanco y negro a tubos, ver los modernos dispositivos electrónicos que traían los misioneros a nuestras casas y permitían proyectar filminas en una de las paredes de la sala (que hasta ahora recuerdo llenas de huecos de las marcas de incontables clavos) convirtiendo la casa en una especie de mini cine. Yo me imagino que eso debe haber sido hasta un símbolo de estatus, que los vecinos tan pobres como nosotros vean entrando a nuestra casa a estos apuestos gringos de camisa blanca, corbata y plaquita negra de acrílico con su nombre en el bolsillo izquierdo para darnos las “charlas” de evangelización y los lunes por la noche enseñándonos como se hacía una “noche de hogar.”

Lo cierto es que nos bautizamos todos, excepto mi mamá que es cien por ciento católica y mi hermana menor Charo que en aquél entonces era muy pequeña. Tampoco recuerdo mucho si mi hermana mayor lo hizo, pero tengo absoluta certeza que todos los demás sí, los cinco hermanos.

Como consecuencia de la herencia genética de nuestros padres, la disciplina militar de papá y la bondad infinita de mamá, nos tomamos bastante a pecho el asunto y nos hicimos buenos mormones por un tiempo.

A esa corta edad, que calculo debe haber sido entre mis ocho y doce años, obtuve como premio mil dudas en lugar de respuestas. Si bien habían cosas divertidas como las “noches de talentos” y las “reuniones dominicales” que eran los equivalentes a las misas católicas y que eran mucho más activas y participativas que estas últimas, lo cierto es que también habían cosas que me mostraron la cara verdadera del mundo real. Para en aquél entonces yo ya llevaba bastantes libros leídos y era bastante difícil que me cuenten cuentos, sobre todo porque una de las primeras cosas que leí en la vida fueron los veinte tomos de la enciclopedia “El Tesoro de la Juventud” como ya también les conté en otra nota.

Lo primero que me causó una mala impresión fue el ahínco con el que se empeñaban los jerarcas distritales de la iglesia mormona en desacreditar a la iglesia católica. Si algún mormón o de cualquier otro credo lee esto, un consejo: no funciona, sobre todo para quienes tenemos la capacidad de cuestionar el entorno aunque tengamos tan solo once años. ¿No se supone que uno debe hablar más de sus méritos que de las falencias de la competencia? Me sentía como en un grupo de adoctrinamiento. Si bien los principios de castidad, honorabilidad y moral de la iglesia mormona eran muy sólidos, las personas que tenían la tarea de educar a los miembros en el credo hacían muy mal trabajo. Entonces vino el problema. Una de las principales razones por las que acepté bautizarme, era porque el elder Taylor (que para entonces ya se había ido) me contestaba todas las preguntas y me aseguró que una vez siendo miembro encontraría más respuestas. Eso me daba una enorme luz en el camino, ya que los sacerdotes católicos que había conocido hasta ese entonces, incluido el capellán del ejército que oficiaba en mi colegio, resolvía todos mis cuestionamientos con respuestas similares a estas: “Eso es un sagrado misterio” o “Dios dijo no me tientes con preguntas…”

En la iglesia mormona sucedió lo mismo, la historia de José Smith – que fue el fundador estadounidense de la religión – que descubrió gracias a la aparición del ángel Moroni una planchas de bronce y oro con escritura parecida a la cuneiforme con la palabra de Dios, la venida de Jesús a América, el viaje de Lehí y su familia cruzando el atlántico usando una antigua brújula entregada por Dios llamada Liahona, la historia de los lamanitas, los nefitas, la muerte de estos últimos en manos de los primeros y el castigo divino de Dios de oscurecer la piel de los lamanitas y que constituyó el origen de los pueblos Mayas, Incas, Aztecas, Cherookes y etc. Todo ello era muy consistente desde el punto de vista histórico, hasta el punto de que el asunto empezaba a cojear para mí de la misma pata donde cojean casi todas las religiones. Una prueba de carbono 14 a las planchas de bronce y listo, resuelto el problema de la religión verdadera. Pero no, el ángel Moroni por encargo de Dios, le había pedido a José Smith que le entregue las planchas luego de que las tradujo para llevarlas al cielo. Nuevamente nada comprobable, un nuevo libro: el libro de mormón, con origen incierto y nada más.

A pesar de esos problemas bien pude haberme quedado feliz con ese credo. A pesar de la insistencia con la que cobraban el diezmo (que era la décima parte de lo que uno no tenía, por lo menos en mi caso en esa época) y la necesidad de ser misionero y evangelizador todo el tiempo y en particular al cumplir los dieciocho años como una especie de servicio militar obligatorio.

Lo malo es que a pesar de las claras reglas, como la castidad, el cuidado del cuerpo (los mormones no consumen alcohol, tabaco, té, café, bebidas gaseosas negras, etc.) la observancia de la moral, la humildad, el amor al prójimo y la decencia, vi que casi nadie observaba esas reglas, en particular los más recalcitrantes defensores del credo y terminaban comportándose como las viejas cucufatas católicas que yo tanto había detestado.

Así que para hacerla corta, un día me salí. Me fui a recorrer a mis tempranos trece el mundo de las drogas y el rock and roll, con la esperanza de que el sexo llegue pronto también. Sin embargo en mi mente siempre me quedaba la duda de quién tenía finalmente la razón. Los mormones habían tratado de manipularme vilmente, había una frase que se usaba mucho en la iglesia que decía más o menos así: “Dios ve con mejores ojos el día del juicio final a quienes nunca tuvieron la oportunidad de conocer la verdad, que a aquellos que conociendo la verdad, le dieron las espaldas.” En clara alusión que la iglesia mormona era la única verdad. Es decir el código de la mafia. Sabes demasiado como para irte y el castigo es que Dios te va a mandar al infierno en la entrevista de rigor en el juicio final. A pesar de mi edad me di cuenta de lo bajo del truco. Con esa idea en mente, en mis tiempos libres leía todo lo que caía en mis manos respecto a las religiones, las revistas de los Testigos de Jehová, veía el Club 700 en la tv y no me perdía un episodio del Hermano Pablo, tratando de descubrir finalmente quién tenía la razón.

Por aquél entonces fue también que empecé a leer la Biblia, una que tengo guardada hasta ahora en una de mis cajas de libros, tapas azules y hojas de papel casi transparente pintadas de rojo en su borde externo. Empecé como se debe, desde el capítulo I del Génesis y hasta el Apocalipsis. No cabe duda que hay párrafos intensos y casi literarios, también los hay oscuros y casi indescifrables. El Génesis, el Éxodo y los cuatro evangelios son sin duda alguna los más fáciles de leer. Los más complejos el Apocalipsis y los Salmos. Luego de haberla leído, he tenido que volver a leer grandes fragmentos años después porque siempre aparece alguien que me sorprende con nuevas interpretaciones de libros que me parecían claros.

Cuando tenía dieciséis era un perfecto católico moderno, es decir iba a misa los domingos y me olvidaba del asunto el resto de la semana, fumaba y tomaba con mis amigos, ya tenía algunos cachuelos entonces, contaba por tanto con algunos magros ingresos. Incluso a veces me confesaba y comulgaba para complacer a alguna enamorada y hasta iba a las procesiones. En algún oscuro punto de mi memoria puedo verme a mí mismo cargando un anda o sosteniendo la soga que separa a los cargadores de los fieles. También recuerdo que fui de peregrinación a Chapi, algunas veces con mucha fe y otras, soy franco, sin tener mayor convicción, como la mayoría de mis coetáneos.

Con mi llegada a la universidad conocí un grupo de seres humanos diferentes, ellos no se hacían problemas con nada. Leían a Nietzsche, a Platón, Sócrates, Hegel, a Marx y Engels, escuchaban a cantantes raros como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Victor Jara y Mercedes Sosa. Se les conocía con el subversivo nombre de “Los Ateos”

Yo ya había escuchado antes a Silvio y Milanés en las fogatas del Círculo Militar, el Club Internacional y en las playas de Mejía, donde lograba colarme gracias a mis amigos pudientes, se hablaba de ellos, del Ché Guevara y de Cuba como un sueño romántico y se mezclaban las canciones con las de Sui Generis y el gran Charly. Pero esos eran revolucionarios de pose, socialistas de salón. Los que conocí en la Universidad Nacional de San Agustín eran de verdad. Daba miedo tocarlos. Se sabían el manifiesto marxista de memoria y podían refutar la existencia de Dios en cinco plumazos.

Yo estaba sinceramente impresionado, “¡O sea que la verdad era que Dios no existe! ¡Con razón ninguna religión tiene la verdad!” pensaba yo. Tenía que averiguar más acerca de Marx, Engels, Lenin y Mao Tsé Tung. Así fue que leí el Capital, no me sirvió de mucho para el tema de la búsqueda de Dios para ser franco, pero si me fue útil para no quedarme callado en los debates universitarios de balcón a balcón como en aquellos buenos tiempos. Hago un paréntesis. En aquél entonces yo tenía diecinueve años, muchos ideólogos y oradores de mi facultad tenían diecisiete, algunos ya habían sido dirigentes en sus partidos. Haya de la Torre y Mariátegui en su momento ya eran unas luminarias a esas edades. ¿Cómo es posible que hoy en día los universitarios de diecisiete y hasta veintiún años sean incapaces de elaborar un par de frases completas y su manejo del castellano sea menos que deficiente? Bueno. Los tiempos cambian.

Continuando con la historia. Lo del ateísmo no terminaba de convencerme. Me parecía una teoría de comunistas afiebrados. Además el recrudecimiento del terrorismo en esa época (ya terminaban los ochentas) desprestigiaba más el socialismo y el comunismo, y con ello el ateísmo. El social cristianismo aparecía como una ideología más vanguardista. Así que en mis años universitarios me hice social cristiano, pero no mentiré… bien pegado a la derecha. Aproveché también y con más recursos para conocer a fondo a Descartes y Nietzche entre otros.

También pasé por otros lugares que lamentablemente no les puedo contar con detalle, pero baste saber que me permitieron abrir los ojos y mirar a lugares donde no había estado mirando. Aprendí que la abundancia no tiene nada que ver con millones de dólares y que la pobreza material no tiene nada que ver con ser un buen ser humano. Una de las cosas más importantes que aprendí es que no tiene que haber EL DIOS con nombre y apellido. Estos nobles hermanos me enseñaron que basta saber que hay una fuerza superior, póngale usted el nombre que le quiera poner. Y otra cosa más importante: usted es parte de esa fuerza superior, el universo funciona en armonía, y si hubiese un Dios, digamos que es… algo así como un Gran Arquitecto.

Cada año que pasaba mi ideología política se iba posicionando cada vez más a la derecha. Claro cuando uno empieza a trabajar y tener sus propias cosas, la idea de la propiedad común ya no es tan divertida como cuando uno no tiene un quinto. Una cosa es ser el que va a recibir el patrimonio arrebatado supuestamente a los ricos, y otra cosa es distribuir el poco patrimonio que uno tiene entre los que no tienen nada, sabiendo que los ricos a la larga nunca van a ser afectados como siempre en la historia.

Sin embargo seguía con mis cuestionamientos a la Iglesia, llegué a la conclusión clara y meridiana que las iglesias sin importar cuales, todas estaban equivocadas. Casi todas ellas son grandes corporaciones que lucran con la fe de las personas. Cuando acabé mi carrera, hice una maestría en Derecho Civil, mis principales esfuerzos fueron dedicados al Derecho Romano, y así me puse a averiguar de historia, y la historia confirmó cada una mis teorías. Los comunistas decían en la universidad que la religión es el opio del pueblo, creo que es algo así, pero está muy vinculado a la falta de educación. Investigué todo lo que pude y no paré hasta los egipcios, caldeos y sumerios. Las primeras civilizaciones y sus credos. La aparición del ser humano en el planeta y lo antiguo que es nuestro sistema solar y lo bien que le fue antes que apareciese el hombre para destruir todo.

Algunos años después apareció Dan Brown y toda la polémica del Código DaVinci y aportó datos a la humanidad que para ese entonces yo ya tenía claros. En aquél entonces me declaré agnóstico con la angustia de no poder demostrar que Dios no existía pero tampoco que sí. Mi afán nunca fue demostrar la existencia o no de Dios, solo estar claro en cualquiera de las dos posibilidades. Siempre he tratado de ser consecuente con mis ideas. Admiro mucho a los ateos por su seguridad, pero siempre había algo que no me cuadraba en tanta certeza.

Lo cierto es que la fe es útil para mucha gente, y no hablo de la fe en determinado Dios o determinado credo. Me refiero a la fe. Hablar de la fe en UN Dios o en la iglesia católica es una postura obcecada. Hay gente que tiene fe en las vacas, en las ratas, en la reencarnación, en las aves carroñeras, en los rayos y truenos, en el sol, en los tigres, en los arco iris, en las piedras de colores, en las aguas de los ríos. Mientras las personas tengan fe en lo que quieran creer, y en virtud a esa fe hagan cosas para ser mejores, creo que la fe es útil si no indispensable. Si alguien cree con sinceridad en el poder de una piedra ¿Quién soy yo para imponerle otra fe en una imagen de yeso? ¿O peor aún, en un algo que no se puede tocar ni oler ni sentir y que esta persona nunca entenderá? Si usted es cristiano y viene una persona y le dice que está equivocado, que la salvación a su alma tiene que ver con renunciar a Jesús y adorar una vaca, ¿usted lo haría? ¿Entonces por qué la gente insiste en hacer exactamente lo opuesto como si solo lo opuesto fuese lo correcto?

Yo no creo en las religiones y eso es muy diferente a cuestionar la fe de las personas. Nunca he cuestionado la fe de ninguna persona pero si me pone muy mal que traten de catequizarme o evangelizarme. Reclamo tolerancia una vez más.

Bueno para terminar, un día encontré a Dios. Y no puedo decir que haya sido luego de un momento traumático o una epifanía o el resultado de una experiencia religiosa, me parece que fue resultado de esta larga búsqueda que no termina, de las lecturas de Stephen Hawking que me guió como nadie en ese camino y la información que recibí de ateos, comunistas, metafísicos, sacerdotes, mormones, pastores y hasta hechiceros y chamanes. Pero sobre todo de una búsqueda interior. Dios está dentro de uno mismo. Me sigo autodenominando agnóstico cuando me lo preguntan por contraposición, pero contraposición a las religiones, no en contraposición a la fe. Dios finalmente está donde siempre estuvo. Yo tengo la fortuna de haberlo encontrado y vivo en paz con ello. Esta nota no es una receta para encontrarlo o un mapa. Solo les cuento el camino que yo seguí. Sé también que el camino es diferente para cada uno. Lo importante es nunca perder la fe.

6 comentarios:

  1. que linda Nota Miguel, te felicito, tienes toda la razon, nadie es nadie para opinar sobre la fe de otras personas, yo siempre he creido que tienes que seguir tu instinto, y estar donde creas que debes estar, la fe es importante y que importa si te guia una u otra autoridad, lo importante es que aprendas de ella y te haga mejor persona, eso hace falta ahora en la humanindad

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  2. Miguel nuevamente a tus reflexiones no me queda más que quitarme el sombrero como dicen. Por mi parte te comento que nunca fui parte de una familia religiosa, aunque mi padre en su niñez fue un católico devoto con el tiempo al igual que tu entre lecturas y vivencias propias fue dejando de creer en las religiones y mi madre es casi atea. Por lo que te imaginas que no tengo arraigado el más mínimo hábito religioso, aunque por complacer a mis amigos he asistido a toda clase de cultos con ellos pero siempre me he sentido impropia y muy pocas veces regreso. Sin embargo si creo en la existencia de Dios y lo afirmé cuando mi Fiorella nació (el porqué es una larga historia) y cada día veo la belleza de este mundo y pienso que sin duda hay algo más poderoso que yo y doy gracias por ello, a eso le llamo mi fe.

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  3. Así es Claudio, como ves nuevamente concordamos y eso es lo interesante de la vida, hemos llegado a las mismas conclusiones por distintos caminos. Creo que de eso se trata todo, mientras mas fundamentalista es uno con SU verdad, más se aleja de LA verdad si es que existe una. Un beso grandote y un abrazo más grande todavía primo. Te quiero mucho!

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  4. Gracias Arely, como le decía a Claudio en el comment previo, quienes no nos quedamos sentados en un solo sitio y cuestionamos el entorno terminamos llegando más o menos al mismo sitio a pesar de haber empezado en lugares totalmente distintos. En tu casos tu hija preciosa te llevó a comprender cosas que otros comprendemos luego de mucho análisis y búsqueda. De eso se trata y como siempre digo, lo que importa es nunca perder la fe. Un abrazo grandote y un beso más grande todavía!!!!

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  5. Tú sabes como conseguí reencontrarme con Dios. Como tú dices cada uno tuvo un camino distinto para llegar al mismo lugar. Un abrazo amigo. Muy bueno el post como siempre.

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  6. Edwar, maestro, amigo, esta nota la escribí inspirado por nuestra conversación acerca del tema, así que te agradezco de manera muy especial por haberme motivado a escribirla. Un fuerte abrazo y muchos éxitos!!!!

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