viernes, 24 de junio de 2011

UNA SANTA DESNUDA (Cuento)

En su oficina, el agente Morgan levantó el teléfono, escuchó atentamente, anotó una dirección en un papel y colgó.
– Vamos primo, el deber nos llama – le dijo al agente Vásquez.
– Vamos – contestó Vásquez poniéndose de pie al mismo tiempo que colocaba su arma en la sobaquera de cuero.

* * *

Al llegar tuvieron que lidiar con los reporteros amarillistas apostados en el primer piso del edificio de departamentos, luego de subir las gradas hasta el tercer piso encontraron en el interior del pequeño departamento al fiscal que dictaba un acta a su asistente para el levantamiento del cuerpo, saludaron y llamaron a un lado al técnico Vizcarra que había llegado mucho antes.
– Danos un resumen Vizcarra, ¿qué fue lo que pasó aquí? – preguntó Vásquez.
– Este es el departamento de la homicida, la víctima recibió un disparo en el pecho, hay algunas marcas de violencia, al parecer se lanzaron cosas, estoy esperando que termine el fiscal para llevarme el cuerpo a la morgue, el médico legista verificará si hay arañones o marcas.
– ¿El arma? – inquirió Morgan mientras Vásquez miraba por el departamento.
– Una veintidós cañón corto, ya la tengo embolsada en el maletín, tenía seis cartuchos, se disparó solo uno, el tiro fatal.
– Hay dos dormitorios – dijo Vásquez regresando al lugar donde se encontraba Vizcarra.
– Sí – dijo Vizcarra – al parecer el hijo de la mujer que disparó está en algún otro lugar, aquí no estaba cuando llegó la patrulla. La habitación tiene una cama pequeña y por los juguetes, calculo que debe tener unos ocho años.
– ¿Quién denunció?
– Como siempre los vecinos – contestó el técnico.
– ¿La mujer que disparó?
– En el patrullero.
– ¿A qué hora la detuvieron?
– A las cinco de la tarde.
– Nos encontramos en la oficina – dijo Morgan dirigiéndose a Vizcarra, al tiempo que salía del lugar – vamos a hablar con esa mujer. Dile a los del patrullero que la lleven a las oficinas, yo llamo al fiscal, solo tenemos veinticuatro horas para mantenerla detenida.

* * *

En la oficina ambos agentes se prepararon rápidamente para el interrogatorio.
– ¿Quién quieres ser hoy primo? ¿Bueno o malo? – preguntó Morgan.
– Dejemos que ella decida – contestó Vásquez guiñando un ojo.
Ingresó en ese momento una mujer esposada, alta delgada, madura, con cierto aire de autosuficiencia, a todas luces educada; era difícil creer que fuese la autora de un homicidio, Vásquez le señaló una silla frente al escritorio y la mujer se sentó con elegancia a pesar de las esposas, se quedó mirando a Morgan con cierto brillo en los ojos y Vásquez le hizo una seña imperceptible a este, Morgan asintió y se sentó frente al computador, Vásquez se quedó de pie.
– ¿Su nombre señorita? – preguntó Morgan mientras empezaba a teclear en el computador.
– Señora – contestó ella.
– Señora, perdón.
– Deyanira Ramírez
Morgan le tomó todos los datos y los escribió con premeditada calma, luego Vásquez le preguntó directamente:
– ¿Por qué mató a esa mujer?
– Defensa propia – contestó suavemente la dama
– ¿Puede probarlo?
– Yo no tengo que probar nada señor – contestó – conozco mis derechos.
– Pues yo creo que sí – replicó Vásquez – nosotros podemos probar que mató a esa pobre infeliz a sangre fría de un balazo en el corazón.
– ¿Usted lee mucho no? – afirmó Deyanira con serenidad y un ligerísimo toque de sarcasmo.
– ¿Perdón? – dijo Vásquez sorprendido.
– Su vocabulario no es precisamente el del común de los policías.
– ¿Conoce muchos policías entonces? – preguntó rápidamente Morgan desviando el tema.
– Algunos.
– Bueno – dijo Vásquez – eso no tiene que ver con su situación señora.
– Es verdad – agregó Morgan – usted tiene un serio problema.
– Ya les dije detectives, fue en defensa propia – dijo la mujer.
– A ver, cuéntenos con detalle esa historia – dijo Vásquez.

* * *

– ¿Qué piensas primo? – preguntó Vásquez mientras se sentaba en la silla que minutos antes había ocupado la mujer.
– Caso cerrado. Defensa propia. Confirmemos la versión de la mujer con Vizcarra y hagamos el informe
– Caso cerrado... – repitió Vásquez – no sé, tengo un mal presentimiento.
– Te dejo primo – dijo Morgan mientras se ponía el saco, mañana nos vemos en el laboratorio de Vizcarra.
– Hecho. Suerte con la dama de cuero.
– ¿Qué?
– Nada, últimamente todos los viernes por la noche….
– ¡Jajaja! Rió Morgan negando con la cabeza mientras pensaba en Gretzel.

* * *

Cerca de la media noche, Morgan sentado en el sofá de cuero negro del departamento 4 B miraba con un rezago de lujuria la desnudez de las perfectas caderas y la fina espalda de Gretzel que salía de la sala luego de una larga sesión de sometimiento y placer, se puso el pantalón y mientras se acomodaba la camisa, notó que ella volvió vestida con un cómodo short gris de algodón y una sudadera blanca un par de tallas mas grande.
– Es la primera vez que te veo vestida así – dijo Morgan.
– ¿No te gusta?
– Es diferente, ya me había acostumbrado a que me recibas y despidas envuelta en látex o cuero.
– Te has convertido en algo más que un cliente – dijo Gretzel mientras le extendía un vaso con agua.
– ¿En qué me he convertido? – preguntó curioso Morgan
– No lo sé. No hay muchos que regresen tanto y tan seguido – contestó la mujer – algunos vienen, prueban y no regresan nunca más. Otros vienen y pierden el control, empiezan a pedir cosas desagradables que yo no hago, y les recomiendo otras colegas, esos tampoco vuelven. Son muy pocos los que permanecen obedientes y fieles todo el tiempo como tú, lindo.
Morgan sonrió y bebió el agua helada. Hizo una pausa y mientras dejaba el vaso en la mesa a su costado deslizó una pregunta sin mirar a su interlocutora.
– ¿Te gustaría ir a cenar un día?
– Estás loco – dijo ella sin alarmarse – ¿te das cuenta de quién y “qué” soy no?
– Si me doy cuenta.
– ¿Y por qué piensas que saldría contigo gratis? ¿O piensas pagarme por las horas que pasemos cenando?
– No… – contestó titubeante Morgan – más bien pensaba en salir como amigos.
– No te entiendo Sergio, eres joven, atractivo, inteligente. ¿por qué querría alguien como tú, salir con alguien como yo?
– No me llamo Sergio, Gretzel, ese es un nombre inventado, me llamo Patricio, Patricio Morgan.
– Estás rompiendo las reglas Patricio. ¿Ahora qué vas a hacer? ¿Me vas a pedir matrimonio? Es mejor que te vayas, quiero descansar.
Gretzel se puso de pie y salió de la habitación. Morgan se quedó sentado unos segundos, tomó aire y salió también rumbo al ascensor. “Esta mujer.” pensó, no podía escapar de la fascinación que causaba en él.

* * *

Por la mañana en los laboratorios de criminalística, Morgan y Vásquez fueron al encuentro del técnico Vizcarra. Estaba trabajando en su módulo, en el muro sobre el computador, posters de grupos de heavy metal y citas de Nietzsche y Borges sobrecargaban el espacio. En la pantalla del computador había varias ventanas entre páginas de internet, videos musicales y búsquedas de google.
– ¿Qué tal Vizcarra? ¿Qué novedades? – preguntó a modo de saludo Morgan.
– Bien, qué tal... aquí, descargando esto que les puede interesar.
– ¿Ah sí? –dijo Vásquez.
– Sí, es un video fantástico de Metállica, lo grabaron en...
– Del caso Vizcarra – lo interrumpió Morgan.
– ¡Ah! ¡Perdón!, sí, tengo los exámenes, la prueba de absorción atómica arrojó positivo, la mujer efectivamente disparó el arma homicida, había una segunda arma con las huellas de la víctima. No se disparó pero estaba cargada y sin seguro, no está registrada, probablemente provenga del mercado negro.
– ¿Confirmaste los correos?
– Sí, es un correo gratuito, como Hotmail, efectivamente hay un montón de correos amenazantes y con insultos a nuestra homicida, aun no he confirmado los protocolos de internet de los correos de origen, aún así los imprimí, aquí están – dijo Vizcarra extendiéndole un voluminoso folder a Morgan.
– Muy bien. Vamos a revisarlo – dijo Vásquez – y grábanos ese video de Metállica en un CD pues.
– Hecho – contestó feliz Vizcarra.
Al salir del edificio se subieron al auto de Morgan, este mientras manejaba se quedó pensando y preguntó más para sí mismo que para su colega:
– ¿Será que fue defensa propia?
– Puede ser, los correos coinciden con la versión de la mujer, amenazas, insultos, algunos con un tufillo de chantaje.
– Qué ridículo – dos mujeres peleándose por un hombre y al final una termina muerta.
– ¿De novela no?
– Revisemos los correos más recientes con calma.

Vásquez pasó a las últimas páginas del folder, efectivamente aparecían una serie de correos con tonos mucho más ofensivos que los primeros. Se sorprendió de lo fuerte de algunas expresiones a pesar de que no contenían insultos explícitos.
– Insultos de damas educadas – pensó en voz alta Vásquez.
– ¿Cómo es eso?
– No se dicen “puta” ni una sola vez, pero no te imaginas lo fuerte que se pueden sentir en el contexto frases como “esa clase de mujer”.
– ¿Y la cosa es como ella nos dijo?
– Parece que sí. La difunta era la esposa y Deyanira una antigua novia de la secundaria que al parecer se convirtió recientemente en amante, la esposa se da cuenta, los descubre y Deyanira no hace el menor esfuerzo por negarlo. Por lo que se puede ver de los correos parece que el marido no estaba muy enterado de la historia y las amenazas. Ellas lo habían hecho personal y secreto.
– ¿Y cuando interrogamos al marido?
– Hoy. Lo cité para el medio día.
– Ok primo.

* * *

En la oficina de Morgan, luego del largo y tedioso interrogatorio, Morgan encendió un cigarrillo y salió al pasillo.
– No puedes fumar en este edificio primo – reclamó Vásquez.
– Tienes razón dijo Morgan apagando el cigarrillo en el piso.
– ¿Qué piensas?
– Creo que el pobre tipo andaba más atormentado que las otras dos, sabía algo de las amenazas y peleas pero no se atrevía a hacer nada.
– Dijo que también se amenazaban por teléfono.
– Hasta por mensajes de texto y en las redes sociales – señaló Morgan
– ¿Qué te pareció el marido?
– Buen tipo, pero débil. Por lo que cuenta su mujer tenía un carácter fuerte.
– Igual que la tal Deyanira.
– Se le vio dolido, ¿viste como casi se quiebra cuando hablaba de su mujer?
– ¿Crees que la amaba? –preguntó Vásquez
– Creo que sí. Además de viudo se quedó con dos chicos pequeños.
– Hablando de eso, Deyanira no quiso decirnos quien es el padre de su hijo.
– ¿Crees que...?
– Todo es posible – dijo Vásquez – consigamos una partida de nacimiento.
– Ok ¿Vienes en la tarde?
– Claro, tengo que volver a interrogar a Deyanira Ramírez.
– Yo tengo una cita, cúbreme primo – rogó Morgan.
– Está bien. Que no te azoten mucho.
– Payaso – dijo Morgan y salió de la oficina.

Vásquez salió a almorzar a un restaurant cercano, luego regresó caminado con calma, una vez de vuelta en su oficina revisó por largo rato cada uno de los correos impresos que tenía en el folder, levantó el teléfono y se comunicó con la carceleta para que trasladen a la detenida. Unos minutos después aparecía por la puerta Deyanira Ramírez, esposada, algo demacrada pero todavía elegante. Vásquez le pidió al uniformado que le quite las esposas y espere afuera.
– Tome asiento señora – dijo Vásquez
– Gracias – contestó Deyanira mientras se sentaba a la vez que se frotaba las muñecas.
– ¿Desea que llame a su abogado? Voy a hacerle unas preguntas.
– No, no es necesario – dijo ella.
– Dígame – preguntó el agente, levantando el folder que tenía entre manos – ¿por qué no denunció antes estos correos?
– Lo hice, los policías se rieron y me enviaron a la gubernatura a pedir garantías si tanto miedo me daba.
– ¿Tiene constancia de ello?
– Sí, debe estar en mi departamento, me dieron una copia de la denuncia, entre sarcasmos ofrecieron investigar, pero yo sabía que no moverían un dedo.
– Bueno, es que es raro que estos casos terminen así, pero explíqueme, hay algo que no me queda claro. ¿Cómo supo que la mujer estaba yendo armada?
– No lo sabía.
– ¿Y cómo tuvo tiempo de reaccionar?
– Ya le dije, yo vivo hace años sola con mi hijo. Compré hace cuatro años el revólver, cuando quisieron robar en la casa, puede verificarlo con la factura y mi licencia para portar armas. Siempre lo guardaba en una cómoda del dormitorio, seguramente ustedes ya la revisaron, es una gaveta sencilla pero segura, no es fácil de abrir para un niño pero no presta dificultad para un adulto.
– Sí, pero que pasó ese día – inquirió el agente.
– Bueno, le decía que se día ella llegó y empezó a gritar y golpear a la puerta, yo me asusté.
– ¿Pero por qué le abrió?
– No imaginé que estuviese armada, quería encararla y pedirle cuentas por las amenazas que me hacía, las llamadas a toda hora, insultándome, hostigándome, nadie se merece eso.
– Usted era amante de su esposo, ¿algo de razón tenía no?
– Eso no importa, si él me buscó era seguramente porque ella no le daba lo que él requería. Igual agente, le repito que nadie se merece esas injurias.
– ¿Y qué pasó?
– Ella entró y me insultó, empezamos a gritarnos ambas. Ella estaba nerviosa y entró en crisis, empezó a llorar y metió la mano a su bolso y tuve el presentimiento recién de que tenía un arma, como no podía sacarla por los nervios, yo le empecé a lanzar cosas para distraerla, ella se ofuscó y gracias a eso pude correr al dormitorio, ella me siguió, fue entonces que logré sacar el revólver, cuando lo tuve entre mis manos ella ya estaba apuntándome, así que lo único que hice fue disparar primero para salvar mi vida.
– Y la mató
– Pude haber terminado muerta yo.
– Tiene razón. Lo siento – se disculpó Vásquez.
– No se disculpe. ¿Por qué el otro día quiso hacerse el malo conmigo? – dijo inesperadamente la mujer.
– ¿Perdón?
– El día que me interrogó junto a su colega, el guapo. Usted estaba haciendo el papel de policía malo.
– Le debe haber parecido.
– No me equivoco agente...
– Vásquez – contestó el detective algo incómodo.
– Agente Vásquez, dígame, ¿alguna vez se ha acostado con una mujer como yo?
– ¡Señora!
– No se escandalice agente. Yo no soy cualquier chiquilla tonta. He tenido tiempo suficiente para aprender cosas, para saber qué es lo que le gusta a un hombre, qué es lo que los vuelve locos. Dígame agente, ¿ha tenido a una mujer como yo en su cama alguna vez?
– Señora – dijo Vásquez recobrando la serenidad y hablando pausadamente – no sé qué pretende con esta conversación. Le recuerdo que yo trato de hacer mi trabajo y de ninguna manera puedo permitirle que siga con esas insinuaciones.
– ¿No quiere probar agente? – dijo la mujer deslizando un par de dedos por debajo de la tela de su escote.
Vásquez se puso de pie y llamó al policía uniformado para que se lleve a la mujer. Esta salió guiñando un ojo, el agente se desplomó sobre su asiento visiblemente afectado.

* * *

Al día siguiente el agente Vásquez firmó muy temprano el informe y se lo entregó a Morgan para que lo firme también.
– ¿Qué es esto primo? – preguntó Morgan.
– Es el informe policial, fírmalo por favor – estoy remitiendo todo a la fiscalía.
– ¿Para el sobreseimiento?
– No creo, eso que lo decida el fiscal, yo solo estoy pasando las pruebas.
– ¿Pasó algo?
– Sí, esa mujer definitivamente es extraña, ayer no pude interrogarla, es muy inteligente – mejor que lo vea el fiscal, nuestra labor ya terminó.
– Por mí, no hay problema – dijo Morgan al tiempo que estampaba su firma en el informe – por cierto, ¿averiguaste quien es el padre del hijo de Deyanira?
– No tiene padre registrado, lleva los mismos apellidos que la mamá. Hablé con el fiscal, piensa que es irrelevante para el caso, no pedirá prueba de ADN. Por ahora el chico está con los abuelos maternos.
– ¿Y Vizcarra?
– Confirmó que el código de protocolo de internet de los correos salientes con las amenazas era el de la casa de nuestra víctima.
– Entonces concuerda.
– Concuerda.
– Ok, mejor así
– Mejor.

* * *

Semanas después, en su departamento, el agente Vásquez se hallaba enfrascado en la lectura de un antiguo tratado de arte gótico cuando golpearon la puerta, se levantó y abrió, Morgan entró con una enorme caja de pizza y un six pack de cervezas en lata.
– ¿A qué se debe? – preguntó Vásquez.
– Varias cosas, primero que Gretzel me aceptó oficialmente como enamorado, segundo que hoy el médico me dijo que puedo volver a comer las cosas que me gustan, sin excesos claro y tercero, hoy terminó el juicio de Ramírez.
– Sí sabía. ¿Cuál fue el veredicto?
– Reserva de fallo por un año.
– O sea que se porta bien durante un año y no pasa nada.
– Pero es una sentencia condenatoria.
– Que vale como una absolución.
– Así es, hubiesen sido menos hipócritas y la hubiesen absuelto sin mayor trámite.
– Igual sabíamos que era defensa propia – dijo Vásquez.
– Si pues, bueno salud por ello – dijo Morgan abriendo una cerveza.
– Salud por las nalgadas, los portaligas y los látigos – brindó Vásquez.
– Bueno no es eso todo el tiempo, por si acaso, también charlamos y paseamos, vamos al cine...
– Mira primo mientras te sientas bien y seas feliz – puedes pertenecer a los niños cantores de Viena si quieres.
– ¡Gracias! ¿Y tú? ¿Cuándo vas a tener tu Octavia de Cádiz?
– Ya te dije, a mí los libros me hacen tan feliz como a ti tu “Mistress.”
Ambos rieron.

* * *

Cerca de la media noche, Vásquez se había quedado dormido en el sillón Voltaire, abrió lentamente los ojos, en el piso estaba el tratado de arte gótico y en la mesa de centro algunos restos de pizza, levantó los ojos y frente a él estaba sentada cómodamente Deyanira Ramírez con un ceñido vestido negro sin hombros, las piernas largas y finas envueltas en medias negras de malla, el cabello cortísimo y la mirada intensa.
– ¿Qué hace usted aquí? – preguntó Vásquez.
– Esperándolo.
– ¿Cómo entró?
– La puerta estaba abierta – dijo la mujer.
– No puede estar aquí señora – dijo Vásquez mientras se ponía de pie – le ruego por favor que se retire.
– No me pienso ir – dijo la mujer mientras se ponía de pie y se acercaba peligrosamente al detective.
– Le ruego...
– Shhh... – dijo la mujer suavemente mientras ponía un dedo sobre los labios del hombre – le voy a dar la oportunidad de probar lo que pocos hombres han experimentado.
La mujer deslizó de un tirón el cierre de su vestido al que dejó caer al piso con maestría, tenía un delicado corsé negro y portaligas, empezó a desabotonar la camisa del agente lentamente, él la dejaba hacer sin atinar a reaccionar, trató de respirar y la fragancia dulce, intensa, embriagadora de la mujer terminó por arrastrarlo, se dejó llevar, ella le sacó la camisa y aparecieron ante sus ojos las siluetas negras de dragones, gárgolas, escorpiones, cruces celtas, frases en distintos idiomas, en diferentes letras, arabescos, líneas geométricas, curvas, peces koi, calaveras, flamígeros corazones, sirenas, un bestiario enrevesado de seres fabulosos sobre la piel del hombre que a este punto respiraba agitadamente, ella lamió lentamente parte de ese sólido pecho masculino y subió con la punta de su lengua hasta el lóbulo de la oreja y le susurró con un aliento ardiente y lacerante: “Qué sorpresa detective, quién se hubiese imaginado… no sabe cuánto me excitan los hombres tatuados, tengo debilidad por los chicos malos.” Inmediatamente después la mujer se puso de rodillas y Vásquez sintió las manos de ella buscando su sexo, trató de racionalizar pero no pudo, sabía que eso no podía suceder pero los labios de la mujer ya se posaban en su virilidad erguida, tensa, totalmente fuera de control; cerró los ojos, trató de recordar la última vez que sintió tanto placer y no pudo, la sensación de estar totalmente embriagado lo fue introduciendo en una nebulosa de colores, ruidos sordos, jadeos, sintió la piel de ella, húmeda, suave, caliente, sus manos empujándolo suavemente, se dejó caer en la alfombra, ella encima, en el fondo el sillón Voltaire parecía el halo de una santa desnuda, de una Magdalena, de Parvati, deseó ser Shiva, tener cuatro manos y acariciarla con todas ellas, recibió sus besos húmedos, transportándolo a un paraíso de infinitos placeres sensuales, acarició su senos voluptuosos, imperdonablemente perfectos, se extravió en sus caderas telúricas y en la selva indomable de su cintura exótica y salvaje, de pronto las premeditadas contracciones del sexo de esta hembra mitológica lo condujeron al borde de un éxtasis animal, la sangre se arremolinó en sus venas, los nervios se electrizaron, los músculos de todo su cuerpo se paralizaron presa de una dolorosa tensión y cedieron paso a una transfiguración deliciosamente sacrílega, a un sórdido huracán de lujuria retenida que poco a poco se iba disipando al mismo tiempo que su vista se nublaba y perdía inevitablemente el conocimiento.

* * *

Cuando Vásquez despertó, Deyanira estaba sentada fumando en el sillón Voltaire, él se incorporó, seguía desnudo, ella sonrió:
– Disfruté viéndolo dormir detective, es usted un bello espécimen, quien lo imaginaría detrás de esa cara de formalito.
– Todavía no entiendo señora – dijo el detective confundido.
– Llámame Deyanira, y no hay nada que entender, solo vine a agradecerte.
– ¿Agradecerme? – preguntó Vásquez.
– Sí. Agradecerte que no hayas seguido investigando. Desde el primer momento supe que si alguien podría darse cuenta del engaño, esa persona serías tú.
– ¿Qué engaño? ¿Usted mató a esa pobre infeliz a sangre fría entonces?
– Sí. Y no me arrepiento.
– ¿Y los correos?
– El pobre miserable de su marido no tuvo el coraje de decirme que no, él mismo los envió desde su casa. Igual que los mensajes de texto, tuvo que comprar un celular para enviarme los mensajes, luego el día del disparo no fue difícil colocarlo en su cartera.
– ¿Y el arma? Usted la compró en el mercado negro, y se la colocó en la mano luego de que estaba muerta.
– Eres perspicaz cariño, sabía que no me ibas a decepcionar. Yo misma la cité, le dije que iba a dejar a su marido, pero que primero quería hablar con ella.
– ¿Todo eso por el amor de un hombre, o fue por dinero?
– No, el amor no tiene nada que ver, tampoco el dinero. Fue simplemente venganza.
– No entiendo.
– Ella me lo quitó, ella se casó con él cuando yo lo quería para mí. Nunca se lo perdoné. Ni a ella, ni a él.

Vásquez se quedó en silencio. La mujer se puso de pie y caminó hacia la puerta.
– ¿Él sabe que usted fue? – preguntó el detective.
– Lo sabe. Pero nunca hablará. ¿Ahora entiendes por qué, verdad cariño? – dijo la mujer mientras salía del departamento delicadamente como una gata negra.

Vásquez se quedó pensando en lo que acababa de pasar, en lo que había sentido algunos minutos atrás y comprendió el enorme poder de esa mujer, sintió escalofríos al recordar y caminó desnudo hacia su cama, para descansar, sin ducharse, para dormir todo el tiempo que le fuera posible cubierto del sedimento de los besos y caricias de esa mujer mágica en su piel.

4 comentarios:

  1. Wow Miguel!!´Tu historia es realmente atrapadora, no podía dejar de leerla.Como lei una vez, estás perdiendo dinero!!!! Felicitaciones por tan buena entrega. Un abrazo

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  2. Me gustó la trama, aunque por primera vez adiviné que ella era la mala del cuento, pues desde el inicio hiciste notar que era una mujer muy inteligente. Me gustan mucho las historias de Morgan y Vasquez, adelante.

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  3. Gracias Gretha!! Muy amable por los comentarios. Un abrazote muy grande!

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  4. Arely!! Bueno esta vez no te pude sorprender, bueno es que complicado encontrar un buen caso policial que pueda sorprender, antes admiraba el género policial, o el de misterio como Poe, pero ahora lo admiro mucho más, de verdad es un género muy dificil. Gracias por los comentarios y un beso y abrazote muy grande!!!!!

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