domingo, 5 de junio de 2011

PERVERSIONES (Cuento)

El inspector Morgan bajó del auto y caminó al borde de la carretera, los uniformados ya habían rodeado el lugar con la cinta amarilla de polietileno. Se agachó con esfuerzo y dolor para pasar la cinta, una vez erguido metió la mano en el bolsillo lateral del sobretodo y sacó del pequeño frasco de plástico un antiácido masticable que se llevó lentamente a la boca mientras aparecía ante él el cuerpo inerte, desnudo y lleno de tierra de una bella mujer.

En el lugar ya estaba Vásquez que había llegado temprano como siempre y ya había dado las primeras órdenes para los técnicos de criminalística y se había comunicado también con el fiscal.
– ¿Qué tenemos hoy primo? – preguntó Morgan mientras terminaba de tragar la pastilla.
– Mujer joven, caucásica, rica, todavía no sé con certeza si hubo agresión sexual pero es probable, la ropa aún no aparece, hay huellas de pisadas y marcas de llanta de auto.
– ¿Identificada?
– No.
– ¿Y cómo sabes qué es rica cabrón? – rió Morgan.
– Uñas de manos y pies cuidadas, esmalte color claro elegante, piel en buen estado, sin marcas ni cicatrices, no tiene tatuajes, pero lo más importante es que como puedes ver – y apuntó el pubis de la mujer – es morena, pero su cabello está perfectamente pintado de rubio platinado. Esos tintes no se hacen en salones baratos.
– Siempre me sorprendes primo ¿Y la supuesta violación?
– No hay lesiones a simple vista, pero tú sabes mejor que yo que cuerpo desnudo femenino casi siempre implica violación – contestó Vásquez.
– ¿Deceso?
– Muerte natural
– ¡Jajajaja! ¡Ese es chiste viejo! – rió estrepitosamente Morgan, conocedor del negro humor de su colega, se acercó al cadáver, se colocó de cuclillas y observó las notorias marcas de una correa en el cuello.
– ¿Ya ves? – dijo Vásquez – si te aprietan de esa manera el pescuezo con una correa… es natural que te mueras.
Morgan se incorporó ahora sin reir, le dio una palmada a Vásquez en el hombro y rodeó el cadáver como un torero alrededor del ruedo, miró el entorno, levantó la vista, su mirada se perdió en el horizonte, respiró largamente, volvió a ver el cadáver, el sol ya había completado su salida a través de las montañas y todo apuntaba a que sería un día claro y radiante, excepto para esa mujer tendida en el piso.
– Vámonos primo antes de que vengan los buitres de la prensa- le dijo a Vásquez y caminó hacia su auto.

* * *

Morgan y Vásquez no eran primos carnales, pero se trataban así desde muchos años atrás, todo había empezado como una broma cuando ya eran buenos amigos. Muchas personas que no los conocían bien pensaban que efectivamente eran primos a pesar de ser física y emocionalmente muy distintos. Morgan era casi diez años más joven, simpático y de trato agradable; siempre caía bien a todos, especialmente a las mujeres. Era sumamente talentoso y carismático, ascendía rápidamente, en los últimos años había estado en los más importantes casos del país, siempre satisfactoriamente resueltos todos ellos. Vásquez era un lector voraz, prefería quedarse en su pequeño departamento atestado de libros los días que no había servicio antes que salir con los colegas a tomar un trago. Había dejado de fumar y todos los días iba al gimnasio. No había ascendido mucho por su indomable espíritu libre, su impenitente costumbre de decir la verdad a cualquier precio, su honestidad inquebrantable y su especial sentido del humor, siempre sarcástico, que le había causado más de un problema en la institución. El único amigo que tenía Vásquez era Morgan, era al único al que no le decía no cuando de tomar un café se trataba y conversar. Morgan por su carácter extrovertido era amigo de todo el mundo, pero también le tenía un especial afecto a su primo postizo.

En la estación de policía Morgan ya estaba esperando en el estacionamiento, Vásquez bajó del auto y caminó lento, hasta llegar a su lado.
– ¿Qué piensas? – preguntó
– Es el mismo – afirmó con certeza Morgan.
– ¿El mismo de la semana pasada? ¿El loco de la bolsa? Lo pensé pero hay cosas que no cuadran. Este la estranguló con una correa, el otro le amarró una bolsa en la cabeza. Los seriales siempre repiten el modus operandi, los únicos que cambian son los copiadores. ¿Piensas que este es un copiador?
– No lo sé primo. No lo sé. Es una corazonada. Algo anda mal. En este país las mujeres blancas y ricas no aparecen muertas en las madrugadas al borde de las carreteras. Tienes razón, algo no cuadra. ¿Viste la marca de la correa?
– Clarísima.
– ¿Y te diste cuenta que tenía un diseño extraño?
– Sí, pero no le di demasiada importancia. Déjame averiguar un poco más, hablo con el médico legista y vienes en la tarde a mi departamento a tomar un café. ¿Te parece?
– ¡Me parece!
Se despidieron como siempre dándose la mano y un medio abrazo, Morgan subió a su auto. Lo bueno de tener un caso complicado era que no había que reportarse en la oficina. Sintió otra vez el tirón y el ardor en el estómago. El médico le había prohibido comer prácticamente todo, tomar cerveza, fumar, ingerir grasas “¡Ah Dios!” exclamó. “No te preocupes, mejor ocúpate.” pensó y pisó el acelerador.

En la tarde Morgan tocó con suavidad la puerta de madera del departamento. Vásquez abrió y lo saludó afectuosamente como siempre, pasaron. Vásquez tenía una servilleta de tela sobre el hombro y las manos húmedas.
– ¡Lomo saltado! – exclamó efusivo Vásquez – dame cinco minutos que está en la sartén.
Morgan se sentó en uno de los pequeños sillones, la sala ordenada, el piso encerado. Siempre había sentido una especial admiración por este peculiar primo. Donde volvía la vista hallaba libros. La mayoría de ellos en un enorme estante muy bien ordenados por tamaños y colecciones, pero también había libros en las mesas, en las sillas, al lado de la computadora. Novelas, poemarios, diccionarios, enciclopedias, tratados de pintura medieval, filosofía y brujería. Se puso de pie. Recordó las veces que Vásquez se había parado en esa misma ubicación para recorrer con la mirada los lomos de los libros con veneración y luego escoger uno, buscar en sus páginas y encontrar la solución a los problemas del trabajo y muchas veces para los problemas del corazón. “Cuántos libros, cómo me gustaría tenerlos y sobre todo haberlos leído todos” pensó. Sintió el aroma cálido y picoso del lomo saltado en su punto. Caminó a la cocina.

Luego de comer y con un buen café turco sobre la mesa, Morgan preguntó:
– ¿No te aburres solo primo?
– No – contestó lacónicamente Vásquez.
– ¿No piensas volver a casarte?
– No.
– ¿Una enamorada, una amante, una empleada que te lave la ropa y te haga masajes con final feliz? ¿Nada?
– ¡Final feliz! – exclamó Vásquez – ya me he casado y divorciado dos veces primito, ya tengo mi final feliz. A estas alturas de la vida empieza a ser más divertido leer un buen libro que estar conquistando una mujer. Eso cuesta plata, esfuerzo y tiempo.
– ¿Te vas a volver célibe?
– Bueno, tampoco. Siempre están las chicas de los clasificados.
– Pero no es lo mismo, pagar por sexo…
– Lo sé, pero como dijo ese cantante: “A las prostitutas no se les paga por sexo, se les paga para que se vayan después del sexo.”
– Si lo recuerdo – dijo Morgan mirando al techo cual estudiante que trata de recordar la respuesta a una pregunta.
– Bueno, cambiando de tema – dijo Vásquez – ven que te tengo algo.
Vásquez caminó con su taza de café hacia la sala comedor del departamento que ahora era una sala biblioteca, se sentó frente al computador y le mostró la fotografía digital del cuello de la víctima. Amplió la imagen y pudo observar claramente las marcas de la correa en el cuello, tenía un diseño peculiar, era evidente que no se trataba de un cinturón común y corriente.
– ¿Y sabes de qué cinturón se trata? – preguntó Morgan.
– No, aún no, estoy trabajando en ello, pero algo que te puedo decir es que la mujer no murió de asfixia.
– ¿Entonces?
– La asfixia produce una reacción química en el cuerpo que se llama acidosis, el análisis post mortem de los tejidos arroja que la sangre en ellos está desoxigenada, el rostro normalmente presenta una palidez extrema, por la ausencia de sangre precisamente. Nosotros nos confundimos porque esta mujer es sumamente blanca, por ello interpreté que podía ser asfixia. Los resultados del legista arrojan paro cardiaco por sobredosis de estupefacientes sintéticos, particularmente en este caso, mi querido primo: éxtasis.
– ¡Coño! Entonces nos quedamos sin caso.
– No necesariamente, como sabes cuando el tejido humano sufre de alguna presión, se genera una marca, luego al retirar la presión, la elasticidad de la piel y su oxigenación por medio del sistema sanguíneo restituye el tejido a su lugar y la marca desaparece a la larga dependiendo de la presión que se haya ejercido. Si en nuestro caso la marca todavía estaba allí…
– Es porque el tejido ya no pudo regresar a su lugar, es decir que sufrió el paro mientras era ahorcada y nuestro cazador tal vez cree que él la mató.
– Por eso la arrojó a la carretera
– ¿Violación?
– Tuvo relaciones, pero podrían ser consensuadas, no hay marcas de violencia, el médico legista encontró inflamación en la vulva pero no semen. Tal vez usó preservativo. No hay señales de lucha.
– Entonces no tenemos violación, tampoco homicidio, podría ser por lo menos tentativa…
– Y si como tú crees, es el mismo tipo de la semana pasada, debe estar convencido de que esta es su tercera víctima.
– ¿Tercera?
– Sí. Por eso comimos primero ¿ves?, no debes recibir tantas impresiones con el estómago vacío, le hace mal a tu gastritis – bromeó Vásquez – hace dos semanas encontraron a otra mujer blanca de buena presencia a trescientos kilómetros de aquí, fuera de nuestra jurisdicción, pero con las mismas características, misma edad, etnia, clase social y muerte por asfixia.
– ¿Confirmaste la identidad de la chica de hoy?
– Si, veintidós años, sobrina de un ministro de estado. Aquí tienes el expediente que formé, tienes su ficha Reniec, familiares cercanos y mejores amigos.
– ¿Mejores amigos?
– Facebook – dijo Vásquez guiñando un ojo.
Morgan caminó hacia el pequeño sofá de la salita, se sentó, sacó un antiácido del frasquito del bolsillo y lo masticó con calma mientras leía el expediente.
– Entonces siempre es un serial, ¿ya hablaste con el sicólogo de la fiscalía para el perfil?
– Primito, ambos sabemos que ese sicólogo está allí de adorno. Yo ya tengo un perfil.
– ¿Ah sí? Lánzalo.
– Hombre blanco, treinta a cuarenta, clase alta, buena posición, probablemente buen empleo, debe ser casado o divorciado, definitivamente no es soltero.
– ¿Y qué libro consultaste esta vez? – dijo Morgan – poniéndose de pie.
– Ninguno – contestó Vásquez mientras se levantaba también, adivinando que saldrían en ese preciso momento a investigar.
– ¿Wikipedia?
– No, “La ley y el orden”, no en vano he visto las últimas diez temporadas completas.
Salieron riendo.

* * *

En el auto el agente Vásquez cavilaba como siempre sobre las posibles hipótesis mientras Morgan conducía tratando de ocultar el malestar por el ardor en su estómago. “No debí aceptar ese lomo saltado” pensó, pero recordó lo bien preparado que había estado y no se arrepintió. Decidió aclarar las ideas para no pensar en el dolor.
– ¿Cómo sabemos que es blanco primo? – preguntó.
– Todas las víctimas son de clase acomodada, vivimos en el Perú, ¿has visto alguna a una chica blanca y acomodada como nuestras víctimas entrar a una discoteca cara o un hotel de primera con un mestizo?
– Pues no.
– Además hay un ex agente del FBI que tiene un blog, también afirma que lo normal es que los seriales cacen víctimas de su misma etnia.
– Entiendo ¿Y los otros datos?
– ¿Has oído hablar de la asfixiofilia?
– No, ¿qué es?
– Mira – explicó el agente Vásquez – es una práctica sexual, ligada usualmente al sadomasoquismo, el dominante coloca una bolsa en la cabeza de la víctima, una correa o cualquier elemento que permita la asfixia parcial del dominado. Ello mientras tienen relaciones sexuales, la idea es que al generar la sensación de asfixia se consigue una de dos cosas: desencadenar el orgasmo o si la asfixia y el orgasmo coinciden, este último se hace más intenso y prolongado.
– Creo que alguna vez vi algo así en una película. Increíble.
– Bueno hay quienes experimentan cosas. Lo cierto es que si es esto lo que tenemos entre manos, tiene que ser una especie de club muy selecto ya que por lo que pude averiguar en nuestro querido país todavía no se ofrecen estos servicios de manera pública y dudo mucho que de manera privada tampoco, luego el tipo tiene que ser del mismo círculo social. Ahora dime ¿a dónde estamos yendo?
– A la casa de la mejor amiga de nuestra más reciente víctima.

* * *

En entrada de la enorme casa en la mejor zona de la ciudad los agentes Morgan y Vásquez se anunciaron, los atendió Alejandra Pércovich, pasaron al espacioso recibidor y Alejandra los invitó a sentarse y ello hizo lo mismo.
– No es usual que entrevistemos a las personas de esta manera señorita Percovich – dijo Vásquez – pero en este caso no quisiéramos que su familia se vea afectada con una citación para rendir su manifestación en la policía. Como comprenderá toda la prensa se enteraría en el acto.
– Les agradezco mucho – contestó la muchacha, mirando fijamente a Morgan que ya se había adueñado del espacio. Este miraba alternadamente a Alejandra y las paredes de la habitación decoradas con caros cuadros adornados por caros marcos.
– Muy amable – dijo Vásquez – ¿puede decirnos si su amiga la señorita…? – fingió no recordar el nombre y buscó en su libreta – María Cecilia Del Solar, ¿practicaba la prostitución?
– ¡¿Qué le pasa?! – contestó la muchacha con un tono fresa que hizo sonreír a Morgan – ¿Quién se ha creído usted para venir a faltar el respeto a la memoria de una chica decente, una chica de su casa?
– Disculpe usted al agente Vásquez – interrumpió Morgan – seguramente no ha querido decir eso.
– ¡Ah, ustedes no saben quién soy yo! – exclamó todavía indignada la muchacha - ¡No saben con quién se están metiendo! ¡No saben quién es mi padre!
– Vásquez déjanos solos un momento – ordenó Morgan.
Vásquez salió de la habitación visiblemente molesto y se paró al lado de un farol en el enorme jardín delantero.
– Señorita Percovich – dijo Morgan variando su voz a un tono entre sensual y paternal y acercándose un poco en actitud confidente – lamento mucho los modales de mi compañero. Le ofrezco mis más sinceras disculpas.
– Está bien – dijo Alejandra más calmada – se nota que usted es gente. Perdone el exabrupto, si no fuese por usted le juro que mañana mismo denunciaba a su compañero.
– Está usted en su derecho – contestó Morgan, pero no quiero molestarla ni quitarle mucho tiempo. Debe ser terrible lo que está usted pasando. ¿Hoy es el velorio verdad?
– Sí – dijo soltando un breve sollozo ahogado.
– Entiendo. ¿Notó algo raro en su amiga la última semana?
– No, nada.
– Recuerde por favor.
– Nada, solo que conoció a un tipo. Estaba emocionada.
– ¿Sabe cómo se llama?
– No, solo me dijo que era un importante productor de un canal de televisión. También me dijo que pronto inauguraría un club, el Ícaro, que él la había invitado a conocerlo.
– ¿Ícaro, algo más? ¿dónde quedará?
– No lo sé, lo siento.
– Gracias, disculpe las molestias – Morgan se despidió con un gesto amable y la muchacha se quedó en la puerta del estar mirándolo.
Morgan y Vásquez salieron de la casa sin mirarse, molestos y en silencio. Cuando llegaron al auto, Morgan encendió el motor, cambió la cara, sonrió y dijo:
– ¿Prostitución cabrón, no se te pudo ocurrir otra cosa peor?
– ¿Pero funcionó o no?
– Funcionó…
– Nunca falla “galán”.

* * *

Cerca de las nueve de la noche en la oficina del agente Morgan en la división de investigaciones de la policía, ambos agentes buscaban en internet información acerca del club Ícaro.
– ¿Tienes algo? – dijo Morgan desde su escritorio.
– Nada aun, contestó Vásquez, pero ya estoy conectado a dos foros locales de sadomasoquismo. Aun nada.
– Yo igual, estoy en tres salones de chat y un foro. Espera acaba de entrar a uno de los salones un tipo preguntando por el club Ícaro.
– ¡Soy yo primo!
– ¡Jajaja! Somos los únicos dos en ese salón de chat… ¿”Perseo”?
– Si “Adonis” – ambos rieron, de pronto Morgan se calló abruptamente. Vásquez que conocía bien sus reacciones calló también y se acercó.
– Mira – dijo Morgan – Icaro tiene una página web. No lo van a inaugurar, ya existe.
– ¿Tiene dirección?
– No.
– Mira hay un correo y una página de contactos.
– Vamos por lo seguro, hay que registrarse – dijo Morgan, y Vásquez le dictó los datos de uno de los veinte perfiles que por norma habían creado para infiltrarse en la red sin develar sus verdaderos nombres.
– ¿Crees que dé resultados hoy? – preguntó Vásquez.
– Eso espero, es sábado y todavía es temprano.
Luego de un paciente trabajo de registro y navegación, Morgan anotó feliz una dirección en un papel.
– ¡Lo tengo!, cincuenta dólares la entrada, previa reservación, puedes escoger club swinger o sadomasoquismo.
– Yo no sabía que había un sitio de esos en la ciudad – reflexionó Vásquez.
– Funciona en casas alquiladas y se trasladan cada cierto tiempo. Por lo menos eso dice en la página. Los socios registrados son informados permanentemente de los cambios.
– ¿Entonces swinger o sado darling?
– Sado.
– Menos mal, si no me iba a poner celoso.
Abandonaron la oficina entre risas.

* * *

Frente a la elegante casa Vásquez con corbata y saco oscuro fungía de chofer frente al volante del auto, Morgan estaba sentado atrás.
– ¿Por qué tengo que ir yo? – preguntó Morgan.
– Porque tú eres el galán caucásico. Tiburón entre tiburones.
– Puedes decir que eres el rey del olluco – replicó el agente Morgan
– Sí, pero me darían un disco de Abencia Meza, una cerveza caliente y una patada en trasero – rieron.
Vásquez se bajó, le abrió la puerta al agente Morgan y este descendió del auto y se dirigió seguro a la casa que por fuera no mostraba ninguna señal de fiesta o reunión. Tocó el timbre, le solicitaron el código de registro, Morgan lo mostró, pagó los cincuenta dólares e ingresó.

Vásquez esperó en el auto. Escuchó música mientras esperaba, “un productor importante de televisión” pensó, ¿Quién? No eran muchos en la ciudad. Podría investigar a todos en una semana y saber quién de ellos frecuentaba el Ícaro. Siempre que el sujeto le haya dicho la verdad a la víctima y que la víctima le haya dicho la verdad a su amiga. No tenían una semana. Si efectivamente era un homicida serial, el próximo viernes volvería a matar. Pensó que algo estaba mal, recordó que los seriales siempre dejan marcas, huellas, mensajes, desean ser reconocidos, no resisten el anonimato. Este en cambio no había dejado mayores rastros que las huellas de un zapato que podría ser uno en un millón, las marcas de las ruedas de auto halladas no eran concluyentes y además eran patrones comunes de la marca Michelin, nada que permita identificar al agresor. ¿Por qué este agresor en particular no dejaba pistas? No habían huellas, nada en las uñas de las víctimas, no había semen, al parecer usaba preservativo.

A las dos de la mañana Morgan salió de la casa y se metió al auto.
– ¿Algo?
– Nada primo, ningún productor.
– ¿Solo eso?
– El resto no es como imaginábamos, son ricos jugando a ser distintos. No entré al club swinger porque solo puedes escoger uno, el de sado es básicamente un festival de disfraces, accesorios de cuero, látigos, máscaras. Todo bastante soft. Conocí un par de muchachas, como tú dices blancas y pudientes. Ninguna sabe nada de ningún productor de televisión. Estamos perdidos primo.
– ¡Diablos! – dijo Vásquez y encendió el auto para luego salir del lugar lentamente.

* * *

Domingo, diez de la mañana, Vásquez entra a la división de investigaciones, camina rápidamente hacia la oficina del comandante Álvarez, entra y ya está allí Morgan sentado en una silla. Saluda. Álvarez le contesta con un gesto y le señala una silla. Se sienta.
– Me dice Morgan que no tienen nada Vásquez ¿cuándo vamos a tener información? – preguntó Álvarez.
– Estamos trabajando comandante – replicó Vásquez.
– ¡Trabajando! Han venido a la oficina una sola vez desde que se produjo el último homicidio. ¿Cómo que están trabajando?
– Este es trabajo de campo, estos casos se resuelven en la calle, no en las cuatro paredes de una oficina.
– ¡Carajo, Vásquez! ¡No me contradiga! Yo sé que ustedes hacen un buen trabajo pero me meten en problemas, los otros agentes creen que yo tengo favoritismos. Vengan por lo menos a sentarse un rato en sus escritorios.
– Vásquez tiene razón – dijo Morgan – esto hay que resolverlo pronto y no podemos quedarnos en los escritorios sin hacer nada.
– Entiendo – dijo Álvarez rascándose la nuca – el otro problema es que tengo un ministro llamándome cada minuto a mi casa preguntándome qué estamos haciendo con el caso. Ayer en el entierro ha hecho declaraciones a la prensa nada favorables a la institución. Hoy me ha llamado el Ministro del Interior, también el secretario de la Presidencia de la República… ¿se dan cuenta o no? Mi cuello está en juego y por tanto el de ustedes también.
– No, no entendemos comandante – dijo molesto Vásquez – hacemos lo que podemos sin laboratorios, no tenemos presupuesto para materiales, los técnicos de criminalística no saben distinguir entre una bala y una moneda. Carecemos de una biblioteca…
– ¡Vásquez! – interrumpió Álvarez – ¡lo sé hombre! Lo sé. Pero así hemos aceptado este trabajo. Ahora denme algo para los buitres.
– Parece ser un asesino en serie – dijo Morgan mientras Vásquez apretaba el puño y gruñía su frustración.
– ¡No sean pendejos! – exclamó Álvarez – ¿quieren que salga a decirles a los periodistas que tenemos un asesino en serie?
– Entonces no les diga nada – afirmó rotundo Vásquez.
– Salgan de aquí. Quiero resultados hoy. ¿Entienden? Hoy.
Ambos salieron en silencio.

* * *

– ¿Y ahora cabrón? – preguntó sonriente Vásquez, mientras se sentaba una silla de madera frente al escritorio de Morgan.
– Nada. A trabajar. ¿Qué hacemos?
– No tenemos nada.
– Bueno yo si tengo – dijo Morgan mientras sacaba un pequeño papel de su bolsillo.
– ¿Qué es eso? Preguntó Vásquez con notoria curiosidad.
– El teléfono de una mesera del Ícaro, me lo dio al momento de pagar la cuenta.
– ¡Buena galán! A llamar…

* * *

Vásquez estaba concentrado en la lectura de una versión ilustrada de “Justine” de Donatien Alphonse François de Sade, el Marqués de Sade, cuando llegó Morgan a su departamento. Entró algo apesadumbrado, se sentó en el sofá y soltó:
– Malas noticias primo.
– ¿Por qué? ¿Qué te dijo la mesera?
– Efectivamente va al club un importante productor. Un pez gordo: Juan Pedro Vinces. Asiste a menudo al Ícaro. También vio a la muchacha con él la semana pasada.
– ¿A las otras?
– Le mostré las fotos, no las reconoció aunque noté que la cara le cambió cuando vio a la primera.
– ¿Raro no?
– Sí.
– Entonces lo tenemos.
– No lo sé. Me adelanté y llamé al comandante para avisarle, viene hacia aquí.

Quince minutos después llegó Álvarez. Se sentó pesadamente en el sofá que Morgan dejó libre para él. Luego intentó encender un cigarrillo. Vásquez no lo dejó, no le gustaba el olor de cigarro en su propia casa. Álvarez algo incómodo apagó el encendedor y dijo:
– Me dice Morgan que sospechan de Vinces.
– Sí señor – dijo Vásquez.
– ¿Y qué evidencia tienen?
– La mesera de un club los vio juntos.
– ¿No tienen nada más?
– No señor – intervino Morgan.
– Bueno, les vengo a comunicar que archiven el expediente.
– ¿Cómo? – preguntó sorprendido Vásquez.
– He recibido una llamada del Ministro del Interior, han coordinado con el ministro y la familia. Ya no están interesados en que esto se resuelva, han decidido aceptar que la muchacha murió de una sobredosis. Caso cerrado.
– ¡Pero comandante! – exclamó Morgan – ¿y las otras dos chicas? ¿Y el hecho de que la abandonaron en la carretera? Aquí hay algo más, no puede ordenarnos que cerremos el caso.
– ¡Ya les dije que hacer! – ordenó Álvarez - pueden seguir investigando el de la semana pasada, cuanto tengan algo tangible me avisan, el otro no es nuestra jurisdicción, olvídense de ese asunto, no es nuestro problema. Si tienen algo que vincule a Vinces con el caso de la semana pasada me avisan a mi primero. No quiero que nada se filtre a la prensa ni que hagan nada respecto a ese tipo sin avisarme. ¿Han entendido?

Ambos agentes quedaron en silencio pero asintieron brevemente con la cabeza, Álvarez se levantó y salió del departamento por su propia cuenta y sin despedirse.
– ¿Y ahora? – preguntó Vásquez.
– Nada, a investigar lo que nos queda.
– ¿Y Vinces? ¿Crees que podamos ligarlo con el segundo caso?
– Difícil. La familia está tan avergonzada por el suceso que ni siquiera ha salido a pedir justicia. Las familias acomodadas suelen reaccionar así primo.
– Tienes razón, la dignidad y el apellido antes que la justicia.
– Creo que sabían que la muchacha tenía una vida disipada. No les extrañó que haya terminado así.
– ¿Crees que Vinces vuelva a hacerlo?
– No creo. Presiento que ha negociado con los Percovich – afirmó Morgan – se abstendrá un buen tiempo o tal vez lo deje. Debe haber notado que fue muy lejos. Es difícil predecirlo.
– Tienes razón. Me indigna este asunto. Al final terminamos metiendo a la cárcel a pastrulos de poca monta.
– Ni tanto primo, recuerda que hemos resuelto casos grandes.
– Sí, grandes pero por el apellido de la víctima, no por el apellido de los victimarios.
– Es verdad – contestó triste Morgan – ¿Entonces?
– ¿Café?
– Estoy con el estómago mal…
– Mate entonces.
– ¡Mate!

Vásquez caminó a la cocina, Morgan se acercó al libro que había quedado abierto “Sadomasoquismo” pensó, “que extraña cosa” recordó lo que había visto en el Ícaro la noche anterior, se le estremeció el cuerpo. Nunca se imaginó que algo que siempre había pensado como enfermo o extraño le causaría tanta conmoción y curiosidad. Hasta ahora su única perversión había sido la enorme excitación que sentía al ver y acariciar los pies finos de algunas mujeres que conoció ¿Y si era un sadomasoquista y no lo sabía? Esto era mucho mayor que una simple fascinación por los pies de una mujer. Pasó algunas páginas del libro. Se excitó. Tendría que volver al Ícaro. Necesitaba experimentar, saber. Quien sabe y se olvidaba de este feo ardor del estómago. Se puso en la boca un antiácido, cerró el libro y caminó tranquilo hacia la cocina.

4 comentarios:

  1. Hola Miguel, me he divertido mucho leyendo este cuento, no te inventaste nada hablando de Clau y de ti, tan diferentes pero tan complementarios. Me gusto mucho el cuento de verdad, lo mejor de todo fue que con lo mucho o poco que conozco de ustedes me imagine hasta los gestos de Claudio diciendo algunas frases que por cierto si utiliza en sus conversaciones jejeje. Ya pues algun día te conoceré a ti en persona, cuidate mucho, sigue escribiendo. Besos

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  2. Gracias Arely, sobre todo por seguir leyendo fielmente el blog y comentándolo.! Fue muy divertido escribirlo, todavía estoy esperando que Claudio lo lea apenas tenga un tiempo para que nos diga qué le pareció. Un besote!!!

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  3. Ese Miguel, te falta poner que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, jejejeje, tienes material para hacer una novela mi querido primo! (jajaja)me gusto mucho el cuento, te atrapa a ver como se resuelve!! Es usted un maestro armando personajes!
    Lo felicito realmente, un abrazo!! Saludos!

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  4. Muchas gracias Claudio!!!!!!!!! Yo me pongo muy feliz cuando mis queridos lectores me dicen que les gusta lo que escribo, en particular mis lectores más querido y cercanos como tú primo! (pura coincidencia) Como le dije en algún momento a Arely y Gretha, me pareció divertido poner a estos personajes en un entorno en el que las personas que los inspiran nunca hubiesen escogido estar ni en su peores pesadillar. Como dice MVLL esto da para vivir en las lineas de la hisotoria esas vidas que en la vida real no podriamos de otra manera. Y como dicen GGM y Bryce: Escribo para que me quieran. Un abrazote!!!!

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