martes, 4 de enero de 2011

¡POR DIOS, YO NO SOY ATEO!

Recuerdo alguna ocasión cuando dictaba clases de derecho romano en la universidad, que dediqué una sesión a explicar el paso de la etapa romana politeísta al cristianismo y cómo este último contribuyó con la caída del Imperio Romano de Occidente, parte de la explicación tocó tangencialmente el Concilio de Nicea y la discusión que se llevó a cabo en este acerca de la divinidad de Jesús. Cuando terminó la clase y yo salía por el pasillo, se me acercó una alumna y en absoluta actitud cucufata me dijo:
-Doctor, no se preocupe Dios lo va a perdonar por ser ateo.
Me dejó sin habla y difícilmente pude explicarle que yo no soy ateo. Llegué a la conclusión de que no me iba a entender jamás y luego de un breve intento di por terminada la discusión y me fui.

Situaciones como la que acabo de contar me han sucedido incontables veces luego de explicar mis puntos de vista acerca de la religión y en particular sobre la Iglesia Católica. No sé por qué me cuesta tanto hacer entender que cuando hablo de la Iglesia Católica me refiero a la institución histórica. Aprendí con estos años que los creyentes son hipersensibles, siempre están a la defensiva y cuando uno habla de las instituciones históricas, normalmente responden con argumentos de fe. Lo siento mucho, lamento comunicarles que no son compatibles. En defensa de los creyentes diré que no se puede discutir la fe con argumentos históricos y adicionalmente en mi defensa, no se puede discutir la historia con afirmaciones de fe.

Yo no le tengo mucho afecto a la Iglesia Católica desde el punto de vista histórico. Desde la repartición y venta de bulas papales, pasando por los escandalosos Borgia, los excesos de la Inquisición y hasta el timorato papel que desempeñó en la Segunda Guerra Mundial, cuando debió haber condenado valientemente el holocausto y no lo hizo, la Iglesia Católica ha demostrado no representar a quienes debería, es decir a los más pobres, afligidos y humildes. No es casualidad que sea una de las instituciones con mayor patrimonio en el mundo.

Adicionalmente la Iglesia Católica, como cualquier organización religiosa, tiene una estructura vertical y autoritaria que no es compatible con la idea de democracia. Los dogmas religiosos no pueden discutirse, es una premisa básica de cualquier religión, en tanto estos son dictados por la divinidad y trasladados a los creyentes por medio de sus jerarcas o profetas. El miembro de una iglesia no puede someter un dogma al voto. Ese es otro elemento que me hace alejarme de cualquier forma de culto, secta o religión. No puedo aceptar la imposición de ideas per se por parte de otras personas aunque esta idea tenga origen presuntamente divino.

En mis afectos personales, sí le tengo un profundo cariño a la Iglesia, pero no a esa Iglesia Católica histórica, si no a la real y cotidiana, la de Francisco de Asís o Teresa de Calcuta. Cuando yo tenía cuatro o cinco años, mi madre sufría enormemente por su separación con mi padre, que se produjo poco antes de mi nacimiento. Ella me arreglaba y peinaba como niño bueno y me llevaba caminando hasta las iglesias del centro de Arequipa. Ella me enseñó a persignarme con agua bendita al entrar y a ser respetuoso con los santos. Siempre íbamos a los altares con las imágenes de los santos mejor calificados para resolver situaciones imposibles. Mi madre a veces de pie y a veces de rodillas, rezaba con una intensidad que me conmovía y siempre terminaba llorando. Yo sentía que realmente conversaba con Dios o con el santo de turno que nos observaba impasible desde su urna de vidrio. No recuerdo haber visto en mi vida a alguien más tener conversaciones tan personales con Dios o los santos.

Mientras mi madre rezaba y lloraba, yo miraba cada detalle de las imágenes, las aterradoras y violentas imágenes de los cristos azotados y sangrientos, las apacibles de los santos sepulcros y las de latente tensión de los crucificados. Los santos imponentes con sus trajes en perfecta compostura y las vírgenes Marías de mirada lánguida y expresión de sufrimiento. En mi mente impresionable de aquella época calaron fuertemente tres imágenes: El simpatiquísimo San Francisco de Asís de la plaza del mismo nombre en la calle Zela, las colosales imágenes de mármol de los doce apóstoles en la Catedral y el Diablo de madera de la base del púlpito del mismo templo.

Siempre sentí que mi madre hallaba consuelo en esos andares por las iglesias de Arequipa, sus sufrimientos eran tan graves que ella siempre me llevaba a dos o tres en una misma mañana. Sentía como si fuésemos a pedir audiencia con las principales autoridades de la ciudad, así se conducía mi madre con los santos de su devoción. Yo siempre terminaba enojado con ellos porque presentía que a pesar de la fe con la que mi madre pedía, nunca le concedían lo solicitado.

Con los años aprendí que la fe es importante para personas como mi madre, personas que necesitan del consuelo y comprensión que la mayoría de personas no tienen la capacidad de dar. Es por eso que pienso que más que los templos o las religiones, la fe es un pilar fundamental para miles de cientos de personas. Soy consciente de ello y por eso soy respetuoso de la fe individual que profesa cada persona. Sin embargo, me causa una profunda decepción que muchos de los creyentes que conozco sean tan fundamentalistas que pretendan catequizar a cuanta persona esté a su lado y peor aún, satanizar y lapidar socialmente a quienes no compartimos su credo. Es contradictorio que quienes predican el amor y la tolerancia, no sean tolerantes con quienes no comparten su fe. Cuando converso con personas con esa actitud, de inmediato viene a mi mente cuánto deben haber sufrido las pobres víctimas de la Inquisición, más que por las heridas, por la incapacidad de refutar las arbitrariedades de sus inquisidores.

Otro asunto que me llama poderosamente la atención es que la mayoría de gente confunda al ateo con el agnóstico. El ateo implica negación directa de Dios, el ateo afirma que Dios no existe, mientras que el agnóstico es aquél que no cree lo que no puede ser demostrado por los sentidos. El Diccionario de la Real Academia define el agnosticismo como la “Doctrina filosófica que niega al entendimiento humano la capacidad de llegar a comprender lo absoluto y sobrenatural: el agnosticismo, a diferencia del ateísmo, no niega la existencia de Dios. No confundir con gnosticismo”. Cabe citar al biólogo Thomas Henry Huxley, creador del término agnóstico cuando decía: “Yo no afirmo ni niego la inmortalidad del hombre. No veo razón para creer en ella pero tampoco tengo ningún medio para desaprobarla.”

Así el agnóstico poco instruido pensará que la existencia de Dios es poco probable, porque sus cinco escasos sentidos no pueden contribuir a demostrarla. A diferencia un agnóstico medianamente preparado y leído, sin llegar a demostrar la existencia de Dios, podría llegar a pensar que la física cuántica, las investigaciones en neurología y los avances en astronomía, brindan por lo menos indicios razonables de la existencia de una entidad que engloba todo cuanto existe y que dicha entidad tiene vida y consciencia. Me adscribo a este último grupo sin ningún ápice de falsa modestia.

Algunos llaman a esta entidad Dios, en otras culturas recibe otros nombres. Yo le llamo universo. No niego que hay aspectos de diversas religiones, sectas o cultos que me atraen. Pero sólo aspectos, no he encontrado una religión, secta, culto o creencia que me atraiga en su integridad. Son interesantes los tratamientos del placer de las diversas vertientes del hinduismo, me gusta la idea de la existencia de un paraíso de placeres sensuales después de la muerte de los musulmanes y me resulta divertida la apertura en cuanto a lo sexual de muchas sectas evangélicas y cristianas del Brasil. Sin ánimos de ofender a nadie, creo adicionalmente que no hay nada como ser Rastafari para tener la excusa perfecta para fumarse un tronchito y no bañarse; los rituales mágicos del Vudú para hacerse el zombi o la búsqueda del yo interno con el Ayahuasca para meterse un viaje en primera clase al mundo de la imaginación más afiebrada.

Como verán, espero que tengan claro que sí creo en una forma de Dios o divinidad y me apena no poder demostrar su existencia. En los santos no creo, entre otras razones porque no se dieron el trabajo de escuchar a mi mamá. Soy agnóstico y espero ser tolerado y comprendido. Antes de pronunciarse acerca de las creencias de otros, hay que pensarlo un poquito, no como una secretaria que tenía a la que le estuve explicando que soy agnóstico y me contestó:
- ¡Ah! Ateo.
- No, agnóstico – le precisé.
- ¡Ah! Como los gnósticos… ¿esos que creen en los gnomos, ángeles y esas cosas no? ¡Qué lindo!

4 comentarios:

  1. Jajajaja que instruida tu secretaria, podríamos decir que eres un agnóstico funcional entonces, yo tengo una opinión bien parecida a la tuya, el respeto es importante claro, por que al fin de cuenta mi estimado Miguel, la fe es esperar lo bueno, y su oponente es el miedo (que supone esperar lo malo) entonces, creas en lo que creas, si tienes fe en lo que haces y en lo que esperas no importa si frente a ti existe un santo, un buda, maradona, un espejo o tu divinidad. Lo importante es que creas y actúes de buena fe.

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  2. Luego de leer esta publicación... me he quedado en un lugar que no entiendo del todo... Al igual que tu, no soy ateo, creo en Dios, sin embargo me declaré ateo por muchos años, no siendo realmente ateo sino por haber renegado de Dios. En otras palabras nunca deje de creer en Dios... solo estuve enojado y negaba su existencia... pero no creo en la Iglesia Católica y no me refiero a creer en su existencia, sino en creer en ella como una divinidad. A mi me pasó algo muy raro, un hecho que marcó mi vida y creo me ha hecho la persona que soy hoy... Y es que aunque no me lo creas, Dios habló conmigo... con esa voz de locutor de radio romántica, con esa voz de amigo o conocido... y además de todas las cosas que me dijo, me soltó una frase que nuca voy a olvidar: "¿... Y tu crees que tienes problemas?" ya te lo contaré algún día.

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  3. Gracias por leer el blog Edwar! Si pues, uno pasa por esas etapas en busca de la verdad. Sabe Dios si alguna vez la encontramos (¿¿notaste el sarcasmo?? Jajaja!) En serio, en serio. Me alegra que hayas reencontrado tu fe y senda. No tengo duda alguna de que hayas hablado con Dios, esa presencia se manifiesta de formas que no somos capaces de comprender en muchos casos. Un fuerte abrazo!!!

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