sábado, 31 de diciembre de 2011

BIENVENIDO 2012

El 2011 escribí – con esta – noventa y seis notas en el blog. Cumplí religiosamente con escribir ocho notas cada mes, dos por semana en promedio. En algunas ocasiones fue agotador, pero estoy contento de haberlo hecho. Este año tal vez replantee el número a la mitad.

Escribí algunos artículos en mi otro blog de derecho, a pesar de que tuve menos notas en él, fue todo un éxito con más de siete mil visitas. También publiqué ensayos y artículos en diarios y revistas de circulación nacional, fue un año sumamente productivo en lo académico.

En lo profesional fue un buen año, aprendí cosas, tuve problemas como consecuencias de algún momento de descuido y aprendí que debo estar atento al cien por ciento. No puede darme el lujo de ser menos exigente conmigo mismo de lo que he sido siempre.

Conocí buenas personas. Conocí mejor a otras que ya conocía antes y me alejé de algunas más. Respecto a las personas de quienes me alejé no significa que ellas sean malas o yo sea bueno. Es solo una cuestión química. Una Pepsi puede ser buena para acompañar pollo, un menthos puede ser bueno luego de comer cebiche. Pero no es buena idea meter un menthos en una botella de Pepsi. Es solo química.

Este año más que en otros hice cosas imposibles. No hay nada como la satisfacción de hacer cosas luego de que el noventa y nueve por ciento de las personas le dijeron a uno que no se podía.

Este año que viene esperan nuevos retos, muy importantes, como deben ser todos los retos por pequeños que parezcan.

Para este año que viene, ya no hay mucho que decir, pero sí mucho por hacer. Mi principal deseo para mí y para todos mis amigos y lectores es que además de nuestras metas y objetivos personales, llenemos nuestra vida de amor, de paz, de sentimientos de alegría, prosperidad y abundancia. Éxitos y un grandioso 2012.

viernes, 30 de diciembre de 2011

CÓMO HACER UN PLAN DE SUEÑOS, METAS, DECLARACIONES Y DECRETOS PARA EL 2012: EL INGREDIENTE SECRETO

Todos hemos leído teorías como la ley de atracción, la de causa y efecto, la fuerza de la palabra y otras más. No es el objetivo del blog hacer un resumen de esas teorías porque además estoy seguro que los correspondientes autores explican mejor que yo en sus textos cómo es que funciona cada una de estas.

En mi experiencia personal, empecé a entender estas teorías de mejor manera hace algunos pocos años. En realidad supe de ellas desde los veintiuno, pero por una cuestión de prejuicios racionalistas nunca me di la oportunidad de probarlas a plenitud.

Estoy ahora convencido de que entre los veintiuno y los treinta y cinco de alguna manera las apliqué de manera inconsciente y por tanto, si bien logré muchos objetivos, los resultados no fueron tan poderosos.

En los últimos años recién empecé a aplicar la teoría conscientemente y puedo garantizar que los resultados son mucho mejores.

Lo que les voy a contar como ideas sueltas es conocimiento empírico, pero estoy seguro de que funcionará para quien pueda aplicarlo a su propia situación, finalmente la metafísica tiene por ahora como condición su empirismo. Si no, se llamaría “física.”

En una época, cuando era universitario, debido a una fuerte decepción amorosa empecé a cultivar la imagen mental de una escena de éxito. Me imaginaba entrando a una empresa bancaria grande, correctamente vestido, con un maletín de cuero crudo y sentarme como abogado en una amplia oficina alfombrada. En este caso el motor era un sentimiento complicado, es decir la decepción y la necesidad de demostrar a quien se fue, de “lo que se perdió”. Algunos años después esta escena se materializó, contra todas las probabilidades, porque un cargo así era inusual para alguien proveniente de una universidad nacional como yo. Quienes me conocieron y visitaron en mi trabajo entre los años 2000 y 2005, pueden dar fe de esa materialización.

Si bien el proceso en ese caso fue inconsciente, el motor fue poderoso.

Cuando entrenaba en el gimnasio, yo era un muchacho bastante delgado, como se puede comprobar fácilmente de mis fotos de los años ochenta, todavía se nota en mi estructura ósea, mis muñecas y tobillos son delgados. Sin embargo tuve la suerte de tener un instructor que me dio consejos valiosos. El que más recuerdo era el siguiente. En la noche antes de dormir, debía cerrar los ojos y visualizarme en el entrenamiento del día siguiente. Tenía que visualizarme haciendo la rutina completa, hasta la última serie y como punto final tenía que visualizar los resultados en la zona muscular trabajada. También dio resultados que todos pueden comprobar en mis fotos de los noventas y algunas un poco más recientes.

Así como estas tuve varias experiencias, como mi ingreso a la universidad, el haber ingresado al taller de teatro universitario a pesar de que me rechazaron las dos primeras veces. El haber ingresado a trabajar al instituto de informática de mi universidad para pagar mis estudios, el mismo hecho de poder pagar mis estudios. Todos estos hechos requirieron una buena dosis de visualización.

En el 2007 empecé con los planes de sueños. Pero esta vez ya con una base teórica más sólida. En estos años mis metas y deseos se han ido cumpliendo uno a uno sin excepción, solo limitados precisamente por mis propios deseos. Aprendí que si uno formula algo como esto: “quiero tener ingresos superiores a los dos mil soles” lo que se produce es que obtienes ingresos de dos mil un soles. El límite lo producimos nosotros mismos. Con el tiempo he aprendido a pedir mejor.

Tengo ejemplos que son de no creer. Como por ejemplo el caso de mi perro, el gran Dubi, lo coloqué en un plan de sueños y un día se apareció en la puerta de mi oficina, en medio de la selva peruana donde usualmente no hay perros viringos.

Lo mismo pasó con la casa y el carro. Fui discreto con los pedidos y pedí una casa y un carro de determinadas características y exactamente eso fue lo que obtuve. El sistema no funciona con “criterios mínimos”, he aprendido que el sistema es literal. ¿Increíble no? Pero es así.

También solicité al universo una serie de reconocimientos de naturaleza académica y profesional y en los últimos años han ido llegando de manera natural. Importante: No llegan solos, implican una buena parte de acción por parte de quien los pide. La actitud estática no contribuye en nada al cumplimiento de los sueños. Como decía un sabio: “No sé cuándo me va a llegar la inspiración, pero cuando llegue, prefiero que me encuentre trabajando.”

Ahora, después de este breve resumen, viene el ingrediente "secreto":

Algo que aprendí en todos estos años es que hay un ingrediente “secreto” común a todos los casos y que no todos los libros que he leído sobre el tema mencionan. Y si lo mencionan, es bastante difícil de explicar, por ello trataré de hacer mi mejor esfuerzo para explicarme y ojala pueda lograrlo.

El problema de este ingrediente es que necesita una buena dosis de imaginación, y no todos han cultivado la imaginación. No se olviden que – como señalé en otras notas – que la imaginación se cultiva en la niñez mediante la lectura.

Veamos: Primero piense en su meta. Pero no en el concepto, si no en la imagen. Pongamos un ejemplo pequeñito: Desea tener una lap top. Imagine la lap top. Imagínela con todas sus características, colores, formas, funcionalidades, etc., sea lo más preciso posible, es mucho mejor si selecciona el modelo de una revista, lo recorta y lo pone en su billetera o lo cuelga con un alfiler en un panel en la pared. Mientras más precisa sea la imagen mejor será el proceso. Ahora visualícese usted con la lap top el primer día, visualice también el espacio donde está usted; no importa si en su imagen mental se la regalaron, la compró o se la donaron, eso no es relevante, no necesita pensar en el proceso, pero si desea puede imaginarse ahorrando durante algunos meses para comprarla; pero le advierto que eso es exactamente lo que sucederá.

Ahora viene la parte importante (y este es el ingrediente “secreto"): La sensación de gozo. Puede tener otro nombre pero yo la llamo así y eso es lo que le da poder a la imagen visualizada.

La sensación de gozo tiene que ser intensa. Tan real como podría ser si efectivamente en ese momento usted acabara de entrar a casa con su lap top nueva oliendo a plástico recién desembalado.

O si la sensación de gozo en su imagen es sentado en un aeropuerto con la lap top nueva o dictando clases, o frente a una reunión de colegas, úsela. Lo que importa es que la sensación fluya intensamente desde su estómago y columna vertebral y se expanda en todo su cuerpo. Irrádiela.

El problema que he detectado en muchas personas con las que he tratado este asunto, es que la sensación se disuelve rápidamente por culpa de los paradigmas errados. El sujeto visualiza, obtiene la sensación de gozo y luego de algunos segundos y a veces minutos, empieza a racionalizar: “¿Y si no logro ahorrar?” “¡Pero si el sueldo no me alcanza para vivir, menos para una laptop!” “¡Primero tendría que conseguir un trabajo!” “Pero están caras…” “¿Y si no funciona?” “A ti te habrá funcionado, pero yo tengo mis propios problemas.” Etcétera.

Esos pensamientos anularán el poder de la visualización. No deje que eso suceda, mantenga la sensación de gozo todo el tiempo que pueda, use su lenguaje corporal, oblíguese a sonreír mientras visualiza. Hágalo cómodamente sentado, o de pie, bien erguido. Si la sensación de gozo decae, use este truco: inmediatamente póngase a hacer otra cosa y olvídese por un rato de la lap top. Es preferible no pensar en ello un rato antes de que los paradigmas negativos destrocen la sensación de gozo.

Buena parte del proceso para lograr la sensación de gozo es la preparación previa. Le pongo otro ejemplo:

Tiene usted un examen importante en la universidad. Luego visualiza que saca la mejor nota del aula. Se visualiza a usted mismo viendo su flamante veinte en el registro de notas y obtiene la sensación de gozo. Pero resulta que el examen consiste en la lectura de cinco voluminosos tomos y la fecha programada para rendirlo es mañana.

Como fácilmente comprenderá, prácticamente no habrá manera de sostener la sensación de gozo por mucho tiempo, porque la realidad lo enfrentará con el hecho de que será materialmente imposible que usted lea los cinco volúmenes en veinticuatro horas. Si usted se hubiese preparado anticipadamente, sería mucho más sencillo mantener la sensación de gozo.

Sin embargo el poder de la mente es tan amplio que podría pasar esto:
- Podría leer solo un capítulo y resultar que al día siguiente el examen verse precisamente de ese capítulo.
- Podría ser que se postergue el examen, dándole la oportunidad de prepararse apropiadamente.
- Podrían pasar veinte cosas más, que ni a mí ni a usted se nos ocurren en este momento.
Todo depende de la capacidad mental y si puede mantener la sensación de gozo. Casi como convertir agua en vino. Las posibilidades que he expuesto no son tan descabelladas. A mí me ha pasado un par de veces. Mientras más experiencia se tiene, mejores posibilidades hay de mantener la sensación de gozo a largo plazo y pese a las adversidades existentes. Es un asunto de práctica.

Como se puede ver, todo está en el ingrediente de la sensación real, sincera y pura de gozo. Tiene que sentir que el objetivo ya está cumplido. Imagínese llamando a su familia contándole lo sucedido, compartiendo esa alegría. Imagínese disfrutando del resultado, deje que la sensación fluya desde la boca del estómago, a través de su espina dorsal y lo inunde. Tiene que sentirse pleno, invencible. No deje que las ideas racionales disminuyan esa sensación, aléjelas.

Un detalle más, la sensación de gozo se logra y mantiene mejor si usted está en armonía. Los pensamientos de culpa, miedo, envidia, odio, rencor o mezquindad inhiben la sensación de gozo. Abandone esos sentimientos. Trabaje en ello y verá que las cosas mejorarán rápidamente. Espero de corazón que el compartir estos conceptos permita que las personas que lean este post, puedan cumplir todos sus objetivos el próximo año.

sábado, 24 de diciembre de 2011

SIN ENGAÑARNOS: ¿QUÉ ES LA NAVIDAD ACTUAL?

No es necesario ahondar a estas alturas del siglo XXI en el tema de que el veinticinco de diciembre no es la fecha real del nacimiento de Jesús, y que lo que estamos celebrando es en realidad el cambio de estación – a verano en el hemisferio sur e invierno en el hemisferio norte – y que tanto árboles, como papá noeles, calcetines y guirnaldas no tienen nada que ver con un antiguo pueblo hebreo subyugado por el Imperio Romano hace más de dos mil años.

¿Pero qué es la navidad actual? Sin engañarnos. Honestamente.

¿Será acaso que en el interior de las personas realmente mora un espíritu de paz y amor referido al nacimiento del niño Jesús? ¿Todas las personas que usan este argumento realmente lo comprenden? Y si es así, ¿Cuál es ese mensaje de paz y amor? ¿Hemos comprendido el mensaje si existe alguno?

Si el nacimiento de Jesús se aborda desde la perspectiva de la religión, dudo mucho que sea un mensaje de paz. El nacimiento de Jesús y el advenimiento del cristianismo generaron una serie de conflictos de grandes magnitudes propiciados precisamente por la fe. Desde los enfrentamientos en Roma contra los cristianos primitivos, pasando por las cruzadas y los recientes enfrentamientos en medio oriente. A ello súmense los saqueos e invasiones en las colonias de América, África y Oriente en nombre de la fe y los estragos causados por la Inquisición y se verá que la religión no ha aportado paz precisamente.

Sigue entonces la pregunta, ¿a qué nos referimos con mensaje de paz y amor?

Al parecer el mensaje no tiene que ver con el nacimiento de Jesús si no con su palabra. No importa si se es agnóstico, ateo, musulmán, cátaro, cristiano o hindú, el mensaje tiene validez, siempre que quien lo enarbole como bandera haga de él una práctica diaria y permanente.

Tengo mis serias dudas acerca de que la Navidad sea realmente hoy, en medio de tanto mensaje mediático, en medio del libre mercado y la era de la información, una fecha de reflexión.

El sistema mediático ha generado una presión de tal magnitud que incluso quien tiene claro que la navidad no tiene el significado que se le pretende atribuir – como yo – se encuentra con un grave problema en la propia fecha por la expectativa que el sistema genera en quienes están a nuestro alrededor, sobre todo en los niños que son las víctimas inocentes de este perverso sistema. ¿Cómo explicar a estos niños que la expectativa generada en ellos es producto de los medios? Al final resulta más barato en términos de costo – beneficio comprarles un regalo, y al parecer eso es precisamente lo único que quieren los comercios.

Si la presión es tan fuerte para quienes tienen medios económicos como para comprar regalos, no quiero siquiera imaginar cómo debe ser para quienes no cuentan con los recursos, lo que normalmente terminan endeudándose por encima de su capacidad adquisitiva o en muchos casos son empujados a delinquir.

Es evidente que un obsequio en navidad o rendirse a la agradable sensación de compartir solo por el día, no resuelve el problema de nadie. Ni del que da ni del que recibe.

Los romanos respecto a la justicia tenían un concepto interesante. No decían que la justicia fuese la acción de dar a cada quien lo que correspondiese. Decían inteligentemente que la justicia es la permanente voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde. Lo mismo puede aplicarse a la paz y el amor. Sin importar la definición, debe ser una conducta permanente para que pueda dar frutos.

Siento que la navidad hoy es una festividad llena de hipocresía, con clara responsabilidad de ello por parte de los comercios y los medios que finalmente son comercios también y se rinden al poder económico de los anunciantes.

Seamos honestos, no me lo diga a mí, yo no lo voy a juzgar en la medida que al igual que usted soy una víctima complaciente de la hipocresía imperante. Dígaselo a usted mismo, reflexione. ¿Piensa en Jesús y su palabra cuando está metido en la vorágine de los supermercados escogiendo un regalo? ¿Piensa en ese mensaje cuando abre su billetera y paga? ¿Reflexiona respecto al amor a sus semejantes cuando firma el voucher de su tarjeta de crédito? ¿Piensa en la parábola de los talentos o la de la viuda cuando está horneando el pavo o el lechón? ¿Recuerda la frase “ama a tu prójimo a como a ti mismo” cuando está discutiendo con la dependiente que no lo quiere atender en el mercadillo o grita severamente a los irresponsables que no separaron el pavo por el que usted pagó por adelantado? ¿Piensa en la parábola del buen samaritano cuando a su lado asaltan a alguien y usted corre con sus bolsas a tomar el taxi más próximo?

Hace poco una amiga decía que no iba a encender luces de navidad en homenaje a los niños que no tienen luz y que no iba a preparar abundante comida para estas fiestas en homenaje a los niños que no tienen qué comer. Bueno está bien, pero es el mismo fenómeno, si solo es por navidad no tiene ningún sentido de orden práctico. Es el mismo sentimiento falso pero en orden inverso. En lugar de dar, no doy, pero solo por la fecha. Ahorremos energía eléctrica todo el año y nunca preparemos más comida de la que realmente necesitamos. Si no se hace eso se incurre en el error de pretender resolver el problema de otros mediante un inteligente mecanismo de prestidigitación que hace nuestro ego para hacernos creer que somos mejores, cuando en realidad no hemos resuelto el problema de nadie.

Hoy yo, como usted, también compraré regalos, buscaré el punto medio en su precio: ni tan caros que me hagan menear la cabeza ni tan baratos que me hagan quedar mal. Los forraré en papel regalo y los entregaré como parte de un ritual que no tiene nada que ver con el nacimiento de Jesús y el mensaje de paz y amor que este legó.

viernes, 23 de diciembre de 2011

CRONICA DE UNA RELACIÓN DESTRUCTIVA: EL CIGARRO Y YO

Yo no fumo. Pero sí fumé y mucho hace años.

Debo empezar diciendo que firmar es una desagradable y nada saludable costumbre a la que se llega normalmente por la enorme presión de la necesidad de aceptación social en la adolescencia, la que a su vez es alimentada por la fuerte campaña a favor del consumo del tabaco, desarrollada ésta de manera directa o indirecta por las compañías tabacaleras a través de los medios.

Como todos recuerdan en las películas de los sesenta, setenta y ochentas inclusive, los principales actores y actrices de Hollywood aparecían en ellas fumando. Lo que tal vez no sepan muchos, es que estos actores recibían un bono aparte del salario como actor por parte de la tabacalera si salían fumando. De hecho muchas tabacaleras eran las principales financistas de las películas de Hollywood. Esta práctica se acentuó cuando se prohibieron los comerciales explícitos de tabaco. Entonces aparecieron una serie de héroes de acción con el cigarrillo sobre los labios. Claro ejemplo de ello el actor alemán (de nacimiento) Walter Bruce Willis en las primeras entregas de la saga Die Hard o Duro de Matar. Estos actores recibían (y todavía reciben) fuertes cantidades de dinero por parte de las tabacaleras si aparecen fumando en las películas. Las tabacaleras practican con maestría la estrategia de “una imagen vale más que mil palabras” solo que ellas cambian la palabra “vale” por “vende”.

Historia similar de la fórmula 1, que es de público conocimiento y que por su complejidad seguramente requeriría de una nota aparte.

Hoy en día hay, afortunadamente, una fuerte campaña a nivel mundial para hacer que las personas abandonen el uso del tabaco. El Perú parece que no se ha tomado muy en serio el asunto, pero veo fuertes campañas sobre ese tema en el Brasil.

También noto que entre los fumadores hay dos grupos claramente definidos, aquellos que desean dejar de fumar, pero no saben cómo y otro grupo que sencillamente no les interesa dejar de hacerlo. Mi nota va dedicada a los primeros.

Sinceramente no sé si sea de plena utilidad lo que les contaré como mecanismo válido para dejar de fumar, porque he notado que en cada persona existe un universo distinto de motivaciones y justificaciones, pero igual espero que le sirva a algún lector.

Empezaré con decir que en alguna época de mi vida fumaba dos cajetillas diarias. Empecé como todo el mundo con un cigarro para probar, a escondidas, inventándole alguna historia al tendero del barrio. A los quince ya fumaba socialmente en fiestas y reuniones, en aquel entonces cigarrillos Ducal o Premier. Luego aparecieron los Hamilton. Cuando tenía veinte años los cigarrillos Hamilton me parecían demasiado suaves, pasé de ellos a los Premier y luego a los Minister, finalmente por una cuestión de economía y de adicción a los baratísimos Gold Coast, dos cajetillas diarias cuando aún no cumplía los veintidós.

En ese entonces, poeta empedernido de larga cabellera y fumador impenitente – encendía un cigarro nuevo con la colilla del que estaba terminando – costumbre gracias a la cual, terminé con una especie de taquicardia a tan temprana edad que me dio el primer aviso. Para ese entonces ya había hecho algunos intentos de hacer ejercicio pero no habían sido permanentes a largo plazo. Me tomé en serio el asunto y decidí dejar de fumar.

Un elemento que me parece fundamental para dejar de fumar es desarrollar actividad física. No sé si habrá alguien que lo haya logrado de manera distinta, pero creo que hacer ejercicio paralelamente al proceso es fundamental. En mi caso, cuando empecé a hacer ejercicio en serio, recuerdo claramente la sensación de dificultad al respirar en los primeros días. Sentía como si mi garganta fuese una cañería llena de hollín limpiándose, podía sentir el aire raspando mi garganta y con los días sentir como la molestia se aliviaba, a ello el aumento notorio de la capacidad física y respiratoria.

Una estrategia que usé con relativo éxito fue tener siempre un único cigarro a la mano. Me explico: yo solía en ese entonces encender un cigarro cada vez que quería pensar o meditar. Entonces este cigarro solitario se llamaba mi “último cigarro” y estaba reservado para algún momento especial, sumamente especial que realmente amerite un cigarro. Luego cuando me pasaba algo y estaba a punto de encenderlo, pensaba si ese momento realmente lo ameritaba y me ponía en la idea de qué pasaría si luego me sucedía algo más intenso y entonces no tendría mi “último cigarro” y postergaba la oportunidad de fumar.

Tiempo después había reducido considerablemente el número de cigarrillos diarios, a veces pasaba meses sin fumar, pero eventualmente regresaba –pero nunca más al nivel de dos cajetillas diarias –, pero noté que volvía a fumar precisamente en las fechas que dejaba de hacer ejercicio. Bajé a tres o cuatro cigarrillos diarios y solo de noche. En reuniones sociales seguía fumando media cajetilla aproximadamente.

A medida que pasaba el tiempo fumaba cada vez menos. A los treinta ya fumaba dos o tres cigarrillos por semana. Sin embargo seguía siendo mucho. El verdadero momento en el que dejé de fumar fue cuando me dije en serio y contundentemente: “no voy a fumar más”; así de simple, sin auto engaños ni falsas justificaciones. Creo que el asunto tiene que ver con un firme acto de voluntad. Para ser sincero todavía fumo, pero solo cuando me encuentro con viejos amigos, o un cigarrillo solitario en alguna reunión. Calculo que ahora fumo unos diez cigarrillos al año.

Insisto que en mi caso el ejercicio hizo lo que para otros hacen las pastillas o parches de nicotina o los chicles y caramelos. No es una tarea tan complicada como parece, pero estoy convencido de que el ingrediente principal es la decisión firme de dejar de fumar. Me parece que para los todavía fumadores que me leen, un buen propósito para el próximo año podría ser dejar de fumar. No se olvide, una firme y clara decisión, determinación en el propósito y adelante.

domingo, 18 de diciembre de 2011

TALIÓN (Cuento)

Minutos antes de que aparezca el sol, el agente Morgan conducía el auto velozmente por la avenida siguiendo a un sedán blanco sin placas que raudo cruzaba las intersecciones sin sobreparar siquiera. Luego de siete minutos de persecución que parecieron una eternidad, el auto blanco se introdujo en una callejuela sin salida. Morgan se detuvo en la bocacalle a varios metros por precaución, calculando un ángulo que le permitiera retomar la avenida si fuese necesario. A su costado Vásquez abrió la puerta y quitó el seguro de su arma; se disponía a levantarse cuando vio en el vidrio delantero un pequeño orificio que no había visto un segundo antes, luego una sensación cálida e indolora en el pecho lo sobrecogió e inmediatamente percibió el ruido sordo de varios disparos alrededor, Morgan pisó el acelerador para salir del ángulo de tiro mientras decía entre dientes: “mierda, era un trampa…” y Vásquez sorprendido veía la sangre deslizarse entre los dedos de su mano derecha que instintivamente había colocado sobre la herida, vio también su arma caída en el piso del auto y la puerta de este todavía abierta, recién entonces tomó conciencia del dolor candente que aparecía en su torso, mientras la respiración se le hacía dificultosa y su visión se nublaba inevitablemente. Aturdido, apoyó la cabeza en respaldo y se abandonó al sopor, mientras que Morgan en vano lo sacudía y le gritaba que no se rinda, sin dejar de conducir a toda velocidad rumbo al hospital.

* * *

Varias horas antes, el día anterior, Álvarez les había asignado el seguimiento a un caso de homicidio extraño, más temprano, en un apartado barrio de la ciudad había sido hallado el cuerpo de un hombre con un tiro en la cabeza. El sujeto vivía solo un departamento y era ex policía. Fueron a la oficina de Vizcarra, el técnico de criminalística, y este les mostró la evidencia recogida. No había señales de cerraduras forzadas, el agresor ingresó al departamento aparentemente con el consentimiento de la víctima. No había tampoco señales de pelea. El disparo entró limpio por la sien y lo mató en el acto. La puerta del departamento estaba cerrada y el tirador sin huellas, lo que significaba que el homicida había tenido la precaución de limpiarlo al salir.
– ¿Qué piensas primo? – preguntó Morgan mientras revisaba las fotos del departamento en la oficina de Vizcarra.
– Parece un trabajo profesional. Frio, calculado, premeditado. ¿Quién querría matar a un ex policía?
– Un ex convicto que haya sido detenido por él, es una buena opción.
– Es verdad – replicó Vásquez – tenemos que averiguar en qué investigaciones intervino.
– No es necesario – dijo Vizcarra – me adelanté con eso, él no ha trabajado en investigaciones. Era policía de bancos. Los que cuidan las puertas de ingreso, custodia de caudales. Ya saben.
– ¿Entonces nunca mandó a nadie a la cárcel? – preguntó Morgan.
– No, nunca – dijo Vizcarra – por lo menos eso aparece de su legajo.
– El asunto se complica – afirmó Vásquez – tenemos que empezar por otro lado. ¿Fue dado de baja? ¿Cómo se llama?
– Javier Salinas y no, no fue dado de baja, se jubiló por años de servicio – señaló el técnico.
– ¿Mujer? ¿Amante? ¿Hijos? – inquirió Morgan
– Viudo. Un hijo mayor que vive fuera del país. Recién hace un rato lo notificamos por teléfono. Se contrarió pero al parecer no podrá venir. El seguro policial se hará cargo del sepelio.
– Vaya, además un funeral solitario – lamentó Vásquez – empezaremos por ahí.

Más tarde, en la capilla ardiente de local policial, los únicos presentes eran Morgan y Vásquez, sentados en el fondo esperaban la aparición de alguien más. A las ocho llegó un representante del sindicato trayendo una corona, rato más tarde un edecán de la comandancia para dejar otra. Como a las diez de la noche llegaron algunos compañeros de la promoción del difunto, bastante mayores, con el paso cansado, cabizbajos y callados. Cinco de ellos se reunieron en una esquina y mandaron a traer pisco y café. Fumaban y bebía casi sin hablar. Cuando los agentes estaban a punto de irse, llegó un personaje extraño, tendría unos cuarenta años, estaba bien vestido; entró al ambiente sin mirar a nadie y se dirigió al ataúd todavía abierto. Se detuvo frente a él y miró al difunto. Luego se retiró rápidamente sin santiguarse. Morgan y Vásquez esperaron algunos segundos y salieron tras él. El sujeto se subió a un auto blanco, sin placas y con las lunas polarizadas y arrancó. Lo siguieron en el auto de Morgan tratando de mantener una discreta distancia.
– ¿A dónde crees que nos lleve esto? – preguntó Vásquez
– No lo sé, pero fue raro como se acercó al ataúd.
– Es cierto. ¿Crees que sea el asesino?
– Puede ser, pero si no lo es, nos llevará a él. Tengo el presentimiento – contestó Morgan.

Luego de seguirlo por varios minutos, el auto ingresó a la cochera de un centro comercial cerca del centro de la ciudad. Los agentes esperaron pacientemente hasta pasadas las tres de la mañana, eran prácticamente los últimos carros en el estacionamiento. El sujeto salió acompañado de dos hombres más. Subieron al auto y partieron. Luego de algunos minutos, al parecer se percataron de que los agentes los seguían, veinte minutos después el agente Vásquez caía herido.

* * *

Luego de una operación de varias horas, el médico informaba al agente Morgan que Vásquez estaba fuera de peligro. Debía descansar. Al día siguiente en compañía de Álvarez visitó a su compañero. Vásquez débil en la habitación del hospital los recibió.
– ¿Qué sabemos? – preguntó con voz pausada.
– Sabemos quiénes son, Morgan ya los identificó en el registro fotográfico – contestó Álvarez – sin embargo, tenemos una ventaja, por lo que hemos averiguado con nuestros contactos en la calle, ellos no saben que fueron ustedes.
– ¿Entonces? – preguntó Vásquez.
– El tipo que fue al velorio es un policía en actividad, al parecer cruzó la línea y opera con una banda de extorsionadores. Todavía no tenemos evidencia para vincularlo con la muerte de Salinas. Esperaremos que te recuperes. No queremos alertarlo por ahora, ustedes siguen en el caso – explicó el comandante.
– Entendido – replicó el agente.
– Me has hecho pasar el susto de mi vida – dijo Morgan.
– Fue mi culpa primo – reconoció Vásquez.
– No, primo, son cosas que pasan. ¿Necesitas algo?
– Sí, por favor. Tráeme algo para leer antes de que la televisión nacional haga lo que no pudo la bala – contestó, y ambos agentes rieron.

* * *

Dieciocho días después Vásquez, todavía débil pero bastante recuperado subió al auto de Morgan. Todavía se podía ver el orifico de la bala en el parabrisas.
– ¿Cuándo vas a cambiar el vidrio? – preguntó mortificado.
– Cuando me paguen.
– Yo te presto el dinero, me trae mala vibra ver eso ahí – replicó Vásquez.
– Hecho – sonrió Morgan.

Se habían citado con el Resortes, el agente encubierto, en un establecimiento de comida rápida del centro, al atardecer. Este llegó como siempre, barbado pero en esta ocasión con un look rastafari en el cabello, traía un tubo de cartulina forrada de tela negra, sobre él varias pulseras de artesanía hechas con cuero y alambre de joyero. En la otra mano una tabla de madera con algunos retratos callejeros a carboncillo. Se acercó y les ofreció las pulseras, mientras ambos simulaban ver la mercadería, Morgan le soltó la pregunta discretamente:
– ¿Resortes, sabes algo de un policía que se pasó al otro lado? Tiene que ver con una banda de extorsionadores.
– Se rumorea de un tigre. Dicen que se bajó al tío Salinas.
– ¿Y sabes por qué?
– El tío Salinas era legal. Trabajaba como asesor privado de seguridad para un empresario que tiene perfil bajo. Parece que el Mono quería una tajada de la torta.
– ¿Mono? – preguntó Vásquez mientras se probaba una muñequera de cuero.
– Sí, le dicen el Mono, se apellida Carpio. Hay una discoteca, El Averno. Allí se reúne con sus compinches – contestó, luego levantando la voz dijo – ¡Llévate esta pues tío, es de cuero con amatista!
– ¿Cuánto maestrito? – preguntó Vásquez.
– Quince nomás.
Vásquez pagó y se metió la pulsera al bolsillo. El Resortes desapareció lentamente entre la gente fumándose un cigarro. Los agentes se quedaron para terminar de comer.
– ¿Quién será ese empresario?
– Debe ser uno bastante discreto. No aparecía en ningún documento del departamento de Salinas y no presentó ninguna denuncia. Seguramente no quería empapelarse.
– Puede ser. Ahora vamos a buscar a ese mono.

En la noche esperaron pacientemente en El Averno, conversando de cualquier cosa. Luego de cerca de dos horas de humo de cigarro y música tan pegajosa como mala, entraron dos sujetos de aspecto común, uno de ellos era calvo y con una argolla plateada en la oreja derecha, el otro de bigotes y cojeaba levemente de la pierna izquierda. Se sentaron frente a una mesa ubicada en la zona más oscura, de inmediato se acercaron dos mujeres y se sentaron con ellos. Morgan simuló ir al baño para verificar el área. Vásquez siguió a los dos tipos con la mirada, momentos después apareció el Mono, se acercó a la mesa y uno de los tipos hizo una seña para que las mujeres se alejaran, ellas se retiraron molestas y los tres hombres hablaron algo. Al parecer discutían algo pero sin llegar a ser una pelea. Se pusieron de acuerdo, se dieron la mano y el Mono se retiró.
– ¿Lo seguimos? – preguntó Morgan.
– No, no es buena idea. Ya conoce tu carro. Esperemos a ver que hacen esto dos.

A las dos de la mañana los sujetos salieron con las damas de compañía y se dirigieron a un hotel cercano. No había razón para intervenirlos, la prostitución no es delito. Ambos agente se fueron a sus casas.

Días después y luego de un cuidadoso seguimiento con ayuda de la división de estafas, lograron intervenir a los dos sujetos en pleno proceso de extorción a un empresario del mercado central. Cuando los esposaban, uno de ellos le dijo a Morgan:
– Jefe, deje que me vaya. Tengo un sencillo en el carro.
– Te has equivocado tigre – contestó Morgan – nosotros no jugamos así.
– Yo sé quien ha matado al tío Salinas – replicó el sujeto. Ambos agentes se volvieron hacia él al mismo tiempo.
– Habla y te ayudamos con el fiscal – dijo Vásquez.
– El Mono, está ahorita esperándonos en la placita que está a espaldas del mercado.
Morgan entregó al detenido a otro efectivo y ambos agentes corrieron hacia el auto. A toda velocidad llegaron a la plaza, el Mono los vio por el espejo retrovisor y de inmediato inició la huida. Lo persiguieron varias cuadras. De pronto estaban ingresando a los peligrosos barracones, la zona roja de la ciudad; Morgan miró a Vásquez y este le hizo una seña para que siga conduciendo. Al llegar a una vieja quinta el Mono se bajó del carro e ingresó a ella a toda velocidad. Los agentes bajaron también y entraron a la desvencijada edificación. Vásquez le hizo una seña a Morgan para que entre por la parte de atrás, luego derribó una vieja puerta de madera e ingresó a uno de los ambientes. Apenas estuvo adentro fue recibido por un par de disparos proveniente de la segunda planta. Avanzó con cuidado. Subió por las escaleras y pudo ver al Mono tratando de saltar por el balcón. Corrió y lo apuntó con el arma:
– ¡Quieto Mono, estas jodido!
– Tranquilo – dijo el Mono levantando las manos, en la derecha todavía sostenía el arma. Vásquez notó que la pierna del pantalón del tipo se había enganchado en un oxidado fierro saliente del balcón.
– ¡Suelta el arma! – ordenó el agente.
– ¡No joda agente! – replicó el Mono. No le va a disparar a un compañero.
– ¡Suelta el arma! – repitió Vásquez algo nervioso.
– ¡No sea pendejo! Aquí hay plata para todos. No joda su vida ni la de su familia. A mí no me cuesta nada averiguar donde vive. Si me deja ir, le juro que no se va a arrepentir.
– Si no sueltas el arma Mono, voy a disparar – dijo el agente con firmeza, al tiempo que acariciaba el gatillo de su pistola.
– ¡Puta mare! ¡No sea terco! Yo no voy a ir a ningún lado. O me voy de aquí caminando agente o nos vamos a quemar los dos.
Vásquez fijó la vista en la mano del Mono empuñando el arma, vio con claridad como doblaba la muñeca y asentaba los dedos, el índice deslizándose sobre el gatillo, recordó el ardor en su pecho, la sensación de vacío, las imágenes que cruzaron su mente cuando se desvanecía en el asiento del auto de Morgan mientras la sangre discurría entre sus dedos, la tristeza de las cosas que no habría leído si moría, las cosas que no había cocinado, que no había comido, la mujer que aún no había hallado, el hijo que todavía no había tenido. El orificio oscuro del cañón apuntaba directamente hacia él, como un túnel infinito e insondable, el Mono lo miraba a los ojos y sonreía; siempre pensó que había que tener mucho valor o ser un verdadero hijo de puta para dispararle a alguien mirándole a los ojos, no había más ruido, los músculos de sus dedos en su mano se tensaron y escuchó el retumbar profundo del disparo y una sensación de paz, bajó el brazo y cayó al piso.

Morgan llegó y vio al agente sentado en el piso, exhausto. En el balcón el Mono colgaba muerto con un certero disparo entre ceja y ceja.
– ¿Qué pasó? – preguntó.
– No quiso bajar el arma.
– ¿Y tú estás bien?
– Sí, algo débil. Ya se pasará. Creo que ya estoy muy viejo para estos trotes.
– Vamos primo. Apóyate en mi hombro. Ya vienen las patrullas.

Mientras bajaban las gradas, Vásquez pensaba que lo único que realmente extrañaría de este empleo, sería trabajar con alguien tan cojonudamente decente como su primo, el agente Morgan.

sábado, 17 de diciembre de 2011

¿ES EL INTERIOR DE LAS PERSONAS LO QUE VALE?

Premisa 1: Todos somos iguales.
Premisa 2: Lo valioso es el interior de las personas.

Veamos:

Sobre la premisa número uno hay una enorme serie de consideraciones posibles, haré las que me parecen más relevantes. En primer lugar no es cierto que todos seamos exactamente iguales. Si nos fijamos atentamente, las normas y conceptos que regulan la llamada igualdad no dicen exactamente eso. Incluso los preceptos religiosos. Lo que dice nuestra Constitución, por ejemplo, en su artículo segundo es lo siguiente: “Toda persona tiene derecho a la igualdad ante la ley.” Es decir que desde un punto de vista institucional o legal, no es cierto afirmar que somos simplemente iguales, somos iguales ante la ley, en la medida que no podemos ser discriminados por motivo de nuestro origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquier otra índole.

La mayoría de religiones reconocen la igualdad del ser humano en cuanto a humanidad precisamente, pero reconociendo la individualidad. En conclusión, la mayoría de las religiones asume que la llamada igualdad es una cuestión ideal, pero que en la realidad no existe.

Lo indicado tiene razón de ser, no se puede pretender igualdad absoluta del género y luego querer defender la individualidad del sujeto.

La igualdad legal protege al ser humano frente a la discriminación, no olvidemos que la cuestión inherente a los derechos fundamentales es la dignidad y sobre ello gira el principio de la no discriminación. La discriminación ha sido dividida en dos clases, la discriminación negativa y la positiva, la que está prohibida es solamente aquella negativa. La positiva está permitida. ¿Cuál es la discriminación positiva? Veamos ejemplos: Las cuotas de género en el congreso y listas para consejeros regionales y elecciones municipales. Las cuotas étnicas y de edad en los mismos casos, en el Perú se exige que cada lista tenga un determinado número de jóvenes, mujeres y nativos (de ser el caso) para ser admitida en un proceso eleccionario.

En diversos países existen universidades que plantean la cuota de etnia, minorías le llaman. Ahora vamos más allá: La vida es un proceso de permanente discriminación: ¿cuántos niños pueden ingresar al selecto jardín de infancia donde piensa poner a su hijo el próximo año? A esta fecha seguramente usted ya tiene asegurada su vacante desde setiembre, y si no, tendrá que buscar pronto otro colegio, si no para febrero quedarán solo los “peores.” El ingreso a la universidad es otro buen ejemplo. ¿No son acaso los exámenes de ingreso a la UNI, San Marcos, UNSA en Arequipa, claros casos de selectividad? Solo ingresan los más capaces de acuerdo a un cuestionable o no sistema de preguntas. Discriminación positiva. Los procesos de selección para empleos, los concursos públicos de ingreso y ascenso, etc. Como se puede ver claramente estamos rodeados de procesos y procedimientos que discriminan constantemente, incluso por cuestiones tan triviales como quién se levanta más temprano o se amanece más días para ver el concierto del cantante de moda, donde no podrá ingresar quien no esté dentro de los veinte mil elegidos que pudieron comprar entrada. Y el que no quiere amanecerse, paga el doble al revendedor y asunto resuelto. Selectividad por capacidad adquisitiva.

Como ya podrá notar a este punto el avispado lector, no somos tan iguales como parecía al principio.

Ahora veamos la segunda premisa: Lo valioso es el interior de las personas. ¡Vamos! – Dirá alguien por ahí – ¿quién va a negar que esa sí es una premisa válida? Concuerdo. Efectivamente a la larga, lo más valioso es el interior. El problema es el camino para llegar a ese interior. ¿Cómo llegamos a conocer el interior de las personas? ¿Se le ocurre? ¿Ya se dio cuenta de la paradoja? ¡Sí! Exacto. A través del exterior.

Sigamos con el asunto de los ejemplos. Usted entra al ascensor y a su costado está una muchacha bajita, ciertamente gordita, con lentes, cabello ensortijado, desordenado. Y digamos que usted es – o cree que es – un galán de novela. ¿Conversa con la muchacha que acabo de describir? ¿Y si ella le pregunta algo a usted? ¿Le responde con una frase amable, pero cortante o de verdad se interesa en tratar de conocer el posiblemente valioso interior de la muchacha? ¿Y qué sucede si la muchacha es una dama de silueta estilizada, alta, bien vestida, perfumada? ¿Reacciona igual? Pregúntese ahora: ¿Somos todos iguales? ¿Lo que interesa es el interior?

No estoy diciendo que el interior de la muchacha bajita sea mejor que el de la otra o viceversa. Eso es irrelevante a este punto. Lo que trato de decir es que el aspecto externo tiene mucho que ver en la vida real con la decisión que tomamos de querer conocer el interior de alguien.

Invierta el ejemplo, si usted es una guapa dama – o cree serlo – y va a la discoteca. Se acerca para invitarla a bailar un muchacho de lentes con monturas fuera de moda, con chompa de lana, con algo de pelusa en el rostro (no la sexy barba de cuatro días de Indiana Jones), algo torpe y despeinado. Tal vez acepte bailar con él y conteste sus reiteradas preguntas con evasivas y una sonrisa disforzada o, lo que es más común, lo rechace de plano. ¿Y si el interior de este muchacho es un interior que vale la pena conocer?, probablemente usted habrá perdido la oportunidad de conocer a una joven promesa de la ingeniería que en cinco años le pagará la casa y la camioneta de sus sueños, que la querrá como ninguno, que le será fiel hasta la muerte y que será un ejemplar padre de familia. Es posible. Pero sin lugar a dudas usted escogerá bailar con el tipo de piel bronceada, con aspecto de chico malo y peligroso que la hará sufrir mucho los próximos meses y tal vez durante la mayor parte de su atormentado matrimonio.

Sigo jugando con los estereotipos, pero es con el afán de que quede claro mi punto de vista. Mis hipótesis previas son en realidad bastante posibles.

¿Entonces con quién se casan la muchacha bajita y rellenita y el imberbe estudiante de ingeniería? Allí viene la variable del entorno. Es un dato estadístico irrefutable que la mayor parte de las relaciones – las legales y también las prohibidas – se generan entre los integrantes del mismo círculo social o laboral.

Usted ahora es el empleado de una empresa, trabaja mucho y no le queda tiempo para la actividad social. En su trabajo una de las pocas solteras, es… la muchacha del ejemplo. Un día se queda conversando con ella después del trabajo, otro día se encuentran en el comedor. Charlan por pasar la hora. Más adelante se vuelven a ver en un aburrido cumpleaños de algún compañero y charlan de nuevo. Es ahí cuando la interacción casi obligatoria, permite pasar la barrera de la carcasa externa. Es solo en esas oportunidades cuando uno termina conociendo mejor a la persona, ingresa a ese interior del que hablábamos y descubre que es valioso. Luego cuando ella se aleja caminando, usted la mira y piensa “mmm y había tenido buenas piernas…”

El problema de esta variable, es que uno queda pensando en las oportunidades que dejó “allá afuera”, finalmente se involucró con alguien de su entorno porque prácticamente no le quedaba otra opción. ¿Y si allá afuera hay alguien con las mismas virtudes internas, pero digamos con un exterior más a mi gusto? Si usted no está dispuesto a liberarse de ese pensamiento, le adelanto que tendrá muchos problemas en esa relación.

Regresando a nuestras premisas iniciales. No es cierto que seamos iguales, somos selectivos en la medida que precisamente no somos iguales. La igualdad es una conceptualización que sirve para resolver un problema legal, en la vida real y fuera del marco normativo, no somos iguales.

Si bien puede ser cierto que nuestro interior es mucho más valioso que nuestro exterior, no podemos perder de vista que es el exterior lo que abre el camino para que alguien se interese por ese interior valioso. Y lo triste es que en ese exterior es donde más similares somos y dónde más diferencias falsas podemos introducir. Como decía un viejo amigo: De noche todos los gatos son pardos.

jueves, 8 de diciembre de 2011

LA SOLEDAD DE LA INMORTALIDAD (Cuento)

Andelko Volkodlak salió del Louvre rumbo a la fría noche parisina, caminó por la Rue de Rivoli hacia el Boulevard de Sebastopol, al doblar la esquina percibió con absoluta certeza que alguien lo estaba siguiendo. Calculó el trayecto con frialdad y se dirigió hacia el rio Sena reduciendo la marcha, cruzó el puente hasta el Boulevard Saint Michel y luego volteó en dirección al Pantheon; en una esquina desolada de la Rue C. Bernard se detuvo en seco para enfrentar a su acechador, al girar no vio a nadie a pesar de percibir claramente una presencia, de pronto una voz seseante retumbó en sus oídos en un idioma que no escuchaba hacía mucho tiempo:
Lahko noč, Andelko. Koliko časa je ze, ko ne prideš v Ljubljano?
Lahko noč, Petar – contestó dando las buenas noches también y reconociendo a su interlocutor – hace años que no voy a Ljubljana, ¿y tú?
– Tampoco Andelko – dijo la voz materializándose de pronto en una sombra y luego en un cuerpo varonil, largo y estilizado, impecablemente vestido – creí que no me reconocerías.
– Al principio no. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
– Andando por el mundo, como tú.
– ¿Como yo? No creas – replicó Andelko – hace décadas que no salgo de París.
– Desde que se fue Fátima.
– Sí – musitó el hombre con amargura.
– Vamos a conversar prijatelj, finjamos ser mortales por un rato, disfrutemos la noche de París, acompáñame a un bistró, conozco uno cerca, en la Place d’Italie.

Ambos caminaron sigilosamente sin perder el paso distinguido, sin embargo, invisibles, oscuros, imperceptibles. Cuando llegaron al bistró junto con ellos entró una brisa gélida que hizo estremecer a los concurrentes que todavía estaban en el lugar. Se sentaron. Una atractiva muchacha con acento de Lyon encendió la vela en medio de la mesa mientras les daba las buenas noches, luego anotó su pedido: Una botella de vino tinto.

* * *

Petar Blatnik, al igual que Andelko, había nacido en Ljubljana, ambos habían sido amigos en la soledad de los no muertos, se habían conocido en cacerías nocturnas, percibiéndose sin perturbarse el uno al otro. Petar fue quien dio el primer paso, notaba a Andelko desprolijo y pueril en sus procedimientos. Le despertaba ternura tanta falta de experiencia. Le enseñó a descubrir sus capacidades, a perfeccionar sus métodos, le explicó cosas básicas que Andelko intuía pero no comprendía. En algún momento fueron compañeros de correrías en las regiones de Croacia y Dalmacia, se establecieron un tiempo en lo que ahora era la ciudad de Trieste, el lugar era perfecto para sus fines en aquél entonces, una ciudad fronteriza del norte de Italia, en ocasiones tierra de nadie. Luego Petar quiso conocer Egipto, el Mediterráneo, en algún momento se separaban, se volvían a encontrar en algún punto de Europa, bastaba que uno ponga un pie en la ciudad donde estaba el otro para que pudiesen percibirse mutuamente, la última vez que se vieron fue precisamente en París, veinticinco años atrás, cuando la segunda gran guerra recién comenzaba.

* * *

Petar se apoyó en el espaldar de la silla de madera finamente tallada y miró a las personas sentadas en las mesas del bistró con displicencia, luego miró al vacío y preguntó:
– ¿Disfrutas la inmortalidad?
– Ya no lo sé Petar.
– Cometiste un error al enamorarte Andelko. El amor no es para nosotros. Somos seres sin alma y el amor requiere alma. Ahora que ella se fue se llevó todo lo que te quedaba. Lo único que te dejó es esa soledad que te viene destruyendo por dentro.
– Es que estamos malditos.
– ¡Ah Andelko! En quinientos años he visto de todo, y mira que yo he visto casi todo lo que se puede ver en este mundo, sin embargo hasta ahora no puedo afirmar con certeza si existe un Dios y menos aun si existe el Diablo. Solo sé que somos lo que somos y no hay ninguna maldición en ello.

Andelko asintió con la cabeza y llenó las copas con vino, luego miró a la mesera; desde que ingresó algo en ella le había recordado a Fátima. La piel sumamente blanca, los ojos azules claros, el cabello rubio cenizo. Se estremeció al recordarla. A Fátima la había conocido de casualidad, el fingía ser un empresario y ella era una bella artesana. En poco tiempo se la llevó a vivir con él. Ella fue descubriendo sus secretos, comprendiéndolo. Sabía que ella lo amaba, desde el principio, pero siempre se negó a ser como él. Quería vivir, crecer, amar y, a su tiempo, morir. No creía en la inmortalidad.
– ¿Te dije alguna vez que Fátima no creía en la inmortalidad?
– Sí Andelko, y tú nunca quisiste convertirla. Respetaste su voluntad y ahora estás solo.
– Ella decía que una vida es suficiente para aprender lo necesario. Que las cosas son solo eso, cosas. Que el problema de la inmortalidad es que se llega a un punto en que ya no sabes para qué sirve lo que aprendes, y ahora empiezo a pensar que tenía razón.
– Yo creo en cambio que somos seres privilegiados.
– Yo lo creía también – dijo Andelko – sobre todo cuando estaba con ella.

Ante sus ojos surgió la imagen de Fátima con el sombrero de paja de ala ancha sobre la cabeza, de cuclillas sobre la tierra, limpiándola, retirando las hojas muertas de las plantas que cultivaba con tanto cariño en el jardín, regándolas con agua que sacaba del pozo. En el taller, elaborando esos primorosos adornos que a él le encantaban y que solía comprarle antes de que los pusiera a la venta en las tiendas de París, solo para tener alrededor suyo cosas hechas por ella. Luego la recordó en la terraza de la casa, tomando café turco al atardecer con sus gatas adormitadas sobre los muslos. A sus ojos nunca envejeció, la cuidó hasta sus últimos días, respetando su voluntad de no ser como él. Ella sí había vivido como él nunca lo había hecho.
– ¿Cómo era que la llamabas? – preguntó Petar sacándolo de sus recuerdos.
Moja lepa mucka, mi linda gatita.
Mucka..., Andelko tenemos que ir a Ljubljana un día. Extraño nuestra tierra.
Andelko no contestó, miró otra vez a la mesera fijamente, luego alrededor y notó que se habían convertido en los últimos clientes, le hizo señas para que traiga la cuenta.
– Petar, necesito quedarme solo – susurró mirando fijamente el interior de la copa de vino, cuando levantó la vista su compañero ya había desaparecido.

Cuando la muchacha se acercó, Andelko pagó y le dio una generosa propina. Le preguntó a qué hora iba a casa, ella dijo que luego de ayudar a cerrar el bistró. Le preguntó si podía acompañarla y ella aceptó de buen grado.

Minutos después ambos caminaban por la Rue Jeanne d’Arc, la muchacha hablaba de su día de trabajo, de su vida, su barrio y sus amistades y lo bueno que era conocer personas interesantes en el bistró, hacia preguntas a Andelko que este contestaba con monosílabos e interjecciones breves. Él venía pensando en Fátima y en lo mucho que la había amado, en lo mucho que la seguía amando a pesar de haberse ido hace tanto tiempo. Pensaba que a pesar de sus esfuerzos nunca estuvo su altura, ella era un verdadero ser humano, como él había intentado ser, pero nunca había conseguido. Lo invadía la nostalgia, sabía que nunca podría encontrar a alguien como ella, ni en esta vida, por larga que fuera ni en veinte vidas juntas, aunque fuera inmortal, inútilmente inmortal. Se detuvo, la muchacha se detuvo también y le ofreció su rostro inocente, blanco con sus ojos azul pálido, se parecía a Fátima pero no era ella. No podría ser como ella, nunca habría nadie como ella. La besó y la joven mujer se entregó a sus brazos, Andelko la levantó y la empujó bajo el umbral oscuro de una puerta, se besaron largamente, ella ofreció su cuerpo tibio, abrazó al hombre con fuerza deseándolo sin pudor, sintiendo su lengua húmeda y venenosa deslizarse por su cuello fino y de pronto el hincón quemante y la succión de sus labios dejándola sin fuerzas, sintiendo las rodillas doblarse, sostenida en vilo por esos brazos formidables, la recorrió la angustia de ser totalmente vulnerable en medio de esa extraña e incontrolable excitación orgásmica, desfalleciendo de placer y a la vez con una lejana sensación de zozobra que le hacía perder el conocimiento y la vida mientras su cuerpo se deslizaba lentamente por el portón hacia el frio piso de piedra, al tiempo que era sacudido por los últimos estertores de la muerte.

Andelko sacó un pañuelo blanco de la manga de su traje y se limpió los labios con él. Lo sacudió con elegancia y lo dejó caer manchado de sangre sobre la muchacha mientras susurraba “lepa mucka” y se alejaba con paso firme rumbo a la fría noche parisina.

sábado, 3 de diciembre de 2011

LIMA, CAFÉ, VINO, EL COLOMBIANO QUE VINO Y DOS LIBROS INESPERADOS

El veintitrés del mes pasado partí rumbo a Lima en un accidentado viaje en su primera etapa, de esos en los que hay que hacer cinco cosas por día y si falla una se descalabran las demás. Fui ligero de equipaje porque sabía lo que me esperaba. No llevé lentes oscuros ni cámara fotográfica y respecto a la ropa, lo mínimo indispensable.

En Puerto Maldonado y luego de hacer todas las gestiones programadas durante la mañana, imprescindibles por cierto, me fui al aeropuerto en el consabido torito, la versión terrestre del peque peque. Una vez allá, esta vez no tuve quejas, noté con alegría que el restaurant ha cambiado de aspecto y diseño. Pero el dueño sigue siendo el mismo, lo que es muy saludable, porque ha tendido el valor de cambiar los paradigmas de su negocio. También noté con felicidad que el señor ese malhumorado que antes hacía de mozo, ya no está más.

El viaje fue pesado debido a que el avión se quedó más de una hora parado en Cusco, nos contaron el cuento chino del combustible y la parada técnica, pero con mis kilómetros de recorrido noté que era por un tema de visibilidad, el cielo estaba cerrado por las nubes.

Fiel a los buenos amigos, me fui al departamento de Claudio apenas llegué a Lima, el depa está ubicado en una zona que no podría ser mejor y está muy bonito y acogedor. El primer día nos fuimos de shopping y paseo. Compramos unos buenos libros, infaltables Bryce y Vargas Llosa y una recomendación especial, un libro de cómo explicar las ideas mediante dibujos simples, un éxito. Luego canjeamos puntos por fragancias metiendo la nariz en una caja llena de café de rato en rato y al final compramos un vino y nos fuimos a beberlo al departamento junto con el primo Sergio.

Pude notar en los días que estuve que la mamá de Claudio está muy bien, se agita un poco pero está conversadora y alegre como siempre y eso es un muy buen síntoma. También se queja del agua que corre, el viento que azota, los pajaritos que no cantan, la mesa que regaló y la que falta comprar, la familia, las amigas y las vecinas… pero ¿es o no un buen síntoma? Yo creo que sí. Si la hubiese encontrado calladita, me hubiese preocupado. Yo la quiero mucho tal cual.

El día más divertido fue el viernes. Había un evento de presentación de un nuevo producto en la empresa donde trabaja Claudio. Allí me presentó a un colega suyo – por gerente – y mío – por abogado – que había venido al Perú para el lanzamiento.

El colombiano, un tipo simpatiquísimo, nos fuimos a tomar unas cervezas con él, Claudio y Sergio a Larcomar y luego unos tragos de nombre indescifrable en algún antro de Miraflores, conversamos largo y me di cuenta que nuestro invitado tenía un talento muy peruano y seguramente más colombiano: ¡Qué manera de hacer uso de la antológica e imperecedera técnica, tan peruana ella, del floro! Veinte mil palabras para decir una sola cosa. ¡Lo máximo!

Pasamos un buen rato y luego en medio de una típica garúa limeña de madrugada nos fuimos a descansar. Yo dormí solo tres horas porque tenía que estar en el aeropuerto a las nueve de la mañana. En el trayecto el taxista casi choca dos veces. Yo creo que andaba nervioso, lo confirmé porqué le pregunté ¿Qué has hecho anoche compadre?, después del segundo incidente y me dio una larga explicación de porqué casi choca. Justificación no solicitada. Ya saben cómo funciona.

Lo cierto es que ese mismo día por la tarde estuve en mi casa. Allí descubrí una grata sorpresa, Claudio me dio un paquete conteniendo los libros que gané en el concurso nacional de ensayos organizado por el Centro de Investigaciones Judiciales del Poder Judicial de mi país, ello junto al diploma que le entregaron cuando asistió a la ceremonia de premiación en mi representación. No me alentaba mucho la idea porque sabía que los libros eran ejemplares de la revista oficial del Poder Judicial, así que no me entusiasmaba mucho porque yo ya tenía esos ejemplares en mi biblioteca, es decir ahora los iba a tener por partida doble. Pero lo bonito es que cuando abrí el paquete ya en Iñapari, descubrí con alegría que además de la revista había tres ejemplares más que yo no había considerado. Uno de ellos la impresión de los acuerdos plenarios en materia penal de la Corte Suprema de diciembre del año pasado, pero más importante: Dos libros, en tapa dura, de la historia de la Corte Suprema, un fino, exhaustivo y detallado trabajo de la historia jurídica del Perú republicano, ambos de la autoría mi querido amigo arequipeño, excelente académico y mejor historiador Carlos Ramos Núñez, quien es en este momento sin duda alguna el mayor experto en el Perú acerca de historia del Derecho.

Así que finalmente me traje de Lima bonitos recuerdos como siempre, varios buenos libros dos de ellos sorpresivos, buenas noticias, un nuevo amigo y sobre todo la alegría de haber pasado buenos ratos con Claudio y su familia, que siempre son mis mejores momentos cada vez que voy a Lima.