jueves, 17 de marzo de 2011

ECO Y EL CEMENTERIO DE PRAGA: CUANDO LOS ESCRITORES DE BEST SELLERS AGACHAN LA CABEZA

Conocí a Eco mediante una casualidad, en el año noventa y dos aproximadamente, en un sicalíptico tabuco de la calle San Francisco, ahíto de libros usados y también de los otros: los piratas. Fue allí donde emergió ante mí un título que me llamó la atención “Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura.” A pesar de estar recién en segundo año de universidad, tenía claro que me graduaría mediante una tesis, así que sin fijarme mucho en el autor, lo compré. El texto era sencillamente maravilloso, aprendí conceptos que me sirvieron para cada actividad de la vida académica y también profesional, como la “humildad científica” y el “orgullo científico”. Sólo la lectura del índice nos da una muestra de lo elaborado y serio del trabajo: “Por qué hay que hacer una tesis y en qué consiste.” “¿Qué es la cientificidad?” “Fuentes de primera y segunda mano.” “Cómo usar una biblioteca.” “Cuándo y cómo se cita: diez reglas.” Y así como estos apartados el texto completo es una herramienta de fina orfebrería para quien pretenda hacer una tesis cuando menos aceptable desde el punto de vista del más mínimo rigor científico.

Más adelante en un seminario, un notable jurista limeño de incomprensible afinidad con la dictadura de aquella época, nos recomendó la lectura de un conspicuo intelectual vinculado con las ideas de la postmodernidad: Foucault y “La arqueología del saber”. Unos meses después buscando en la biblioteca, hallé una referencia de Foucault con Umberto Eco. En mi ignorancia pensé que era un texto dedicado al estudio del referido filósofo francés Michel Foucault, cuál sería mi sorpresa al encontrarme con una novela de temas esotéricos, ritos iniciáticos y misterios templarios: “El péndulo de Foucault” que obviamente no tiene nada que ver con el pensador galo. A quien Dan Brown le parezca fantástico, quizás debería leer esta obra. Las tramas de Brown quedan convertidas en fábulas para niños al lado de la sólida construcción de Umberto Eco, y su crítica mordaz a lo esotérico e iniciático es mucho más aguda y fina en todo sentido.

Esta novela, “El péndulo de Foucault” (1988), me llevó a su vez a la lectura de otra, más antigua, cuyo título es “El nombre de la rosa” (1980), que como ya comenté en otro post obtuve mediante un sabio canje de revistas en uno de esos truculentos arsenales de libros corsarios. Curiosamente tuve abandonada en mi biblioteca la novela durante aproximadamente diez años sin leerla. Es posible que al tratarse de un libro notablemente voluminoso, de letra menuda y reglones poco espaciados mi subconsciente esperaba la oportunidad apropiada para emprender la tarea. En algún momento del dos mil seis, encaré la lectura y fue otro periodo en mi vida inolvidable, a pesar de una serie de problemas personales que tuve que afrontar por esos días, la avidez con la que consumí sus páginas me nutrió intelectualmente y me ayudó a sobrellevar el momento, todo ello sumado al inefable placer de recorrer la belleza de sus textos.

“El nombre de la rosa” junto con “El péndulo de Foucault” y las más reciente: “El cementerio de Praga” son novelas de un género llamado “novela culta”, se caracterizan por el evidente y notable trabajo de investigación detrás de las obras, habiendo leído “Cómo se hace una tesis” estoy seguro de que Eco se desplazó (física o intelectualmente) a cada uno de los lugares donde se desarrollan las historias y a cada una de las épocas para confirmar nombres de lugares, bares, lupanares, calles, personas, costumbres y comidas. Adicionalmente y a diferencia de las modernas novelillas de lenguaje fácil y ligero, escritas por escribidores buhoneros para públicos populosos; las novelas de Eco están escritas en un lenguaje elaborado, con un vocabulario abundante y complejo. Una excelente oportunidad para disfrutar de las infinitas variables que ofrecen las lenguas romance.

En “El nombre de la rosa” el lector puede casi sentir el aroma de los libros manuscritos y de la tinta en la abadía benedictina donde se desarrollan los hechos, siguiendo a cada paso al paradigmático Guillermo de Baskerville, quien cual medieval Sherlock Holmes, investiga las misteriosas muertes de los monjes que realizaban trabajos en la biblioteca. No es casualidad que el apellido de Guillermo nos refiera a la novela: “El sabueso de Baskerville” de Conan Doyle.

En “El cementerio de Praga” se hace referencia a un documento que fuera el origen y excusa para el holocausto de los años cuarenta del siglo pasado, llamado “Los Protocolos de los sabios de Sión” supuestamente elaborado en mérito a una reunión de apócrifos líderes judíos en el antiguo y abandonado cementerio de Praga. Eco narra de manera fascinante una serie de hechos históricos reales mezclados con la vida de un personaje imaginario – hilo conductor en toda la novela – que revelan los mecanismos de cómo, entre mentiras y engaños, se construye el indicado documento, involucrando además a masones y jesuitas, arrastrando años después a toda Europa a dos guerras fratricidas, cuyas consecuencias todos conocemos.

El personaje principal, el capitán Simone Simonini, además de ser un experto falsificador, misógino empedernido, antisemita y declarado anticlerical, es también un extraordinario gourmet y sibarita: Entre capítulo y capítulo nos regala maravillosas y exquisitas recetas de cocina. Durante el recorrido fantástico, aparece un segundo personaje: Dalla Piccola, un cura, que al final resulta siendo un alter ego de Simonini, quien al parecer sufre de síndrome de doble personalidad, todo ello genialmente presentado, haciéndonos transitar permanentemente entre la certeza, la duda y la sospecha. Eco brillantemente presenta el texto visualmente comprensible de una manera sutil, los capítulos narrados por Simonini en primera persona se encuentran en letra Times New Roman, los narrados por Dalla Piccola en Arial y los capítulos que se atribuyen a un omnipresente “narrador” con letra Times New Roman en negrita.

Las quinientas ochenta y siete páginas contienen también reproducciones de grabados de la época, que ayudan a introducirnos en el mundo fantástico que Eco ha creado para nosotros. Qué decir acerca de sus construcciones, del manejo del idioma, la pulcra traducción del italiano por parte de Helena Lozano Miralles, un placer indescriptible para quienes todavía disfrutamos de la buena lectura.

“El cementerio de Praga” una novela imperdible, bien escrita, pulcramente presentada y sobre todo, no pensada para el frívolo guión de cine ni para convertirse en el “bestseller” del mes, si no como parece ser una constante en la obra de Eco, para perdurar imperecedera en el tiempo.

4 comentarios:

  1. Buen resumen acompañado de una linda historia, los libros son así, a veces creo que nos esperan a nosotros… Miguel, cobra derechos de marketing, jajaja me has dado ganas de leerme todo Eco, saludos!

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  2. Gracias primito!!! Es verdad, como tú dices, el libro te escoge... Claro que tienes que leer a Eco...!! Lo máximo, no sabes lo reconfortante que es ese tipo de lectura, además de entretenida!! Saludos!!

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  3. Buen dato. Espero no apabullarmepor la cantidad de páginas.
    Gracias Miguel.

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