viernes, 25 de marzo de 2011

CAVERMAN

Una muy querida amiga lleva varias semanas preguntándome por qué algunos de mis amigos me dicen Caverman. Pues aquí va:

Puede que haya sido el año 94 ó 95 o tal vez antes, no recuerdo bien. Lo cierto es que trabajaba en el Instituto de Informática de la Universidad, en el departamento de Capacitación. Era instructor de informática como otros estudiantes de la universidad que desarrollábamos esta tarea bajo el elegante nombre de “ayudantes de cátedra”. En apariencia era una vil explotación, pero no. Nos pagaban casi propinas, pero no recuerdo otro periodo en mi vida en el que haya aprendido tantas cosas. La política del Ingeniero Tamayo (¿recuerdan el sobreviviente de la película “Abisa a los compañeros? Sí, ese mismo) que había regresado de la vieja URSS y dirigía el Instituto y luego del Profesor Cayo, era darnos libertad. Libertad para aprender. Pocos recursos y mucha libertad. No hay nada mejor. Todos entrábamos sabiendo un poco de algo y salíamos con muy poco dinero, y una bolsa enorme llena de conocimientos. Yo entré sabiendo un poco de programación estructurada, Clipper, Fox Pro y una reliquia llamada D.O.S. Al cabo de unos meses ya podía instalar cualquier programa en cualquier computador, y no sólo eso, podía instalar cualquier programa en dieciséis computadores casi al mismo tiempo a pesar de que los instaladores venían en diskettes de tres y media pulgadas y poco más de un mega de capacidad cada uno y no existía red. Inventamos redes parchando cables paralelos de impresoras para conectar una computadora con otra. En aquel entonces los discos compactos eran todavía ciencia ficción en el Perú. También podíamos armar y desarmar una computadora en cuestión de minutos, cambiar memorias, mover slots, reparar fuentes de poder, intercambiar buses de datos y hasta limpiar microprocesadores. Casi todos mis colegas de trabajo eran de las áreas de ingeniería, yo era el único de letras, a pesar de ello todos aprendíamos igual. Era un universo paralelo, todos sin excepción leían (una constante interesante a tomar en cuenta), todos sin excepción tenían la mística de no rendirse ante la dificultad. Nunca nadie nos entrenó en ello pero el esfuerzo en equipo era la esencia de nuestro trabajo. Si algo no funcionaba, se preguntaba a otro, luego de media hora se podía ver a ocho o nueve personas pensando alrededor de un computador, haciendo pruebas y aportando ideas hasta que el problema quedaba resuelto, y si no se resolvía ese día, alguien lo resolvía a los pocos días y compartía la respuesta con todos. Éramos pobres, teníamos computadoras antiguas, usábamos programas piratas y éramos felices.

En aquel entonces, teníamos unos seis metros cuadrados en el área de administración a los que llamábamos “casilleros” precisamente porque usábamos un anaquel de casilleros como separador de ambientes. Cada uno tenía un casillero de treinta por treinta centímetros donde guardábamos plumones, mota, diskettes y algunos libros. Allí dejábamos nuestras mochilas mientras dictábamos clase. Cerca estaba el reloj tarjetero marcador de asistencia, nos descontaban el magro sueldo si llegábamos cinco minutos tarde, era una verdadera distracción vernos a todos llegando a toda velocidad y subiendo las escaleras al segundo piso del pabellón de Ingeniería Electrónica donde funcionaba el instituto, llegando sin piernas y con la lengua afuera y además ubicar la tarjeta, el espacio y presionar la palanca para el marcado correspondiente.

En este lugar, al lado de los casilleros, la administración había colocado dos computadoras, una 286 y una 386, para hacer pruebas, una tenía DOS y la otra Windows 3.11, la que tenía Windows servía para hacer pruebas de Corel Draw o Page Maker. Si quienes ahora leen no tienen la más mínima idea de qué eran esas cosas, pues entonces pertenecen a la generación X en adelante, lo siento. En aquél momento era tecnología de punta.

Había días en que efectivamente las máquinas servían para pruebas, pero la mayoría de las veces las utilizábamos para hacer trabajos de la universidad y hasta para jugar. En ese entonces apareció un juego para DOS (no sé cómo, alguien lo trajo en diskette) llamado “Prehistorik 2”, este juego, en la línea de Mario Bross, tenía a un cavernícola como protagonista. Este premunido de un mazo iba avanzando niveles, matando lobos y comiendo postres para ganar puntos. El caso es que en esa temporada yo dictaba un curso a las siete a nueve de la mañana y por distribución de horas el otro lo dictaba de once a una de la tarde. Tenía dos horas libres por lo menos tres días a la semana, los otros dos tenía cursos en la facultad de derecho donde yo estudiaba. En esas dos horas de no hacer nada, tres veces por semana, empecé a jugar el bendito juego, al principio aprendiendo. Ojo, nada de joystik, todo absolutamente con teclado. Luego de un tiempo era un especialista y si bien nunca terminé los nueve niveles, estuve muy cerca muchas veces. Junto a Hugo Boss, Aldo (Aldus Page Maker), Martín (El Oskuro) y el Crucetas (compañero Cruz no me acuerdo tu nombre) jugamos horas y horas. Fue precisamente Hugo quien un día empezó a llamarme “cavernícola” en lugar de Miguel, y como buen alumno del Prescott, angloparlante, un día me dijo “Caverman” sin más ni más, y desde ese día casi todos los instructores dieron por llamarme así.

Una nota aquí: Como habrán notado, Caverman no significa cavernícola. Hasta ahora no sé bien porqué Hugo lo castellanizó de esa manera, dicho sea de paso, suena bien. Lo correcto hubiese sido “caveman” o el hombre de la cueva o de la caverna. Caverman en realidad significa sepulturero (el hombre que cava). Esto lo descubrí años después chateando con un gringo. Pero en fin así quedó y todos asumimos que Caverman significaba cavernícola.

Tiempo después me fui a vivir y trabajar a Iquitos, cuando volví hubo un enorme salto tecnológico en el instituto. Nos cedieron el claustro de lo que alguna vez fue el convento de los padres agustinos en el centro de la ciudad. El rector de la universidad autorizó una remodelación total y puesta en valor del edificio, nos mudamos allí (sin dejar el viejo local de Ingeniería Electrónica) y allí se instalaron 198 computadores en red con internet. La red de internet más grande de Sudamérica en esa época, aunque no por mucho tiempo. Así como cosas nuevas también tuvimos mil problemas, Windows 95 era una cosa desconocida, la red no se basaba en una plataforma estable como Novell, se optó por la red Windows que casi nadie conocía y era un desbarajuste, lo mouses no funcionaban, los monitores se desconfiguraban. Aparecían los virus de nueva generación. Ese año, resolviendo problemas, aprendimos más que en todos los años anteriores. Aprendimos a editar el registro de Windows, a propósito nunca olvido a Alex Ramos, bombero, caballero galán, siempre servicial y además un autodidacta innato. Él era probablemente la persona que más dominaba los secretos de Windows 95 en toda Arequipa en ese entonces. En esa época creé mi primera cuenta de correo y era: caverman@hotmail.com

También aprendimos a chatear, la primera vez con un sistema de chat basado en páginas web, pero muy rápido descubrimos el Microsoft Comic Chat, con personajes, uno de ellos (qué casualidad) un cavernícola, al que rápidamente adopté y mi nickname era obviamente, Caverman. Al principio pensábamos que el chat nos permitía conversar en la red local. Nos tomó un poco de tiempo darnos cuenta que se podía conversar con cualquier persona en el mundo. Bueno, cualquier persona en el mundo era un decir. Había muy pocas personas en el mundo conectadas permanentemente a internet en este entonces, normalmente sólo administradores de redes o investigadores de universidades extranjeros. Las salas o “chat rooms” tenían a lo mucho cinco miembros, gente normalmente brillante, educada, profesionales o estudiantes de primera línea. Como todo en la vida, al poco tiempo se masificó y envileció, el Comic Chat despareció, fue reemplazado por el Mirc (IRC es la sigla del sistema en el que se basa el chat) y empezaron a aparecer escolares pajeros, pirañas y barristas de equipos de futbol. Aparecieron también otros “Caverman” en la red y finalmente decidí abandonar ese nickname y también poco a poco dejé el Mirc.

De esa época vienen nicks memorables, Claudio Barman, Elier Resortes, Hugo Boss, Strike, el Oskuro (¿Dónde andas?), Slayer_X, ¡el Amigo1! (algún día contaré su historia), Latisha, Sajino, Piojo, Jklm y decenas más. Mis amigos más cercanos todavía se acuerdan de mi nickname y me ha sucedido que paseando por la calle alguien me ha saludado, nos hemos abrazado y me han dicho: “¡¿Cómo estás Caverman?! Yo ni me inmuto y contesto como si realmente me llamara Caverman y no Miguel.

Epílogo

El Instituto se jodió el día que vino un tal Ingeniero Cueva como director con la anuencia del nuevo rector de la Universidad. Trajo a una horda de comechados y lamebotas. Empezó a tratarnos mal, nos puso en planilla como trabajadores de la Universidad pero nos prohibió acercarnos a las máquinas, explorar y aprender. Nos fuimos casi todos, sólo se quedaron los que tenían familias que mantener o ya eran muy viejos para abrirse camino en la vida. Cuando me fui dominaba el Excel de tal manera que podía hacer en él mis propias rutinas de Visual Basic. Aprendí por mi cuenta Corel Draw, Visual Basic y Visual Fox. Dicté esos cursos y además diseñé el primer curso de Excel Avanzado que se dictó en Arequipa. Luego al irme, tome la decisión de no volver a enseñar informática ni programar computadoras para terceros. Todo lo que aprendí me sirvió sólo para mí o para mis siguientes trabajos como un plus, pero evitaba decir que fui programador. Pero lo que más me sirvió en la vida es que con esa gente tan valiosa aprendí que lo más importante no es cuánto sabe una persona, si no su capacidad de aprender.

5 comentarios:

  1. Qué interesante Miguel, yo también siempre me pregunté porque "Caverman" ya que ese era tu nick cuando te conocí. Me divirtió la nota y me hizo recordar a Mario Bross, el único juego de ese tipo que he jugado.
    Saludos.

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  2. Tu post me hizo retroceder 16 años a mis años universitarios en mi experiencia enriquecedora en INFOUNSA. Tienes mucha razon lo mas importante de ahi fue el hecho de conocer gente valiosa con la actitud de siempre estar dispuesta a aprender. De hecho yo aprendi en mis 4 años en INFOUNSA del 93 al 96 mas de informatica que en mi especialidad de informatica de la universidad. Muchos de los conocimientos que ahi adquirí me abrieron luego puertas a otras oportunidades profesionales. Como tu dices la ineptitud mató un Think Thank de informatica en Arequipa, a pesar que yo no vivi esa epoca me entere que lo valioso que se habia forjado en INFOUNSA que era el espiritu del emprendedor en informatica había sido asesinado por la ineptitud. Un claro ejemplo de como la incapacidad de gestión hizo desaparecer practicamente un gran centro, esta como para hacer un Business case para un MBA.
    Hugo Bozz

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  3. Carvermann!!! Ta buena la historia!! Yo llegue a INFOUNSA gracias a ti, fui tu jale!, y cuando ya todos tenían sus respectivos “nickname”, y empezamos a experimentar con windows, grandes tiempos, grandes recuerdos, yo entre usando coreldraw y sali usando de todo!!... que ese sobre nombre te acompañe en el recuerdo de la época buena, de la siembra, que te quedo muy bien!

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  4. Gracias chicos!!!!
    Bueno, es cierto que aprendimos mucho en Infounsa, de entre las cosas más importantes resolver problemas y trabajar en equipo a pesar de los enormes egos...!! Un abrazo a todos y qué bueno que aun podemos encontrarnos después de tanto tiempo. Si alguien de Info lee el post, comenten con confianza. PD: Gracias Hugo por regalarme el nick!!!

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  5. Buenas noches. Hay forma de conseguir el juego de Caverman?

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