jueves, 23 de diciembre de 2010

LA CASA FRENTE AL ARBOL (Cuento)

Era veintitrés de diciembre y junto con Mateo habíamos llegado a Puerto Maldonado. Apenas atravesamos la puerta de salida del avión, el bochorno nos tomó desprevenidos metiéndose por las botas de los pantalones, subiendo por el vientre hacia las axilas y el cuello. Cuando bajamos las escaleras nuestras camisas ya estaban empapadas de sudor. Mateo resoplaba y repetía bajito entre dientes:
– ¡Putamare... qué calor!
Yo simplemente no podría hablar, sólo caminaba por la pista de aterrizaje para llegar pronto a la sombra, levantando un poco los brazos a ver si algo de aire se metía por las mangas de mi camisa.

Una vez que recogimos las maletas y la caja salimos del aeropuerto para tomar un taxi, nos avasallaron como veinte sujetos con bermudas y polos sudados ofreciéndonos transporte. Mateo preguntó la tarifa a ciegas mirando a cualquier lado y uno de los taxistas gritó:
– ¡Diez soles jefe! – mientras señalaba un motocar destartalado, rojo y amarillo.
– No, no, mucho – dijo Mateo
Se acercó en ese momento por mi derecha un muchacho bajito, con la piel tostada por el inclemente sol.
– Yo lo llevo por cuatro patrón –me dijo, llamé a Mateo y le hice señas con las manos para irnos con este chofer. Empezamos a caminar con dificultad entre los otros taxistas, arrastrando nuestras maletas y la caja. Seguimos al muchacho hasta que apareció ante nuestra vista una moto lineal. Con el calor, la sed agobiante y el brillo del sol, pensé que se trataba de una broma de mal gusto. Mateo me miraba por encima de sus lentes oscuros con una cara de enorme sorpresa y cansancio que daba risa a pesar de las circunstancias.
– ¿Este es tu taxi? - le dije - ¿En esto nos vas a llevar a los dos?
– ¿Cómo cree patrón? – Sonrió – Aquí sólo puedo llevar a uno, el otro se va con él – y señaló a otro motociclista parado a dos metros que nos miraba con una amplia sonrisa perforada por la pérdida de un diente delantero.
– ¿Y las maletas… y la caja? – exclamé.
– Se acomodan nomás – me contestó con serenidad.

Finalmente pagamos los diez soles y nos fuimos en el motocar destartalado del primer taxista, en todo el camino del aeropuerto a la ciudad no vimos ni un sólo automóvil que pareciera taxi, al parecer todos los taxis eran del tipo motocar o moto lineal. En el trayecto casi no pudimos siquiera conversar por el ruido del motor de nuestro transporte.

Al llegar al hotel abrimos las maletas y separamos la caja, era grande y era un encargo especialísimo para la tía Ethel. Días antes, cuando mencionamos nuestro viaje de vacaciones al Brasil, mi madre sin dejar de hacer sus quehaceres me dijo:
– Lucas, ¿Le llevas un encarguito a tu tía Ethel, un paquetito chiquito nomás?
Mi tía Ethel vive hace más de ocho años en Madre de Dios, así que sin pensarlo mucho acepté considerando que sería una buena oportunidad de ver un rato a la familia lejana. El día anterior y unas tres horas antes de salir hacia el aeropuerto de Arequipa, mamá se apareció en mi departamento seguida por un sufrido taxista que llevaba una enorme caja entre sus brazos.
– Aquí te dejo la cajita hijito – me dijo – Ahí encima le he pegado un papelito con la dirección, no te olvides dárselo antes de la navidad, me la saludas a tu tía ¿ya?
Se dio la vuelta y solo atiné a asentir con la cabeza, la vi alejarse hacia el taxi discutiendo con el taxista porque éste le quería aumentar la tarifa debido que la caja era muy pesada, arrastré como pude la caja dentro del departamento y cerré la puerta farfullando y pensando en el lío en el que me había metido.

Luego de descansar unos minutos en el hotel, revisé la dirección en el papel que mi madre con cuidado había pegado y plastificado con cinta adhesiva sobre la caja. Tomé nota y salí a la calle a buscar un taxi. Después de mucho caminar encontré un paradero de autos de transporte interprovincial. Me acerqué a los choferes para preguntarles, miraron la dirección en el papel y ninguno se ofreció a llevarme a pesar de que les indiqué que no iba a regatear el precio. Uno de ellos me señaló a un chofer que dormitaba en su auto, un station wagon Toyota blanco.
– El Wayki te puede llevar – me dijo – su carro tiene doble tracción.
Me aproximé al llamado Wayki y le pregunté si me podía llevar a la dirección del papel. Bostezó mostrándome todos sus dientes y prodigándome de aliento a cerveza rancia.
– Te llevo papi – me dijo, – pero vamos preguntando en el camino, yo soy nuevo aquí papito.

Nos fuimos al hotel a recoger la caja, con la ayuda de Mateo y el Wayki la colocamos en la maletera, compramos cinco botellas de agua y le regalamos al Wayki una y un halls, en el camino nos iba contando que había dejado el Cusco porque lo habían cesado de su puesto de chofer en Essalud y luego no había podido encontrar nada para mantener a su familia. Le habían dicho que en Madre de Dios había trabajo y lo único que sabía hacer era manejar, así que ahora estaba aquí desde hacía dos semanas alquilando este carro mientras se establecía.

Poco antes de salir de la ciudad el Wayki preguntó por la dirección y le dieron las indicaciones del caso, salimos de Puerto Maldonado y nos internamos durante una hora por una de esas trochas de barro rojo típicas de la selva. A medida que avanzábamos la vegetación se hacía más tupida y oscura. Mateo y yo nos mirábamos con miedo pero disimulando con sonrisas nerviosas, vimos unos monos, un venado y varios tucanes, de pronto el Waiky se detuvo y nos preguntó:
Papi, hasta acá nomás conozco yo, ¿de aquí a dónde sigo?

Estábamos en medio de la selva y frente a nosotros se abrían dos trochas, no tenía la menor idea. No había a quién preguntar. Nos bajamos del carro y dimos unas vueltas sin alejarnos mucho. Decidimos seguir por la trocha que parecía más transitada y mejor cuidada.
–Si nos vamos a perder, por lo menos que sea en una trocha en buen estado – dije, y cerré la puerta del carro mientras el Wayki encendía el motor.
Cuatrocientos metros más adelante vimos a un hombre caminando con botas de jebe y machete en mano. Nos acercamos, le pregunté desde el auto por la casa de la señora Ethel Rodríguez.
– La señora Ethel, si conozco – dijo – como a dos kilómetros por esta pista hay una casita de unos nativos, de ahí tienen que entrar a la derecha.
– Gracias – le dije y nos pusimos en marcha.

Efectivamente más adelante había una casa de tablas de madera con techo a dos aguas cubierto con hojas de plátano, en la entrada estaba sentada una mujer que vestía sólo una falda pequeña, hecha de un cuadrado de tela y cubriendo sus senos, dejando su vientre al descubierto, tenía un polo viejo de Iron Maiden. De su cuello colgaban varios collares hechos con piezas de madera, semillas y otras cosas indescifrables. Sobre sus rodillas descansaba un niño al que, pude presumir, le estaba extrayendo los piojos de la cabeza. El Wayki hizo sonar la bocina del carro y salió un hombre menudito y enjuto de sonrisa grande y amarilla, tenía el torso desnudo, estaba vestido únicamente con un short maltrecho de esos que se usan para jugar el fútbol donde todavía se podía leer el número diez. Le pregunté por la casa de la señora Ethel Rodríguez.
– Allá adentro – me contestó con el típico acento de la selva y señalando hacia la espesura – vas siguiendo por este pasto y pasando está la casa, justo frente al árbol.
Efectivamente había un claro y luego el monte, yo veía cientos de árboles, castaños, mangos, bananos y otros que nunca había visto en mi vida. Miré al nativo de nuevo y le dije:
– ¿Cuál árbol?
– De acá se lo mira, ahí está el árbol y en su frente… la casa – me replicó señalando al bosque.

Pensé que la casa debía estar cerca si desde aquí se podía distinguir el árbol, por supuesto que yo no veía ninguna casa entre la espesura.
– ¿Y cómo es la casa señor? –repliqué con toda la amabilidad de la que fui capaz.
– ¡De madera pues! – me contestó el nativo al borde de la impaciencia.

Si ánimos de mayor discusión, le agradecí y nos encaminamos en medio del monte. El Waiky silbaba, yo creo que de contento por la tarifa que nos iba a aplicar después de tremendo viaje. Avanzamos bosque adentro y yo ansioso, buscaba alguna casa en medio de tanto árbol y no vi nada. Dimos como cinco vueltas y nada, puro árbol y nada de casas. Desistí. La verdad me dio un miedo aterrador de perderme si nos alejábamos más de la trocha. Mateo coincidió conmigo y volvimos rumbo a la casita del nativo. Una vez allí, le ofrecí dinero para que nos acompañe hasta la casa de la tía Ethel. Aceptó. Subió al carro, tal cual estaba, sin polo y sin zapatos. Le iba indicando al Wayki la ruta y de pronto, luego de aproximadamente media hora de viaje, apareció una linda casa de madera en medio del monte, que daba inicio a una bonita hacienda con un pequeño lago en el medio.
– Ahí está la casa de la señora – me dijo el nativo, con una sonrisa – ¡juácil ve!
Lo miré con cólera reprimida y le pregunté:
– ¿Pero dónde está el árbol? –tratando de vengarme.
Entonces con su mano pequeña y áspera, me señaló un enorme e impresionante árbol cuya base tendría unos seis metros de diámetro cuando menos. El Wayki, Mateo y yo nos quedamos con la boca abierta. Nunca había visto un árbol tan grande que no fuera en la televisión o los libros, su altura fácilmente alcanzaba los sesenta metros o más. Seguramente su copa se podía ver desde la carretera, nunca se nos ocurrió siquiera intentar ver por encima de los árboles. Repuesto de la impresión, me puse en plan de mal perdedor y le dije a mi guía:
– ¡Ja! ¿Pero cómo íbamos a saber que ese era el árbol al que te referías? ¡Este lugar está lleno de árboles por todos lados!
– ¡Ah…! –Me contestó el nativo burlándose de mi ignorancia y luego, premunido por la autoridad que le concedían siglos de conocimientos ancestrales, señalando el coloso espécimen, declaró:
Ese es un árbol señor, los otros son palos nomás.

4 comentarios:

  1. jajajaja muy buenooo!!! te felicito, bonita historia oiga joven! jajaja

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  2. Gracias!!!! Ahora voy a descansar a la sombra de un palo.. jajajja!!

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    1. Jajaaj, que divertido final.
      Después de esa “aclaración” no pensaras trepar un árbol verdad… menos, disfrutar ver la copa de uno jajajjajjajajja.

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    2. Jajajajaja..!! Jamás!! Un besote Josefina y gracias por comentar el blog. ¿Te diste cuenta que blogspot recientemente agregó la opción de "responder" a los comentarios? Interesante!!! Pero para la próxima agrega comentario nuevo, asi lo veo desde mi email. ;)

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