sábado, 11 de diciembre de 2010

ATARDECERES EN LA SELVA

La selva de Madre de Dios no es tan conocida como la de Pucallpa o la de Iquitos. Me parece que menos aún que la selva de la zona central del Perú, llamada también ceja de selva. He tenido la fortuna de viajar por casi todo el Perú y he notado que tanto costeños como serranos cometemos el error frecuente de generalizar la selva como si fuese una cosa común, una cosa lejana, verde, mágica y calurosa, pero toda igual. Eso es totalmente falso. Cada región de la selva tiene sus propias características, su propio olor, su propio paisaje. Pucallpa se percibe claramente como una selva emergente. Tarapoto tiene esa selva montañosa de altas cumbres verdes y caídas de agua inolvidables. En Iquitos el paisaje del Amazonas y el Nanay rodeando a la ciudad es fascinante. Además es una ciudad cada día más cerca a ser una gran capital, una metrópoli. A fines de los noventas ya era una ciudad con un fuerte movimiento comercial y cultural. En Madre de Dios, una región que carece de elevaciones geográficas importantes, son notables dos cosas: Su biodiversidad y sus atardeceres de antología.

Para un serrano como yo, los atardeceres con el sol ocultándose a través de la unión de dos montañas son imágenes nostálgicas que nos persiguen a donde vayamos. Sin embargo, aquí en la selva de Madre de Dios, en particular de Iñapari, he tenido la oportunidad de ver tonos de rojo, naranja, amarillo y toda la gama de rosados posibles en unos crepúsculos gloriosos que dejan sin aliento. A ello hay que sumar el verde interminable que le da a la puesta de sol ese ingrediente mágico que sólo es posible percibir en la realidad y que escapa de la fotografía a pesar de los esfuerzos por capturar todo ese encanto en unas cuantas tomas.

Además del paisaje visual, los atardeceres de la selva están acompañados de un sinfín de ruidos de aves e insectos que anuncian el ocaso. El conjunto sensorial es paradisiaco. Y lo más interesante de todo es que para vivir esta maravilla, no debo internarme en la profundidad de la selva. Todo lo que les relato lo disfruto desde la comodidad de mi propia casa. Las fotos que acompañan esta nota las tomé el pasado diez de diciembre, entre las 5:42 y 5:53 de la tarde. Estas fotos inspiraron la nota y no la inversa.

La casa donde vivo es un lugar especial, para envidia de mis lectores les comento que saliendo a mano derecha se necesita caminar aproximadamente cinco cuadras y un poco más para llegar a la ribera del rio Acre, cruzando este se encuentra el colosal Brasil. A espaldas de mi casa y caminando tan sólo una cuadra y media se encuentra el rio Yaverija, el que separa al Perú de Bolivia. Como comprenderán a pocos mil metros en línea diagonal, se encuentra un punto privilegiado, que es la unión del rio Acre y el Yaverija, parado en ese punto se pueden ver al mismo tiempo los territorios de Perú, Brasil y Bolivia.

Iñapari es un paraíso tropical, sin embargo causa mucha tristeza el abandono y olvido de los que sufre por parte del Estado. Aún se carece de servicios básicos, casi no existen redes de desagüe, el agua llega sólo una hora al día en los lugares a donde llega y sólo en los meses de verano. Durante la última parte del invierno y en la primavera, que es la época donde las lluvias son menos frecuentes, la ciudad puede pasar varios dias sin agua y los que podemos subsistimos gracias a pozos subterráneos o agua del rio. La luz en los pocos lugares donde está instalada sufre cortes arbitrarios todo el día y es proveida sólo de seis de la mañana a doce de la noche. Es lamentable también que en el sur de Madre de Dios la minería informal está destruyendo la selva y en casi todo el departamento la tala ilegal y discriminada de madera (a menudo la legal también es indiscriminada) contribuyen con una deforestación que a la larga será irreversible, afectando a miles de especies que no existen en ningún otro lugar del planeta. Tengo la esperanza de que tanto el Estado como la propia población tomen conciencia de la necesidad de la conservación de la selva como patrimonio no sólo del país si no del mundo.

Es por ello que creo que se requiere urgentemente de una revaloración de esta zona del país como un destino turístico, una actividad que será sostenible en el tiempo, preveyendo de recursos y calidad de vida a la población sin afectar su biodiversidad. Estoy firmemente convencido que, además de las mariposas de mil colores, los extraños insectos que parecen extraídos de películas de ciencia ficción, los animales increíbles, las plantas mágicas, el paisaje exhuberante y el calor tropical, cualquier turista de cualquier punto del planeta gustoso se trasladaría hasta esta ciudad tan sólo para ver estos increíbles atarcederes. Vivo en un paraíso. Les comparto un pedacito de él en esta nota y estas fotografías. Yo lo sé... me envidian. Los comprendo.

2 comentarios:

  1. Alucinante, deberíamos hacer solo un blog de atardeceres! Claro, son sus respectivas descripciones que ayuden a recrear tan peculiares momentos… disfrútalos Miguelin!!

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  2. Of course mi querido Claudio!!! Pero seria perfecto disfrutarlos con ustedes, quién sabe algún día podamos reunirnos en un lugar como este contigo y con Martín y Sergio. Acompañando la buena conversa con unas cervecitas al polo o un Juanito Caminante con hielo, recordando los viejos y buenos tiempos. Un fuerte y nostálgico abrazo!!!

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