domingo, 6 de noviembre de 2011

EL DOBLE ANDANTE (Cuento)

Atrapado por la trama de la novela, Gabriel no había caído en cuenta de que se había hecho de noche. Cuando la luz fue insuficiente para leer simplemente estiró la mano sin apartar la vista del libro y encendió la lámpara de pie situada a un lado del sofá, minutos después un ligero calambre en la pierna lo obligó a cambiar de posición y fue en ese preciso instante que pudo ver por la ventana la absoluta negritud de la noche.

Más temprano había dejado las puertas de la casa campestre abiertas de par en par debido el agobiante calor de la tarde y ahora dejaban entrar una agradable brisa que refrescaba los amplios ambientes. Pensó en prepararse un café, pero no quería dejar el capítulo a medio leer, precisamente cuando se iba a develar el secreto del doppelgänger. Se concentró nuevamente en la lectura atrapado por la idea sobrenatural de que una persona cualquiera pudiera tener un doble fantasmagórico cuya única misión fuera aparecérsele para anunciarle su propia muerte.

De pronto un ruido que provenía de la parte de atrás de la casa lo sobresaltó. Volteó sin levantarse del asiento y no pudo ver nada, la única luz encendida en toda la estancia era la de la lámpara a su costado. Dejó el libro sobre el brazo del sofá y se incorporó, un frio gélido le erizó la piel. Afuera se escuchaba el viento azotando las ramas de los árboles. Una angustiosa sensación de desasosiego lo invadió, tomando valor caminó hacia la puerta y encendió las luces de la entrada y le pareció ver una sombra desplazándose rápidamente hacia el fondo por el zaguán lateral, luego un ruido de tiestos quebrados. Caminó firme y atravesó la casa encendiendo las luces a su paso en cada habitación. Un estremecimiento desagradable se apoderó de su estómago, siguió avanzando y al llegar a la cocina estaba a punto de encender la luz cuando vio una silueta bien definida a través del vidrio pavonado de la ventana de la cocina: era un hombre de regular estatura. ¿Estaría solo? ¿Tendría cómplices? Buscó alrededor con qué defenderse, tomó un cuchillo de cortar carne en una mano y en la otra una botella de vino llena hasta la mitad a guisa de mazo. Salió despacio, pegado a la pared, ciertamente asustado. Se adelantó unos pasos hasta llegar al zaguán, estaba allí, sin duda era él, de espaldas. Haciendo lo posible por no hacer ruido avanzó lentamente, la oscuridad lo protegía. Apretó con fuerzas el mango del cuchillo y el pico de la botella. No podía decidirse con qué atacarlo. ¿Estaría armado? ¿Y si tenía un revolver? Podía dejarlo inconsciente con la botella, no quería matarlo. Cuando estaba a menos de un metro el hombre volteó y levantó el brazo, Gabriel instintivamente y contra lo que había planeado intentó hundirle el cuchillo en el abdomen pero no halló resistencia. Levantó la vista y un destello de luz le devolvió la imagen de él mismo suspendido en el aire, pálido, lánguido, triste. Vio cómo su propia figura se desvanecía vaporizándose en el aire mientras comprendía que finalmente le había llegado la hora de morir al mismo tiempo que a sus espaldas un ladrón de poca monta, tan asustado como él le clavaba una navaja a la altura de los riñones.

5 comentarios:

  1. me atrapo!! te felicito Miguel, la trama esta super bien dada, te va llevando de la mano la narración, me gusto mucho, felicidades! :)

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  2. Gracias Claudio! Que bueno que te haya gustado y te haya atrapado la historia. Un fuerte abrazo!!

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  3. Hola Miguel, realmente el tema del doppelganger es interesante, debe ser terrible verse a uno mismo y saber que te llegó la hora, este es uno de tus cuentos más cortos pero rebueno como siempre. Besos me encanta leerte.

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  4. Gracias Arely !! Además lo del doppelganger fue idea tuya, gracias por el aporte. Un besote

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  5. https://www.facebook.com/arequipaleyenda/videos/582024742279435/
    Buen cuento

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