domingo, 3 de marzo de 2013

LAS BENDITAS MALETAS CON RUEDAS PARA LA ESCUELA


¿Por qué los colegios piden ahora maletas? ¿Cómo es que hemos llegado al punto de hacer que nuestros hijos lleven una maleta a la escuela? ¿Es realmente necesario?

Cuando era pequeño iba al colegio con un maletín pequeñito de cuero – tipo ejecutivo –  y una lonchera de cuero también. Ambos hechos por mi papá y repujados por el mismo. En ese tiempo no me daba cuenta, pero hace algunos años me di cuenta que era un lujo que no todos los niños puede tener: Un maletín y lonchera de cuero repujado a mano y personalizado.

Me parece que en tercer grado empecé a usar un maletín de imitación de cuero de cocodrilo – usado por supuesto – con hebilla y una división en el medio tipo fuelle, pero más o menos del mismo tamaño que el anterior. Luego en quinto grado un cartapacio negro de material sintético imitación de cuero, de esos con seguro a presión con llavecita, sin división (por tanto de menor espesor) y no tenía asa, así que lo sostenía de la base y lo llevaba bajo el brazo.

Luego entre sexto de primaria y primero de secundaria con la moda de los maletines tipo James Bond, de alguna manera conseguí uno destartalado, con marco de madera revestido de marroquín y con seguros parecidos a los de las loncheras de plástico, andaba tan mal que cuando caminaba con él, al mismo tiempo que lo sostenía de la asa, usaba el índice para asegurar la tapa y no se me desparramen los cuadernos por el piso.

A partir de segundo de secundaria recuerdo haber empezado a usar un morral del ejército, mi hermano Tony en un viaje que hizo trajo uno del ejército coreano o vietnamita y me lo regaló. Ese morral lo usé hasta quinto de secundaria intercalándolo con el destartalado James Bond y el todavía existente cartapacio negro.

Nunca necesité mochilas ni maletas, es más, no recuerdo que en mi escuela alguien llevara mochila, casi todos usábamos maletines, yo era el más revolucionario con el morral, pero como la directora del Colegio tenía espíritu militar no veía del todo mal a mi indumentaria.

En ese entonces llevábamos pocos cuadernos y muchas ideas. Escribíamos mucho, conversábamos más, jugábamos fulbito con chapitas de gaseosa, los cuadernos eran del tamaño de una cuartilla, uno cuadriculado para matemáticas y otro rayado para lenguaje, en la secundaria aumentaban pero con el horario uno sabía qué llevar; al igual que los libros. Nunca nos torturaron obligándonos llevar kilos y kilos de materiales.

Un niño no debe ser un viajero permanente, debería poder correr, saltar, jugar. ¿Por qué tantos materiales? Veo a los chicos ir cargados de pesadas maletas a la escuela, arrastrándolas con esfuerzo con las dichosas rueditas, en realidad sufriéndolas, además con el calor y los incómodos uniformes. Me pregunto: ¿De verdad usan todos esos libros en un día? ¿De verdad usan todos esos cuadernos en una jornada? A mí me parece que es un engaña muchachos en el que todos los padres caen. A mí no me cuentan cuentos. Nadie puede usar tanto material en un día. Es un truco para que parezca que cada centavo pagado de pensión vale la pena. Nos hacen creer que nuestros chicos reciben una instrucción de primera y no es cierto, basta conversar con los profesores – no todos, pero lamentablemente sí la mayoría – para darse cuenta que no saben cosas básicas, que escriben con horrendas faltas de ortografía, que se saben de paporreta las modernas técnicas educativas pero no saben hilar cuatro ideas complejas en un oficio o en un comunicado.

Prueba de mi teoría es el nivel educativo de los chicos que andan hoy entre los quince a veinte años.  Su manera de escribir, de hablar, de conducirse, sus niveles de violencia verbal e intolerancia, su incapacidad para plantear respuestas inteligentes ante situaciones con algún grado (leve por cierto) de complejidad, es preocupante. Esa generación estudió con mochilas enormes y maletas con ruedas, con enormes listas de materiales escolares y con libros de editoriales prestigiosas. ¿Sirvió? A todas luces no.

Este año yo caí redondito. Se las ingenian bien para hacer parecer que ciertos materiales son necesarios. En realidad prefiero comprar el próximo año una buena mochila Porta o Samsonite en lugar de una maleta de ruedas con una Barbie de plástico en el frente, pero esta vez no me dio tiempo para explicarle a mi hija.  Entiendo que a veces es difícil luchar contra las ilusiones de los chicos y el imperativo social (todas la chicas usan mochilas o maletas de Barbie o de las princesas); ¿Pero acaso no es ese nuestro rol como padres? ¿Debemos dejar que nuestros hijos sigan al rebaño? ¿No debemos acaso cumplir con el deber de hacer que sean seres pensantes, que razones sus decisiones? Me doy cuenta que he cometido una falta de consecuencia enorme. Nos la pasamos despotricando en las redes sociales contra el consumismo y luego a la primera oportunidad caemos en el juego. Yo he caído en el juego. Mea culpa.

El próximo año compraré una mochila sólida, contundente y cómoda, mi hija no lo entienda muy bien tal vez, pero me lo agradecerá y valorará en el futuro, así como yo agradezco y valoro la lonchera y maletín de cuero que me hizo con sus propias manos mi papá.

2 comentarios:

  1. Jaja! Asi es!

    Justo hoy el tema inicial de mi clase con chicos de 15 años era: ¿Muestro lo mejor de mí? ¿Qué es lo mejor de mí? Y hacíamos un recorrido desde los amigos por correspondencia, en aquellos tiempos en los que había que escribir cartas, hasta el facebook y el twitter.

    Nos toca hablar de la libertad del hombre y de los distintos conceptos que puede tener (no solamente físicos) esta palabra, les preguntaba si realmente creían en Dios por un tema de fe, y les ponía el caso hipotético de haber nacido en China, o de haber nacido en el 1400 antes de la llegada de la religión católica a nuestras tierras. Les preguntaba hasta qué punto eran libres de elegir su creencia si solo habían visto una cara de la moneda y finalmente les dije que el día que no aprendan nada para su vida en mi clase, me reportaran con la coordinadora, que se trataba de ir al colegio a ir entendiendo e ir uniendo los puntos de su vida más que por un simple 20 en un papel. Vamos a ver cómo regresan la próxima semana, espero no tener un par de denuncias por ahí. Un abrazo!

    A hacer del colegio algo divertido y trascendente.. sobretodo trascendente.

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    1. Ojala nadie te queje!
      Lo cierto es que el proceso educativo y de aprendizaje en la escuela debería estar orientado siempre a entregarle a los alumnos herramientas para que puedan llegar a sus propias conclusiones y no entregarles directamente nuestras conclusiones. Nuestras propias conclusiones, queramos o no, siempre corren el riesgo de estar equivocadas.

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