miércoles, 29 de febrero de 2012

EL MISTERIO DE LAS SANDALIAS PERDIDAS

Cuando llegué a la casa de mi suegra, mi mochila tenía prácticamente dos prendas y un neceser, una vez allí recogí varios polos y unas bermudas que habíamos lavado en ese lugar y habían quedado secando. También allí estaban mis sandalias de cuero, unas que compré en Arequipa hace años, de esas que parecen de padre franciscano y que siempre me gustaron por ser cómodas, de fino material y excelente acabado; además tenían la particularidad de cubrir el pie lo suficiente para no ser víctima de los mosquitos sin dejar de ser por ello frescas. Las metí en una bolsa de plástico (porque aún estaban húmedas) y las puse también en la mochila.

Minutos después, en la prisa, saqué todo de la mochila (que no era mucho) y organicé las cosas para que no se arruguen los polos. Cerré y me fui rumbo a Puerto Maldonado.

En Puerto Maldonado me fui directo al aeropuerto, una vez allí entregué la mochila para bodega y esperamos como dos horas porque el vuelo estaba retrasado. Esa noche en Lima fui a comprar más ropa y reorganicé nuevamente la mochila en casa de mi primo Claudio.

Luego de ello nos fuimos al aeropuerto otra vez. Esta vez sí, pedí un precinto para la mochila y viajamos hasta Cuba. En La Habana, no usé las sandalias pero si saqué casi todo de la mochila para que no se arrugue.

Al día siguiente en Varadero… ¡¡no estaban mis queridas sandalias!! ¿Las olvidé en el hotel de La Habana? ¿En la casa de Claudio en Lima? ¿En la casa de mi suegra en Brasil? No había forma de comunicarme con los dos últimos lugares y respecto al hotel de La Habana, si las olvidé ya eran cosa perdida. Me resigné. Felizmente había comprado en Lima unas sandalias de baño y usé esas en la playa.

Regresando a Lima le encargué a Claudio que por favor buscara en su casa, era un posibilidad a considerar que al momento de ordenar el equipaje, las sandalias se hubiesen quedado bajo la mesa o bajo el sofá. Claudio me confirmó que no había nada.

Estando en Iñapari, me fui al día siguiente a Assis Brasil, y busqué en la casa de mi suegra. Tampoco había nada, pero esa era una opción poco probable porque habían pocas cosas en la mochila, entonces solo quedaba el Hotel Habana Libre.

Otra alternativa era que “alguien” se las hubiese llevado del hotel en La Habana. La cuestión era ¿había olvidado las sandalias o había sido víctima de robo? El olvido era poco probable, porque durante la noche se me cayeron algunas cosas al piso de la mesa de noche y me levanté a buscarlas, la cama no tenía patas, era de las que van directamente sobre el piso mediante una estructura similar al propio colchón, así que solo quedaba la alternativa del robo.

Era un mal recuerdo de todo lo maravilloso de lo que había sido el viaje a Cuba, hasta que hace pocos días revisando las fotos del viaje, me quedé observando una que le había tomado al cuarto del hotel precisamente después de haber sacado mis cosas de la mochila, y no estaba la bolsa con las sandalias en ningún lugar, lo que significaba que estas nunca llegaron a Cuba. Repasé mentalmente el viaje completo y solo pudieron haber sido robadas en un lugar: Mientras esperábamos en vuelo retrasado en Puerto Maldonado. Recordé que las sandalias estaban arriba, cerca del cierre de la mochila, fácil de sacar, finalmente resuelto el misterio y limpio el grato recuerdo del viaje a Cuba.

4 comentarios:

  1. jajajajaja, bueno, contigo cumplieron su ciclo, ojala le sirvan a alguien que gratamente ha dejado un espacio vacio para ser llenado por unas más bacanes

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  2. Tienes toda la razón primo. A buscar nuevas sandalias!!!! Y una maleta con candado o clave de seguridad jajajaja!

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  3. luego de leer, solo afloró en mi... un sonoro... PLOP!!! jajajajajajajaja

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    1. Jajajajajajajajaja!!!!! Te cuento que ya me compré la maleta nueva con clave de seguridad.

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