domingo, 29 de marzo de 2015

EL SERRUCHO (Crónica de un ensayo filológico y semiótico)

Bastante polémica había desatado en los medios académicos más ilustres la enigmática letra del tema musical denominado “The Handsaw”,  bien llamado por la vertiente de la escuela Germana “Die Säge” y conocida por el vulgo como “El Serrucho”. Al respecto en las instalaciones de la Real Sociedad Científica de Letras y Artes, sucesora de la Academia de Bologna del Rito más Antiguo y Aceptado, discutíamos con Richard McLaren, erudito británico de incierto origen ítalo germánico la posibilidad de que el tema en mención ocultase en sus versos mediante código cifrado algún mensaje de sectas oscurantistas, Illuminatis o del Nuevo Orden Mundial conocida esta por su aterrador lema “Ordo ab Chao”.

McLaren sostenía por su parte que se trataba más bien de una secuencia de cuartillas compuestas  de octosílabos imperfectos de rima libre alternada con rimas cruzadas o abrazadas; las que representaban de manera audaz los usos y costumbres de los bárbaros medievales que saqueaban los campamentos de Henry el Visigodo en las campañas de las Cruzadas dispuestas por el Papa Urbano II luego del concilio de Clermont. Explicaba McLaren el siguiente verso inicial:
 
"Se prendió la fiesta

Esta noche voy a beber 
Traigan la maicena 
Porque voy a dar.” 

Resultaba claro, afirmaba McLaren (pese a mi férrea oposición dogmática), que la aparente incertidumbre del último octosílabo tenía un referente implícito a Ticio y Tifeo, quienes no podían dar lo que desease el poeta, como se describía en el Canto XXIX de la Divina Comedia.

Edgar Short, filólogo de la Universidad de Estrasburgo quien pasaba algunos días por la ciudad y también participaba de la charla, anotó inteligentemente que la hipótesis de McLaren era en prima facie legítima, pero que sin embargo en la fecha del inicio de las cruzadas aún no se conocía la maicena puesto que siendo esta producto de la harina del maíz, se debía tomar en cuenta que esta gramínea había sido introducida en Europa recién en el siglo XVII, resultando en todo caso una imperdonable imprecisión histórica su uso. Lo más probable sería entonces que la cuartilla hiciese referencia, por la invocación del derivado del maíz, a una festividad de notorio origen pagano que realizan los pueblos mesoamericanos en Amatlán de Quetzalcóatl, Tepoztlán, en las cercanías de la localidad de Morelos en México.

Quedaba entonces la cuestión del uso del verbo “dar” en su forma infinitiva ubicado inmediatamente después del indicativo en tiempo presente del verbo “ir”. Resultaba un misterio la intencional omisión del objeto sobre el que recaería la acción. ¿Qué era lo que se pretendía dar? Y más importante todavía, ¿Porqué?

McLaren, dolido todavía por haber planteado la tesis fallida de las cruzadas sugirió que el misterio podría resolverse con el análisis del coro:
 
"Serrucho, serrucho, serrucho

Esta noche doy  
Serrucho, serrucho, serrucho. 
(repetir cuatro veces)"

Short indicó que ya había descubierto hacía tiempo que el ocasional énfasis de la “ch” en la palabra principal de los versos mediante el recurso de la repetición permanente obedecía a una tendencia literaria consistente en desorientar al oyente a fin de revelar sutilmente la postura antisistema del autor, además la deliberada omisión de las últimas líneas de lo que tendría que ser una cuartilla, se veía compensada por la repetición cuadruplicada de la expresión “Serrucho, serrucho, serrucho”, que en definitiva aclaraba el misterio de qué cosa era la que se tenía que dar.

McLaren y yo coincidimos en el extremo de que estas repeticiones generaban más dudas que aclaraciones, era claro que el autor no había pasado del infinitivo al indicativo en primera persona singular del tiempo presente caprichosamente, agregando además el elemento de la nocturnidad. Problematizamos: ¿Era acaso tan simple que lo que se podía dar y además de noche, era sencillamente un serrucho? Decidimos convocar a Denilson Dos Santos que casualmente compraba el diario frente a nosotros, puesto que recientemente se había graduado de Doctor en Semiótica en la Universidad de Lepanto con honores Summa Cum Laude con la tesis “Drei Käuze auf dem Vertiko, o la presencia infausta de la tercera lechuza en landó, Ambaraba chichí cocó.”

Instruido Dos Santos en el tema de debate, nos pidió analizar el resto de las estrofas, le mostramos las dos siguientes cuartillas:
 
"A María Moñito se le partió

La cama que el Chagua le dio 
La trajo pa que la arreglara 
Porque soy el que la clava. 

Clava clava clava 
Clava clava clava 
Cla cla cla cla cla cla 
Clava” 

Dos Santos, se entretuvo varios minutos con el texto, intentó primero descifrarlo como si se tratara de un galimatías, rápidamente le indicamos que esa fue nuestra primera intención pero no habíamos podido hallar un patrón de encriptamiento, por lo que habíamos abandonado esa senda y apuntábamos más bien a un contenido histórico y que lo habíamos situado ya en la América Central. McLaren señaló, que era inequívoca la referencia a la marihuana o marijuana, muy usada para las festividades populares en centro y sud América, junto al peyote, la mezcalina o la ayahuasca; sólo la marihuana, Cannabis Sativa, al ser una planta de la orden de las Urticales de clase Magnoliopsida formaba brotes que al ser secados se conocen como “moños” en el argot de los lumpanares.  Luego María no podría ser una persona, si no el sicotrópico.

Short, nuevamente a la defensiva, cuestionó la tesis de McLaren, cosa que era común en nuestras discusiones desde aquél incidente universitario, años atrás, cuando Short y McLaren se enfrentaron por el amor de Leonarda de la Colina Irribarren Ruiz de Somocurcio, lanzándose las hojas arrancadas de los poemas de Góngora el primero y de Becquer el segundo, situación que jamás se resolvió pues como se descubrió luego, Leonarda (Loli en el círculo del Club Campestre y Long Tennis) prefería secretamente a Vallejo a espaldas de su familia la que, desde entonces, ya la consideraba una traidora socialista congénita.

Volviendo, Short, con seriedad, propuso que María tenía que ser necesariamente una persona y no una planta, pues se le atribuía ejercer la propiedad de una cama traída por un oscuro personaje de nombre o apelativo Chagua. La cama entonces se habría partido y tendría que ser reparada con la aplicación certera de siete clavos enteros y seis clavos recortados a la mitad, conforme a la fórmula, esta vez sí críptica, que proponía el autor en la estrofa siguiente. Además, agregaba Short, el apócope de la palabra “para” en el tercer verso había tenido que ser usado inevitablemente para reducir en lo posible aquél que para ese punto ya se encontraba desbordado de su matriz octosílaba.

Mientras tanto Dos Santos había tomado mis apuntes y descubierto el siguiente coro, que rezaba:
 
"Yo soy su campintero

Ahí mamá, ahí mamá (repite cuatro veces) 
Y esta noche doy 
Serrucho, serrucho, serrucho 
 (repite cuatro veces)" 

¡Pero si la cosa está clara! exclamó el brasileño, lo que le va a dar es el serrucho. McLaren y Short sonrieron con sorna y me miraron, tuve que explicarle a Dos Santos que eso no era posible porque la cama de ser el caso se había descompuesto de tal manera que requería clavos – en número de siete enteros y seis recortados – para su compostura.  El uso del serrucho (o sierra en correcto español sin ser despectivo con la herramienta) solo sería posible si los daños fuesen mayores y se necesitara reemplazar en integridad una parte el mueble y ello no se desprendía de ninguna de las cuartillas. Era evidente que se trataba de un dato destinado a satisfacer las necesidades básicas de atención del vulgo presa del analfabetismo funcional campeante pero cuyo objeto real era desorientar al investigador científico.

Además, otra cuestión de fondo era - luego de oír atentamente la interpretación oficial - ¿porqué el autor había optado por la expresión “campintero” en lugar del término correcto “carpintero”?,  ¿Qué tenía que ver su progenitora en el desbarajuste de muebles rotos? y finalmente ¿Cuál era la finalidad de entregar el serrucho a María que aparentemente usaba un moño en la cabeza o lo agregaba al nombre de pila ya sea como apelativo coloquial o como patronímico?

McLaren mostrando cierto fastidio puntualizó que el cambio de la “r” por la “m” era evidente, el autor se había visto en la necesidad de crear el neologismo para darle integridad al texto debido a la presencia del componente rural. Así “campintero” no era otra cosa que una nueva palabra derivada de la raíz latina “campus” terreno llano que de acuerdo a una de las acepciones de la Real Academia de la Lengua se refiere a tierra laborable y del celto latino “carpentum” que derivó con el tiempo en el latín “carpentarĭus”  para referirse a quien trabaja y labra la madera, de tal manera que la nueva palabra viene a significar el oficio de labrar o trabajar la madera pero en el campo o área rural. Dos Santos asintió a la explicación de McLaren, que nos pareció a todos correctísima y agregó que le había llamado la atención el juego fonético del coro en su segundo verso, el autor inteligentemente había propuesto un intrincado acertijo de homofonía, pues de acuerdo a cada oyente la expresión se podría interpretar como una interjección de sorpresa o dolor “Ay mamá” o como el uso del adverbio de lugar “Ahí mamá” que conforme al contexto pretendía darle más de un significado metalingüístico al texto, pues sugería que la madre del “campintero” era quien procedía en la práctica a la colocación de los clavos en el lugar apropiado para el posterior martillazo.

Short, quien había estado escuchando atentamente, precisó que aún no habíamos descubierto para qué el “campintero“ le hacía entrega a María del serrucho. Nos miramos con consternación y guardamos silencio por algunos minutos, cavilando sobre la respuesta. Examiné el último coro y tuve una epifanía, era claro que el “campintero”  había llevado el serrucho para reparar la cama pensando que el daño era mayor y que al darse cuenta que solo requería de siete clavos enteros y seis cortados a la mitad, el serrucho le terminaba estorbando en la acción de clavar, motivo por el cual le entregaba  “daba” – la herramienta a María, propietaria de la cama, para que se la sostenga mientras trabajaba.  Short, McLaren y Dos Santos asintieron complacidos y convencidos; acto seguido nos pusimos de pie y levantamos nuestras copas por un éxito más de la Ilustre Real Sociedad Científica de Letras y Artes, sucesora de la Academia de Bologna del Rito más Antiguo y Aceptado.