Bastante polémica había desatado en los medios académicos más
ilustres la enigmática letra del tema musical denominado “The Handsaw”, bien llamado por la vertiente de la escuela
Germana “Die Säge” y conocida por el vulgo como “El Serrucho”. Al respecto en
las instalaciones de la Real Sociedad Científica de Letras y Artes, sucesora de
la Academia de Bologna del Rito más Antiguo y Aceptado, discutíamos con Richard
McLaren, erudito británico de incierto origen ítalo germánico la posibilidad de
que el tema en mención ocultase en sus versos mediante código cifrado algún
mensaje de sectas oscurantistas, Illuminatis o del Nuevo Orden Mundial conocida
esta por su aterrador lema “Ordo ab Chao”.
McLaren sostenía por su parte que se trataba más bien de una
secuencia de cuartillas compuestas de
octosílabos imperfectos de rima libre alternada con rimas cruzadas o abrazadas;
las que representaban de manera audaz los usos y costumbres de los bárbaros
medievales que saqueaban los campamentos de Henry el Visigodo en las campañas
de las Cruzadas dispuestas por el Papa Urbano II luego del concilio de
Clermont. Explicaba McLaren el siguiente verso inicial:
"Se prendió la fiesta
Esta noche voy a beber
Traigan la maicena
Porque voy a dar.”
Resultaba claro, afirmaba McLaren (pese a mi férrea
oposición dogmática), que la aparente incertidumbre del último octosílabo tenía
un referente implícito a Ticio y Tifeo, quienes no podían dar lo que desease el
poeta, como se describía en el Canto XXIX de la Divina Comedia.
Edgar Short, filólogo de la Universidad de Estrasburgo
quien pasaba algunos días por la ciudad y también participaba de la charla,
anotó inteligentemente que la hipótesis de McLaren era en prima facie legítima, pero que sin embargo en la fecha del inicio
de las cruzadas aún no se conocía la maicena puesto que siendo esta producto de
la harina del maíz, se debía tomar en cuenta que esta gramínea había sido
introducida en Europa recién en el siglo XVII, resultando en todo caso una
imperdonable imprecisión histórica su uso. Lo más probable sería entonces que
la cuartilla hiciese referencia, por la invocación del derivado del maíz, a una
festividad de notorio origen pagano que realizan los pueblos mesoamericanos en Amatlán
de Quetzalcóatl, Tepoztlán, en las cercanías de la localidad de Morelos en
México.
Quedaba entonces la cuestión del uso del verbo “dar” en su forma infinitiva ubicado inmediatamente
después del indicativo en tiempo presente del verbo “ir”. Resultaba un misterio la intencional omisión del objeto sobre
el que recaería la acción. ¿Qué era lo que se pretendía dar? Y más importante
todavía, ¿Porqué?
McLaren, dolido todavía por haber planteado la tesis fallida
de las cruzadas sugirió que el misterio podría resolverse con el análisis del
coro:
"Serrucho, serrucho, serrucho
Esta noche doy
Serrucho, serrucho, serrucho. (repetir cuatro veces)"
Short indicó que ya había descubierto hacía tiempo que el ocasional énfasis de la “ch” en la palabra principal de los versos mediante el recurso de la repetición permanente obedecía a una tendencia
literaria consistente en desorientar al oyente a fin de revelar sutilmente la
postura antisistema del autor, además la deliberada omisión de las últimas líneas de lo que tendría que ser una cuartilla, se veía compensada por la repetición
cuadruplicada de la expresión “Serrucho, serrucho, serrucho”, que en definitiva aclaraba el misterio de qué cosa era la que se tenía
que dar.
McLaren y yo coincidimos en el extremo de que estas
repeticiones generaban más dudas que aclaraciones, era claro que el autor no
había pasado del infinitivo al indicativo en primera persona singular del tiempo
presente caprichosamente, agregando además el elemento de la nocturnidad. Problematizamos: ¿Era acaso tan simple que lo que se podía dar y además de noche, era sencillamente un serrucho? Decidimos convocar a Denilson Dos Santos que casualmente compraba el diario frente
a nosotros, puesto que recientemente se había graduado de Doctor en Semiótica
en la Universidad de Lepanto con honores Summa Cum Laude con la tesis “Drei Käuze auf dem Vertiko, o la presencia
infausta de la tercera lechuza en landó, Ambaraba chichí cocó.”
Instruido Dos
Santos en el tema de debate, nos pidió analizar el resto de las estrofas, le
mostramos las dos siguientes cuartillas:
"A María Moñito se le partió
La cama que el Chagua le dio
La trajo pa que la arreglara
Porque soy el que la clava.
Clava clava clava
Clava clava clava
Cla cla cla cla cla cla
Clava”
Dos Santos, se entretuvo varios minutos con el texto,
intentó primero descifrarlo como si se tratara de un galimatías, rápidamente le
indicamos que esa fue nuestra primera intención pero no habíamos podido hallar
un patrón de encriptamiento, por lo que habíamos abandonado esa senda y
apuntábamos más bien a un contenido histórico y que lo habíamos situado ya en
la América Central. McLaren señaló, que era inequívoca la referencia a la
marihuana o marijuana, muy usada para las festividades populares en centro y
sud América, junto al peyote, la mezcalina o la ayahuasca; sólo la marihuana,
Cannabis Sativa, al ser una planta de la orden de las Urticales de clase
Magnoliopsida formaba brotes que al ser secados se conocen como “moños” en el argot de los lumpanares. Luego María no podría ser una persona, si no
el sicotrópico.
Short, nuevamente a la defensiva, cuestionó la tesis
de McLaren, cosa que era común en nuestras discusiones desde aquél incidente
universitario, años atrás, cuando Short y McLaren se enfrentaron por el amor de
Leonarda de la Colina Irribarren Ruiz de Somocurcio, lanzándose las hojas
arrancadas de los poemas de Góngora el primero y de Becquer el segundo,
situación que jamás se resolvió pues como se descubrió luego, Leonarda (Loli en
el círculo del Club Campestre y Long Tennis) prefería secretamente a Vallejo a
espaldas de su familia la que, desde entonces, ya la consideraba una traidora socialista
congénita.
Volviendo, Short, con seriedad, propuso que María tenía
que ser necesariamente una persona y no una planta, pues se le atribuía ejercer la propiedad de una cama traída
por un oscuro personaje de nombre o apelativo Chagua. La cama entonces se
habría partido y tendría que ser reparada con la aplicación certera de siete
clavos enteros y seis clavos recortados a la mitad, conforme a la fórmula, esta
vez sí críptica, que proponía el autor en la estrofa siguiente. Además,
agregaba Short, el apócope de la palabra “para”
en el tercer verso había tenido que ser usado inevitablemente para reducir en
lo posible aquél que para ese punto ya se encontraba desbordado de su matriz octosílaba.
Mientras tanto Dos Santos había tomado mis apuntes y
descubierto el siguiente coro, que rezaba:
"Yo soy su campintero
Ahí mamá, ahí mamá (repite cuatro veces)
Y esta noche doy
Serrucho, serrucho, serrucho (repite cuatro veces)"
¡Pero si la cosa está clara! exclamó el brasileño, lo que le va a dar es el serrucho. McLaren y Short sonrieron con sorna y me miraron, tuve que explicarle a Dos Santos que eso no era posible porque la cama de ser el caso se había descompuesto de tal manera que requería clavos – en número de siete enteros y seis recortados – para su compostura. El uso del serrucho (o sierra en correcto español sin ser despectivo con la herramienta) solo sería posible si los daños fuesen mayores y se necesitara reemplazar en integridad una parte el mueble y ello no se desprendía de ninguna de las cuartillas. Era evidente que se trataba de un dato destinado a satisfacer las necesidades básicas de atención del vulgo presa del analfabetismo funcional campeante pero cuyo objeto real era desorientar al investigador científico.
Además, otra cuestión de fondo era - luego de oír atentamente la interpretación oficial - ¿porqué el autor había optado por la
expresión “campintero” en lugar del
término correcto “carpintero”?, ¿Qué tenía que ver su progenitora en el
desbarajuste de muebles rotos? y finalmente ¿Cuál era la finalidad de entregar
el serrucho a María que aparentemente usaba un moño en la cabeza o lo agregaba
al nombre de pila ya sea como apelativo coloquial o como patronímico?
McLaren mostrando cierto fastidio puntualizó que el cambio de la “r” por la “m” era evidente, el autor se había visto en la necesidad de crear
el neologismo para darle integridad al texto debido a la presencia del
componente rural. Así “campintero” no
era otra cosa que una nueva palabra derivada de la raíz latina “campus” terreno llano que de acuerdo a
una de las acepciones de la Real Academia de la Lengua se refiere a tierra
laborable y del celto latino “carpentum”
que derivó con el tiempo en el latín “carpentarĭus”
para referirse a quien trabaja y labra
la madera, de tal manera que la nueva palabra viene a significar el oficio de
labrar o trabajar la madera pero en el campo o área rural. Dos Santos asintió a
la explicación de McLaren, que nos pareció a todos correctísima y agregó que le
había llamado la atención el juego fonético del coro en su segundo verso, el
autor inteligentemente había propuesto un intrincado acertijo de homofonía,
pues de acuerdo a cada oyente la expresión se podría interpretar como una
interjección de sorpresa o dolor “Ay mamá”
o como el uso del adverbio de lugar “Ahí
mamá” que conforme al contexto pretendía darle más de un significado metalingüístico al texto, pues sugería que la madre del “campintero” era quien procedía en la práctica a la colocación de
los clavos en el lugar apropiado para el posterior martillazo.
Short, quien había estado escuchando atentamente, precisó que aún
no habíamos descubierto para qué el “campintero“
le hacía entrega a María del serrucho. Nos miramos con consternación y
guardamos silencio por algunos minutos, cavilando sobre la respuesta. Examiné
el último coro y tuve una epifanía, era claro que el “campintero” había llevado
el serrucho para reparar la cama pensando que el daño era mayor y que al darse cuenta
que solo requería de siete clavos enteros y seis cortados a la mitad, el
serrucho le terminaba estorbando en la acción de clavar, motivo por el cual le
entregaba – “daba” – la herramienta a
María, propietaria de la cama, para que se la sostenga mientras trabajaba. Short, McLaren y Dos Santos asintieron
complacidos y convencidos; acto seguido nos pusimos de pie y levantamos
nuestras copas por un éxito más de la Ilustre Real Sociedad Científica de Letras
y Artes, sucesora de la Academia de Bologna del Rito más Antiguo y Aceptado.