lunes, 31 de diciembre de 2012

LO QUE NOS DEJARON LOS QUE NOS DEJARON


Este año falleció mi padre, el diecisiete de diciembre. La causa fue por cáncer. A pesar de saber hace tiempo de su enfermedad, tomé la decisión personal – y quienes me conocen lo entienden – de no hacer apología al cáncer lamentado el hecho, pidiendo oraciones o compartiendo posts que se supone despiertan conciencia. Comprendo perfectamente a quienes han sido tocados por esta enfermedad directa o indirectamente y reaccionan de esa manera, pero en mi caso no quise hacerlo en ese momento y no pienso hacerlo ahora. Creo firmemente que el cáncer como muchas otras enfermedades de nuestros tiempos es consecuencia tan solo de nuestros – cada día peores – hábitos alimenticios y malas costumbres cotidianas, a lo que debe sumarse la contaminación, polución y un pequeño porcentaje de predisposición genética. 

Sin embargo este post no es sobre el cáncer, es sobre mi padre, quien por cierto llevó una vida más o menos saludable, fumó mucho pero lo dejó hace buena cantidad de años también. También bebió bastante como todo militar y también dejó de hacerlo hace mucho tiempo. Sobrepasó los setenta años y me parece que es un buen número. No sé si al final estuvo contento o satisfecho con su vida. No se puede juzgar eso, ese es un asunto que cada uno resuelve en el momento apropiado con su propia conciencia y que inevitablemente nos tocará a todos tarde o temprano.

Esta nota me ha sido difícil de escribir y por ello he dejado que pasen tantos días desde su partida. He buscado en mis recuerdos para encontrar lo que me queda de él. Una de las cosas más evidentes es el parecido físico. Cuando era niño todo el mundo lo decía, ahora es más claro, me veo al espejo y lo veo a él como yo lo veía cuando tenía ocho o diez años.

No recuerdo haber jugado de niño con mi papá. He hecho el esfuerzo y no viene a mi memoria imagen alguna. Ni armar una cometa, ni remoler un trompo, ni siquiera una partida de ajedrez. No recuerdo muchas conversaciones con él. Recuerdo algunos episodios en que me pedía que lo acompañe a su casa y me hablaba, no recuerdo que hayan sido conversaciones propiamente. Recuerdo haberlo escuchado y recuerdo mucho de lo que me decía, pero eso es normal en mí, a edad temprana tendía siempre a escuchar más que a hablar.

Si tengo que ponerme a encontrar huellas, puedo señalar algunas – casuales o no – que fueron gravitantes en mi vida. A mi padre le gustaba leer, yo lo vi leyendo pocas veces, pero sí dejó varios libros en la casa de mi mamá, que fueron mis primeros libros como les conté en otra nota. Eso fue determinante, hizo que germinara en mí la semilla de la lectura y solo por eso mi padre debe ser uno de los mejores padres del mundo. Alguien podría decir que eso fue circunstancial, yo mismo pensé eso mucho tiempo, pero ahora sé que cada cosa pasa por alguna razón.

Mi padre tenía una pequeña biblioteca en su casa. También influyó en mí aunque recién en estos días me haya dado cuenta.

Otra huella fue su integridad profesional. Uno de mis recuerdos persistentes en mi infancia es haberme encontrado con personas que conocían a mi papá, yo en compañía de alguno de mis hermanos mayores, tíos o mi mamá y me decían desde: “Tu padre es un hombre recto” hasta “tu viejo es bien verde” expresión que soltó uno de sus ex alumnos del Colegio Militar Francisco Bolognesi. Nunca recibí otra referencia de él de los terceros, incluso hasta bien avanzada mi adolescencia. Siempre tuve esa imagen de él y quiéralo o no, sea consciente o no de ello, todo hijo toma como paradigma a su padre (sea este paradigma errado o no) Y yo no fui la excepción y esa es la segunda razón por la que sin proponérselo conscientemente mi padre fue mi mejor ejemplo para la persona que creo ser hoy o cuando menos me propongo ser.

Como padre o cabeza de familia no puedo decir mucho, tuvo sus razones y cada uno se enfrenta a ellas como puede. Por mi parte lo que me afectó fue ver sufrir a mi madre en aquellos años y me propuse no  cometer en mi vida – cuando menos familiar – el mismo error que él, romper la línea, la tendencia, hacer el quiebre. He tratado tanto de hacerlo y con tanta intensidad que a veces me asusto. Por eso me afectó tanto mi divorcio en mi primer matrimonio a pesar de que no lo dejé notar. Sentí que había fracasado en ese propósito. Ahora no lo tengo tan claro. Insisto, a veces las cosas pasan porque hay una razón más allá que solo descubrimos después.

Recuerdo que mis hermanos le temían y se quejaban de que no cubriera los gastos escolares. Yo crecí con esa idea, pero hace algunos años ya, me di cuenta que por alguna razón a mí nunca me negó nada, a lo mucho se demoró un poco, pero no recuerdo que haya negado algo, incluso esa vez que rompí un vidrio en el colegio y aterrado le pedí el dinero para reponerlo, él se sonrió y sacó el dinero de su billetera. Claro, no siempre era tan fácil, a menudo salía con la famosa frase “¿Crees que soy un banco?” que inconscientemente he usado yo también muchas veces, pero igual siempre me apoyó en los estudios por lo menos hasta el cuarto de secundaria.

En el ochenta y seis nos alejamos mucho por tonterías – ahora lo sé – y a pesar de eso pagó cuando menos mi inscripción para postular a la universidad, y cuando más adelante abandoné arquitectura e ingresé a derecho, a regañadientes le entregó a mi hermano el dinero para la matrícula del primer año.

Pasaron muchos años sin que yo le pidiera nada, nunca sabré que hubiese pasado si me hubiese acercado a pedirle, nuevamente de manera inconsciente me ayudó a hacerme independiente y valerme por mi mismo, cosa que ahora me resulta de mucha utilidad. La siguiente vez que me ayudó económicamente fue para mi colegiatura en el colegio de abogados luego de que me gradué. Noté que lo hizo sin nada de molestia, pude notar que estaba orgulloso, como lo estaba este ocho de agosto cuando juramenté en Arequipa en mi nuevo cargo junto con mi hermano mayor.

También es cierto que a veces tuvo reacciones raras, como la que me marcó respecto a mi relación con las navidades y que conté en una de las primeras notas de este blog. Supongo, como lo señalé esa vez, que era porque quería endurecernos, su formación castrense así se lo trazaba. A pesar de esa formación, debo señalar y me conmueve al escribirlo, que mi padre jamás, pero jamás, me puso un dedo encima.

De todos los recuerdos, de los cuales he resumido la mayoría aquí, me llevo la vocación por la lectura y su ejemplo de rectitud. No fue un padre cariñoso, de decir te quiero o de abrazar, sobre todo en su juventud. En los últimos años lo vi y sentí menos recio. De hecho yo cambié mi trato con él, cuando era chico le decía papá, en la adolescencia le decía “pá” y recién desde el noventa y ocho empecé a decirle “papacho” o “papito”, en febrero de este año me dio una alegría enorme que pudiera conocer a mi hija al fin y que la haya tratado con tanto cariño. Me alegra mucho haberla llevado al fin a Mollendo y que haya podido conocer a su abuelito.

Las cosas pasan por algo, yo le digo todos los días a mi hija que la amo. Cada día la abrazo fuerte y juego con ella cada vez que puedo. A veces me pide jugar con ella, acompañarla y arroparla antes de dormir y muchas veces le he dicho “ahora no, estoy haciendo” o “ahora no, estoy viendo la tv”, y luego me arrepiento. Me levanto y me voy con ella. No sé si hago lo correcto, tal vez crezca muy blanda y sin la dureza necesaria para esta vida, sé que no estaré eternamente para protegerla, pero mientras esté lo haré. Creo que eso me enseñó mi padre, aunque sea indirectamente.

Siento que mi padre fue un buen hombre. Pienso en él ahora y sé que hizo su mejor esfuerzo, se equivocó en muchas cosas probablemente, pero nadie empieza a ser padre con un manual al lado. Le tocaron cosas difíciles, eran otros tiempos, existían otros paradigmas, otras formas de criar y educar. Creo que la mejor muestra de su invisible presencia es que ninguno de sus hijos haya hecho una vida orientada al desorden o al mal vivir. Esto sin restarle el enorme mérito a mi madre que se dio entera por nosotros durante cada día de su vida y hasta ahora; y que el día del sepelio, pese a estar separada de él por casi cuarenta años, lloró profundamente al único hombre de su vida.  

REFLEXIONES 2012


Después de un tiempo de no escribir, cada día se hace más difícil. Es ese el motivo por el cual el dos mil once me impuse la meta de una nota por semana y eso me mantuvo alerta, este año cometí el error de no ponerme ninguna regla y la consecuencia fue la notable sequía de notas y cuentos. Esto deja una lección: Plantear metas claras y consistentes.

Este año pasaron muchas cosas, la mayoría buenas y algunas no tanto. Nunca pasan cosas malas, las cosas pasan por algo y hay que saber extraer el mensaje y lección de cada una de ellas. La vida es cíclica, me di cuenta que la prensa (sobre todo la amarillista) tiene una frase que le encanta usar: “Empezó la cuenta regresiva para…”; es una tautología. En términos prácticos todo tiene su cuenta regresiva iniciada desde el día que comienza. Nuestra vida empieza su cuenta regresiva para su fin desde el día que nacemos, depende de la óptica que le demos, si es un día más o un día menos. 

La estancia en la ciudad donde estamos, en la casa donde vivimos, el trabajo en el que estamos, todos estos eventos han iniciado su cuenta regresiva para terminar el mismo día que se iniciaron. Nuevamente, es una cuestión de óptica.

Solo hay algo totalmente cierto: al despertar vivos cada día, recibimos una nueva oportunidad. Cada día es una nueva oportunidad para cambiar. La decisión está en nosotros. Desde dejar de fumar, ver televisión, empezar ese libro que siempre quisimos leer, escribir, amar, dejar de hacer tal o cual actividad y reemplazarla por esta o aquella.  Es un ejercicio al principio complejo dejar atrás toda la carga emocional, pero con práctica se puede. Ir al gimnasio, comer mejor, dejar de engañarnos a nosotros mismos en el trabajo creyendo que trabajamos y no dando lo mejor de nosotros aunque no nos paguen lo que ese esfuerzo vale.

Las malas decisiones traen malas consecuencias, desde ejemplos simples. Veo diariamente a gente en el gimnasio entrenando entre bostezos, o enfocados en el smartphone o en el ipad… ¡Y luego se quejan de porqué no tienen resultados! Veo gente dando vueltas en sus oficinas, llegando tarde, enfocados en otros temas que no son los de su trabajo y luego se quejan de que les falta tiempo, que tienen trabajo atrasado y resulta que al final la culpa siempre es del jefe o del compañero al costado.

¡A veces las cosas son tan evidentes que cuesta tanto comprender como hemos sido engañados durante tantos años! Si vamos al campo y tenemos sed, buscamos un arroyo o un riachuelo. El instinto nos dice que el agua cristalina es mejor que la turbia, siglos de evolución nos dicen que el agua cristalina no nos causará daño. Sin embargo bebemos bebidas negras para procurar felicidad. ¡Es inconcebible! Si alguien se mancha la mano con grasa se lava de inmediato. Sin embargo ingerimos eso mismo a diario a volúmenes más que agresivos. El sentido común nos dice que entre una manzana y un paquete con papas fritas o cheetos de dudosa composición química, lo lógico es escoger la manzana y sin embargo escogemos lo industrial, lo químicamente procesado… ¡Y luego nos quejamos del cáncer!

Somos dueños de nuestras decisiones y también de las consecuencias de esas decisiones. El tiempo de cambiar es ahora. No es necesario esperar al primero de enero, donde miles de personas abarrotarán gimnasios, academias de idiomas, comprarán libros y que lamentablemente – la experiencia empírica lo demuestra año tras año – durarán muy poco en el intento la mayoría de ellos.

Cambie usted hoy, cambiemos cosas pequeñas. Separe su basura, separe lo orgánico de lo que no lo es. Vea menos horas de televisión. Deje a un lado por un rato su tablet, su pc, su celular, enfóquese en quienes lo rodean, en lo que está haciendo. No fume ese cigarro. Hoy respete la ley y no reviente ese cohete que ya compró. Hoy no le de cinco soles al policía. No soborne a ese funcionario o no se deje sobornar. Acaricie a su perro. Riegue sus plantas y si no las tiene compre una. Compre una manzana, disfrútela. Mire a las personas con confianza. Camine, haga ejercicio, saque su vieja bicicleta, sonría, sea feliz.