miércoles, 30 de noviembre de 2011

TERMINA NOVIEMBRE

Noviembre se pasó en un suspiro.

Trajo muchas lecciones. Una lección importante es que si uno se esfuerza por hacer bien las cosas, no importa lo que suceda, siempre se saldrá airoso.

Aprendí también que mis instintos me llevan por buen camino cuando me falla la razón.

Asumí nuevas obligaciones y nuevos retos. Eso es indispensable para mantener la mente ágil.

Sigo acostumbrándome al nuevo hábito de sonreír más.

Ahora viene diciembre y es necesario replantear las metas. Siento que he cumplido mis metas del 2011 de manera casi satisfactoria, pero tengo deudas conmigo mismo. Todavía hay más cosas que hacer, con mayor empeño y disciplina. Cualquier falla, es eso: una falla, consecuencia de falta de concentración o distracción imperdonable. Hay que pulir esos detalles.

LA LENGUA DE SUEGRA Y OTRAS PLANTAS

Esta se llama Jergón Sacha y recibe este nombre porque su tallo se parece a la venenosa serpiente Jergón. Se dice que el emplasto de su raíz sobre una picadura de serpiente neutraliza el veneno. También me han dicho que tiene propiedades como curar la diabetes y refuerza el sistema inmunológico. También se dice que cura las alergias. Es por eso mi interés. He plantado unas cuatro en mi jardín, se ven bien y en el futuro experimentaré con las raíces. Prometo mantenerlos informados de los resultados.

o0o

o0o

o0o

La que aparece en primer plano es una Lima, es jóven todavía, tiene menos de seis meses, pero ha crecido bastante. Es una especie de arbusto que con el tiempo se expande y puede llegar a medir un par de metros de altura y ocupar un perímetro de otros dos metros. Me imagino que también responde a la poda que se vaya haciendo para mantenerla cuidada. En el futuro debe ser una fuente permanente de insumos para el refresco del medio día. El tallo tiene espinas y el fruto es muy parecido en sabor y tamaño al limón común que tenemos en la costa y sierra.

o0o

o0o

o0o

No sé el nombre de esta planta de hoja grande y vistosa. Lo cierto es que como muchas plantas de la zona, el fruto es la raíz bulbosa que se parece mucho a la papa, solo que un poco más dulce, pero no tanto como el camote. Se ve bien en el jardín y tiene la propiedad de que las hormigas dificilmente la atacan. Cuando la traje era muy pequeña, las hojas no excedían los quince centímetros de largo. En el primer año llegó a perder todas las hojas y supongo que estaba lista para cosechar, pero yo la deje. Luego volvió a desarrollar hojas y salieron así como se les ve ahora.

o0o

o0o

o0o

Este es un cocotero. Ya está grande. Tiene poco más de un año y la traje a casa cuando era un coco como los que venden para beber el jugo o comer la pulpa, tal cual, con un pequeño retoñito en la parte superior. Se ha acostumbrado bien a la tierra y el ambiente y en unos años será un imponente cocotero. Incluso resistió muy bien a un trasplante, ya que estaba un poco más al centro del jardín, pero calculé que con el tiempo se iba a complicar con la Lima. Nótese a la izquierda las famosas "lenguas de suegra", solo traje un par y rápidamente se han reproducido, haciendo honor a su nombre.

o0o

o0o

o0o

Este es un árbol de Copazú, tiene la misma edad que la Lima, pero crece más lento. Cuando es adulto llega a tener cinco metros de alto con un tronco voluminoso y la raíz es superficial. Tengo que evaluar si se va a quedar en ese espacio o deberé moverlo cuando esté mas grande y fuerte. El fruto es una mezcla de dulce con algo de cítrico. Para helado y refresco es perfecto. También se puede comer el fruto sin procesar. Por aquí se vende mucho la pulpa de Copazú para preparar helados y refrescos. El árbol no es muy frondoso pero da buena sombra. Como todas las plantas depende mucho del cuidado que se le de cuando se está desarrollando.

o0o

o0o

o0o

Este es el jardín de atrás de la casa, la misma hoja que vimos antes pero a su sombra otro Jergón Sacha. Parece que hacen buena simbiosis las dos. Lo curioso es que yo planté el Jergón Sacha el año pasado y luego de las lluvias se murieron. Pensé que no iban a salir más y hace un par de meses brotaron otra vez. Interesante.

o0o

o0o

o0o

LA ESPECIALIZACION Y OTRAS TRISTEZAS

"Un ser humano debería ser capaz de cambiar un pañal, planear una invasión, matar un cerdo, amarrar un barco, diseñar un edificio, escribir un soneto, hacer las cuentas de un balance, construir un muro, ajustar un hueso, consolar a los moribundos, tomar pedidos, dar órdenes, cooperar, actuar en solitario, resolver ecuaciones, analizar un nuevo problema, abonar la tierra con estiércol, programar una computadora, cocinar una comida sabrosa, luchar con eficacia, morir con gallardía. La especialización es para los insectos."
Time Enough For Love (1973). Robert Heinlein

A este punto de la vida me doy cuenta de que he aprendido un montón de cosas. Soy consciente de que me falta aprender mil veces más. Hace unas semanas me senté al borde de la cama luego de levantarme y me sentí mal. Me pregunté ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cuántos libros por leer? ¿Cuántas cosas por escribir? ¿Cuántas flores por plantar? ¿Cuántas personas por conocer?

Ayer le explicaba a mi hija una serie de cosas y ella me decía ¿Papá cómo es que sabes tantas cosas? Yo le contesté que es porque leo. Pero eso no es totalmente cierto. También hay muchas cosas que se deducen. Luego me alegré porque en realidad y hasta este punto, como decía al principio, me he dado el gusto de aprender y hacer cosas de lo más disímiles. He hecho teatro, danza, pintura, dibujo artístico y técnico, se distinguir entre un H2 y un HB, estudié un año de arquitectura, también aprendí mecanografía, serigrafía y encuadernación con prensa. Aprendí a programar eficientemente un computador y asar con éxito un pedazo de carne en la parrilla. He preparado cemento, hecho un contra piso, pintado muros, escribí poemas, diseñé mi casa. Alguna vez ayudé a operar una gata y de muy muchacho le hice cesárea a una liebre. No puedo quejarme

Lo más interesante es que a medida que pasa el tiempo tengo la certeza de que cada cosa que hice y cada lugar donde estuve tuvieron un propósito. Como piezas de un rompecabezas. Aun no sé exactamente a dónde me lleva este camino, pero sé que el sendero esta allí y solo debo seguir adelante.

Cuando leí hace unos meses la cita de Robert Heinlein me sentí sumamente identificado. También creo que la especialización es para los insectos. Uno debe vivir todo, probar todo y no arrepentirse. Tengo la firme convicción de que la frase más inútil que puede decirle un padre a un hijo es “No lo hagas, te lo digo por experiencia, yo ya pasé por eso.”

Me alegro de haber hecho tantas cosas en la vida. Quiero hacer muchas más, diferentes todas ellas. ¿Es bueno no ser una abeja no?

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA PIKI: UNA CRONICA DE AMOR CORRESPONDIDO

Yo estaba de vacaciones, era agosto, hace poco más de ocho años. Vivía en el centro de Arequipa. Un día saliendo de casa yendo al gimnasio, vi una perrita de muy mal aspecto, pequeñita, de un tamaño un poco menor que el de un pequinés, de pelambre amarillenta, hocico afilado, ojos enormes y desorbitados, totalmente famélica y pegada a la pared. Muy asustada. Me impresionó. Por la tarde cuando volví todavía estaba allí. Le llevé un tazón con arroz. Al día siguiente pasó más o menos lo mismo. Siempre que veo algo así me da una tristeza terrible, así que tomé la decisión de por lo menos alimentarla hasta que alguien pudiera adoptarla.

Pero al tercer día pasó algo más. Salí de casa y ella no estaba en la zona de la quinta, cuando estaba abriendo la reja de la entrada principal la vi. Estaba en medio de la pista, totalmente desorientada, caminando lateralmente y cojeando. De inmediato intuí que había sido atropellada. Sin pensarlo dos veces me paré en medio de la calle (que era de un solo carril y estrecha como las calles del centro de Arequipa) y detuve el carro que venía. Luego la traté de empujar hacia una de las veredas. Cuando lo logré me acerqué. Traté de ayudarla y me mordió ferozmente el dedo índice de la mano derecha.

Asustado regresé corriendo a casa, siguiendo los consejos de la escuela, para lavarme con abundante agua y jabón. Luego volví a salir para buscarla pero no la hallé. Ahora tenía dos problemas: El tratar de rescatar a la perrita y la posibilidad de que tenga rabia.

Ese día tuve que hacer una serie de gestiones personales, pero además me documenté acerca de la rabia y llamé a mi compañía de seguros de salud (a la que le pagaba una buena cantidad mensual) y me dijeron que no podían hacer nada. El tema de la rabia se veía en un solo hospital de Arequipa, luego fui a este hospital y resultaba que tenían que ponerme como veinte inyecciones, cuando en otros países del mundo ahora son solo cinco y con menos efectos secundarios. Eso sin contar que tenían que sacrificar a la perrita.

Esa noche salí con una correa y collar de gato, una colcha (para atrapar a la perrita) y vari kennel de mis gatas. Caminé por las calles cercanas y la encontré escondida y asustada detrás de un enrejado. Le lancé la colcha y la atrapé. La llevé a casa, pero ya era tarde y se durmió allí. Al día siguiente la llevé al veterinario, pedí radiografías, análisis, vacunas y un baño. Regrese a la veterinaria por la tarde y le pregunté al veterinario sobre la posibilidad de la rabia. Me dejó en claro que en Arequipa no se habían registrado casos de rabia en más de diez años, así que podía considerarse que esta había sido erradicada de la zona. No habían fracturas, solo estaba asustada y hambrienta. Compré comida para ella y la llevé a casa.

En aquel entonces yo ya tenía un labrador color hueso. Por si acaso los separé porque el veterinario me dijo que la perrita estaba por entrar en celo. Lo cierto es que esa tarde regresé a casa contento, manejando la camioneta con la perrita en el vari kennel de los gatos en el asiento del copiloto. Cuando llegué, la traje conmigo hasta la sala, la solté y yo me senté exhausto en un sillón con mi dedo índice adolorido y vendado. En eso ella subió sobre mis piernas, yo la sostuve un poco con mis brazos y ella apoyó su cabecita en mi brazo derecho mirándome con una expresión de agradecimiento que nunca olvidaré. En ese momento nació el amor.

En este entonces estaba casado con mi primera esposa. Una mujer maravillosa. Ella fue la que le puso el nombre: Piki (puntito). Durante muchos días no dejó que se me acerque siquiera mi esposa. Me protegía a muerte. Luego comprendió que ambos la queríamos y la incluyó en su círculo de protección Cuando pasó el celo y ya estaba mejor alimentada y con buen peso, la llevé a esterilizar. Se recuperó rápidamente de la operación. Cuando la recogí tenía el pelo amarrillo y ceniza. En realidad era una perrita cruce de papillón, con los cuidados y peinado periódico, su pelaje regresó a ser lo que debía ser: blanco y negro. Su carita se redondeó y sus ojitos se hicieron alegres y vivaces. Siempre que trabajaba en el computador ella se sentaba en mis piernas, o cuando veía televisión y cuando manejaba el auto. Si me recostaba para ver televisión se acomodaba sobre mi pecho y se quedaba tranquilita. Se acostumbró a compartir el espacio con las gatas e incluso dormía con ellas en el día. En las noches dormía en nuestro cuarto en su propia camita a un costado de la nuestra.

Siempre estaba sobre mis piernas. Le gustaba mucho pasear y desde el primer día que llegó a casa, nunca orinó dentro de ella ni hizo caquita. Esperaba a que lleguemos y salía disparada a hacerlo afuera. Cuando salía sola volvía pronto. Pero siempre mantuvo ese círculo de protección alrededor de nosotros. Incluso cuando yo iba manejando, ella asustaba con su ladrido agudo a quien se acercara mucho al auto, arrancándonos carcajadas.

Luego cuando tuve que alejarme de Arequipa por cuestiones laborales y cosas del corazón, ella se quedó con la persona más responsable que conozco, y no podía ser de otra manera. Mi ex esposa la cuida y la quiere como lo haría yo y tal vez más. Algunas veces pensé en traerla, pero no era buena idea, el clima de aquí no es bueno para perritos viejitos y de pelo abundante. Además por aquí no hay veterinarios en los que pueda confiar.

Hoy me enteré que está malita. Tiene ataques de reumatismo, ya tiene cataratas. La última vez que la vi fue hace unos tres años. Según el veterinario ya debe tener unos doce años. Dice que en algún momento hay que tomar alguna decisión si los ataques se hacen más frecuentes porque son dolorosos. Mi ex esposa me dice que se acomoda en sus brazos como si fuese un gatito. Cuando la recogimos estaba tan maltratada que parecía mayorcita, en ese entonces le dije que lo mejor que podíamos hacer era que sus últimos años fuesen felices y de calidad. Finalmente, ella hizo que estos últimos ocho años fuesen felices para nosotros y se instaló en nuestros corazones. Escribo esta parte ya con lágrimas en los ojos. Creo que no he querido tanto a nadie a ese nivel como a la Piki. Definitivamente marcó mi vida y mi relación con los animales y la naturaleza. Me entristece mucho que ya esté viejita, pero también comprendo que todo tiene un ciclo. Yo solo les quería contar como la conocí y lo que significa para mí.

sábado, 12 de noviembre de 2011

NUEVO MUNDO (Cuento)

Jabal presionó los botones que activaban el mecanismo de aterrizaje y descendió la nave lentamente sobre el exuberante planeta. El espectáculo era sublime. Frondosos bosques, acantilados, montañas verdes, manantiales de donde fluía el agua límpida. Bandadas de extrañas aves emplumadas de mil colores cruzando los cielos. Desde la nave pudo confirmar con alegría lo que los estudios habían predicho, una cantidad indeterminable de especies de organismos vivos pastando en las sabanas vírgenes, sin embargo no pudo detectar visualmente los grupos de humanoides que los exámenes habían revelado.

Mientras descendía sintió nostalgia por su planeta de origen. Luego de que la población había llegado a los diez mil millones de habitantes, el equilibrio ecológico colapsó por completo: Los desechos fueron imposibles de reciclar, se quebró la cadena alimenticia y los principales depredadores se extinguieron en menos de cincuenta años. El cambio climático por la expulsión de gases acabó con toda forma de vegetación y llegó un punto en que el dinero era inútil porque no se podía comprar casi nada. Afortunadamente un grupo privilegiado de científicos, financiados por los hombres más ricos del planeta, habían desarrollado la tecnología necesaria para colonizar otros planetas. El conocimiento de Jabal era teórico, había visto cómo era la naturaleza del mundo de sus padres y abuelos mediante mecanismos de grabación en video. Registros antiguos y libros ilustrados digitalizados le habían enseñado que alguna vez existieron caudalosos ríos y abundantes bosques, además de incontables especies que acompañaron al ser humano en los primeros milenios de su evolución. De eso ya no quedaba nada. A los dos años de que saliera el Valzkan III al espacio exterior, recibieron la noticia de que el ciclo de las mareas se habían detenido por fin y el planeta era un caos donde los que se quedaron devoraban los unos a los otros en medio de catástrofes naturales de potencia inimaginable.

El Valzkan III no era una nave, era en realidad un convoy formado por treinta naves espaciales propulsadas por antimateria y en cuyo interior tenían simuladores de gravedad para impedir el deterioro de la densidad ósea de los tripulantes y pasajeros. Las mentes más brillantes en número de tres mil salieron a colonizar el nuevo mundo, junto con cincuenta de los mejores pilotos. Cada nave llevaba cien personas, de diferentes edades, desde los diez hasta los cuarenta años, excepcionalmente se incluyeron personas mayores, que por su méritos habían sido elegidas para educar a los más jóvenes en artes, humanidades, ciencia y tecnología. Cincuenta años después, muchos de esos hombres habían muerto, pero otros habían nacido en la nave, durante el viaje, preparándose diariamente para el destino final: La colonización. Jabal era uno de los pocos nativos, ahora tenía sesenta años.

Una vez sobre la superficie del nuevo planeta, los indicadores revelaron la confirmación de un problema que ya habían previsto antes: El aire no era respirable. Las moléculas de hidrógeno y oxígeno que lo conformaban tenían una composición distinta a la su planeta de origen. Afortunadamente las naves tenían generadores de aire que podían usar todavía durante años para abastecer tanques de respiración. Por lo demás el ambiente no era hostil y no se iban a requerir trajes espaciales. Iniciaron el armado del primer campamento.

* * *

Cuatro semanas después Raiza, en el laboratorio montado en el ala derecha del campamento, distribuía en un armario los contenedores sellados de ADN que habían recolectado antes de partir, un equipo especial había recorrido el planeta recolectando muestras de las principales especies con la esperanza de reproducirlas si era necesario en el nuevo mundo. Raiza tenía veinte años y era experta en microbiología y genética. No era para menos, desde que aprendió a leer a los tres años fue preparada por los mejores especialistas, quienes le transmitieron todo el conocimiento del que fueron capaces antes de morir. Cuando terminó se dirigió a la sala de reuniones, la habían convocado para una sesión importante. Allí estaba Jabal, quien por su antigüedad había sido nombrado jefe de las patrullas de expedición. Se había decidido que los pilotos por su mejor estado físico conformaran estas patrullas y el trabajo científico y administrativo quedaría en manos del resto de los colonos, dividiendo tareas proporcionalmente. Finalmente las decisiones más complejas las tomaría un grupo conformado por los doce colonos de mayor edad, siempre asesorados por los especialistas de cada área.

Jabal informó con calma que no existían humanos en el planeta, el rastreador de ADN había ubicado cuatro grupos humanoides. El primero conformado por seres similares a un humano pero cubiertos de pelo y con una extensión de la columna a guisa de quinta extremidad que les permitía asirse de los árboles. Los otros tres grupos eran más parecidos a los colonos pero ninguno de ellos había desarrollado lenguaje. De estos, solo un grupo, cuyo origen se encontraba cerca de la zona tropical, habían logrado un avance en la construcción de armas y herramientas sumamente simples que les facilitaban la caza, y aunque tampoco habían desarrollado un lenguaje, tenían un muy primitivo sistema de comunicación gestual.

El Consejo escuchó pacientemente y Enón, un genio en física cuántica, que era el más anciano de los miembros y que lo presidía, le preguntó a Raiza si una unión genética con ese grupo de cazadores nómades era posible para crear una siguiente generación de humanos que pudieran respirar el aire del planeta. Raiza se tomó su tiempo y contestó:
– Maestro Enón, el procedimiento no es complejo y la unión es perfectamente posible, nos tomaría tan solo dos o cuando máximo tres generaciones tener humanos perfectamente acondicionados al entorno del planeta, pero no sé si es éticamente viable.
– Tiene razón – replicó lentamente Enón. Podríamos esperar que las próximas generaciones se acondicionen de manera natural, pero existe la posibilidad de que no resulte y tampoco me parece ético que dejemos morir a nuestros hijos y nietos. Deliberaremos, gracias Raiza.

Raiza se retiró. Dos horas después le comunicaron que el Consejo había dado pase a las pruebas genéticas con nativos, sin embargo para no vulnerar los derechos de estos, sus hábitats serían respetados y sus organismos no serian alterados. Se recogerían muestras de su ADN y los experimentos serían hechos en colonos voluntarios hasta que se tenga aprobado un protocolo seguro de adaptación al entorno. Raiza se sentó en su escritorio, encendió su Z-AIN, donde registraba sus avances y escribió: Nuevo Mundo, día 32, se inicia procedimiento de recolecta genética para clonación y mutación para unión génetica de humanos y nativos.

* * *

Cien años después lo único que quedaba de Raiza era una placa en su honor en el laboratorio de genética de Luminis, la ciudad fundada por los colonos. A petición suya sus restos habían sido incinerados y arrojados al bosque que siempre admiró y al que se dedicó a estudiar con alma en los últimos años de su vida. Eran recordados todavía sus trabajos en mejoras de productos para la agricultura. Jabal había muerto mucho tiempo antes que ella y a Enón se le recordaba por el hecho haber sido el primer presidente del Consejo, nadie recordaba que gracias a ellos, los colonos podían respirar con comodidad el aire del nuevo mundo y nadie llevaba ya esas incómodas mascarillas de los primeros años.

El Consejo lo presidía ahora Matún, un químico puro, reconocido por su cordura y sabiduría. Las patrullas las dirigía Anem, un sujeto joven y peligroso que había crecido aprendiendo los secretos de la selva y lidiando con las bestias salvajes del campo. Ciudad Luminis era sumamente ordenada, gracias a la lección aprendida, era una comunidad eco sustentable. Los desechos se reciclaban de manera adecuada, el agua de lluvia era recolectada de los techos de las casas por medio de una red de cañerías hechas de plantas de estructura tubular que encontraron en la región. La electricidad provenía de plantas eólicas.

En la reunión del Consejo, Zarco, el jefe de ingenieros de Ciudad Luminis, presentó un pedido importante al Consejo: Era necesario definir una política de extracción y ubicación de oro o sustituto como el cobre. Los ordenadores tipo Z-AIN tenían conductores de cobre y oro indistintamente, además de los procesadores hechos de silicio y diamantina. Si bien la tecnología de fabricación de ordenadores se había preservado, las existencias de oro traídas en el Valzkan III estaban por agotarse y en la zona de la sabana no había depósitos importantes de estos. La diamantina y silicio sí eran abundantes en la zona, sobre todo en los lechos de los ríos.

Anem escuchó atentamente y antes de que Matún pudiera decidir se adelantó y ofreció encabezar una patrulla para ubicar los yacimientos requeridos. El Consejo asintió y Anem puso manos a la obra de inmediato.

En la nave de patrulla, mientras iba piloteando al mando de un equipo de doce subalternos, Anem pensaba en la importancia de encontrar los metales. Sin ellos la tecnología llegaría a su fin, quien maneje la tecnología podría manejar el poder. Ciudad Luminis avanzaba demasiado lento, Matún fiel a la vieja escuela era cuidadoso para tomar decisiones y eso retrasaba el progreso del pueblo. Cada decisión del Consejo evaluaba el impacto en las especies del planeta, los derechos de los nativos ignorantes que se comunicaban con señas y comían animales muertos. Anem acariciaba silenciosamente la idea de eliminar el Consejo y hacerse nombrar presidente absoluto de Ciudad Luminis

Dos años después Anem controlaba el traslado de oro y cobre a Ciudad Luminis desde una lejana mina en una montaña desértica a miles de kilómetros de distancia; los insumos que él proveía eran vitales para el desarrollo de la tecnología en la ciudad que para ese entonces ya era una metrópolis de grandes proporciones. Un día Anem presentó al Consejo una solicitud por la cual ciudad Luminis debía ver el mecanismo de retribuir su valiosa tarea, concediéndole privilegios especiales. El Consejo desestimó el pedido, basado en las reglas de bien social y propiedad común que se habían instaurado en el Nuevo Mundo. No había forma de otorgar privilegios. Anem paralizó los envíos de mineral y la ciudad resistió seis meses. Cuando Anem estaba convencido de que la presión ejercida daría sus frutos, el Consejo informó que una patrulla especial, leal a Matún, había encontrado otra mina al oriente la ciudad. Anem montó en cólera y atacó la ciudad. En el enfrentamiento destruyó la planta de fabricación de ordenadores Z-AIN y luego el reactor de producción de electricidad.

Los resultados fueron devastadores. La ciudad quedó sin energía eléctrica y en estado de sitio. Los pobladores se dividieron en dos bandos, aquellos que querían reformular el orden social en una estructura jerarquizada y aquellos que deseaban mantener el antiguo régimen. Matún no pudo convocar a la unidad y Anem aprovechó para dar su tan esperado golpe de estado, disolvió el Consejo y se autoproclamó Gran Guerrero y Jefe de Ciudad Luminis.

Esa misma noche los principales científicos de ciudad Luminis escaparon al norte con sus familias, habían oído que cruzando el mar había bosques vírgenes de clima templado, condiciones ideales para fundar una nueva gran ciudad.

* * *

En tan solo seis meses Anem se dio cuenta de su error. Sus seguidores eran casi todos miembros de patrullas, carecían de los conocimientos para recomponer las plantas de electricidad. Las naves de rastreo, las armas, los laboratorios y talleres se convirtieron en poco tiempo en ambientes inútiles que la vegetación del bosque empezó a cubrir por falta de mantenimiento.

Sabía perfectamente que el día que su pistola de plasma llegase a dejar de funcionar tendría que valerse de sus propias manos. Formó una patrulla especial con los hombres más cercanos a él y se parapetó en la sede del Consejo. Autorizó a los otros a secuestrar a las mujeres de los grupos humanoides para aparearse, en vista de que la mayoría de las mujeres había huido hacia el norte.

Ordenó que las reservas de mineral fuesen puestas en un ambiente de lo que llamó “El Palacio” y esperó sentado frente a aquellos enormes bloques de oro y cobre ahora totalmente inútiles. En tres meses más consumieron todas las reservas de granos y vegetales de la ciudad. Los hombres adquirieron las costumbres de sus nuevas mujeres. Salían a cazar animales, los mataban y comían. Nadie sabía confeccionar tejidos, dejaron de usar ropa. El fuerte calor tropical oscurecía sus rostros a la intemperie. Anem nunca más salió del Palacio, daba órdenes, procreó y tuvo hijos. Un día llamó a Amón, su hijo preferido. Mandó a fundir piezas de oro y cobre, hizo petos, muñequeras y afilados cuchillos y lanzas. Cubrió con ellas el cuerpo de Amón y lo llevó al frontis del Palacio. Allí lo proclamó Sumo Sacerdote de Ciudad Luminis, hijo del trueno y de la lluvia, luego se retiró a envejecer mientras veía a su gente cubrirse con pieles de animales, comer carne cruda y a Amón convertirse en un líder cruel y sanguinario como él nunca hubiese podido haber sido.

* * *

Los colonos que habían emigrado al norte habían fundado nuevas ciudades. Los más viejos no se atrevieron a cruzar el gran mar y se quedaron a las orillas de este y cerca de un rio a cuyos lados la tierra fértil se mostraba generosa. Los más jóvenes cruzaron el mar y fundaron pequeñas ciudades. En todos los casos construyeron con piedra y barro. Siempre usando las reglas de arquitectura aprendidas de sus padres y abuelos, pero usando materiales locales. Se habían acostumbrado por completo a vivir sin electricidad, ahora dependían del fuego para todo. Dependiendo del clima, los colonos usaban tejidos en base a la vegetación de cada lugar. En un gran esfuerzo los últimos descendientes de los primeros colones, se empeñaron en grabar en piedra los conocimientos que habían traído de su planeta.

Se enteraron que al sur, en lo que alguna vez fue Ciudad Luminis, los descendientes de Anem se habían dividido en diversos clanes, a pesar de que ninguno de ellos sabía ya para qué servían, igual peleaban constantemente por la posesión del oro y los diamantes.

Con los años las ciudades aumentaron de población y la gente olvidó sus orígenes, solo ciertos grupos cerrados transmitían de generación en generación la ciencia de los ancestros. El común de la multitud empezó a adoptar costumbres de los sureños, consideraban el oro como un metal valioso, igual que cualquier piedra brillante sin saber su utilidad. Mataban animales, comían carne, habían perdido la capacidad de explicarse los fenómenos meteorológicos, los atribuían a dioses sobrenaturales. Algunos otros se aprovechaban de ello y se nombraban hechiceros, sacerdotes o magos y se aliaban con gobernantes ignorantes para dominar al pueblo. Se produjeron guerras, se mataron entre hermanos, se especializaron en fundir metales y fabricar armas, así como adorar a deidades imaginarias.

* * *

Mucho tiempo después, en uno de aquellos grupos cerrados de sabios que conservaban los conocimientos primigenios, en la ciudad de piedra a orillas del gran rio, un alumno conversaba con el Gran Maestro, mostrándole su preocupación por lo que acontecía con las personas en las ciudades. El Gran Maestro reflexionó unos minutos y le dijo:
– Han pasado siete mil años desde que los primeros padres colonos llegaron a este planeta y si miras alrededor, pareciera que no hemos aprendido nada. El mundo seguirá su curso y nosotros no veremos con estos ojos el futuro.
– ¿Y no se puede hacer nada?
– Depende de cada uno de nosotros. Transmitir el conocimiento es difícil, las personas no quieren escuchar. Solo si alguien pudiera escribir lo que sabemos de manera que la gente pueda entender y creer en ello. Alguien con el conocimiento, inspiración y ánimo necesarios – dijo y suspiró.
El Gran Maestro hizo una venia y se despidió. El alumno tomo sus alforjas y subió al camello, después de varios días de marcha llegó a la tienda de su clan en el desierto y se sentó frente al pergamino, puso su mente en armonía y empezó: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra…”

domingo, 6 de noviembre de 2011

EL DOBLE ANDANTE (Cuento)

Atrapado por la trama de la novela, Gabriel no había caído en cuenta de que se había hecho de noche. Cuando la luz fue insuficiente para leer simplemente estiró la mano sin apartar la vista del libro y encendió la lámpara de pie situada a un lado del sofá, minutos después un ligero calambre en la pierna lo obligó a cambiar de posición y fue en ese preciso instante que pudo ver por la ventana la absoluta negritud de la noche.

Más temprano había dejado las puertas de la casa campestre abiertas de par en par debido el agobiante calor de la tarde y ahora dejaban entrar una agradable brisa que refrescaba los amplios ambientes. Pensó en prepararse un café, pero no quería dejar el capítulo a medio leer, precisamente cuando se iba a develar el secreto del doppelgänger. Se concentró nuevamente en la lectura atrapado por la idea sobrenatural de que una persona cualquiera pudiera tener un doble fantasmagórico cuya única misión fuera aparecérsele para anunciarle su propia muerte.

De pronto un ruido que provenía de la parte de atrás de la casa lo sobresaltó. Volteó sin levantarse del asiento y no pudo ver nada, la única luz encendida en toda la estancia era la de la lámpara a su costado. Dejó el libro sobre el brazo del sofá y se incorporó, un frio gélido le erizó la piel. Afuera se escuchaba el viento azotando las ramas de los árboles. Una angustiosa sensación de desasosiego lo invadió, tomando valor caminó hacia la puerta y encendió las luces de la entrada y le pareció ver una sombra desplazándose rápidamente hacia el fondo por el zaguán lateral, luego un ruido de tiestos quebrados. Caminó firme y atravesó la casa encendiendo las luces a su paso en cada habitación. Un estremecimiento desagradable se apoderó de su estómago, siguió avanzando y al llegar a la cocina estaba a punto de encender la luz cuando vio una silueta bien definida a través del vidrio pavonado de la ventana de la cocina: era un hombre de regular estatura. ¿Estaría solo? ¿Tendría cómplices? Buscó alrededor con qué defenderse, tomó un cuchillo de cortar carne en una mano y en la otra una botella de vino llena hasta la mitad a guisa de mazo. Salió despacio, pegado a la pared, ciertamente asustado. Se adelantó unos pasos hasta llegar al zaguán, estaba allí, sin duda era él, de espaldas. Haciendo lo posible por no hacer ruido avanzó lentamente, la oscuridad lo protegía. Apretó con fuerzas el mango del cuchillo y el pico de la botella. No podía decidirse con qué atacarlo. ¿Estaría armado? ¿Y si tenía un revolver? Podía dejarlo inconsciente con la botella, no quería matarlo. Cuando estaba a menos de un metro el hombre volteó y levantó el brazo, Gabriel instintivamente y contra lo que había planeado intentó hundirle el cuchillo en el abdomen pero no halló resistencia. Levantó la vista y un destello de luz le devolvió la imagen de él mismo suspendido en el aire, pálido, lánguido, triste. Vio cómo su propia figura se desvanecía vaporizándose en el aire mientras comprendía que finalmente le había llegado la hora de morir al mismo tiempo que a sus espaldas un ladrón de poca monta, tan asustado como él le clavaba una navaja a la altura de los riñones.

sábado, 5 de noviembre de 2011

EL CLAN (Cuento)

El clan se detuvo en un claro de la jungla. Los hombres sudorosos y cubiertos de pinturas en los rostros se colocaron frente a Eldú y pidieron consejo, él con un movimiento firme de su brazo hizo una señal para que todos se aparten formando un gran círculo alrededor suyo mientras sacaba de su enorme alforja un tronco hueco, unas hojas de coca, una botella y un tazón de madera de balsa. Luego con calma encendió fuego con hojas secas, dos de los más jóvenes del grupo buscaron ramas y las colocaron sobre las llamas chispeantes, se formó entonces una hoguera de regular tamaño que le daba un carácter siniestro a la reunión.

Cumpliendo las tradiciones de la comunidad los hombres habían solicitado por intermedio de su guía religioso la aprobación de los dioses para firmar el contrato de explotación de la madera que los hombres blancos habían venido a ofrecerles y este era el momento que Eldú, el chamán del clan, había escogido para recibir la palabra de los espíritus de la selva.

Guardaron silencio esperando. El zumbido de las cigarras montaraces se apagó de pronto cuando Eldú empezó a golpear el tronco hueco con sus fuertes manos produciendo un ruido sordo, monótono, ancestral. El sonido penetrante inundaba el ambiente, causaba escalofríos, mantenía los cuerpos de los miembros del clan en tensa espera, sentados algunos en troncos, otros de cuclillas, asustados, concentrados en el movimiento de las manos del chamán hasta que estas se detuvieron sorpresivamente en el aire y en medio del silencio exclamó a todo pulmón:
– ¡Ajaxba obé! ¡Ajaxtatzul obné xlat! –y miró por encima de las copas de los árboles las estrellas brillantes en un cielo sin luna – ¡Ajaxba obé! – repitió al tiempo que con movimiento felino tomaba el tazón de madera tallada y bebía un trago del brebaje pegajoso hecho con porciones secretas de mezcalina, hierbas mágicas y aguardiente. Sintió como el líquido quemaba su garganta, escupió sobre la fuego y bramó nuevamente – ¡Ajaxtatzul obné xlat! ¡Ajaxba obé! ¡Ajaxtatzul obné xlat! ¡Ajaxba obé! ¡Ajaxtatzul obné xlat! – cada vez más rápido. Las palabras se convertían en un susurro frenético, su cuerpo húmedo de sudor se contorsionaba en un éxtasis siniestro y dionisiaco.

Eldú ingresaba rápidamente a un trance espasmódico, sus blancos dientes brillaban a la luz de la fogata, sus ojos desorbitados se perdían en la oscuridad, sus manos batían con fuerza nuevamente el madero hueco y las palabras sagradas del ritual ya no sonaban como palabras, si no como el rugido de una bestia salvaje, ininteligible.
– ¡Ajaxtatzul! Gritó en medio del clímax etéreo y de la profundidad de la selva nació un silencio mortal, desaparecieron abruptamente el ruido de los grillos, de las ranas y los monos junto con toda la cacofonía de la jungla. Los hombres se miraron los unos a otros y la fogata declinó rápidamente hasta convertirse en una brasa crepitante. Eldú se arrodilló y su espalda se contrajo desencajando las vértebras, los hombres aterrados se pusieron de pie y nada pudieron hacer cuando se dieron cuenta que las lianas ya los habían tomado de los tobillos y de las cinturas desnudas. Eldú paralizado por el dolor intentaba gritar pero los afilados colmillos relucientes recién nacidos de sus encías le impedían articular palabra, de sus fauces solo brotaban poderosos rugidos. Su nariz percibió el olor de la muerte, los miembros del clan eran devorados por la selva, despedazados por los árboles en castigo por su codicia, los mismos árboles que habían querido vender a los hombres blancos ahora destrozaban sus entrañas mientras Eldú transformado en un majestuoso jaguar se internaba en las profundidades de la selva para siempre, en un castigo sin tiempo, sin fin.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

LAS VISITAS

Me gusta la idea tener visitas, pero no me gusta mucho la realidad que se genera producto de esa idea. En otras palabras las visitas me gustan en teoría nada más.

Lo que pasa es que hay un punto en que uno quiere decirle a las vistas que ya es hora de irse y a veces es tan complicado

Hay ciertos protocolos sociales que son útiles. Por ejemplo, en una reunión social en la que se sirve y bebe alcohol, la forma de decir que ya es hora es sirviendo café. El problema de este protocolo es que requiere de varias premisas previas, las más importantes son que la gente con la que uno esté compartiendo sea lo suficientemente educada como para conocer del protocolo y que no haya bebido tanto como para ignorarlo.

En otros casos hay ciertas expresiones como “Bueno…” con su correspondiente movimiento de silla. Sirve a veces el silencio incómodo o recoger los vasos de refresco. Cuando se tienen hijos se presta mucho el “Pepito, ya guarda tus juguetes que es tarde…” pero no en todos los casos funciona.

Es cierto que hay personas con las que sucede todo lo contrario (poquísimas) y que son aquellas que uno quisiera que no se vayan nunca. O los amigos con quien se ha llegado a tal grado de confianza que no perturban. A ese punto de confianza uno puede salir de casa indicándoles cómo se enciente la hornilla de la cocina y el televisor, y asunto resuelto.

Uno de los problemas que tengo muchas veces, son los invitados colaboradores. El que quiere limpiar todo, lavar los platos, secar las cucharas y a veces hasta agarrar la escoba… no sé porqué pero no puedo con eso. En el otro extremo está el comodón, se sienta a que lo atiendan y punto sin ofrecerse siquiera de palabra a colaborar. Será que soy muy complicado, pero mi invitado perfecto tiene que tener el gesto de dar una mano, pero no perturbar. Es decir, cuando ve que estoy por llevar los platos debe ofrecerse a ayudar, yo le diré por supuesto que no se moleste y ¡debe quedarse en su sitio sin molestar!

Hay especímenes raros e insoportables, detallaré tres de los más emblemáticos:

1. El que te visita borracho. No hay manera de soportarlo, si ya me molestan los borrachos en general, imagínense uno en mi propia casa. Y ese no entiende de protocolos. Yo solo soporto a los borrachos que empezaron a emborracharse conmigo.

2. El que visita sin avisar, pero con el detalle adicional de que después de haber escuchado tus excusas como “Estoy resfriado”, “tengo un millón de cosas por hacer, ando algo ocupado” o “en un rato tengo que salir” igual se mete en tu casa y se queda con la frase: “No te preocupes.. TÚ sigue haciendo tus cosas…”

3. El visitante impropio. Es ese que no es tu amigo, es normalmente la más reciente pareja sentimental de tu amigo o del amigo de tu esposa o esposo. Ese al que te enchufan mientras el que es tu amigo o el que sí conoces se va al supermercado a comprar lo que falta y además se demora una eternidad. Terminas sentado en algún lugar de TU PROPIA CASA con un ilustre desconocido con el que normalmente no tienes nada en común y que además el noventa por ciento de los casos es monosilábico. Entonces uno termina tratando de conversar frente al horno parrillero:
– ¿Y cómo estás?
– Bien.
– ¿Y cuando tiempo conoces a Pepita?
– Poco.
– ¿Comes ají?
– No.
– ¿Te gusta la parrillada?
– No.
– ¿Te hace mal?
– No, soy vegetariano.

Otra visita complicada, por decirlo de alguna manera, es la familia intermedia, los que superan el cuarto grado de consanguineidad o de afinidad, los primos lejanos, (salvo las primas guapas que son siempre bienvenidas), los tíos abuelos, los hermanos de los concuñados (¿quién inventó esa palabra?) y sobre todo las tías chismosas. ¿Cómo hacer para que se vaya una tía chismosa? Es una tarea casi imposible y además normalmente requiere exorcizar la casa después.

Alguna vez escuché a alguien decir una frase que decía más o menos así: “Cuando uno está de visita, el mejor momento para irse es cuando todavía quieren que te quedes.” Y creo que es acertadísima. No hay nada tan feo como cerrar la puerta después de que una visita se va y decir: “¡Uf! ¡Por fin!”